"Cada
día el ser humano avizora un nuevo rumbo,
y paso a paso va
descubriendo el mundo.
También recorre los caminos de la memoria,
y
recuerdo en recuerdo se descrubre a sí
mismo".
Nalo Alvarado Balarezo - Paris, 1984'
A mi amado hermano Felipe Segundo
LLEGANDO A CONOCOCHA
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Cuando al vehículo se acerca a la curva de Cajacay, el corazón viajero late más de prisa, pues empieza una variada lista de pueblos andinos de enigmática topografía ancashina.
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Es momento de bajar del carro
para estirar las piernas, evitando un calambre de pantorrillas junto a un puesto de frutas con aroma a
chirimoya de Huayllacayán. Estamos en la región Quechua, del sabio de
Panao (Huánuco) Javier Pulgar Vidal. El clima es templado y seco (2,600
m.s.n.m.).
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En Colquimarca la razón nos hace
bajar la mirada frente a la enorme muralla de granito. Al pie del farallón rocoso,
orlando el sendero casi en el vacío, las flores silvestres multicolores aroman los
campos vestidos de arcoíris.
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Conforme vamos ascendiendo la región
Suni (3,500 / 4,000 m.s.n.m), los latidos se aceleran más y más por la
disminución de oxígeno en el organismo; el viento ruge impaciente, y el frío hiende huesos, cartílagos y tendones.
Incahuaganga: "El Inca que llora", es zona de neblina tupida y baja, el
soroche acecha (mal de altura), sobre todo a los turistas costeños que todavía no han llegado al medio siglo de vida.
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Unos kilómetros más arriba los cerros
palidecen y se tornan amarillentos, señal que estamos ingresando al
dominio del cóndor, de los glaciares y los pajonales. Al caminar pisando fuerte por estos helados
parajes se siente el corazón de la Naturaleza bajo los pies. Es cuando
los pasos telúricos se convierten en versos y melodías celestiales a 4
mil metros de altura.
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Cuando se ha terminado de sortear el empinado serpentín, las pupilas descansan de tanto concentrarse en las curvas y los abismos de 200 metros de caída en promedio; el cielo se abre luminoso a la vista del viajero que empieza a soñar despierto. Ha llegado el momento de abrir las ventanas del alma para que ingrese el aire fresco de la Puna.
Cuando se ha terminado de sortear el empinado serpentín, las pupilas descansan de tanto concentrarse en las curvas y los abismos de 200 metros de caída en promedio; el cielo se abre luminoso a la vista del viajero que empieza a soñar despierto. Ha llegado el momento de abrir las ventanas del alma para que ingrese el aire fresco de la Puna.
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De pronto aparece la vía afirmada llamada 'Separación'. Es el inicio de la 'RUTA DE LA CANTUTA',
que proyecta Roberto Aldave Palacios, con los doctores Arturo Ruiz
Estada y Filomeno Zubieta Núñez, para regalarnos con la calidad
expresiva de su arte, un motivo más para admirar la belleza de la Flor
Nacional del Perú.
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La Pampa de Lampas Alto, es el
escenario donde se desarrollan mis relatos de ichu: 'Los zorros',
'Tupucancha', 'Tras las huellas de una Leyenda - La flor de la
cantuta', 'La jarrita del bandolero', 'El pichuichanca de los
escarpines blancos', 'La dulce melodía del viento, 'El toro negro', 'La
venganza del zapatero', 'El cuy cutucho', "El puquial", 'Ñati', "El toro blanco", "La huachua", 'El último aullido',
'Carnavales en Tupucancha', 'Sueños de escarcha', 'El venado Serafín',
'La medallita de Luis Pardo', 'El pequeño arriero', 'Copos de nieve en
Navidad', 'Mi amigo Vilka', entre otros..
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Desde el fascinante horizonte azul la Cordillera Blanca
nos da la bienvenida con sus tucumanes impecables. Allí se yergue indómito
el acerado Tucu
Chira, iluminando con su albor la pródiga Pampa de Lampas. Glaciares arcanos que cautivan a muchos y entristecen a
pocos. Son los primeros
mechones encanecidos del Ande ancashino que contemplamos al coronar la Cordillera Negra.
