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NUNATORO
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Mañuco Montoya jamás pensó que terminaría estoqueado por “atrasador” en una fiesta patronal.
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Con el paso de los años resulta irónico imaginar, cómo unos cuantos segundos pueden causar tanta dicha y tanto espanto a la vez. Posiblemente si a todos nos pasara lo mismo, el mundo sería un concierto de cuernos, estocada y muerte de madrugada.
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Con el paso de los años resulta irónico imaginar, cómo unos cuantos segundos pueden causar tanta dicha y tanto espanto a la vez. Posiblemente si a todos nos pasara lo mismo, el mundo sería un concierto de cuernos, estocada y muerte de madrugada.
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Fue
una tarde de espontáneos, ponchos, trago y pitones afilados. Primero una mirada de
reojo, luego unos guiños imantados, de palinca a palinca, hurgándose
como palla y camachico bajo el celestino firmamento.
Culminada la corrida se enlazaron en una interminabale huaylishada por las calles vespertinas del pueblo, aprovechando que el longevo mariachi se fue tambaleante a dormir la mona hasta el día siguiente.
Culminada la corrida se enlazaron en una interminabale huaylishada por las calles vespertinas del pueblo, aprovechando que el longevo mariachi se fue tambaleante a dormir la mona hasta el día siguiente.
Después bailaron chinguirito
en mano al son de la banda de Mangas en la casa del Capitán de la fiesta, acariciándose, amándose y
saboreándose con los ojos pecadores, zapateando duro y parejo hasta sacarle
viruta al piso de aliso: 'mi abuelito con tu abuelita toda la noche canchis, canchis'.
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A la una de la madrugada ya no pueden refrenar las ansias de estar cóncavo y convexto sobre el quicuyo esponjoso, inspirados por la cómplice luna de Racrán, y borrachos de deseo incontenible abandonan la fiesta entre pasodobles, risas, miradas y avellanas.
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A la una de la madrugada ya no pueden refrenar las ansias de estar cóncavo y convexto sobre el quicuyo esponjoso, inspirados por la cómplice luna de Racrán, y borrachos de deseo incontenible abandonan la fiesta entre pasodobles, risas, miradas y avellanas.
El viejo mariachi
sueña que lo cornean y despierta atormentado a las 2 de la madrugada, la borrachera cede por la
angustia, y sale a buscar a su joven consorte con la espada
desenvainada.
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Mientras
la pareja de sacavuelteros camina hacia la periferia, el rostro radiante del pecado ilumina la
vereda de lajas. Él sube los párpados y ve reflejada su sonrisa juvenil
en las negras pupilas de la noche... van trémulos, pero temerarios hasta el delirio,
oteando por todos lados la imagen del mariachi que ya siente en su frente el nacimiento de una cornamenta patronal.
A
poca distancia la mano derecha del Nunatoro prepara una estocada
certera en el riñón izquierdo de Mañuco Montoya. Tiene los ojos
inyectados de rabia por la cornada de fin de fiesta.
Una vez en el ruedo de pircas, "la trampa" se emplaza en el centro del tálamo de quicuyo como verónica en celo...
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Los movimientos de la pareja son chicuelinas con vaivenes clandestinos, como para quitarse el sombrero y ponerse los
lentes de aumento... de pronto Mañuco Montoya siente el estoque desgarrando su
espalda hasta el duodeno.
Baja los párpados, y en su agonía se ve
caminando de puntillas hacia un ruedo real, donde la suerte suprema
acecha, junto a una cruz de madera que señala el lugar de su
tumba.
Fuente:
"El Juguete y Otros Cuentos", de Nalo.
"El Juguete y Otros Cuentos", de Nalo.
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