Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
CHIQUIÁN CULTURA
Premio: Ciencia y Tecnología
Nació el 16 de noviembre de 1,902 en Chiquian. Hijo de don Domingo Aldave Alvarado y doña Evarista Calderón de Aldave. Don “Muchqui Valerio” como lo llamábamos con cariño y ahora lo recordamos con gratitud, es uno de los seres humanos más amados y respetados por el pueblo, tanto por su don de gentes como por su arte y técnica de curar escuchando la voz de la naturaleza, gracias a sus grandes dotes de observación que cultivó desde pequeño. Personas como él, son los médicos populares que Dios pone al servicio de los más humildes, sin necesidad de arsenales de instrumentos y drogas.A don Valerio le bastaba pasar los dedos por la parte adolorida de una persona para detectar mejor que una radiografía la magnitud de una lesión interna. Habilidad innata que luego forjó con perseverancia hasta conocer de memoria todos los componentes del esqueleto humano, para asombro de propios y extraños que llegaban buscando alivio desde lugares apartados. Jamás se hizo esperar ante el llamado de un herido en las altas cumbres, muchas veces viajaba en plena lluvia trepando los desfiladeros de noche, a lomo de caballo o a pie. Él acudía presto a brindar su ayuda y retornaba contento con la satisfacción del deber cumplido.
Muchos que fueron curados cuentan de las bondades de sus manos prodigiosas: Goya Cárdenas Balarezo, Luis Sifuentes Vásquez, Carlos Alva Aldave, Agripino Yabar Rivera, Alejandro Gamarra Balarezo, Ernestina Diaz de Yabar, Marcelo Garro Rivas y Bernardo Garro, son algunos de los cientos de heridos que ayudó. Víctimas de volcaduras de vehículos en las curvas cerradas de nuestras angostas carreteras y jinetes que cayeron del caballo al abismo, figuran en su larga lista de socorridos. Nuestro paisano Manolo Barrenechea Olivera, medico traumatólogo de la Selección Nacional de Fútbol, es uno de los seres humanos que más aprecia la obra de don Valerio. De ahí que la medicina nativa debe ser puesta en valor en el marco del TLC, porque justamente ahí palpita la fibra de la riqueza del conocimiento popular que año a año viene adquiriendo mayor vigencia en bien de la humanidad.
Muchos que fueron curados cuentan de las bondades de sus manos prodigiosas: Goya Cárdenas Balarezo, Luis Sifuentes Vásquez, Carlos Alva Aldave, Agripino Yabar Rivera, Alejandro Gamarra Balarezo, Ernestina Diaz de Yabar, Marcelo Garro Rivas y Bernardo Garro, son algunos de los cientos de heridos que ayudó. Víctimas de volcaduras de vehículos en las curvas cerradas de nuestras angostas carreteras y jinetes que cayeron del caballo al abismo, figuran en su larga lista de socorridos. Nuestro paisano Manolo Barrenechea Olivera, medico traumatólogo de la Selección Nacional de Fútbol, es uno de los seres humanos que más aprecia la obra de don Valerio. De ahí que la medicina nativa debe ser puesta en valor en el marco del TLC, porque justamente ahí palpita la fibra de la riqueza del conocimiento popular que año a año viene adquiriendo mayor vigencia en bien de la humanidad.
El ron alcanforado, la flor y el cogollo de la achupalla, la ortiga y el pollito tierno fueron los preferidos por él, que los empleaba de acuerdo a la gravedad y la naturaleza de la lesión; amén del entablillado con maguey. Nunca pidió adelanto por sus curaciones, siempre esperaba la voluntad de las personas. Muchos salieron con la promesa de retornar para saldar lo ofrecido y no lo hicieron, salvo aquellos que sufrieron una nueva lesión y no les quedaba otra salida que volver. Él los reconocía, pero no decía nada. Ese fue el talante de aquel hombre noble y generoso que Dios puso en nuestras manos como instrumento de curación hasta que emprendió el Gran Vuelo en 1982 y que tantas satisfacciones dio al pueblo bolognesino como uno de los mejores toreros de todos los tiempos, bajo los acordes de pasodobles entonados por su hermano Florentino Aldave Calderón, pionero de las bandas de músicos de la región.
DESCANSE EN PAZ DON VALERIO
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