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Abajo, recostada como un mapa del
Perú, reposa soñadora la hermosa laguna de Conococha, que desde tiempos
ancestrales brinda sus aguas cristalinas al Callejón de Huaylas y pone
en funcionamiento la central hidroeléctrica del Cañón del Pato.
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Ya en el pequeño poblado de Conococha
(Km 122 de la vía a Huaraz), empezamos a sentir el palpitar de
'Espejito del cielo', tierra amada de Roberto "Hualín" Aldave Palacios. Los quesitos frescos, las truchitas fritas y los
panes chiquianos que se exhiben en las tiendas de paja y barro, hacen
volar la imaginación sobre un lugar de ensueño y retornan como aves temporarias los gratos
recuerdos de la infancia en Tupucancha.
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Trepar sin apuro el cerro moreno en el que se apoya el rectilíneo
poblado de Conococha, y volver la mirada hacia la pampa desnuda, es
hacer que los ojos se llenen de alborada, al ver desde arriba la
imponente cordillera Huayhuash, dominando el panorama con la pureza inmaculada de
la nieve. Un mirador natural para las almas fuertes. Unos pasos más
allá, cerca de la gruta, un ramillete de mejillas chaposas y ponchos habanos esperan impacientes el vehículo que los llevará al paraíso: CHIQUIÁN, cuna de LUIS PARDO.
RECUERDOS
Pasar mis vacaciones escolares en la manada de Tupucancha, colindante a la laguna, fue un constante aprender, pues cada día tomaba lecciones de vida que los iba grabando en la memoria, como bases del desarrollo de mi personalidad y como líneas directrices para enfrentar los retos cotidianos, sin menospreciar ni desafiar a la Pachamama. Por ejemplo:
- Del zorro aprendí a ser paciente, vigilante y a correr más rápido que la presa más veloz.
- La perdiz me enseñó a ponerme a buen recaudo frente a una imposible defensa.
- En la lucha de los carneros de enormes cachos y de raleada estampa, aprendí lecciones de valor sin alharacas ni falso orgullo.
- El búho con su mirada misteriosa y su canto agorero aumentó mis fantasías y mi interés sobre los mitos, las tradiciones, los cuentos, las fábulas y las leyendas de la zona.
- Los perros chuscos con abundante “guetu” sobre sus espaldas y su instinto de conservación me enseñaron a presentir la proximidad de una tormenta o la amenaza de un ser vivo.
- Las ovejas con su balido de alerta me prevenían del acecho de algún zorro o puma, para ponerme en guardia.
- Los toros y las vacas con sus mugidos me enseñaron a mantenerme en permanente comunicación con las personas de mi entorno.
- El pajarito 'tupuc chiquito' con su gran capacidad de mimetismo me dio clases de cómo pasar desapercibido ante el fuego del enemigo.
- El granizo, la nieve, la densa neblina, las nubes preñadas de agua y el intenso frío templaron mi carácter y mis defensas físicas.
- Los rayos, los truenos y los relámpagos me enseñaron lo pequeño que soy frente al Universo y ante el Poder Supremo de Dios.
- El olor a tierra mojada me enseñó, que el pasto sacia su sed al igual que lo hacemos los humanos, para poder crecer y florecer.
- El cóndor me enseñó que para vencer grandes obstáculos es necesario volar donde las moscas no llegan, y no como los seres nocivos que buscan hacer daño arrastrándose al ras del suelo.
- Los pastores me enseñaron a vivir en fraternidad con la Madre Naturaleza, ser tolerante y bendecir al prójimo, el trabajo, la salud y los alimentos de sustento diario.
- De la huachua aprendí a ser observador perspicaz y desconfiado, pero respetuoso con quien se imponga por su valor, inteligencia y destreza.
- Las chinichalhuas de los riachuelos de la Pampa de Lampas con su gran movilidad antes, durante y después del peligro, me dieron clases de cómo mantenerme siempre en movimiento, alerta y sereno a la vez.
- Del puma aprendí que a veces es necesario retroceder para dar un gran salto, pues muchas veces damos saltos sin energía y nos vamos de bruces a la zanja.
- El pato silvestre y el aguash me dieron ejemplos de ubicación estratégica frente a un cazador furtivo.
