Por Juan José Alva Valverde (Pepe)
Al llegar a Chiquián querido hay sentimientos de alegría y tristeza; cuando el ómnibus inicia el descenso desde Huaca Corral, el corazón, la mente, los ojos, es decir todo tu ser, anhela visualizarlo; en la hondonada de valles y campiñas, buscas casi con desesperación el poblado de tus ansias; por fin cuando desde Caranca Ceja contemplas el terruño añorado en todo su esplendor, una mezcla de alegría, emoción y tristeza invaden tu alma. Al descender del vehículo en la plaza de armas, los rostros que aparecen en tu mente de los seres queridos que ya no están, de aquellos que partieron a la eternidad, a la inmortalidad, te hincan cual espina el corazón; un suspiro profundo, y el frío besándote la cara te devuelven la alegría de estar pisando el suelo del pueblo más querido por ti; es cierto entonces, los lugares son queridos u odiados, por las vivencias que desarrollaste en ellos; en mi caso, mi infancia feliz al lado de mi querido viejo; mi escuela 378 con mis entrañables compañeros de aula y mis dignos maestros; mis incansables correrías por las campiñas de Parientana, Umpay, Racrán, Rumichaca, Cochapata, Huaytajapana, Cruz de Olvido, Chivis, Tranca, Chinchupuquio, Usgor; en la adolescencia el colegio Coronel Bolognesi; la primaveral enamorada, de rostro lozano, de cabellos largos, de mirada pura y de sonrisa al viento; los amigos fieles y sinceros con quienes compartimos mil y una aventuras; las tardes de fútbol en Jircán, unas de cal y otras de arena, allí donde contemplé la mejor época del Fútbol Chiquiano con sus mejores exponentes: desde don Pablo Vásquez, Gudberto Ibarra, Anatolio Calderón, Hualu, el profesor Rojas- arquero del Cahuide; Choclón César Ortiz, Macollado Pablo Vásquez Veramendi, Teobaldo Luna; los normalistas: Chito, Chimpa, Saco, Leandro; el profesor Cordero de Huasta; Conde; Ricardo Palacios, Emir Sánchez; y mis generacionales, Coco Saldivar, Acucho Zúñiga, Cañita Palacios; el 30 de Agosto en compañía de mi hermano Vladimiro Reyes y del amigo Panchito Calderón, acudimos al estadio Bracale, antes lo llamábamos Pesebre, recinto frío e indiferente como el fútbol que hoy se practica en Chiquián; cual paradoja espectamos la final del campeonato, entre los equipos de Cuspón y Reacción Aquia. ¿Por qué los equipos chiquianos brillan por su ausencia? ¿De quiénes depende para que el fútbol chiquiano vuelva a ser motivo de orgullo?
Hoy como ayer, sus callecitas te abren sus brazos, te acogen como al peregrino que ávido retorna a llenarse del néctar pueblerino, los recorremos entonces, y los aromas de siempre, de los fogones ardiendo, de los hornos cociendo el pan bendito de cada día; y el perfume del Cedrón, la Escorzonera y otros, escalan las paredes que celosamente resguardan los jardines caseros.
sentir tu regazo cálido, amoroso, como cuando niño,
sentir tu calor primaveral, tus vientos de eucaliptos aromados,
y llenar mis pupilas de tus bellas campiñas, y de tu cielo dibujado.
Chiquián, cuando el tiempo pasa, más te extraño,
será tal vez que por la edad nos va ganado el sentimiento,
o será la añoranza de recordar lo mas bello vivido,
siempre estás conmigo en mis mejores pensamientos.
Ansío caminar tus empedradas calles de barrio arriba,
beber sorbos de agua pura y cristalina del Oro Puquio,
sentir el olor a cedrón al pasar por la casa de Erick Morán,
y oír en el viento la guitarra de don Pedro loarte y de mi amigo Oshva Pardo.
Llegar al Tulpajapana fiel y mudo celestino,
testigo y sabedor de mis apasionadas vivencias,
campiña de eucaliptos altos y frondosos,
que se alegraban al mirar mis iniciales romances.
Mojarme en las tibias aguas del escondido Usgor,
Edén silvestre, rinconcito adecuado que invita al romance, y
contemplar desde allí la acuarela de Aynin y todo su valle,
Obraje, aquel que tuvo su esplendor en tiempos idos.
Rezarle al Señor de Cayac, bendito y milagroso,
sentir paz en el corazón al estar en su capilla;
rogarle por los hijos, por los padres y por el amor,
por uno mismo por la buena salud, y el trabajo.
Antes que todo, hincarme ante mi Santa
Rosita de Lima, virgencita milagrosa,
mirarle a los ojos y entregarle mi alma,
suplicarle su bendición, su guía y su protección.
JJAV
Otra vez frente a ti;
como cuando niño;
como te recuerdo siempre.
Déjame beber tus aguas,
quiero saborear tu pureza;
que mi alma sienta tu alma,
y en mi ser sigas impregnada.
Volveré cada año mientras pueda,
a recargar en ti mis añoranzas;
cuando en el ocaso mis cansadas andanzas,
busquen lugar para el descanso eterno.
Rogaré a Dios que sea aquí;
bajo el Espejito del cielo,
mi Chiquián querido.
JJAV
Plaza de Armas de Chiquián