¿Por
qué en mis sueños me veo como un niño pequeño, siguiendo entre llanto a una Madre que
se va, que me abandona?. Ella llega a la parte más alta del camino,
entre pencas y piedras, y tratando de soltarse de mi mano que trata de
aferrarse a su vestido, desaparece de mi vista, se pierde en la bruma.
Porque crecí recorriendo los caminos de la vida con pasos largos como
si tratara de llegar lo antes posible a mi destino, me detuve un instante
para preguntarme, y hasta ahora no me respondo: ¿Alcancé al destino? o el
destino me alcanzó...
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Luché
con la vida, luché contra la vida, perdí muchas batallas, gané otras;
pero ella sigue su curso, inalterable, inexorable. Soy conciente y
aunque a veces niego y reniego, él dirá que me ha vencido; yo diré
entonces, ¡te vencí! porque tú sigues tu rumbo lineal, estéril, opaco y
eterno; yo en cambio nací, crecí, amé y sembré; mis semillas
florecieron tendrán vida, flor y fruto, ellos sembrarán y yo seguiré
viviendo en la sangre de todas las semillas, de todos los frutos, hasta
el infinito, hasta siempre...
En el ocaso de mi vida, cansado de luchar, cansado de andar, después de haber vivido con ese temor constante al dormir, y despertar sobresaltado, de ya no existir, teniendo miedo porque sí, lo reconozco tengo miedo hoy, de morir, dejando a mi amada, a mi eterno amor y a mis queridos hijos, y a este mundo agridulce, antes de haber concluido, las metas que me he trazado.
Al final, sí al final, ¡seré feliz!, abriré mis brazos, abriré mi corazón, abriré mi alma, sentiré ser cargado, abrazado, por mi Madre, mi Virgen de toda la vida, la Santísima Virgen María, y exclamaré con todas las fuerzas de mi último aliento, de mi último suspiro:
¡MADRE HE AQUÍ A TU HIJO...!
Luis
Lima 11 de Octubre del 2008
En el ocaso de mi vida, cansado de luchar, cansado de andar, después de haber vivido con ese temor constante al dormir, y despertar sobresaltado, de ya no existir, teniendo miedo porque sí, lo reconozco tengo miedo hoy, de morir, dejando a mi amada, a mi eterno amor y a mis queridos hijos, y a este mundo agridulce, antes de haber concluido, las metas que me he trazado.
Al final, sí al final, ¡seré feliz!, abriré mis brazos, abriré mi corazón, abriré mi alma, sentiré ser cargado, abrazado, por mi Madre, mi Virgen de toda la vida, la Santísima Virgen María, y exclamaré con todas las fuerzas de mi último aliento, de mi último suspiro:
¡MADRE HE AQUÍ A TU HIJO...!
Luis
Lima 11 de Octubre del 2008
Por Juan José Alva Valverde (Pepe)
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Leí
una y otra vez, tratando de comprender cada oración, cada frase, ¿por
qué, debido a qué?. Lucho, como le llamábamos en la escuela primaria
378 de Chiquián, ubicado en la casa de don Carlos Minaya, en el Jirón
Comercio, frente a la casa de la familia Saldívar Alva, donde hoy
funciona el hotel Inca de Dorita Saldívar Alva; aquel muchachito blancón
de pómulos chaposos, de cabello castaño, que llegó un día de 1965 de
Iquitos, junto a sus padres, de madre amazónica y de padre
chiquiano, y el que después de un sorteo como un acto de compañerismo
compartió carpeta conmigo en la segunda fila del aula, aquel que no
gustaba jugar partidos de fulbito en la canchita cascajosa del que hoy
es el "Estadio Deportivo de Chiquián", ubicado en la zona Noroeste de
Umpay, y el que compartió carpeta, aula, y escuela, bajo la tutela y la
mirada paternal de nuestro querido maestro Juan Aldave Oyola, por el
espacio de dos años, y partió como vino a Iquitos, desapareciendo para
mí hasta este Octubre, cuando nos reencontramos en la fiesta de San
Francisco, acá en Lima; ¿por qué escribía tan triste, tan profundamente
triste?, ¿cómo fue su infancia?, ¿qué madre, y por qué circunstancias
trataría de abandonarlo?; ¿teniendo madre, puede sentir que no lo
tenga?. Dice Lucho que al final será felíz porque sentirá por fin el
abrazo de su madre de toda la vida, la Virgen María.
Cuando
hablamos el 12 de octubre le pregunté por sus padres, porque los conocí,
hacíamos las tareas unas veces en su casa otras en la mía; Lucho me
dijo que estaban felizmente bien, “casi cochitos”, pero bien, significa
que ambos están vivos.
