RECUERDOS
Glaciar Tucu Chira
Mi
homenaje a los crianderos que poblaron la llanura chiquiana de la Pampa
de Lampas Alto en el siglo XX; y que en este Tercer Milenio se resiste a
morir olvidada por el Estado y la globalización. SAPAHUAIN:
Nicolás, Juan, Bernita y Antonio Morán; Virginia y Rita Anzualdo;
Alejandrina Vicuña, León Jaimes; Crisanto Soto; Margarita, Alberto,
Ginés y Pablo Calderón. SHAJSHA: Zoila Pardo y Gregorio Calderón.
TUPUCANCHA: Fortunata Gamarra, Silvia Anzualdo, Francisca Ramírez y
Catita Calderón. GACHIRAJRA: Silverio Tafur, Teodosia, Andrés, Gerónimo,
Felix y Teodosio Anzualdo.
Chiquián - Pampa de Lampas Alto - 1954
.
LA PUNA Y LA GLOBALIZACIÓN
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Ayer visité el páramo tras los cerros chiquianos,
sabana andina donde ya no existen crianderos;
allí ya nadie reposa la siesta en paja dura,
y de aquellas manadas, poco perdura.
Ya no están los que daban vida a los rebaños,
no se escuchan más los pincullos sonoros;
los cuentos y leyendas se van disecando,
hasta los puquiales se están secando.
No se ven arrieros ni cabalga el bandolero;
no hay perros que ladren, ni ovejas balando;
ya nadie lleva en sus manos el cayado,
que Abraham les dejó como legado.
No se escuchan los trinos de mandolina
que brotaban de las cuerdas de la Puna;
ya se fue con el eco la melodía matutina,
que tocaban Ernestina, Jesús y Martina.
No florece con el alba el canto pastoral,
sólo campea la soledad en los cerros,
fría como alguien que ya no respira,
congelada como el Tucu Chira...
No nieva en Tupucancha y Gachirrajra,
sólo se mece la escarcha en el ichu,
los pumas y huachuas han huido,
hasta las vizcachas se han ido.
Época de hombres nobles como corderos,
más solitarios y huraños que los zorros,
con sus guitarras de nostálgico trinar
que a los pajonales hacían tiritar.
Ya el placer de criar se fue con los pastores,
que treparon la montaña en la neblina
y silbando con el viento alzaron vuelo
para hacer sus chozas en el cielo.
Hoy las musas duermen en el corazón del ande,
esculpidas en piedra que el tiempo olvidó,
ellas sueñan con sus nobles trovadores,
sedientas de lluvia, granizo y flores.
Copan mi memoria tiernos balidos de corderos,
en concierto con dulces mugidos de terneros,
que remiendan mi alma raída de ternura
a más de cuatro mil metros de altura.
Este es mi canto empapado de manadas y Puna
donde mi inocencia tuvo la dicha de morir;
santa estirpe morena que un día vivió,
!más humildes y sencillos que yo!.
AGO 2002
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Ayer visité el páramo tras los cerros chiquianos,
sabana andina donde ya no existen crianderos;
allí ya nadie reposa la siesta en paja dura,
y de aquellas manadas, poco perdura.
Ya no están los que daban vida a los rebaños,
no se escuchan más los pincullos sonoros;
los cuentos y leyendas se van disecando,
hasta los puquiales se están secando.
No se ven arrieros ni cabalga el bandolero;
no hay perros que ladren, ni ovejas balando;
ya nadie lleva en sus manos el cayado,
que Abraham les dejó como legado.
No se escuchan los trinos de mandolina
que brotaban de las cuerdas de la Puna;
ya se fue con el eco la melodía matutina,
que tocaban Ernestina, Jesús y Martina.
No florece con el alba el canto pastoral,
sólo campea la soledad en los cerros,
fría como alguien que ya no respira,
congelada como el Tucu Chira...
No nieva en Tupucancha y Gachirrajra,
sólo se mece la escarcha en el ichu,
los pumas y huachuas han huido,
hasta las vizcachas se han ido.
Época de hombres nobles como corderos,
más solitarios y huraños que los zorros,
con sus guitarras de nostálgico trinar
que a los pajonales hacían tiritar.
Ya el placer de criar se fue con los pastores,
que treparon la montaña en la neblina
y silbando con el viento alzaron vuelo
para hacer sus chozas en el cielo.
Hoy las musas duermen en el corazón del ande,
esculpidas en piedra que el tiempo olvidó,
ellas sueñan con sus nobles trovadores,
sedientas de lluvia, granizo y flores.
Copan mi memoria tiernos balidos de corderos,
en concierto con dulces mugidos de terneros,
que remiendan mi alma raída de ternura
a más de cuatro mil metros de altura.
Este es mi canto empapado de manadas y Puna
donde mi inocencia tuvo la dicha de morir;
santa estirpe morena que un día vivió,
!más humildes y sencillos que yo!.
AGO 2002