FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
ESENCIA
Y PRESENCIA
EN SU POESÍA
Danilo Sánchez Lihón
Así es que no acogen ya los dioses
ni nuestras plegarías rituales
ni la llama
de nuestros holocaustos.
Sófocles
1. De par
en par
Lo primero que se percibe y observa en la obra de Juan
Ojeda, reunida en “Arte de navegar” es un anhelo totalizador, en donde los
poemas trasiegan y trasvasan universos complejos y concepciones sistemáticas de
la realidad.
En ellos se plasman interpretaciones orgánicas del
mundo a fin de poderlo conocer, eventualmente también desconocer y, sobre todo,
cambiar.
Y esta es una diferencia notable que se puede
establecer acerca de su poesía y aquella otra del contexto en donde se escriben
poemas "instantes", optando Juan por escribir poemas desde fuera del
tiempo, contemplándolos allá, al fondo, abarcándolo todo con mayor sabiduría.
Este desprendimiento del tiempo es el signo de que las
portadas a las vastas moradas para él se habían abierto de par en par.
Así como otro signo es haber dejado la lírica para
hacer poesía dramática, que es distinto también a hacer teatro; porque aquella
es cuando la palabra se construye sobre antagónicos y, a veces, tratando de
unir factores irreconciliables, con la esencia misma cruzada de contrarios en
un diálogo desgarrado.
2. Vivir
o morir
En donde hay un estado de extrañamiento inicial y
luego se erige y funda un nuevo ser, como si fuese un puente o estela que se
alza hacia el firmamento sobre un orden meditado con mucha paciencia, sobre
estructuras complejas para lograr las cuales se ha debido vivir mucho, padecer
otro tanto, y luego también dejado de vivir, o morir ineludiblemente.
Su poesía es hecha en base a un lenguaje atemporal, no
circunstancial ni fáctico, sin anclaje en la anécdota. Es poesía que sobrevuela
la historia y también se sumerge en ella hasta hacerse inhallable.
No se refiere a las cosas sino que transpone más bien
todo lo eventual, efímero y deleznable. Sin consentir ni permitirse ingresar a
lo coloquial, a lo coyuntural y mundano. Su lenguaje es coherente con el mundo
que asume y que sólo él lo representa a plenitud: solemne, hierático y sin
piedad.
Su verbo y su talante, su tono y su postura son
baldazos de agua fría, completamente helada y distinta y hasta contraria a la
moda, a los usos y costumbres de la época:
Funesto el
mar de eternos elementos, morada del linaje humano:
Oscuras cuevas, huesos de marsopa, obstinados helechos
crecen interminables en las ribas…
3. Problema
arduo
O bien:
Allí el paciente
cuervo ha tiempo
Malicia la
carroña. Estos son nuestros dominios: los pedruscos
Resecos, las raíces podridas y la tierra estéril. Dime
Difiere del estilo de la cofradía y no es que se salga
de madre por querer incomodar, ni por querer alcanzar exprofeso ese efecto,
sino porque así lo imponía su denso mundo interior que trasegaba a duras penas
hacia afuera.
De allí que cada gesto suyo era una auténtica
expresión de arte y, más concretamente, de poesía.
Cada palabra que pronunciaba no era de valor inmediato
sino tallada en roca marmórea, que provenía desde un fondo muy arduo y apuntaba
a un mundo por edificar en razón de principios más valederos y eternos.
A todo eso él, lamentablemente, le agregó después –casi
al final de su vida y a consecuencia de lo cual se produjo su temprana muerte–
una dosis fatal de autodestrución.
Y es porque Juan se planteó el problema, arduo e
irresoluble, acerca de la esencia y el significado de la realidad, pero desde
una dimensión metafísica, ni siquiera artística, histórica, social, didáctica o
religiosa.
4. Ausencia
y espanto
Sino más bien óntica y descarnadamente mental, sin
anclajes ni apoyaturas, en una caída libre por los abismos del ser y la
búsqueda de un sentido de todo aquello tan inquietante, intrincado y hasta
nefasto, ausente o definitivamente carente de explicación sin el andamiaje de
una fe.
Él se pregunta acerca de la realidad: ¿qué es ella? ¿Cómo
se explica? ¿Adónde va? ¿Qué encierra detrás? ¿Qué la sustenta?