- El ichu me enseñó a agazaparme hasta que pase el fuerte viento, luego pararme y si el viento continúa, bailar y silbar con él pero nunca retarlo, porque podría arrancarme del piso llanques y todo.
- Las cuevas me enseñaron que los hongos venenosos que viven en su interior mueren cuando les da la luz.
- De la vizcacha aprendí a salir a tomar el sol en el momento más preciso para evitar contratiempos y también a correr más rápido que la alimaña más veloz.
- Las peñascos, los cerros, el cielo aborregado, y los nevados perpetuos, me dieron la orientación necesaria para mantenerme siempre abrigado y de pie frente a la adversidad, porque en estos helados lugares hasta el cóndor usa bufanda.
- Los riachuelos me enseñaron a fecundar la tierra y no hacer trabajos estériles sin utilidad.
- Las aguas termales que discurren por varias zonas de la Pampa de Lampas me enseñaron que es posible encontrar calor aun debajo de los témpanos de hielo.
- La laguna de Conococha con su despensa de truchas y su función irrigadora del Callejón de Huaylas, me enseñó a “guardar pan para mayo”.
- El puquial me enseñó cómo desde lo profundo y gris puede brotar agua fresca y, que muchas veces es preferible beber en la cuenca de las manos que en vasos de cristal ,que en un momento dado pueden contener ponzoña.
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CONOCOCHA, MODELO DE VIDA
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Conococha
es un gélido rincón de Ancash, sin árboles ni rosas, donde crece el
ichu ennegrecido por el frío de la Puna. La laguna está cargada de
truchas, y sobre sus aguas nadan cuadrillas de patos silvestres. La
pampa es callada y quieta, sólo el fuerte viento se mueve bizarro,
silbando sin cesar en su danza con los pajonales.
Pasar mis vacaciones escolares en la manada de Tupucancha, colindante a la laguna, fue un constante aprender, pues cada día tomaba lecciones de vida que los iba grabando en la memoria, como bases del desarrollo de mi personalidad y como líneas directrices para enfrentar los retos cotidianos, sin menospreciar ni desafiar a la Pachamama. Por ejemplo:
- Del zorro aprendí a ser paciente, vigilante y a correr más rápido que la presa más veloz.
- La perdiz me enseñó a ponerme a buen recaudo frente a una imposible defensa.
- En la lucha de los carneros de enormes cachos y de raleada estampa, aprendí lecciones de valor sin alharacas ni falso orgullo.
- El búho con su mirada misteriosa y su canto agorero aumentó mis fantasías y mi interés sobre los mitos, las tradiciones, los cuentos, las fábulas y las leyendas de la zona.
- Los perros chuscos con abundante “guetu” sobre sus espaldas y su instinto de conservación me enseñaron a presentir la proximidad de una tormenta o la amenaza de un ser vivo.
- Las ovejas con su balido de alerta me prevenían del acecho de algún zorro o puma, para ponerme en guardia.
- Los toros y las vacas con sus mugidos me enseñaron a mantenerme en permanente comunicación con las personas de mi entorno.
- El pajarito 'tupuc chiquito' con su gran capacidad de mimetismo me dio clases de cómo pasar desapercibido ante el fuego del enemigo.
- El granizo, la nieve, la densa neblina, las nubes preñadas de agua y el intenso frío templaron mi carácter y mis defensas físicas.
- Los rayos, los truenos y los relámpagos me enseñaron lo pequeño que soy frente al Universo y ante el Poder Supremo de Dios.
- El olor a tierra mojada me enseñó, que el pasto sacia su sed al igual que lo hacemos los humanos, para poder crecer y florecer.
- El cóndor me enseñó que para vencer grandes obstáculos es necesario volar donde las moscas no llegan, y no como los seres nocivos que buscan hacer daño arrastrándose al ras del suelo.
- Los pastores me enseñaron a vivir en fraternidad con la Madre Naturaleza, ser tolerante y bendecir al prójimo, el trabajo, la salud y los alimentos de sustento diario.
- De la huachua aprendí a ser observador perspicaz y desconfiado, pero respetuoso con quien se imponga por su valor, inteligencia y destreza.
- Las chinichalhuas de los riachuelos de la Pampa de Lampas con su gran movilidad antes, durante y después del peligro, me dieron clases de cómo mantenerme siempre en movimiento, alerta y sereno a la vez.