"Tengo esposa, la adoro y ella me ama; tengo dos hijos ya están creciditos quizás en algún momento me hagan abuelo; he tratado de darles todo lo que he podido, están en la universidad y creo serán buenos profesionales, su mamá y yo nos hemos sacado la mugre para que no les falte lo elemental, no han sufrido privaciones como yo, le pido a Dios que me de vida y salud para verlos formados, realizados y sobre todo formen su familia para que vivan felices", me dijo y noté alegría y emoción, cuando hablaba de sus hijos, sentía orgullo de que los dos fueran estudiosos tratando de obtener una profesión para su realización; pero también lo noté algo introvertido, su mirada tenía un no sé qué de tristeza; quizás el transcurrir del tiempo y las vivencias nos forma o nos transforma, pensé; cuando estudiamos la primaria, Lucho era un cascabel, alegre, risueño, le gustaba cantar y contar, me contaba de sus paseos por la inmensidad de la amazonía, de la casa de hierro ubicada en una esquina de la Plaza de Armas de Iquitos, que fue diseñado por el arquitecto francés Gustavo Eiffel. En los recreos le gustaba jugar al runrun, hacer bailar el trompo o al yoyo; cuando se despidió en ese tiempo, me regaló su yoyo. Le regalé en cambio 3 revistas del Llanero Solitario.
"Tengo esposa, la adoro y ella me ama; tengo dos hijos ya están creciditos quizás en algún momento me hagan abuelo; he tratado de darles todo lo que he podido, están en la universidad y creo serán buenos profesionales, su mamá y yo nos hemos sacado la mugre para que no les falte lo elemental, no han sufrido privaciones como yo, le pido a Dios que me de vida y salud para verlos formados, realizados y sobre todo formen su familia para que vivan felices", me dijo y noté alegría y emoción, cuando hablaba de sus hijos, sentía orgullo de que los dos fueran estudiosos tratando de obtener una profesión para su realización; pero también lo noté algo introvertido, su mirada tenía un no sé qué de tristeza; quizás el transcurrir del tiempo y las vivencias nos forma o nos transforma, pensé; cuando estudiamos la primaria, Lucho era un cascabel, alegre, risueño, le gustaba cantar y contar, me contaba de sus paseos por la inmensidad de la amazonía, de la casa de hierro ubicada en una esquina de la Plaza de Armas de Iquitos, que fue diseñado por el arquitecto francés Gustavo Eiffel. En los recreos le gustaba jugar al runrun, hacer bailar el trompo o al yoyo; cuando se despidió en ese tiempo, me regaló su yoyo. Le regalé en cambio 3 revistas del Llanero Solitario.
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Me alegra que tengas una esposa buena, que te merezca, además siempre
has sido pintón, así que se habrán peleado por ser tu media naranja, me
alegra también que tus hijos sean buenos, se dice, al árbol por el
fruto se conoce, y tu siempre has sido buen árbol; en lo de tu salud, y
edad, hermanito, estas casi delgado, y creo que somos de la misma
edad, es decir estamos en la base 5, así que Dios mediante tenemos
cuerda para rato.
- Dios te escuche Negro, ¿te siguen diciendo así?
- Dios te escuche Negro, ¿te siguen diciendo así?
- Los amigos de infancia me siguen diciendo así, los de mi juventud, me dicen Supay, por mi padre, y los conocidos me dicen Pepe.
- Bueno para mí siempre serás mi pata, el Negro con el que estudié primaria en la escuelita 378. Me están buscando, son hijos de mi primo Fidel, te dejo mi teléfono acá en la programación de la festividad para que no se te pierda, a propósito ha estado muy bonita la fiesta, y lo mejor, me he encontrado con varios amigos de la infancia, nos vemos Negro, cuídate.
Un abrazo fuerte selló nuestro reencuentro, un
abrazo después de 43 años, toda una vida; guardé cuidadosamente la
revista que en forma de programa oficial por la festividad de San
Francisco habían repartido anticipadamente y también ese mismo día;
porque en el programa estaba escrito el número telefónico de Lucho. Hoy
al tratar de acomodar y archivar los papeles que en el ínterin de los
días voy dejando en la mesita de noche, me di con la sorpresa de
encontrar una hoja de papel doblada, la abrí y me estremecí de la
emoción. Después de salir de mi asombro, de mi dilema, pero ¿qué hacer
con tan triste, pero bella composición?, y con la aprobación
telepática-espiritual de Lucho, lo estoy difundiendo.
Lucho, no sé si es oportuno y acertado, si escuchaste la misa que celebró ese día el Padre Jesús, y en un pasaje de la homilía habló de que todos llevamos una cruz, al menos a mí me consuela, si es cierto que todos tenemos derecho a ser felices, es relativo, hasta ahora, por circunstancias que nadie ha podido explicar matemáticamente, o con la claridad deseada, no sé por qué, no todos pueden serlo, vuelvo entonces a preguntar:
Lucho, no sé si es oportuno y acertado, si escuchaste la misa que celebró ese día el Padre Jesús, y en un pasaje de la homilía habló de que todos llevamos una cruz, al menos a mí me consuela, si es cierto que todos tenemos derecho a ser felices, es relativo, hasta ahora, por circunstancias que nadie ha podido explicar matemáticamente, o con la claridad deseada, no sé por qué, no todos pueden serlo, vuelvo entonces a preguntar:
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¿Quién maneja los hilos del Destino?
Tal
vez, estimado hermano, encontremos la paz el día que sintamos el
abrazo de nuestra madre de siempre, la Santísima Virgen María, cuando
al final de nuestra jornada, al final de nuestro todo, digamos:
¡Madre he aquí a tu hijo, hijo he aquí a tu Madre!
¡Madre he aquí a tu hijo, hijo he aquí a tu Madre!
Gratamente: Juan José Alva – (Pepe Alva)
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