martes, 31 de mayo de 2022

31 DE MAYO DE 1970 - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

 

Huaraz - Foto 254278 
- Perú Terremoto 
- 31 de mayo de 1970
 
 
31 DE MAYO DE 1970

"En memoria de mis amigos:
Bernardo Escobedo Luna y
Javier Barrenechea Ibarra"


Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

En las primeras horas de la tarde del domingo 31 de mayo de 1970, se disputó el partido inaugural de la Copa Mundial FIFA MÉXICO 70, entre el país anfitrión y la URSS, culminando, como dicen los charros: "cero a cero, sin balas ni lágrimas". El partido, bajo fuerte sol, fue estimado por los expertos como tenso y de poco lucimiento ofensivo, el empate les venía de perilla a ambos equipos y optaron por mantenerlo así, hasta el pitazo final, ante 107 mil espectadores que colmaron el Estadio Azteca. MÉXICO 70 fue el primer mundial de la historia con tarjetas, cambios, balón blanco y negro y TV a color, toda una revolución futbolera en la tierra de Moctezuma Xocoyotzin.

El reloj de la sala marcaba las 3.22 p.m. en Lima, PERÚ. Mi papá Armando, mi hermano Felipe y yo veníamos comentando el buen juego defensivo de Evgeni Lovchev, jugador del Spartak de Moscú, también de la "palomita" rasante del mexicano Horacio López Salgado, neutralizada por Anzor Kavazashvil, portero de la URSS que dejó en la banca al legendario Lev Yashin; de pronto se escuchó ladridos en el vecindario. Mi mamá entró a la sala persignándose y murmurando "algo va a pasar", un minuto después empezó el terremoto que el mundo nunca olvidará. Tuvo como epicentro el Océano Pacífico, frente a las costas de Chimbote y Casma.



Fue terrible - Recuerdos


3.23 de la tarde, primero un rumor sordo seguido de un tosco remezón, como mazazo en el pulmón. Luego una sacudida violenta, feroz, atronadora, cuesta mantenerse en pie, la vieja casa cruje y vibra interminable... La familia en pleno sale despavorida a la calle "en fila india", ídem los vecinos, uno sin zapatos ni medias, otro en paños menores, es la primera vez que veo sin maquillaje, peinado ni tacos a una dama de toalla al cinto, que alborota corazones de lunes a viernes en el paradero Augusto B. Leguía de la línea 23. En el centro de la calle de tierra está mi amigo Wagner Padilla Vásquez, implorando contrito al cielo, con Ray-Ban oscuro y todos los cabellos en su sitio, viste impecable terno dominguero y calzados de charol, apto para un lonche en el legendario Crillón. Los jirones Aquia y Pacllón del barrio Zarumilla se colman de pavor, Padre Nuestros y lágrimas. El camión rojo de papá parece poseído, trepida sin cesar como zarandeado desde arriba por rudas manos invisibles. Han pasado 45 segundos, pero parecen mil, el sorpresivo terremoto grado 7.9 hace que los segundos parezcan minutos en mi mente atormentada, sin saber que lejos de allí, en mi amado Áncash, se está produciendo una catástrofe de efectos siderales.

La noche del 31 de mayo de 1970, sin conocer la verdadera magnitud del desastre retorné a la EO CINPIP donde cursaba el Tercer Año, pues aquella noche los noticieros limeños no informaron acerca del cataclismo en la sierra ancashina, sólo referencias de lo ocurrido en los pueblos del litoral peruano. Perú jugaba el martes 2 de junio contra Bulgaria, habíamos eliminado del mundial al temido equipo argentino, no estaban las poderosas escuadras de Francia, España ni Portugal; teníamos los mejores jugadores del planeta, el triunfo estaba garantizado, y dormí tranquilo, soñando con la bicolor.

El 01 junio de 1970 pasé sin contratiempos en la escuela, pero al día siguiente recibí la visita de papá. Me dijo: "Tu abuelita Catita, los amigos, vecinos y familiares que viven en Chiquián están bien; sin embargo, dicen que los pueblos del Callejón de Huaylas fueron demolidos el 31 de mayo, también mi Cajacay querido”. La revelación me dejó destrozado. En ese momento comprendí que el dicho popular "No tener noticia es buena noticia" no siempre se cumple con rigurosidad, tampoco el dicho "las malas noticias llegan volando y las buenas cojeando".

Horas más tarde, después de Un Minuto de Silencio por el Terremoto,  se enfrentaron Perú y Bulgaria en el Estadio Nou Camp de la ciudad de León en el estado mexicano de Guanajuato. Perú jugó de rojo con un crespón negro en la manga izquierda como señal de luto. Tras ir perdiendo por 2 a 0, Perú remontó el marcador, venciendo 3 a 2 con goles de Alberto Gallardo, Héctor Chumpitaz y Teófilo Cubillas, logrando su primer triunfo en la historia de los mundiales. El jugador cañetano José Fernández Santini comentó así, el suceso que palió el duelo del pueblo peruano: "Fue durante el entretiempo, estábamos perdiendo ante Bulgaria. Ingresó emocionado al camarín don Javier Aramburú Menchaca que era dirigente, y mostrando el puño, nos dice: 'Muchachos, sé que ustedes están acongojados por el terremoto de hace dos días. Acaban de enviar este puñado de tierra desde Lima, es de los escombros, les pido que salgan a ganar, para que este triunfo se lo dediquemos a nuestra gente que sufre'. Todos nos abrazamos y prometimos ganar como sea y cumplimos, volteamos el partido guiados por "Didi". Después nos enteramos que la tierra había sido recogida por don Javier de un terral cercano al Estadio Azteca".


Al culminar MÉXICO 70, el peruano Teófilo Juan Cubillas Arizaga, fue distinguido por la FIFA como el mejor jugador joven del mundial, al compás de la canción Perú Campeón, y Brasil se consagró Tricampeón del Mundo, ganando en propiedad el Trofeo Jules Rimet (21 de junio de 1970).