- Del puma aprendí que a veces es necesario retroceder para dar un gran salto, pues muchas veces damos saltos sin energía y nos vamos de bruces a la zanja.
- El pato silvestre y el aguash me dieron ejemplos de ubicación estratégica frente a un cazador furtivo.
- El ichu me enseñó a agazaparme hasta que pase el fuerte viento, luego pararme y si el viento continúa, bailar y silbar con él pero nunca retarlo, porque podría arrancarme del piso llanques y todo.
- Las cuevas me enseñaron que los hongos venenosos que viven en su interior mueren cuando les da la luz.
- De la vizcacha aprendí a salir a tomar el sol en el momento más preciso para evitar contratiempos y también a correr más rápido que la alimaña más veloz.
- Las peñascos, los cerros, el cielo aborregado, y los nevados perpetuos, me dieron la orientación necesaria para mantenerme siempre abrigado y de pie frente a la adversidad, porque en estos helados lugares hasta el cóndor usa bufanda.
- Los riachuelos me enseñaron a fecundar la tierra y no hacer trabajos estériles sin utilidad.
- Las aguas termales que discurren por varias zonas de la Pampa de Lampas me enseñaron que es posible encontrar calor aun debajo de los témpanos de hielo.
- La laguna de Conococha con su despensa de truchas y su función irrigadora del Callejón de Huaylas, me enseñó a “guardar pan para mayo”.
- El puquial me enseñó cómo desde lo profundo y gris puede brotar agua fresca y, que muchas veces es preferible beber en la cuenca de las manos que en vasos de cristal ,que en un momento dado pueden contener ponzoña.
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- El hombre de la Puna procura mantenerse activo para darse calor durante el día, porque sabe que la helada se impone al más tupido poncho y al más caliente chinguirito sabrosón.
- El expresivo lenguaje de los glaciares y sus estribaciones morenas hacen añicos la monótona tristeza cuando uno contempla este salvaje paisaje con los ojos del alma.
- En el crepúsculo escarlata, los contornos de los picachos del Tucu Chira parecen una enorme cierra acerada besando el cielo. Basta un minuto de meditación frente a este singular espectáculo a cielo abierto, para escuchar la voz de la la Madre Naturaleza pidiéndonos conservarla y amarla a ultranza.
- Los infatigables arrieros me enseñaron que un corazón valiente y firme es capaz de inspirar respeto y afecto al mismo tiempo.
En fin, Conococha me enseñó: que por más desolado y frío que amanezca el día, siempre está latente la esperanza de un mejor estilo de vida si nos dejamos llevar por las enseñanzas que nos brinda la Biblia en cada despertar.
- El hombre de la Puna procura mantenerse activo para darse calor durante el día, porque sabe que la helada se impone al más tupido poncho y al más caliente chinguirito sabrosón.
- El expresivo lenguaje de los glaciares y sus estribaciones morenas hacen añicos la monótona tristeza cuando uno contempla este salvaje paisaje con los ojos del alma.
- En el crepúsculo escarlata, los contornos de los picachos del Tucu Chira parecen una enorme cierra acerada besando el cielo. Basta un minuto de meditación frente a este singular espectáculo a cielo abierto, para escuchar la voz de la la Madre Naturaleza pidiéndonos conservarla y amarla a ultranza.
- Los infatigables arrieros me enseñaron que un corazón valiente y firme es capaz de inspirar respeto y afecto al mismo tiempo.
En fin, Conococha me enseñó: que por más desolado y frío que amanezca el día, siempre está latente la esperanza de un mejor estilo de vida si nos dejamos llevar por las enseñanzas que nos brinda la Biblia en cada despertar.
CONOCOCHA EN EL TERCER MILENIO
Ahora que peino canas
Recuerdo sus 7 casitas de tapias
recostadas en las frías laderas,
donde los hombres de ichu reían,
junto a sus dulces compañeras.
Al paso de los peregrinos
Desde entonces no me olvido,
de aquellos buenos pastores,
ni de las huachuas y los patitos,
que poblaban la laguna.
Había pobreza
cuando era niño,
mas no hay en mi memoria
recuerdos asolando la Puna.
recuerdos asolando la Puna.
Ahora que peino canas
la pobreza sigue
medrando,
por más que surcan su suelo
miles de carros mineros.
