El TORITO DE CORONTA
Por Rocío Colonia Ardiles
Por Rocío Colonia Ardiles
Hoy
es un día muy especial para mí, y quise retornar a través de este breve
relato al mágico mundo de la infancia, sobre todo retornar al escenario
de los juegos, porque recrear aquellos pasatiempos a través del
recuerdo es volver al pequeño universo donde compartíamos sueños y
lecciones de vida, fortaleciendo día a día ese puente cardinal entre la
imaginación y la realidad.
Aquel domingo 28 de abril de 1968 en Pampas Grande, “Balcón suspendido entre el mar y el cielo”,
fue un día despejado, lleno de verdor vivificante en la vertiente
occidental de la Cordillera Negra (Huaraz). En horas de la tarde fui al
fundo familiar para repasar las lecciones aprendidas en la escuela
durante la semana. Al entrar al fundo encontré a mi hermano Fiña (Juan
Fernando) muy contento, pues acababa de confeccionar un lindo torito de
coronta, con patitas y cuernos de palitos y colita de cabellos de
choclito tierno. Me olvidé del repaso de las clases y retornamos con
Fiña a la casa. Allí, en un rincón del patio bajo el alero, hicimos un
potrerito con palitos y soguilla. En ese entonces Fiña tenía diez años, y
yo siete.
Al día siguiente, al volver de la escuela, vimos que el torito necesitaba compañía. Nos dio pena verlo solito. Juntamos las mejores corontas que teníamos en la cocina, también palitos y cabellos de choclo, y confeccionamos media docena. Después llevamos a los siete toritos a la iglesia para ser bendecidos por el párroco del pueblo.
En horas de la tarde de los domingos íbamos al fundo llevando en una caja de cartón a los siete toritos. Allí jugábamos con ellos, unos hacían de yuntas, otros de toros bravos, etc., y después los dejábamos pastando, mientras leía un libro y Fiña coleccionaba piedritas, tierra de diferentes colores, detritus, etc. Este apego de Fiña por los componentes de la superficie terrestre desde la infancia, lo llevó de la mano hasta convertirse en geólogo.
Aflora a mi memoria el recuerdo de la tarde de toros en Pampas Grande (1 de octubre de 1968), como cierre de fiesta en homenaje al Patrón San Jerónimo. En horas de la mañana adornamos a los siete toritos con enjalmas y moñas que hicimos con retacitos de costura. Los acondicionamos sobre dos pequeñas plataformas de cartón, y al paso de la banda de músicos por el barrio salimos de la casa y nos sumamos a la caravana hasta la plaza de toros. Cómo olvidar la dicha de mi tío Nemías celebrando con hurras la presencia de los siete toritos en el ruedo del pueblo.
Pasaron los meses y llegó el 17 de septiembre. Desperté muy feliz aquel martes. De la cocina salía ese agradable olorcito del desayuno de fiesta (agüita de cedrón y humitas), que mi mamá acostumbraba a preparar cada vez que un integrante de la familia cumplía años en día escolar. Los sábados, domingos y feriados el desayuno de cumpleaños era más suculento, con declamaciones y huaynitos incluidos.
Al día siguiente, al volver de la escuela, vimos que el torito necesitaba compañía. Nos dio pena verlo solito. Juntamos las mejores corontas que teníamos en la cocina, también palitos y cabellos de choclo, y confeccionamos media docena. Después llevamos a los siete toritos a la iglesia para ser bendecidos por el párroco del pueblo.
En horas de la tarde de los domingos íbamos al fundo llevando en una caja de cartón a los siete toritos. Allí jugábamos con ellos, unos hacían de yuntas, otros de toros bravos, etc., y después los dejábamos pastando, mientras leía un libro y Fiña coleccionaba piedritas, tierra de diferentes colores, detritus, etc. Este apego de Fiña por los componentes de la superficie terrestre desde la infancia, lo llevó de la mano hasta convertirse en geólogo.
Aflora a mi memoria el recuerdo de la tarde de toros en Pampas Grande (1 de octubre de 1968), como cierre de fiesta en homenaje al Patrón San Jerónimo. En horas de la mañana adornamos a los siete toritos con enjalmas y moñas que hicimos con retacitos de costura. Los acondicionamos sobre dos pequeñas plataformas de cartón, y al paso de la banda de músicos por el barrio salimos de la casa y nos sumamos a la caravana hasta la plaza de toros. Cómo olvidar la dicha de mi tío Nemías celebrando con hurras la presencia de los siete toritos en el ruedo del pueblo.
Pasaron los meses y llegó el 17 de septiembre. Desperté muy feliz aquel martes. De la cocina salía ese agradable olorcito del desayuno de fiesta (agüita de cedrón y humitas), que mi mamá acostumbraba a preparar cada vez que un integrante de la familia cumplía años en día escolar. Los sábados, domingos y feriados el desayuno de cumpleaños era más suculento, con declamaciones y huaynitos incluidos.
Pampas Grande - Foto: Profirio Rosales Caururo
Hoy, lunes 17 de septiembre de 2018, día de mi cumpleaños y por grata coincidencia también Día del Geólogo Peruano, saludo a mi hermano Fiña, ser humano que me inculcó desde niña un amor de fuerte consistencia por el terruño y por la Madre Naturaleza. Que Dios te bendiga amado hermano Juan Fernando Colonia Ardiles.
Familia Colonia Ardiles - Foto: Reynaldo Trinidad Ardiles (Fallecido)