El viaje

Después del partido Perú Bulgaria se me acercó en el Patio de Honor de la EO CINPIP el Oficial Segundo (Teniente) Chavarría, comentándome que el Inspector General Belisario Caballero, hijo caracino, estaba gestionando permisos para que los cadetes ancashinos entierren a sus muertos. Al día siguiente me otorgaron el ansiado permiso. No había forma de ingresar a la sierra ancashina por la rutas de Conococha ni de Punta Callán, menos con el "trencito chimbotano" hasta Huallanca (Hidroeléctrica del Cañón del Pato), las vías habían colapsado en varios tramos. Gracias a Dios abrieron dos puentes, uno marítimo hasta Chimbote y otro aéreo hasta el Callejón de Huaylas, opté por el segundo. En el aeropuerto fui atendido por el Comandante FAP Carlos Freyre Graziani, quien al verme desesperado por viajar ofreció ayudarme. "Sólo algo ligero como equipaje", me recomendó. Al día siguiente retorné de madrugada, no logré cupo hasta el mediodía. 20 horas después estaba sobrevolando en helicóptero suelo limeño y ancashino. Un tripulante "samaritano" me cedió su asiento junto a la ventana. Por ratos la nave parecía suspendida en el éter, sobre todo cuando el traqueteo de las hélices se tornaban "pajita". Luego de unos días retorné a Lima. Lo primero que hice fue agradecer en persona al Comandante Freyre por su invalorable apoyo. Él escuchó con atención mis peripecias. Lo noté emocionado con la crónica de viaje. También lo visité dos años después por su ascenso a Coronel FAP, luego cuando egresó del Centro de Altos Estudios Militares (CAEM), en diciembre de 1975. La sorpresa llegó con pies alados: un caluroso día de febrero del 76 me llamó por teléfono, invitándome a prestar servicios en el Comité Nacional Defensa Civil, en aquel entonces con sede en el edificio del MININTER, el Coronel Freyre había sido designado por el gobierno  como Secretario Ejecutivo del CNDC (SIDECI). Días después, oficio de incorporación en mano, me presenté a su despacho, y esa misma mañana me integré al Centro de Operaciones de Emergencia de Defensa Civil, a cargo de OA4R  y coordinador con Radio Club Peruano, el Instituto Geofísico del Perú, las prefecturas departamentales, gobernaciones, etc. El Manual de Defensa Civil, elaborado durante la gestión del Coronel FAP Carlos Freyre Graziani, contiene las experiencias que dejó el terremoto y aluvión del domingo 31 de mayo de 1970. También en su gestión se adquirió el edificio que actualmente ocupa el máximo organismo del Sistema de Defensa Civil del Perú.



Los hombres también lloran...


Iba contemplando apocado el Mar de Grau, recordando en el helicóptero mi último viaje de Chiquián a Lima, ocurrido a fines de marzo de 1970, dos meses antes del Terremoto: 

"La vía afirmada Incahuaganga/Paramonga, entre Vinuc y Trinchera, estaba bloqueada por derrumbes insalvables, el término de mi visita se acercaba inexorable y no podía arriesgarme a retornar fuera de la fecha establecida en la Papeleta de Vacaciones de la EO CINPIP. Convencí a mi amigo Domingo "Keclin" Carbajal Malquí y partimos de madrugada de la Plaza Mayor de Chiquián con destino a Huallanca en su góndola azul, con escala en  Conococha, Catac, Utcuyacu, Ticapampa, Recuay, Huaraz, Marcará, Carhuaz, Mancos, Ranrahirca, Yungay y Caraz, lugares paradisíacos que ambos conocíamos bien. Todos los pueblos del Callejón de Huaylas lucían hermosos, llenos de vida, insuflando mi alma de dicha plena en cada recodo con vista al imponente Huascarán, sólo los 35 túneles perforados a pulso en la pared vertical Oeste del Cañón del Pato, de una carretera muy ceñida, con abismos de vértigo hasta el atronador río Santa, hicieron que lleve el corazón, el  alma y el timón en la mano, pues Domingo me cedió la "caña" en Caraz y se echó una siesta rutera en la última fila de asientos de la góndola cuadrada. Después de cuatro horas de estar aguardando en la estación de Huallanca, cientos de pasajeros partimos en tren rumbo a Chimbote, y de allí en bus hasta Lima". 

* * *

De pronto apareció ante la vista de los ocupantes del helicóptero los pueblos del Norte Chico, visiblemente dañados por el terremoto del 31 de mayo; desde las costas de Pativilca se notaban las siluetas de Huarmey, Casma y Chimbote, mostrando muy poco los efectos del cataclismo. Sobrevolando el altiplano ancashino se podía distinguir desde el aire: Tupucancha, Conococha, la Pampa de Lampas, Romatambo, Cátac y Ticapampa, desde este último lugar hasta lo que quedaba de Yungay, y sobre los terrenos colindantes con la provincia de Huaylas, una densa nube oscura a lo largo del Callejón de Huaylas impedía el aterrizaje de las naves en las zonas afectadas, complicando el rescate de los sobrevivientes; del cielo solamente bajaban paracaidistas, prendas de abrigo, víveres, medicinas y equipo médico, por lo que el piloto buscó un lugar adecuado y descendió. La caminata fue larga y extenuante hasta Huaraz. Desde una altura considerable, oteando lo poco que se veía del Huascarán, imploré a Jesús de Nazaret y lloré. Las operaciones de búsqueda y rescate se venían llevando a cabo con premura, sobre todo el recojo de cadáveres para darles cristiana sepultura, cuanto antes. En Huaraz perecieron más de diez mil personas. Como siempre, en cada acto el ancashino mostraba ese espíritu estoico que lo caracteriza frente a la adversidad, solidario, sereno, fraterno, respetuoso de las Leyes de la Naturaleza y de sus apus, trabajador infatigable, voluntarioso más que comedido por algún interés; claro, sentimental hasta el tuétano, no todo es perfecto en la vida.

El Callejón de Huaylas es un valle estrecho y alargado de 174 kilómetros de longitud, que se inicia en la laguna de Conococha y termina en el Cañón del Pato, siguiendo el curso del río Santa que corre caudaloso de Sur a Norte, entre la Cordillera Negra al Oeste y la Cordillera Blanca al Este, esta última con varias cimas de granito superiores a los 6 mil metros de altitud, cubiertas de nieve y hielo macizo, entre las que destaca el bicéfalo Huascarán (Mataraju), con una elevación de 6768 m.s.n.m., siendo la montaña más alta del Perú, y según muchos entendidos, la segunda más alta del mundo, sólo superada por el volcán Chimborazo, si la medición se realiza desde el centro de la Tierra, sobrepasando en 1900 metros la altura al Everest, además de estar en una parte de la superficie terrestre con la menor fuerza de atracción gravitacional.