Muchas tiendas escoltan la vía
por más que surcan su suelo
miles de carros mineros.
Muchas tiendas escoltan la vía
a cuatro mil metros
de altura,
pero el
sufrimiento abruma,
contemplando en la llanura,
contemplando en la llanura,
más pequeña a la laguna.
Recuerdo sus 7 casitas de tapias
recostadas en las frías laderas,
donde los hombres de ichu reían,
junto a sus dulces compañeras.
Al paso de los peregrinos
sus manos eran
torcazas
volando en la neblina
volando en la neblina
con alas de
esperanza.
Desde entonces no me olvido,
de aquellos buenos pastores,
ni de las huachuas y los patitos,
que poblaban la laguna.
Nalo Alvarado Balarezo
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LOS CAZADORES MÁS BUENOS DEL MUNDO
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Por Armando Alvarado Balarezo
(Nalo)
Llegaron a Tupucancha a las 10 de la mañana. Ninguno de los cinco arribó con equipaje, pero
cada quien portaba una carabina. Fue el último viernes de marzo de 1962, un día antes que culminen las vacaciones escolares.
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Descansaron dos horas y salieron a
cazar aves a la laguna de Conococha, según le comentaron a mi abuelita minutos antes de
partir.
Mientras se marchaban, pensé: "Los malos andan armados y en grupo", presagiando la muerte de mis amigos plumíferos de la laguna, a quienes ya había bautizado con los sobrenombres de los chiuchis de Jircán, barrio donde vivía con mis padres y hermanos en Chiquián..
Del mediodía al ocaso, con el viento estrujando los mechones de ichu, le pedi al Señor de las Alturas que los cinco cazadores vuelvan con las manos vacías.
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Cuando retornaron sentí escalofríos viendo a dos de ellos con un abultado costalillo en la mano. "Dentro de los costalillos están muertos mis amiguitos de la laguna", musité dolido, y sollozando me fui a dormir, mas no logré conciliar el sueño.
Mientras se marchaban, pensé: "Los malos andan armados y en grupo", presagiando la muerte de mis amigos plumíferos de la laguna, a quienes ya había bautizado con los sobrenombres de los chiuchis de Jircán, barrio donde vivía con mis padres y hermanos en Chiquián..
Del mediodía al ocaso, con el viento estrujando los mechones de ichu, le pedi al Señor de las Alturas que los cinco cazadores vuelvan con las manos vacías.
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Cuando retornaron sentí escalofríos viendo a dos de ellos con un abultado costalillo en la mano. "Dentro de los costalillos están muertos mis amiguitos de la laguna", musité dolido, y sollozando me fui a dormir, mas no logré conciliar el sueño.
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A las seis de la mañana, al escuchar voces y risas que venían del patio, salí. Los cazadores se estaban despidiendo de mi abuelita, con sus carabinas al hombro. Se iban con las manos vacías. Por eso en cuanto se marcharon fui corriendo a la habitación donde pasaron la noche. Sobre la mesa estaba un costalillo doblado en cuatro, y las migajas de los panes que desayunaron. En una silla aguardaba el otro costalillo, totalmente repleto. Orando de alma y corazón abrí el costalillo, y mi sorpresa fue la mejor expresión de la esperanza y la fe, pues no estaban los cuerpos inertes de mis amiguitos, sino panes que los cazadores compraron en el poblado de Conococha para dejarnos como agradecimiento por el hospedaje.
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Con las pupilas bañadas por la emoción caminé y caminé lo más rápido que pude hasta la laguna de Conocoha. Gracias a Dios allí estaban todos mis amiguitos plumíferos: "Mañuco", "Cañita", "Uluy", "Ishilín", "Anchita", "Ticucho", "Añico" y "Nicucho", cada quien liderando su cuadrilla de tiernos aguash que nadaban a sus anchas sobre las cristalinas aguas de la laguna.