Problema para él obsesivo, compulsivo y, finalmente,
su frío e implacable delirio. Y su tragedia, puesto que la realidad que tanto
lo subyuga, la observa y mira desvencijada, sufrida y hueca, tiene que concluir
negándola, restándole valor y, consecuentemente, aboliéndose él mismo como
parte inherente de dicha realidad.
Su mirada acerca de esa realidad es general, vasta y
panorámica, como la de una conciencia que se eleva, abarcándola en toda su
complejidad y dimensión. Y acerca de ella sólo testimonia ruinas, pavor; dioses
que han sucumbido, ausencia y espanto.
5. Sólo
la verdad
De allí que la suya sea una poesía monda, lata,
pelada; incolora, insabora e insalubre. Opaca y bronca, donde es imposible
encontrar una sonrisa o una flor; menos una caricia, un gesto de perdón o de
consuelo, tampoco un aroma, un hechizo o una ilusión.
Son sus claves el saber oscuro, el desquiciamiento, la
alienación, y no solo del hombre como individuo sino como especie y, sobre
todo, vacío, caída y derrumbamiento de lo sagrado.
Los suyos son temas gravísimos, constituyendo una
materia enloquecedora en sí misma, porque es caer en el espanto inmóvil. El
suyo fue el atrevimiento de inmiscuirse en temas y asuntos que competen a
naturalezas y esencias de dioses, es decir divinas. Y Juan no era ni Dios ni
divino.
O son asuntos en donde pueden posar los ojos seres que
primero se imbuyen y protegen detrás de una fe que íes sirve de plataforma de
defensa y punto de apoyo, que no era el caso que lo tuviera Juan; o son
cuestiones que afrontan las almas que se insuflan antes de compasión y piedad
religiosas, virtudes que estaban lejos del implacable racionalismo y del anhelo
de saber la verdad y sólo la verdad, monda y lironda; sin velos ni tapujos,
como lo quería y lo exigía Juan.
6. Ya
se han ido
De allí que él devenga en un pesimismo pavoroso y en
un desencanto atroz; desánimo, frustración del mundo y abominación de la
existencia que le abrieron la tapa del pozo sin fondo de la muerte, y nos puso
de pie ante su catafalco aquel amanecer de noviembre del año 1974, habiendo
escrito:
"Nada
poseemos fuera de lo erróneo"
Y luego:
Escarbamos
Las anchas
tierras con manos seguras
Y nada hay allí que nos consuele".
Él no encuentra nada digno de aprecio, de valor o
crédito, cuando todo ante sus ojos fenece, se desmorona y es corrupto. El
sentido mismo es endeble, quebradizo y ahora yace roto. Hasta Dios abomina de
su creación, ya no existe: estuvo aquí, peregrinó por este lugar, pero según él
ha huido
En todo momento Juan también hace explícita la idea de
que ha agotado todos los conocimientos, las sensaciones, las experiencias, las
expectativas, siendo para él éste un mundo acabado porque ha ingresado al
recinto de la esencia, a la clave y al código del universo y allí sólo
encuentra que quienes estuvieron en el timón de la nave están arruinados, han
claudicado y ya se han ido.
7. El tiempo
futuro
De allí que diga:
Tal vez somos un don abolido por el nacimiento.
El suyo fue pues un gigantesco apocalipsis, una
catástrofe existencial y cósmica en donde sólo al final se vislumbra una tenue
e incierta esperanza, cuál es la infancia.
Colocando al final de su libro “Arte de navegar” aquel
hermosísimo poema titulado Elogio de la infancia, donde concluye, tanto el
poema como el libro, así:
Porque la tierra,
niño, te cobijará
en sus dones
eternos, porque ya se avecina
la edad de
una historia fecunda: mira, mira estas ruinas.
Luego caminemos hacia los montes fértiles.
Pero también la otra esperanza de Juan es la
instauración, aquí, de una patria socialista, en donde impere la fraternidad y
la justicia social, anhelo que siempre alentara. De ahí que su ciclo vital en
el ámbito de su creación se inicie con el poema que dedicara al guerrillero
caído: Javier Heraud, titulado: “Ardiente sombra”. Y termine con el poema
dedicado a Salvador Allende Epístola dialéctica, que cierran el arco por donde ha
de orientarse la marcha del hombre en el tiempo futuro.
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