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T.U.C.U
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
“Pueden adueñarse de todo,
menos del súmmun genitor
de un niño inquieto”
Aralba.
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
“Pueden adueñarse de todo,
menos del súmmun genitor
de un niño inquieto”
Aralba.
En
el pueblito donde pasé mis primeras vacaciones escolares vivía un niño
de elevada capacidad imaginativa. Le decían Tucu, porque entrada la
noche salía del vecindario, y encaramado en la copa de un quenual
contemplaba el Cosmos. Al día siguiente nos
relataba sobre las constelaciones que había logrado construir con trazos
imaginarios. Imágenes increíbles de un universo mágico,
que a los niños oyentes nos llenaba de gozo.
Recuerdo
que en las cortas vacaciones que pasé en aquel lugar del Ande, Tucu
cabalgaba al galope por las calles polvorientas, espantando gallinas, patos y perros callejeros.
Una mañana dos niñas mortificadas por las correrías de Tucu, le recriminaron así: "Un día de tanto jorobar a nuestros animalitos tu caballito se encabritará y te mandará al infierno".
Esa noche Tucu no durmió nada, pensando en el mal augurio de las niñas
adivinas, y al amanecer regaló su caballito a un forastero que estaba de
paso por
el pueblo. Horas más tarde lo hallé en el patio de su casa. Estaba
desmoronando a punta de barreta un pequeño tapial. Tucu sudaba a
chorros, motivando que le ofrezca apoyo; asistencia que no aceptó,
aduciendo que tenía que escarmentar sin ayuda por sus travesuras.
Luego lampa en mano amasó tierra, agua y paja formando una mole de
arcilla, tal como se fabrican los adobes en la Sierra.
Después, emulando a los constructores del “Caballo de Troya”, moldeó a pulso un pony de gruesas patas, como artilugio para burlar al destino.
* * *
Comentan que un año después de mi visita al pueblito, Tucu se vistió de cóndor con las plumas de un pavo
de Navidad adheridas con engrudo a su ponchito de lana, y se fue caminando
cerro arriba.
En
la cima rocosa, Tucu empinado de cara al abismo posterior extendió sus
brazos como alas y se lanzó al vacío. Los niños que estaban observando
desde la planicie corrieron hasta el punto del lanzamiento, no
encontrando a Tucu por ningún lado.
Horas
más tarde, en la plaza del pueblo, un jornalero dijo haber visto un
cóndor tomando con sus garras algo que boyaba en el
aire, y retomar vuelo hasta perderse en las alturas infinitas donde
moran las estrellas.
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Han pasado 37 años desde que Tucu viajó al Cosmos en las garras de un cóndor, y seguramente vive “en un lugar de la Mancha...", como dice don Miguel de Cervantes en su inmortal QUIJOTE.
West Palm Beach, 19 de octubre de 2002
Fuente:
RELATOS CAMPESINOS, de NAB