 
 

Del acogedor Huaraz que conocí de niño, cuyas calles limpias anduve lo suficiente de adolescente, sólo estaba de pie el Jr. José Olaya. Se estaba improvisando un hospital de emergencia en el Hotel de Turistas. Todo lo demás estaba en ruinas, como si los caballos de los Hunos comandados por el bárbaro Atila hubiesen arrasado todo a su paso asolador: caminos, puentes, carreteras, calles, escuelas, negocios, casas, etc. Recuerdo una bella casona familiar donde me alojaba en el barrio de Belén, de ocho metros de alto hasta la cruz del tejado central, un patio hermoso lleno de flores multicolores con cientos de pajarillos canoros, el terremoto dejó sus paredes de cincuenta centímetros de alto en promedio, el enorme portón y las 12 puertas de caoba no estaban por ningún lado, seguramente ya eran ataúdes; allí, entre los escombros encontré mis tres primeros hallazgos: dos zapatos pequeños del pie izquierdo y lo poco que quedó de una muñeca de porcelana entre los adobes tirados en el piso, nunca ubiqué a sus dueños. Llegó la primera noche entre ayes y oraciones, Huaraz seguía temblando, yo también, nadie en su sano juicio podía conciliar el sueño sin abrigo, con un cabito de vela en la mano a punto de derramar su última lágrima, menos todavía a la intemperie. Un ojo abierto y el otro cerrado, no quedaba otra forma de descansar un poco. No había qué comer ni agua potable para beber, menos una cama o una banca donde dormir.  Tener un ripio en el bolsillo no garantizaba un pan con emoliente, no había dónde comprar, con el hedor a tánatos en los bellos nasales que el sentido del olfato no amortigua, porque el cerebro es quien manda. La mañana siguiente me topé en la Plaza Mayor con un trovador con fuerte vocación por el caliche y la filosofía popular, venía tarareando "canta y no llores". "Si buscas a alguien y no lo encuentras, es porque tenía orden de captura del cementerio", me dijo orondo. Y continuó hablando: "El mejor socio de la muerte es el terremoto que le provee de un montón de gente en el mundo entero. Nadie escapa a su destino, porque el destino como gemelo de la muerte a todos en algún momento nos alcanza; me salvé del aluvión del 41 y del terremoto del 31 de mayo último, se me va acortando la soga, de repente muero ahorcado como Judas", y se marchó tambaleante hacia el barrio de La Soledad.  Mi papá Armando también se salvó de morir en el aluvión del 13 de diciembre de 1941 que destruyó la tercera parte de la ciudad de Huaraz, sepultando a 1800 personas, dejando 400 heridos y 1500 familias sin techo. Del Palcaraju se desprendió un enorme bloque de hielo cayendo a la laguna Palcacocha desbordándola sin misericordia.

Según testigos presenciales, el terremoto del 31 de mayo de 1970 no causó grandes daños materiales en Yungay y Ranrahirca. En Yungay la mayoría de las casas señoriales y sus calles bien trazadas habían quedado a buen recaudo. Durante el terremoto el sol brillaba en un cielo azul intenso. La desgracia vino después de un breve lapso de silencio, se desprendió el pico norte del Huascarán provocando una ola gigantesca de hielo, agua, arenilla, pizarras, lodo, piedras de hasta 800 toneladas, arboles y todo lo que la avalancha encontró en su camino de destrucción y muerte, formando un kilométrico abanico aluvial con sonido ensordecedor, corriendo endemoniado a más de 350 km/h ladera abajo, sepultando a Yungay y Ranrahirca. Dicen, que la cresta de la tromba asesina superó los sesenta metros de altura, que por poco se lleva el cementerio. Prácticamente el aluvión se tragó dos pueblos hermanos en un par de minutos. No más de quinientas personas se salvaron de morir en Yungay, la mayoría niños que disfrutaban del circo Verolina en el estadio Fernández. Al escuchar gritos de socorro ¡aluvión! ¡aluvión!  los pequeños salieron de la carpa de lona, unos corrieron hacia el cerro Atma y vivieron para contar al mundo el infierno que vieron con terror desde la cima convulsa, los que corrieron con dirección a sus casas murieron atrapados por el alud. El estadio fue arrasado. Personas que estaban visitando la tumba de sus muertos y los pobladores que lograron subir corriendo hasta el cementerio empinado también se salvaron. Además del Cristo Redentor y las tumbas que respetó el aluvión, quedaron visibles cuatro palmeras de las 36 que orlaban la Plaza Mayor de Yungay. Parte del campanario de la iglesia y la estructura de lo que fue un ómnibus de la empresa de transportes Áncash emergieron conforme se fue secando el  lodo, junto a enormes moles de granito que rodaron en estampida desde la cordillera. Ese 31 de mayo de 1970 oscureció por primera vez a las cuatro de la tarde en Yungay, en Ranrahirca era la segunda vez en una década que anochecía temprano. Muchos niños yungainos huérfanos fueron adoptados por extranjeros caritativos. No hubo nada que reconstruir y todo el perímetro de lo que fue la ciudad más bella del Perú se convirtió en camposanto. 25 mil personas perecieron en Yungay y Ranrahirca, quizá menos o más, nadie sabe con exactitud. No es menos valioso recordar que ocho años antes, a  las 6.5 de la tarde del 10 de enero de 1962 un aluvión afectó el área urbana del pueblo de Ranrahirca. Aquel día de enero también fueron borrados del mapa los pueblos de Shacsha, Huarascucho, Yanama Chico, Armapampa y Uchucoto. El desprendimiento de una cornisa de hielo del nevado Huascarán causó la desgracia, matando a 4 mil habitantes.

Durante un Curso de Promotores de Defensa Civil nos alcanzaron estas dos informaciones:

1. "En 1962, los científicos estadounidenses, David Bernays y Charles Sawyer, habían informado de la existencia de un enorme bloque vertical de roca, cuya base estaba siendo socavada por un glaciar, lo que podría causar que cayera, arrasando Yungay.  Según Sawyer, cuando informaron de este hecho en el periódico Expreso (27 de septiembre de 1962), el gobierno peruano les ordenó que se retractaran, bajo amenaza de prisión; los científicos huyeron del país. A los ciudadanos se les prohibió hablar de la inminente catástrofe. Ocho años más tarde, la predicción se hizo realidad".

