AMOR DE MIGRANTE
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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En la distancia pienso en ti, sólo en ti amor ausente. Día tras día fraguando las horas grises con la furia de los vientos, y decantando los mustios momentos con lágrimas que brotan de mis versos tristes.
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En tardes agobiadas de añoranza
te recuerdo más y sufro. ¿Acaso no logras comprender que somos dos
arterias de un mismo corazón? ¿Acaso no sabes que te amo como el
jornalero ama a la lluvia que aplaca su fatiga, como ama el arriero a
la luna que ilumina su destino?
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Te amo y te amaré con ese amor de borrasca que se desborda y empapa de llanto los sueños.
Quizá sea un amor vespertino que va pasando de moda, pero te amo con
todos los colores del arco iris, con ese amor marino que golpea el
acantilado, a la vez con amor campesino: tierno y sosegado cual rocío
matinal que ama a la flor.
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Ayer desperté con el corazón entristecido. Me sentí como un barquito de maguey con los mástiles raídos; y traduciendo en cada vaivén de mi pecho los latidos, me declaré
culpable de alejarte del faro que te eleva al Cosmos con luces de
neón. Sólo sé que la vida se extingue buscando rutas de salvación, con
ese terco anhelo que hinca y duele, mientras la barca pasa cerca, tan
leve como corta el aire una daga aleve.
Los que fraguamos utopías con el viento en contra, soñamos con un mundo más humano, donde todos convivamos como hermanos, mas soñamos también con ese amor iracundo que fluye de la médula, como el amor de Ulises por su amada Ítaca. Dulce pasión que mitiga las insomnes madrugadas, aunque me apena que por tu piel mis huellas sigan pasando de largo.
Así discurre mi existencia terrena sin hallar eco en tu palpitar, bogando a tientas en un mar desconocido. Sólo espero que no sea el anuncio de la travesía final; en tanto, recibe una rosa carmesí que escogí para ti, para liberar de un suspiro todo el dolor que siento. .
Los que fraguamos utopías con el viento en contra, soñamos con un mundo más humano, donde todos convivamos como hermanos, mas soñamos también con ese amor iracundo que fluye de la médula, como el amor de Ulises por su amada Ítaca. Dulce pasión que mitiga las insomnes madrugadas, aunque me apena que por tu piel mis huellas sigan pasando de largo.
Así discurre mi existencia terrena sin hallar eco en tu palpitar, bogando a tientas en un mar desconocido. Sólo espero que no sea el anuncio de la travesía final; en tanto, recibe una rosa carmesí que escogí para ti, para liberar de un suspiro todo el dolor que siento. .
París, 19 de octubre de 1984
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