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EL MEJOR REGALO DE NAVIDAD:
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LOS HIJOS
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Por Juan José Alva Valverde (Pepe)
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Anteayer,
23 de diciembre, mi esposa y mis hijos viajaron a Chiquián. Como salí
sorteado, me quedé al tanto de la casa. Ayer, cuando me disponía a
pasar la Noche Buena con un cafecito y una película sobre el nacimiento
de Jesús, tocó el timbre mi compadre Willy, quien vive a media cuadra.
Insistió en su invitación y nos fuimos a su vivienda para compartir
la cena navideña.
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Pronto
llegó la hora de repartir los regalos que estaban al pie del arbolito
de Navidad. Willy tomó el primer regalo y lo entregó a su esposa con
un tierno abrazo. Continuó con sus 4 hijos, y luego se dirigió a mí:
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- Compadrito,
mi comadre dejó este regalo para usted, recomendándome decirle que a su
regreso le tomará la lección -gesto que agradecí emocionado.
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El segundo de sus hijos, advirtiendo que no quedaban más regalos, le preguntó a mi compadre Willy:
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- Pá ¿y tu regalo? -Willy, dio esta respuesta:
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Mi regalo, al igual que el su mamita, son ustedes queridos hijos.
Recuerdo el 8 de enero de 1985, cuando llegamos a este querido
asentamiento humano "Cruz de Motupe", era tierra árida, hostil, casi
desierta, sin agua ni luz, los carros transitaban a medio kilómetro de
acá, hasta el mediodía solamente. Como no encontramos otro lugar, pese
a los inconvenientes, nos quedamos sorteando la precariedad de
nuestra vivienda, pero haciéndola más confortable cada día; inclusive
simulamos las cercas de los ranchos que veíamos en la serie El Gran
Chaparral, en la TV a batería. Hoy queridos hijos, Dios nos ha
bendecido, construimos la casa, que está grande, tenemos una deuda con
el Banco de Materiales por el último piso, deuda que honramos
mensualmente; contamos con todos los servicios; además cable, Internet
y el transporte pasa por nuestra calle. Es cierto, mi oficio de
mecánico
no genera grandes ingresos, mas tratamos con su mamita de que no
falte un pan en la mañana y una sopa caliente al mediodía y en la
noche. Ustedes queridos hijos son nuestro mejor regalo; cada uno con
sus virtudes y defectos, son nuestro mayor tesoro y el motivo de
nuestro existir, al margen de las preocupaciones que nos ocasionan
cuando llegan tarde, preocupaciones fundadas, porque lamentablemente
vivimos en una ciudad donde la delincuencia crece sin freno. Abran sus
regalos, se que les va a gustar, son cosas necesarias y prácticas;
nosotros los padres somos felices cuando nuestros hijos son felices y
nos regocijamos más, dándole a nuestros hijos, que recibiendo de
ellos. A mí la Navidad me produce sentimientos encontrados; recuerdo
con alegría cuando a partir de los 10 años vendía juguetes con mi
primo Raúl, en el stand que mi tía Ceferina tenía en una feria de la
Av. Grau. El pago consistía en una taza de té y dos panes con
jamonada, más que un lonche era un manjar. En aquel entonces no pasaba
la Noche Buena con mis padres y hermanos, pues radicaban en Sullana;
por esta razón es que trato de que permanezcamos juntos, como hasta
ahora; soy consciente de que tarde o temprano cada uno alzará vuelo
en busca de su destino; cada uno tratará de realizarse de acuerdo a sus
posibilidades y aspiraciones; cada
uno construirá su nido para albergar a sus pichones, y luchará por
ellos a brazo partido; y así debe ser, nuestro objetivo principal en
esta vida es ser felices y hacer felices a nuestro entorno; y la
felicidad está en las cosas simples, sencillas, la felicidad está en
realizar lo que a uno le gusta, lo que a nos hace sentir bien; siempre
he pensado que por encima de las leyes sociales con las que debemos
conducirnos, están las Leyes Divinas; aquellas que aprendemos desde la
cuna, las que día a día nos han impartido nuestros amados padres y
venerados maestros, y nosotros hacemos lo mismo con nuestros hijos y
así sucesivamente; aquellas que el corazón y la mente te dicen cuando
actúas mal, o dañas a alguien. Hijos, es cierto que la vida es una
lucha constante, pero no se puede avanzar como sea, o a costa de lo que
sea,. Debemos tener siempre presente el dicho: "lo que fácil viene,
fácil se va". El mejor premio es la paz espiritual y la tranquilidad de
conciencia. Elevemos una plegaria
de agradecimiento a nuestro Bendito Dios, y pidámosle que nos mantenga
unidos, con buena salud y con las ganas de vivir en plenitud,
disfrutando de todo lo que nos rodea.
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Después
de agradecer a mis compadres e hijos, por haberme permitido compartir
una Noche Buena, muy buena, y de los abrazos de despedida, enrumbé
hacia mi dulce morada, hojeando ávidamente “EL SUEÑO DEL CELTA”, obra
de nuestro Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa; es decir,
mi regalo navideño.
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