2. "El 6 de enero de 1730, un violento terremoto produjo alud desde el nevado Huandoy hacia una laguna glaciar, lo que produjo un aluvión que desapareció el pueblo de Áncash, localizado aguas arriba del río Áncash a 4 km al norte de la actual ciudad de Yungay. Aquel día la población festejaba la epifanía del Señor y el cumpleaños de su alcalde. Desaparecieron 1500 personas". 

Varios pueblos de la costa y la sierra ancashina sufrieron los estragos de la hecatombe, ídem Lima Metropolitana, el Callao y los pueblos de Lima provinciana, La Libertad, Lambayeque, Piura, Tumbes, Cajamarca, Iquitos, Moyobamba, Pasco y Huánuco, inclusive algunas zonas de Ecuador y Brasil, pero ninguno de ellos en extrema crueldad como Yungay, Ranrahirca y Huaraz. Por cosas del destino, en el Jr. Áncash del Cercado de Lima, el 31 de mayo de 1970 se desplomaron muchas casonas antiguas de adobe y quincha. Miles de fotos en diarios y revistas nacionales e internacionales ponen de manifiesto la dimensión de la tragedia ancashina. Ese día también colapsó el ferrocarril Chimbote/Huallanca. No volvió a funcionar más. Cabe recordar, que por Ley del 8 de noviembre de 1864, se autorizó los estudios para la construcción del ferrocarril Chimbote/Huaraz, proyecto que con el tiempo se ampliaría hasta Recuay, para garantizar el traslado de mineral hasta Chimbote. Pasaron decenas de años y el ferrocarril sólo llegó hasta Huallanca, quizá los durmientes y rieles treparon por algunos túneles de la pared Este del Cañón del Pato (de Norte a Sur), no me consta, pero según fuentes diversas, el tren no pasó de Huallanca, como sí pasaron las voladas modelo "pastor mentiroso": ¡ya llega la locomotora a Caraz! ¡Ya se acerca a Yungay! ¡está por llegar a Carhuaz! ¡Faltan pocos metros para Huaraz! ¡ya está en Recuay", lo cierto es que primero llegaron "los goles de Cubillas".

 ***

Tan pronto arribé a Chiquián fui a nuestra casita de Jircán, hallando sana y salva a mi abuelita Catita. Después de inspeccionar los daños que sufrió la casa recorrí el pueblo en compañía de mi tío Fidel Balarezo Barrenechea, hermano de mi abuelo Hortensio. Nuestro Señor de Conchuyacu, Santa Rosita y San Francisco de Asís, hicieron el milagro: Chiquián fue uno de los pocos pueblos ancashinos donde los estragos del cataclismo del 31 de mayo de 1970 fue menor. Un buen número de techos caídos, paredes resquebrajadas y algunas casas desplomadas en el casco urbano movilizaron la tarea de reconstrucción (limpieza de escombros y reparación del alumbrado en las calles, también la línea del telégrafo en las afueras). Frente a las réplicas, personas solidarias instalaron carpas de refugio temporal en Jircán (Canchón), Quihuillán (plazoleta y posta médica) y la plaza mayor. El recorrido culminó en el cementerio (paraje de Chacchash) con algunas pircas desmoronadas en la ruta final. Allí, el sepulcro de mi bisabuelo había colapsado, dejando al descubierto un ataúd vacío. Mientras arreglábamos la tumba con piedras sueltas, mi tío Fidel narró esta historia: “Yo era un niño muy pequeño cuando tu bisabuelo murió; y como comprenderás, no recuerdo dicho acontecimiento. Comentan que fue un hombre fornido, campechano y tan alto como tu abuelo y yo, no sé a quién habrás salido mediano de estatura. Lástima que tu bisabuelo no llegó a los 34 años, como tampoco llegó Jesús. En una ocasión nos contó mi mamá, que tu bisabuelo entró en trance de agonía una semana antes de su muerte, pero ese día despertó lúcido al declinar la madrugada, tan lúcido que pidió ser vestido con el atuendo de Inca que tantas veces usó en las fiestas patronales, recorriendo las calles con sus remangas extendidas, como las alas de un cóndor en pleno vuelo. Parado frente al espejo de la habitación se vio tan majestuoso como un cóndor. Luego se persignó y salió al patio caminando erguido. En el patio corrió en círculo batiendo sus remangas y se elevó al cielo. Minutos después doblaron las campanas anunciando su partida. Escribe esta historia, pero compártelo cuando yo me haya ido de este mundo, mientras tanto que el ataúd vacío sea un secreto entre los dos, pues en vida no quiero ser la burla de los incrédulos. Tú, querido Nalito, tienes que representar al Inca como lo hicieron mi padre y tu abuelo Felipe, y correrá por tus venas la sangre amada de Atahualpa. Ese día tu bisabuelo dejará de volar los confines, y descansará en paz".

***

Según información disponible, la catástrofe del 31 de mayo de 1970 cobró la vida de más de 75 mil personas, 150 mil heridos, 25 mil desaparecidos y un millón de damnificados a nivel nacional, marcando un duelo sin precedentes.

Han pasado diez años de lo que vi, oí y sentí en el Callejón de Huaylas, y todo está en mi mente como si fuera hoy, nada he podido borrar, como está metida en mi corazón la imagen sagrada del colegio Santa Inés de Yungay, donde me alojaron con cariño durante un viaje de excursión escolar. Gracias Dr. Francisco Fernández Ortiz, director del colegio Santa Inés de Yungay en aquella excursión memorable, otrora uno de los mejores directores del Colegio Coronel Bolognesi de Chiquián donde estudié.



 Perú y el mundo se ponen de pie


La ayuda humanitaria no tardó en llegar del mundo entero: médicos, enfermeras, estudios de impacto, donaciones, acciones de asistencia y rescate, socorristas civiles y uniformados, y voluntarios por doquier llegaron de todas partes del Perú y del planeta, convirtiendo a Yungay en "La Capital de la Solidaridad Internacional". ASER con su Comité Nacional de Emergencia, la Cruz Roja Peruana y la Junta de Asistencia Nacional (JAN), cargaron sus pilas sin demora para no apagarse en el primer intento. El apoyo siguió llegando en la Segunda Fase, la Comisión de Reconstrucción y Rehabilitación hizo su parte.

