UNA SOMBRA EN EL VIENTO 
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Un
 día como hoy arribé al pueblo. El reloj de la iglesia marcaba las dos 
de la madrugada. La plaza estaba solitaria, pero lucía soñadora bajo la luz
 mortecina del alumbrado invitándome a tomar fotografías. 
Bajé del 
vehículo y tomé una:

Cuando
 me aprestaba a tomar otra, una ráfaga de viento me hizo girar hacia la 
calle que conduce al barrio de Umpay. No había nadie como se puede 
apreciar en la foto: 

De
 pronto en la penumbra apareció como una sombra la silueta de una 
persona vestida de poncho. Fue cuando recordé los consejos ancestrales 
de no bajar la 
mirada ante un hecho que no tiene explicación terrena. Caso contrario, 
dicen los entendidos, uno se convierte en aspirante al Purgatorio.
Paso a paso se fue acercando, casi deslizándose por la vereda central de la plaza. Yo de reojo hice clic: una, dos, tres, cuatro, cinco veces; mas las imágenes no aparecían en la pantalla de la máquina electrónica. En ese momento mi corazón empezó a vibrar y sentí erizarse mi piel.
Ya cuando estaba a dos metros de distancia me serené un poco, y pronuncié: "buenas noches". No respondió. Instante que disminuyó la intensidad de la luz; pese a ello pude ver un rostro femenino de enigmática belleza; y pasó lívida con los párpados caídos, casi rozándome.
Mientras la dama cruzaba la plaza volvi a presionar el disparador repetidamente hasta que desapareció de mi vista en la calle que lleva a Cruz del Olvido. De las fotos continuadas que tomé sólo una apareció en la cámara:
  Paso a paso se fue acercando, casi deslizándose por la vereda central de la plaza. Yo de reojo hice clic: una, dos, tres, cuatro, cinco veces; mas las imágenes no aparecían en la pantalla de la máquina electrónica. En ese momento mi corazón empezó a vibrar y sentí erizarse mi piel.
Ya cuando estaba a dos metros de distancia me serené un poco, y pronuncié: "buenas noches". No respondió. Instante que disminuyó la intensidad de la luz; pese a ello pude ver un rostro femenino de enigmática belleza; y pasó lívida con los párpados caídos, casi rozándome.
Mientras la dama cruzaba la plaza volvi a presionar el disparador repetidamente hasta que desapareció de mi vista en la calle que lleva a Cruz del Olvido. De las fotos continuadas que tomé sólo una apareció en la cámara:

A las siete de la mañana recordé en casa el rostro pálido de la mujer de la
 plaza, al oír doblar las campanas de la iglesia matriz de 
Chiquián.

Fuente: 
Relatos campesinos - 2007
Relatos campesinos - 2007
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