WÍFALA
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Por Juan José Alva Valverde (Pepe)
Por Juan José Alva Valverde (Pepe)
“Despidan en mí a un tiempo del Perú cuyas raíces estarán
siempre chupando jugo de la tierra para alimentar a los
que viven en nuestra patria, en la que cualquier hombre
no engrilletado y embrutecido por el egoísmo puede
vivir, feliz, todas las patrias”. José María Arguedas
Wífala, es un personaje que apareció en "Chiquián Querido", cual viento o arco iris, mas no sé por qué jamás le pregunté de dónde era, ni a qué vino, o a qué se dedicaba, sólo cantábamos en coro las veces que nos reuníamos con Hualo Yábar, guitarrista del grupo, y otros amigos más.
Wífala, eximio conversador de múltiples temas, por su forma y modo, supongo se educó hasta niveles superiores; sus modales eran refinados, llegó con saco y camisa; cantaba un tema de la sierra del Sur con nostálgica entonación, cerrando los ojos:
Cuando cruces por los ríos
y sientas los vientos fríos,
no te asustes mi amor
que son los suspiros míos...
no te asustes mi amor
que son los suspiros míos...
Cantar
era una de las distracciones más comunes de los muchachos en mi época
juvenil en Chiquián; sobre todo aprovechando las tardes de las largas
vacaciones que se iniciaban a mediados de diciembre y finalizaban el 31
de marzo. Hualo Yábar con su guitarra, Rodolfo Minaya, Román Palacios y
este "pechito", nos reuníamos en la casa de Hualo, allí cantábamos
como quien ensaya, para estar expeditos en las serenatas que solíamos
brindar a nuestras palomitas. Creo que las canciones nos
salían mejor que a los conjuntos que hoy abundan en Cochapata. A una cuadra de la
casa de Hualo, camino a Torrespata, lo que es ahora el local comunal, un
amigo de LLamac tenía su tabernita donde pasaba sus días el amigo
Wífala, por lo que en grupo nos dirigíamos para escucharlo cantar y
conversar. De él aprendimos el huayno "Río de Arequipa" de Los Dávalos:
Al silencio de una noche río de Arequipa,
ya vas calmando, calmando. (bis)
Y al ruido de una cadena chola Arequipeña,
te vais, me dejas llorando,
te vais me dejas llorando …
Cuando cantaba yaravíes lo hacía con estremecimiento, con dolor, con amor; algunas veces terminaba llorando a mares, se tomaba el rostro con ambas manos tratando de apagar el llanto, y secándose las lágrimas que como lavas volcánicas marcaban sus mejillas, y lo más emotivo, erosionaban su corazón, su alma; nosotros, por respeto a dicho trance, nos mirábamos de reojo. Disimuladamente le hacía una seña a Hualo, para que inicie el punteo de una balada de Leo Dan, y cual pichuichancas comenzábamos:
La conocí un Domingo, hablamos de pasión
le pregunté su nombre y muchas cosas más…
Wífala, además era un experto narrador y declamador, su preferido era el poema yaraví de Mariano Melgar:
¡Ay, amor!, dulce veneno,
ay, tema de mi delirio,
solicitado martirio
y de todos males lleno.
¡Ay, amor! lleno de insultos,
centro de angustias mortales,
donde los bienes son males
y los placeres tumultos.
¡Ay, amor! ladrón casero
de la quietud más estable.
¡Ay, amor, falso y mudable!
¡Ay, que por causa muero!
¡Ay, amor! glorioso infierno
y de infernales injurias,
león de celosas furias,
disfrazado de cordero.
¡Ay, amor!, pero ¿qué digo,
que conociendo quién eres,
abandonando placeres.
soy yo quien a ti te sigo?
ya vas calmando, calmando. (bis)
Y al ruido de una cadena chola Arequipeña,
te vais, me dejas llorando,
te vais me dejas llorando …
Cuando cantaba yaravíes lo hacía con estremecimiento, con dolor, con amor; algunas veces terminaba llorando a mares, se tomaba el rostro con ambas manos tratando de apagar el llanto, y secándose las lágrimas que como lavas volcánicas marcaban sus mejillas, y lo más emotivo, erosionaban su corazón, su alma; nosotros, por respeto a dicho trance, nos mirábamos de reojo. Disimuladamente le hacía una seña a Hualo, para que inicie el punteo de una balada de Leo Dan, y cual pichuichancas comenzábamos:
La conocí un Domingo, hablamos de pasión
le pregunté su nombre y muchas cosas más…
Wífala, además era un experto narrador y declamador, su preferido era el poema yaraví de Mariano Melgar:
¡Ay, amor!, dulce veneno,
ay, tema de mi delirio,
solicitado martirio
y de todos males lleno.
¡Ay, amor! lleno de insultos,
centro de angustias mortales,
donde los bienes son males
y los placeres tumultos.
¡Ay, amor! ladrón casero
de la quietud más estable.
¡Ay, amor, falso y mudable!
¡Ay, que por causa muero!
¡Ay, amor! glorioso infierno
y de infernales injurias,
león de celosas furias,
disfrazado de cordero.
¡Ay, amor!, pero ¿qué digo,
que conociendo quién eres,
abandonando placeres.
soy yo quien a ti te sigo?
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En
una de mis visitas a "Chiquián Querido", pregunté por él en la Plaza
de Armas, pero no recibí información; entonces me dirigí a la taberna
de mi amigo de LLamac, y como si supiera el por qué de mi visita,
extendiéndome un vaso de chicha de maíz con su respectivo punto, me
dijo:
- Wífala, así como vino se fue y nadie conoce su paradero.
Me senté en el lugar que él solía cantar y canté lo que nos enseñó durante su permanencia en Chiquián, y musitando un “hasta siempre amigo Wífala, que Dios te bendiga”, me retiré...
Chiquián - Plaza de Armas