Por Decreto Ley No. 18360 del 10 de Junio de 1970, a diez días del desastre, se crea la Comisión de Reconstrucción y Rehabilitación de la Zona afectada por el Terremoto del 31 de 1970 (CRYRZA). Oportuna decisión.

El 18 de julio de 1970, un avión Antónov de la Unión Soviética que transportaba alimentos y medicamentos para los afectados por el terremoto del 31 de mayo desapareció con sus 16 tripulantes y seis médicos en el océano Atlántico, 47 minutos después de despegar de Keflavík (Islandia). Oremos por sus almas buenas.

Por Decreto Ley 19338 del 28 de marzo de 1972 fue creado el Sistema Nacional de Defensa Civil (SINADECI), como consecuencia del terremoto del 31 de mayo de 1970, bajo el lema "Más vale prevenir que lamentar".

Por Decreto Ley Nº 19967 del 27 de marzo de 1973 se crea el Organismo Regional para el Desarrollo de la Zona Afectada por el terremoto del 31 de mayo de 1970 (ORDEZA).

 "Nunca es tarde para recordar:
que todos somos vulnerables,
y que la prevención salva".

Aralba.

 Lima, 31 de mayo de 1980

 

Yungay - Foto 254299 
- Perú Terremoto 
- 31 de mayo de 1970

TERREMOTO EN ÁNCASH: 31 DE MAYO DE 1970 - POR JUAN RODRÍGUEZ JARA (PISCOBAMBA)

 

 
TERREMOTO EN ÁNCASH:
 
31 DE MAYO DE 1970

Allá estaban los nevados
regalando sus lágrimas a ríos,
alegres se recogían los cóndores,
los gallos buscaban sus lechos;
el sol viajaba buscando sus noches.

Fue una tarde, alegre de domingo
jornadas de fútbol México setenta
por allí los perros aullaban en coro
las aves se inquietaban en grupo
las tres de la tarde estaba señalada.

Minutos vienen y van en suspiros
se dibuja en la tierra sangre y muertes,
gritos y reclamos levantando polvos.
Las manos agarran a sus muertos
y las cordilleras se agitan mudas.

Minutos largos y la tierra nos traga
explota la Pacha Mama enojada;
llaman a la muerte estando atrapada
salvamento se agota, falla la fuerza,
y todos los pueblos lloran en retirada

En polvo los tejados y paredes
entierran los corazones y almas.
La nube densa y polvorienta
nos niega el cielo oración nuestra,
al suelo herido todos arañamos.

Enterrados todos los rincones vivos,
al ver la cordillera su herida se asombra
Taita Dios se olvidó de sus pueblos,
Callejón de Huaylas se ha marchado
con sus encantos se ha enterrado.

Yungay hermosura fue sepultada
por el nevado Huascarán celoso,
para que nadie vea sus heridas
convirtiendo en cementerio mudo,
con sus cinco mil rosas en agonía.

Juan Rodriguez Jara.
 

31 DE MAYO DE 1970 EN CAJACAY - POR LIVIA PADILLA VÍRHUEZ

 


31 DE MAYO DE 1970 EN CAJACAY

Por Livia Padilla Vírhuez

Cada año que se va, desde 1970, los peruanos recordamos con recogimiento a nuestros fallecidos, heridos, desaparecidos y damnificados que dejó el terremoto aquel fatídico 31 de mayo, sobre todo en los pueblos de la costa y la sierra del departamento de Áncash. Si bien es cierto que existe variación numérica en diarios, libros, revistas y en la red sobre los fallecidos, la mayoría concuerda que la cifra bordea los setenta mil a nivel nacional. No sé si existirá un padrón de nombres o serán estimaciones, lo real es que dicho terremoto destruyó todo lo que tocó en el Perú.

Ese domingo de sol y cielo azul en Cajacay, tan pronto tomamos desayuno en nuestra casita de “cinco esquinas”, ubicada entre los jirones Daniel Alcides Carrión y Bartolomé Herrera, mis padres, Estanislao y Valeriana, salieron rumbo al cerro Corona Punta llevando en brazos a mi hermanita Liliana de tres meses de nacida. Fueron a cosechar papas a Cachirpayoc, yo me quedé en casa limpiando el horno y acomodando los costales de harina con mi abuelita Lorenza y mis hermanos Abelardo, Elina y Gudelia, para la labor de labranza de panes en la madrugada del lunes.

Después del almuerzo fui a visitar a mi hermana Dina que era casada. Ella me envió a traer agua de la pileta del parque (plaza de armas), frente a la iglesia de San Agustín; las casas de Cajacay no contaban con servicio de agua potable, de repente alguna tenía. No retorné a la casa de mi hermana, pues una fuerte sacudida lo impidió a poco de llenarse el balde. Una niña pequeña de vestidito floreado, sombrero de paja y zapatos blancos, acababa de irse llevando una jarrita con agua. La campana de la iglesia tañía sola o quizá fue mi imaginación, no lo sé realmente. No podía mantenerme parada, parecía que la tierra se iba a abrir bajo mis pies y caí de rodillas implorando a la Virgencita, junto a una señora de traje negro que murmuraba atónita “Es el fin del mundo, el Señor nos está castigando por nuestros pecados”. Cuando cesó el terremoto, dejando el balde en la pileta, empecé a caminar aturdida, como zombi. Estaba tan desorientada que perdí el rumbo al ver personas corriendo desesperados por todos lados, unos pedían auxilio preguntando por sus seres queridos, otros estaban fuera de sí, sólo veía escombros a mi paso, las construcciones de adobe con techos de barro endurecido y tejas se habían desplomado, convirtiendo las calles angostas en trampas mortales, igual los montículos de deshechos en el interior de las viviendas rústicas, Esa tarde dolorosa nadie resultó indemne, todos resultamos afectados en Cajacay.

Mi abuelita y mis hermanos protegieron sus vidas en el centro del patio de la casa, abrazados, llorando y rezando por todos nosotros. La mayoría de las casas del vecindario se cayeron como naipes. En cuanto terminó el terremoto fueron a la casa de mi hermana Dina caminando sobre los destrozos y no me encontraron, preocupados emprendieron la tarea de búsqueda. Horas después mi papá me encontró a la salida del pueblo hasta donde llegué llorando, casi asfixiada por la polvareda. Había perdido una de mis sandalias en el trayecto, mi pie descalzo estaba sangrando bastante, pero no me dolía nada. Mis padres, cargando a mi hermanita Liliana, habían retornado con apremio a Cajacay ni bien paró de temblar la tierra, dejando en Cachirpayoc la papa cosechada.