A las seis de la mañana, al escuchar voces y risas que venían del patio, salí. Los cazadores se estaban despidiendo de mi abuelita, con sus carabinas al hombro. Se iban con las manos vacías. Por eso en cuanto se marcharon fui corriendo a la habitación donde pasaron la noche. Sobre la mesa estaba un costalillo doblado en cuatro, y las migajas de los panes que desayunaron. En una silla aguardaba el otro costalillo, totalmente repleto. Orando de alma y corazón abrí el costalillo, y mi sorpresa fue la mejor expresión de la esperanza y la fe, pues no estaban los cuerpos inertes de mis amiguitos, sino panes que los cazadores compraron en el poblado de Conococha para dejarnos como agradecimiento por el hospedaje.
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Con las pupilas bañadas por la emoción caminé y caminé lo más rápido que pude hasta la laguna de Conocoha. Gracias a Dios allí estaban todos mis amiguitos plumíferos: "Mañuco", "Cañita", "Uluy", "Ishilín", "Anchita", "Ticucho", "Añico" y "Nicucho", cada quien liderando su cuadrilla de tiernos aguash que nadaban a sus anchas sobre las cristalinas aguas de la laguna.
También estaba parada en la orilla la huachua
"Chichica" junto a su novio "Patuco".
Los liclish, ácacas, huaychos y cientos de pajaritos con sus
trinos y vuelos acrobáticos me anunciaron un día bonito.
Mis demás
amiguitos vendrían más tarde desde los deshielos del Tucu
Chira..
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* * *
No sé si los señores erraron
los tiros por impericia. Quizá sus armas eran como la "Carabina de Ambrosio". O iluminados por el Altísimo no dañaron a las indefensas aves al percatarse que su
belleza silvestre llenaba de vida a la laguna; solo sé que los cinco seres humanos
que visitaron la Puna aquel viernes 30 de marzo, fueron LOS CAZADORES MÁS BUENOS DEL MUNDO.
Lima, 15 de junio
de 2001
Fuente:
Novela autobiográfica DEL MISMO TRIGO.
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Un
lugar de ensueño para mí, fue la meseta chiquiana a más de cuatro
mil metros de altitud, hasta que el destino nos separó. Allí está afincada
Tupucancha, bendita Puna que con mantos de neblina acunó mi infancia.
Una década atrás escribí esta breve carta que dejé atada a un cactus en
plena mangada.
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Amada Tupucancha:
No
es fácil firmar misivas bañadas de lágrimas, de amores telúricos que tropiezan,
caen y ruedan imparables. Tampoco escribirlas cuando hincan sentimientos que
invitan a guardar silencio nocturno. Lo poco que escribí para ti, aún duerme en
el pliegue más profundo del recuerdo, mas nunca pude olvidarte querida Tupucancha,
pues tu sollozo surca el éter y resuena en mi corazón como una oración de madrugada.
Como
explicarte la melancolía que me embarga. Noche tras noche soñando
con momentos que no vuelven, desatando segundo a segundo cada palabra
que se anuda al viento en los pajonales. Un querer volver al pasado
esculpiendo gritos de auxilio en los roquedales.
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Tanto
tiempo sin ti amada Tupucancha, irredenta crece la añoranza en la
distancia. Un pedido de misericordia no basta en lontananza, hace falta
verte reflejada en la albura del Tucu Chira para sentirme vivo.
Hoy
quise escribirte una carta preñada de luceros y no puedo, porque algo está marchito en la memoria. Sólo queda un poco de esperanza y otro poco de
fe, y repito como el eco: “te extraño, te extrano... lejos de ti no florece el arcoíris".
Y termino martillando como la lluvia de enero en mis años de tamborillero del viento: “Tupucancha, Tupucancha... trocito de cielo que meció mi infancia..."
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Huaraz, 16 de agosto de 1982
Pampa de Lampas Alto - Chiquián (Ancash)
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IMÁGENES DEL PARAÍSO
PARA USO COMUNITARIO, POR CORTESÍA DE NICO Y DANIELITO
ILUSTRAN: CUENTOS, NOVELAS E HILACHAS CHIQUIANAS, DE NAB
Relato: Los niños más ricos del mundo
Relato: El Abanderado
Hilacha: Añoranza
Relato: El Diablito de Raján
Relato: El hijo del Sol
Relato: El Capitán
Relato: El paisaje de Coquito VV.
Hilacha: Sueños mojados
Relato: Surcando el firmamento
Relato: Lucho, el amigo del pueblo
Relato: Viaje nocturno
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Relato: Unas son de cal..
Hilacha: Aromas de abril
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