viernes, 16 de diciembre de 2016

TUCU - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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T.U.C.U

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

“Pueden adueñarse de todo,
menos del súmmun genitor
de un niño inquieto”

Aralba.

En el pueblito donde pasé mis primeras vacaciones escolares vivía un niño de elevada capacidad imaginativa. Le decían Tucu, porque entrada la noche salía del vecindario, y encaramado en la copa de un quenual contemplaba el Cosmos. Al día siguiente nos relataba sobre las constelaciones que había logrado construir con trazos imaginarios. Imágenes increíbles de un universo mágico, que a los niños oyentes nos llenaba de gozo.
 
Recuerdo que en las cortas vacaciones que pasé en aquel lugar del Ande, Tucu cabalgaba al galope por las calles polvorientas, espantando gallinas, patos y perros callejeros. 
 
Una mañana dos niñas mortificadas por las correrías de Tucu, le recriminaron así: "Un día de tanto jorobar a nuestros animalitos tu caballito se encabritará y te mandará al infierno". Esa noche Tucu no durmió nada, pensando en el mal augurio de las niñas adivinas, y al amanecer regaló su caballito a un forastero que estaba de paso por el pueblo. Horas más tarde lo hallé en el patio de su casa. Estaba desmoronando a punta de barreta un pequeño tapial. Tucu sudaba a chorros, motivando que le ofrezca apoyo; asistencia que no aceptó, aduciendo que tenía que escarmentar sin ayuda por sus travesuras. Luego lampa en mano amasó tierra, agua y paja formando una mole de arcilla, tal como se fabrican los adobes en la Sierra. Después, emulando a los constructores del “Caballo de Troya”, moldeó a pulso un pony de gruesas patas, como artilugio para burlar al destino. 
 

Culminada la "obra maestra" le pregunté sobre las razones de su hazaña artística. Tucu me dijo: "Dentro de una semana el caballito estará firme como una roca, listo para montarlo sin temor que me mande al infierno”.
 
* * *
 
Comentan que un año después de mi visita al pueblito, Tucu se vistió de cóndor con las plumas de un pavo de Navidad adheridas con engrudo a su ponchito de lana, y se fue caminando cerro arriba.
 
En la cima rocosa,  Tucu empinado de cara al abismo posterior extendió sus brazos como alas y se lanzó al vacío. Los niños que estaban observando desde la planicie corrieron hasta el punto del lanzamiento, no encontrando a Tucu por ningún lado.
 
Horas más tarde, en la plaza del pueblo, un jornalero dijo haber visto un cóndor tomando con sus garras algo que boyaba en el aire, y retomar vuelo hasta perderse en las alturas infinitas donde moran las estrellas.
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Han pasado 37 años desde que Tucu viajó al Cosmos en las garras de un cóndor, y seguramente vive “en un lugar de la Mancha...", como dice don Miguel de Cervantes en su inmortal QUIJOTE.

West Palm Beach, 19 de octubre de 2002

Fuente:

RELATOS CAMPESINOS, de NAB