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PEDRO BERNARDO ESCOBEDO LUNA
"EL GRAN BELLOTA"
"EL GRAN BELLOTA"
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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'Ya
va amaneciendo...
y siguen trinando las guitarras chiquianas
bajo
la luz de un candil mortecino
que se filtra al corazón
por las grietas
del alma...'
Nalo A.B
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En
las casas solariegas los bardos esperan la noche. Pronto
se llenarán de bríos bajo la luna, fiel celestina que los
sumerge en un puquial de trinos, chinguirito,
voz y sentimiento. Son los reflejos del
espíritu que brotan como agua de manantial. De amor y desamor en el refugio de la
esquina de Alfonso Ugarte y Dos de Mayo. Su
nombre, ¡todos lo recuerdan!... fue el rincón más preciado de la
guitarra chiquiana que cautivó a generaciones enteras... es la cantina
de 'Penco', lugar de la emoción compartida, de la ternura, del
chilcano de pisco con Canada Dry / Ginger Ale, y del canto seductor como no hay dos.
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Cálido entablado, estante y mostrador de eucalipto maduro, donde una teterita en destartalado primus eructa aroma a huamanripa y cáscarita de naranjita 'Huando'. Ahí están los trovadores, encabezados por PEDRO BERNARDO ESCOBEDO LUNA 'Bellota', él viste de negro, pero es el ángel blanco del trino amable y la voz potente. A su costado sonríe
Cañita (Calixto Palacios Carrillo). Sus manos son palomas volando
por los trastes de las guitarra que guardan los secretos del alma
en sus cajas de resonancia. Son voces de un pueblo generoso y puro
como su cielo azul vitral.
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Vivencias
de amor, de melancolía y añoranza; de esperanza y de sueños truncos
que
se pierden en la lejanía. También son la voz sentida del Ande
eterno. Ellos combatieron con su canto en duras batallas contra todo lo
advenedizo para
conservar incólume nuestra identidad, portando como armas de paz:
fusiles de cuerdas con sus cananas en el pecho cual pentagramas
telúricos
de huaynos ancashinos. También interpretaron tangos y música criolla
de todos los tiempos,
sin desmerecer a ninguno, como hombres de jora y trigo que laten en
cada nota musical, a escala continental. Solamente las guitarras
enmudecían cuando una warmi se emplazaba en la cantina, shilpi en mano, al rayar el alba: ¡ANANAU!!!
gritaba abatido el parroquiano al sentir el latigazo, y salía embalado,
derechito al tálamo conyugal, para expiar sus culpas con un mañanero de
absolución.
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De niño
escuché cantar valsecitos salerosos y tocar guitarra a Bellota. Él
solía visitar nuestra casita del barrio chiquiano de Jircán, donde
aún conservamos los instrumentos musicales que tocaron los bardos de
antaño.
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Cada
vez que ascendíamos a la Puna en carnavales, nos acompañaba con los
ecos nostálgicos de su corazón sensible. Bellota tocaba la guitarra
con alma de artesano que ama su obra de fino acabado, cuyos trinos
sonoros se instalaban en nuestros corazones como los tibios rayos del
sol tupucanchino. Desde ese entonces se convirtió en uno de mis amigos más queridos.
Pampa de Lampas y el glaciar Tucu Chira
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La meseta chiquiana que escuchó su canto y prolongó su eco
hasta el graciar Tucu Chira, con el viento a su favor, protege en las entrañas de los farallones rocosos la secreta armonía
entre la Pampa de Lampas y el trovador. Es que en la
Puna hay una frescura que arrulla el corazón, aún estando atravesado por
una hualanca entre ventrículo y ventrículo.
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Recuerdo
que Bellota tomaba la guitarra y lo llevaba a su pecho con ternura infinita. Uno
tenía que cerrar los ojos para ver desfilar los parajes altoandinos
por los párpados, y sentir las gotas de aguacero jugando con las
acrobáticas notas del viento en los pajonales.
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Verlo
tocar y escucharlo cantar con aroma a "ruda de la buena vibra", en la tienda de nuestro recordado paisano León
Arcadio Rivera (Esquina de Leoncio Prado y Dos de Mayo), a la diestra
del maestro aijino Jacinto Palacios Zaragoza y de los hermanos Shacui y
Puco (José y Apolinario Montoro Ramírez), era penetrar en un mundo
mágico donde las resonantes cuerdas y las fuertes voces trataban de
alcanzar la cúspide del impoluto Yerupajá, como si salieran corriendo
emociones, no solamente desde las cuerdas bucales, sino también de
las guitarras con armonía suprema.
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BERNARDO ESCOBEDO
es el registro vivo del trovador por naturaleza. Hace un tiempo
charlando con mi papá evocaba, que cuando Bellota se
ponía sentimental, sus amigos no sabían si era la guitarra o él, el que
sollozaba, o ambos a la vez, como aquel saucecito que llora savia en
el silencio de la noche, porque el río acaricia su tronco sin detener su
curso más de un segundo. Es decir, las cuerdas gemían tensas en vez de trinar. Es que
Bellota bebió desde chiuchi en las vibrantes fuentes de la guitarra chiquiana, y
luego absorbió en Lima la inagotable inspiración de los grandes del criollismo, rasgando la segunda a la medianoche y
punteando la prima al despuntar la aurora.
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Hace
dos décadas me comentó don Pedro Loarte Cano, en el cahuidista
barrio oropuquino, que el singular talento y la inspiración de
Bellota creció rápido, gracias a la curiosidad de escuchar y aprender
de los viejos trovadores de hana barrio. La improvisación era su
característica. Estrofas desconocidas para los oyentes brotaban cual
interminables cascadas de sus labios. A su manera sabía barajar
las cartas de la vida y salir airoso con versos nuevos que invitaban a
recordar un acontecimiento. Los aplausos no se dejaban esperar,
junto al grito de entusiasmo ¡OTRO CHINGUIRITO POR FAVOR!
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Cada
vez que visito Chiquián, me acerco al rincón de la sala donde
Bellota deleitaba a la familia con su arte, y vienen a mi memoria
gratos recuerdos de sus pícaras inspiraciones como:
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'Mi amor,
te espero a las siete
donde termina el pueblo
y comienza Cochapata,
en cuyas faldas te amaré
bajo la Luna.
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Ven palomita
con tu blusita a punto de reventar,
que el potrero nos espera
perfumado de alfalfita...'
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Sana galantería provinciana, símbolo del canto travieso que no tiene parangón, en el tiempo ni en el espacio.
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El
4 de diciembre de 1922 el Gran Bellota vio la luz primera en
Chiquián, y aún cuando su corazón dejó de latir en el Callejón de
Huaylas, en el sismo del 31 de mayo de 1970, con sólo 48 añitos de
edad, su arte sobrevivirá a todos los temblores y huaycos, porque fue
joven de espíritu y de ánimo, en su fervor y en ese acento chiquiano
donde palpita la emoción de pueblo.
Huaraz, 4 de diciembre de 1994
Fuente:
Un trocito del libro "DEL MISMO TRIGO"
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