Recuerdo que cuando llegué a mi casa de la mano de papá no lo podía creer, mi casita nueva de dos plantas, con balcones de madera y tejado rojo, que mis padres habían construido con tanto esfuerzo no existía. Sólo quedó un amasijo de tierra, piedras, maderas y tejas rotas. El horno, los costales de harina que horas antes habíamos acomodado, así como los instrumentos de labranza estaban sepultados. Prácticamente nos quedamos con lo que teníamos puesto encima.

En cuanto mi papá me dejó junto a la familia en el centro del patio, se fue como alma en pena hacia Vinuc, distante a unos kilómetros de Cajacay donde vivían sus padres José y Cristina. Retornó entrada la noche, felizmente mis abuelitos estaban sanos y salvos. En ausencia de mi papá improvisamos una carpa en el patio con frazadas, colchas y palos  que rescatamos del escombro. Junto a la carpa mi mamá hizo un fogón y cocinó en la única olla que quedó intacta, con los pocos alimentos que encontró entre los restos de la cocina y la tienda. Conseguir agua de la pileta del parque resultó una proeza, la cola era interminable.

Esa noche ninguna de las mujeres que ocupamos la carpa durmió de un tirón, ni siquiera mi hermanita Liliana, las réplicas del terremoto eran seguidas, llenando de sobresalto a todos. Mi papá y mi hermano Abelardo pasaron la noche recorriendo las calles del pueblo, apoyando la búsqueda y el rescate de heridos y cadáveres. Poco antes del alba concilié el sueño, pero sólo unas horitas. Al despertar salí de la carpa, sería las ocho de la mañana, todo estaba oscuro, un manto negro de polvo impedía el paso de los rayos solares, así estuvimos varios días. Al día siguiente lunes primero de junio, y sin dormir toda la noche, mi papá y Abelardo fueron a Cachirpayoc para traer la papa cosechada y paliar el hambre de la numerosa familia. Durmieron unas horas, se asearon, comieron algo y con la misma continuaron socorriendo a los paisanos, y así se sucedieron todos los días. Mi mamá y mi abuelita Lorenza hicieron lo propio en casa, como dos abejitas laboriosas, alejando los escombros con sus manos. Estos bellos ejemplos de vida de mis padres, de mi abuelita Lorenza y de mi hermano Abelardo, constituyen las partes más gratificantes del legado de cada uno de ellos. Que Dios Padre Todo Poderoso los tenga en su gloria.

Todos los sobrevivientes trabajaron como un solo puño para rehabilitar el pueblo. Un admirable sentimiento de solidaridad despertó en Cajacay de mi niñez aquel terremoto que desencadenó angustia colectiva. Frente a esta dura prueba nadie se quedó con los brazos cruzados, ni mirando de reojo la desdicha del vecino. El cataclismo infernal no doblegó a ningún ser humano que quedó de pie; por eso lo mejor de Cajacay es su gente, sobre todo los que se salvaron de milagro; de ahí que, a cincuenta años del terremoto renovemos nuestro homenaje a todos los cajacaínos, que sin reparar en el dolor propio ni familiar, tampoco en las limitaciones materiales por el desastre y la fatiga extenuante, acudieron al auxilio de los demás sin temor a perecer aplastados por una viga desprendida o una pared a punto de caer. Gran temple espiritual de nuestra raza que reconforta el ánimo de todos los que vivimos la tragedia en carne propia.

Nunca olvido la imagen de la plaza de armas, llena de cadáveres trasladados de diferentes lugares del pueblo. Uno de los cadáveres era de la niña pequeña de vestidito floreado que vi segundos antes del terremoto en la pileta, tenía los ojos abiertos y no llevaba su sobrerito de paja ni sus zapatitos blancos. Lloré al verla así, pues pude ser yo aquella niña, si el balde se hubiera llenado de agua unos segundos antes del terremoto. No era mi hora. Gracias Dios mío.

Escuchar los motores de los helicópteros dos días después del terremoto eran anuncios de buena nueva para el pueblo de Cajacay, pues en breve caería del cielo ayuda humanitaria. Los niños salíamos corriendo tras los bultos. Tenía en aquel entonces 11 años.

Los Olivos, 31 de mayo del 2021

LAUDOMIOS: INMEMORIAN 70 - POR NORKA BRÍOS RAMOS - SAN MIGUEL DE CORPANQUI

 


LAUDOMIOS

"Me acechan los recuerdos, de un 31 de mayo,
cuando la araña tejía los hilos de la cordura,
vio cómo se moría el sol,
sombras siniestras cubrieron el cielo
y velaron la vida".


INMEMORIAN 70


Cuando los Apus rugen
en este laberinto de sueños,
busco entre retamas y capulíes,
los sueños perdidos
que laceran el alma.

Esos que la tormenta los robó,
en una tarde donde el sol se ocultó,
despertó su ira la Pachamama,
a los corazones dormidos.

Los Apus rugieron sin piedad,
en lastimero grito el valle
vomitaba lodo y piedra.

Solo cuatro palmeras temblaron
impotentes ante el terror,
convertidas en cuatro cirios
como testigos en mudo silencio.

Esperanzas truncas y sueños dormidos
que jamás despertarán,
fugaron en penumbras eternas.

En el olor a tierra mojada
buscan los pasos perdidos 
en el tiempo, solo quedan huellas
de dolor de una tarde fatídica.

Como palomas mensajeras
llovieron mensajes de paz.

Llegó el tiempo de espera
grita el alma al mundo,los Apus
anuncian, pero nadie escuchó…
son oídos ciegos y ojos sordos,
corazones dormidos en el ego de la
inconsciencia, nadie escucha
mensajes que perturban el alma.

Los fantasmas del pasado volverán a rugir,
donde los vientos soplan,
es tiempo de curar karmas.

Hoy se escucha el sonido del silencio
en la nada.

Nobrira
 


ENDECHAS DEL TIEMPO


No hay lugar para lamentos,
hoy Campo Santo mudo testigo
de una tragedia anunciada.

