.
LA DANZA DE LOS PALLOS
Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
"La Danza Andina: nervio, ala, fuego..." Aralba
La DANZA PERUANA,
como expresión de nervuda raigambre popular, usualmente tiene, en el
mejor sentido de la palabra, carácter vindicativo. Sentimiento que nace,
crece y se multiplica en el alma sensible del pueblo, en la
interminable cadena de contiendas de una guerra desigual, que libran el
mal y el bien, desde tiempos de Caín y Abel.
Una de las manifestaciones que brilla con luz propia es la DANZA DE LOS PALLOS,
a mucho orgullo, legado originario de nuestro suelo, acicalado con el
paso de los siglos en la acibarada fragua del sincretismo cultural de dos
mundos de disímiles filosofías. Uno, venido de lejos: sinónimo de
conquista, desolación y muerte. El otro, autóctono: constructor de
andenes de vida.
La mojiganga de los aguerridos chucos recorre a
paso de chasqui los polvorientos caminos de la historia, con gemidos de pincullos
pentafónicos que brotan de la garganta del curtido chiroco, al compas de la tinya
que golpea con diestra mano, esparciendo al viento tonadas de vibrantes notas,
llenando de coraje el espíritu del danzante telúrico, que ingresa altivo, con
marcada unción al apóstol Santiago, crece en hileras y se ramifica en figuras
geométricas de colorida coreografía, mientras va manando volcánico el expresivo
¡Jai, jai, jai, jai…!, grito marcial o alarido, que sale del músculo cardíaco
del ágil guerrero; luego “marca el punto”, y finalmente el saludo reverente al
Patrono de Santiago de Chuco, a la voz del Pallo Mayor.
Ritual sagrado con melodías de jugosa cepa milenaria, fusión de misteriosos semitonos que suben de los ríos turbulentos, del viento que ruge impávido, del granizo tamborilero, del trinar canoro de las aves y del trueno que estremece hasta los cartílagos, que es como se fragua la inspiración en el mundo andino. Sano testimonio de credo y folklore de ilimitada riqueza espiritual y cultural, como expresión de mestizaje integrador, bajo el añil y oro del cielo serrano, al amparo de los apus soberanos, de los venerables auquis y de la fe inquebrantable de un pueblo vigoroso.
Ritual sagrado con melodías de jugosa cepa milenaria, fusión de misteriosos semitonos que suben de los ríos turbulentos, del viento que ruge impávido, del granizo tamborilero, del trinar canoro de las aves y del trueno que estremece hasta los cartílagos, que es como se fragua la inspiración en el mundo andino. Sano testimonio de credo y folklore de ilimitada riqueza espiritual y cultural, como expresión de mestizaje integrador, bajo el añil y oro del cielo serrano, al amparo de los apus soberanos, de los venerables auquis y de la fe inquebrantable de un pueblo vigoroso.
Espadas de madera y sombreros arremangados, a la
usanza del apóstol Santiago “El Mayor”, cual mazos y birretes de corequenques
vuelos donde reluce el intelecto de los precolombinos chucos, desafían el
vértigo de las agrícolas cumbres para rendir tributo al Dios Catequil, anciano
sabio, sembrador de conocimiento en las mentes y los latidos campesinos con sed
de aprender, enseñar y compartir en abundancia su dulce fruto.
Pies bravíos empapados de sudor vital, bajo extensas medias y botines apretados, hacen brotar centellas de las piedras eternas, al son de los broncíneos cascabeles que acompañan al interminable zapateo. Gran destreza y resistencia al dolor acerbo, esencia medular de la cosmovisión andina que nutre, revitaliza y anima con bríos la forja diaria desde tiempos inmemoriales.
Pies bravíos empapados de sudor vital, bajo extensas medias y botines apretados, hacen brotar centellas de las piedras eternas, al son de los broncíneos cascabeles que acompañan al interminable zapateo. Gran destreza y resistencia al dolor acerbo, esencia medular de la cosmovisión andina que nutre, revitaliza y anima con bríos la forja diaria desde tiempos inmemoriales.
El atuendo, amalgama del vestido de los cruzados de
la Edad Media con la túnica del guerrero chuco, es de tela de algodón de una
sola pieza, desde el cuello hasta debajo de las rodillas, de brillantes ocres,
verdes, azules o escarlatas, orlados con hilos dorados. Y haciendo contraste
con el color del traje, ciñe el talle un vistoso cinturón, y dos bandas en aspa
con bruñidos espejuelos cruzando el torso del vigoroso danzante, cuyo rostro
inescrutable cubre un tejido de tul.
.
La Danza de los Pallos, que se yergue insigne como
Patrimonio Cultural de la Nación, tuvo presencia estelar durante el XIV
Encuentro Internacional de Capulí, Vallejo y su Tierra, en Trujillo y en la
cuna del vate universal César Vallejo. El I FESTIVAL DEL PALLO TRADICIONAL DE
SANTIAGO DE CHUCO, realizado el 18 de mayo de 2013, se vio engalanado con la
participación de niños, adolescentes y jóvenes danzantes autóctonos de los
caseríos de Huashgón, Cunguay, Aguiñuay y Huayatán. Reeditó su performance
en el Festival de Danzas Folclóricas del XV Encuentro Internacional de
Capulí, Vallejo y su tierra (20 / 25 de mayo de 2014).
.
En la siguiente dirección electrónica, la DANZA DE LOS PALLOS, desarrollada por alumnos del emblemático colegio nacional SAN JUAN de trujillo, centro de estudios donde el escritor Ciro Alegría Bazán tuvo como Maestro a César Vallejo. Asimismo la danza en la versión del grupo ATIK SAMI, en Santiago de Chuco. Hacer clic:
IMÁGENES:
Lidia Irene Vásquez Ruiz
En Trujillo
.