Recordar el momento me ha engullido,
ruge el Huascarán, y abrió sus fauces,
el pavor se apoderó del alma mas anduvo
perdido como lacayo como una rueda suelta.

Que corre y corre, hacía el río Santa
 pero el lodo lo alcanzó, siente caer
a un abismo, le atrapa el miedo
y cae a las profundidades con terror.

No hay tregua por lo que la caída es inminente
el miedo y el frío recorren su sangre
le hace su esclavo y desaparecen más de mil
atrapados sin piedad como la bravura
de una mandrágora.

Sus pies se arrastran al lúgubre cementerio
cae en una cubeta flotante,
quedarán sendas sin geografía
sin nombres...

Las tinieblas esconden el último grito,
el último suspiro, el último deseo de sus sueños
 construidos en polvos de viento
en vez de piedras..

Tan sólo tardó unos minutos para
derrumbarlos las frágiles estructuras
en una endecha del tiempo.

Nobrira.

Norka Zulema Brios Ramos.

Comunicadora Social. SUTPCOS.

CARLOS ALVARADO ALDAVE: QUISIERA VOLVER: POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

 

 
CARLOS ALVARADO ALDAVE:
 
QUISIERA VOLVER

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Una de las canciones enraizadas en el alma chiquiana, al igual que: Aguas de Usgor (Herberto José Aldave Del Castillo), Paloma desmemoriada (Calixto Palacios Carrillo), Chiquiana soy (Alejandro Romero Palacios), Chiquián (Juvenal Alejandro Alejandro Yábar Alva), 30 de agosto (Gregorio Gamarra Genebroso) y Conococha (Jacinto Humberto Palacios Zaragoza), entre otras piezas musicales cantadas; es, a criterio de muchos paisanos, el vals QUISIERA VOLVER, del Maestro, Periodista, Músico, Promotor Cultural y Compositor Carlos Aníbal Alvarado Aldave, con vasta repercusión internacional en la voz de la cantautora nacional Nieves Alvarado. Para escuchar la canción, hacer clic:
 
Quisiera volver, fue difundida a escala global en el Centenario de la Provincia de Bolognesi (22 de octubre de 2003). Cierro los ojos escuchando la canción y veo a Carlitos en el rótulo de los  grandes autores de la añoranza peruana, junto a César Miró-Quesada Bahamonde (Todos vuelven), Miguel Ángel Hurtado Delgado (Valicha), Arturo Cavero Velásquez (Contigo Perú), Augusto Polo Campos (Esta es mi tierra), Pedro Suárez-Vértiz Alva (Cuando pienses volver), Danilo Barrón Pastor (Volveré), Norka Bríos Ramos (Momentos), Livia Padilla Vírhuez (Mi chacrita), Beatriz Moreno de Rovegno (Carta desde la ausencia), María Elena Montalvo Chávez (Tacna), Rocío Colonia Ardiles (El torito de coronta), Roberto Rosario Vidal (Mi tierra), Alcides Alvarado Huertas (Carta a Huari)... Creadores natos que unen afectos de hermandad a través de la emoción compartida, sentimiento que forja pueblos solidarios en el crisol purificador de la vida, más allá de las líneas divisorias humanas.
 


 
Quisiera volver, suscita imágenes del lar nativo, despertando sensaciones dormidas en el tiempo, y rescatando vivencias en pleno turbión vespertino, porque el ser humano que empieza a peinar canas dialoga con su época primera, aquellos tiernos años de andar esbelto; ese ayer, lejano ya, cuando nuestras abuelitas alisaban su blonda cabellera con peines de carey, sentaditas en un quncu de puya titanca.
 
 
 
 
Quisiera volver, es contemplar el aro iris en una tarde mágica, y escuchar el canto del río Aynín en las excursiones escolares; es volver a oír la melodía de la cascada de Usgor, del arroyuelo de Shapash, de las cantarinas aguas de Yarush, de Paucaracra, de Umpay… Es volver a domar chiligua en mano yegüitas de madera con patas de fierro forjado en la Plaza Mayor de Chiquián, o cabalgar sin apero el muro de cemento y raído ladrillo de la plazoleta de Quihuillán. 
 
 
 
 
Quisiera volver, es caminar con el pensamiento la calle de los mercachifles, saboreando un rosado copo de algodón de azúcar. Es volver a sentir el aroma de las cemitas de lunes a viernes, de los bizcochuelos y humitas de fin de semana. Años luminosos de candiles y lámparas Petromax. Años de batanes fragantes, de morteros, fogones y pachamancas al estilo chacarero. Ágiles años de pircas, palincas y tapiales. Provechosos años de estudios mañaneros, de veladas y cuentos de vereda. Divertidos años de run run, canga, shoguet y chanca la lata… En fin, es volver al lugar de donde salimos a recorrer el mundo con nuestro apachico repletito de sueños dorados.
 


 
Quisiera volver, es una válvula de escape del chiquiano migrante, una ventanita abierta de par en par para que entre el aire fresco de nuestras montañas nevadas, insuflando de gozo al pulmón cansino. 
 
 


 
 
Quisiera volver, es recordar con veneración a nuestros amigos de corazón, vecinos, guías y familiares que nos cuidan desde el cielo, y de preguntarnos, también: ¿Por dónde andarán los bolognesinos y santarrosinas que tomaron otros rumbos, y que aun firman de cuerpo presente su certificado anual de supervivencia? ¿Qué cielos surcarán los yocyocos y golondrinas que un lejano día izaron vuelo para nunca más volver?
 
 
 
 
Entrañable primo Carlitos:

He dejado unos minutos en blanco la hoja de mi mente, para que en sus líneas horizontales mi corazón escriba lo que siente escuchando tu hermosa canción QUISIERA VOLVER
 
Han quedado muchos recuerdos flotando en el éter, pues la señal ámbar de “Abrocharse los cinturones” se ha encendido, indicándonos que estamos ingresando a una zona de turbulencia. Debo dejar la teclas, pero antes, recibe un saludo virtual por el DÍA DE LA MÚSICA. Bendiciones para ti, la familia, los amigos y los entrañables paisanos.
 
  
 
 
RECUERDOS GRATOS
 
.

CALOS ALVARADO ALDAVE

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)


Chiquián Cultura: Premio Compositor

Las épocas felices de la infancia, la adolescencia y la juventud, vividas en "Espejito del cielo", son incomparables, pues le dan al chiquiano mucha alegría de vivir, le infunden esperanza, le enseñan a tener fe, a luchar y a triunfar en el mundo. Precisamente en estos primeros años se forja el espíritu telúrico, y la disposición de poner el hombro bajo el andas del desarrollo de la Patria Chica. Sin embargo, la conciencia de tan alta responsabilidad ante nuestro pueblo no se logra en breve tiempo y sin esfuerzo. Se requiere de un lapso considerable, la influencia de la familia y de un medio social adecuado, para que los principios inherentes a la persona humana germinen y se materialicen en formas concretas de acción y pensamiento.

La hoja de vida de CARLOS ANÍBAL ALVARADO ALDAVE, con todas sus peculiaridades, no constituye una excepción a la regla. Él, al igual que todos los niños chiquianos escuchaba atentamente el respirar de la Pachamama, se alegraba de las sonrisas amigas y se apenaba de la tristeza de los demás. En lo profundo de su sentir se reflejan como espejos mágicos los momentos difíciles de la época, pues nació el 31 de mayo de de 1941 en que la Patria Grande se hallaba sumergida en pleno conflicto armado con el Ecuador, y cuando nada hacía presagiar que en pleno festejo de sus 29 años, Ancash se desangraría por los efectos del terremoto de 1970, enlutando al Perú.

Él no solamente recibió de sus queridos padres Alejandro y Josefina, el nombre del gran general y estadista cartaginés: ANÍBAL, hombre de espíritu vencedor, pero conciliador a la vez; sino que además su abuelo Florentino Aldave Calderón, pionero de las bandas de músicos de la región, ejerció gran influencia al inculcarle un intenso amor por nuestra cultura, donde sin lugar a dudas el entorno musical fue el privilegiado, convirtiéndolo a los seis años de edad en el más pequeño integrante de la banda de músicos “Santa Rosa de Chiquián” con su bien acompasado triángulo y su sonora pandereta, junto a los experimentados músicos: Florencio Márquez, Nicolás Morán, Manuel Palacios, Alberto Collantes; Teodomiro, Isaías y Alberto Carrilo, Maglorio Collantes, Pablo Alva, Enrique Mejía, Juan Calderón, Cornelio Morán, Felipe Jaimes, Silverio Huerta, Francisco Jara, Juan Vicuña, Manuel Alvarado, Eusebio Mallqui, Elias Concepción, Damián Toro, Pasión Aldave, Víctor Zubieta, Eusebio Anzualdo, Braulio Jacha, Cayetano Palacios y Félix Bolarte.

Estudió la Primaria en la escuela Pre Vocacional de Varones 351 y la Secundaria en los colegios nacionales “Coronel Bolognesi” de Chiquián y “La Libertad” de Huaraz. Sus estudios superiores en la Universidad Inca Garcilazo de la Vega, graduándose como Profesor de Educación Primaria. Ha sido maestro en Pampas Chico, Aquia y en el Rímac, donde además se desempeñó como Sub Director de un colegio. Una de las promociones lleva su nombre con orgullo y gratitud. En cada uno de estos recintos del saber formó grupos musicales con el apoyo de su esposa Luz Zarazú, y equipos de fútbol, todo ello como actividades complementarias a su fecunda labor magisterial, brillando en acordeón, guitarra, clarinete, órgano, arpa y saxofón.
 
 

 
En 1986 fundó el programa "Alma y Sentimiento de mi Tierra” de Radio Independencia del Perú, porque como buen periodista siempre supo que la comunicación es el camino más corto para unir a los paisanos en un abrazo de franca confraternidad dominical. 
.
A diferencia de ANÍBAL BARCA (Cartago 247 a. C. / Bitinia 183 a. C.), quien después de aniquilar ejércitos se detuvo con los brazos cruzados frente a las murallas de Roma, y Cartago fue desaparecida del mapa, Carlos avanza con pies alados en la conquista de sus sueños. En la actualidad radica en Estados Unidos acompañando a Marco, su hijo amado. 
 
 
.
 
Carlos ha compuesto huaynos ancashinos y valses criollos como eslabones de la misma cadena telúrica de nuestro gran país, entre los que destaca el vals: “QUISIERA VOLVER” que viene alcanzando reconocimiento popular en el Perú y el extranjero en la voz de nuestra embajadora Nieves Alvarado Aldave, hermana de Carlos.
 
.

QUISIERA VOLVER
 .
Carlos Alvarado Aldave
 .
Chiquián tierra de grandes ensueños
eres fuente de eterna inspiración

impreso el cariño de tus hijos

te recuerdan con honda emoción (bis)


Por llamarte "Espejito del cielo"

tu prodigas afecto y pasión

es por eso que hoy te cantamos

los cien años de tu creación (bis)


Quisiera yo volver

para cantarte con emoción

quisiera yo volver

para entregarte mi corazón (bis)

En cada una de sus inspiraciones se evidencia su trazo particular: talento que se reveló muy temprano y visión para que el paisano errante pueda acercar a su mirada espiritual el vivir bolognesino, junto a las mujeres y hombres que forjan su desarrollo. Un paisano ejemplar con el corazón abierto a todos, y de manera especial para los que siguen el cauce de su vena creadora, y el compás de sus dulces notas musicales...




CARLITOS: Que Dios guíe tus pasos, hoy y siempre, para felicidad de nuestro querido pueblo ancashino.
 
31 de mayo de 2015


REYDA ALVARADO: CHIQUIANITA BELLA MUJER

JUDITH BALAREZO - LINDA CHIQUIANA

NIEVES ALVARADO

RITMO ANDINO DE HUASTA

La casa vieja - Nieves Alvarado

Hualín Aldave Palacios

ORQUESTA RITMO ANDINO DE HUASTA

Oswaldo Pardo Loarte

Chiquián - Marco Calderón Ríos

BANDA DE LLIPA

LUIS PARDO, EN LA VOZ DE CARLOS ORO

WET - COMO QUIEN PIERDE UNA ESTRELLA

WET - NO PUEDO ARRANCARTE DE MÍ

WET - BUENOS DÍAS TRISTEZA

WET - DÓNDE ESTARÁ MIPRIMAVERA

WET - LUNA DE MIEL

WET - DONDE ESTÉS