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INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA, INLEC DEL PERÚ,
Y CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
8 DE SEPTIEMBRE
DÍA DE LA ALFABETIZACIÓN
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
CAMINO A LA ESCUELA
Por Danilo Sánchez Lihón
1. Aprender a  leer
 –  ¿Y por qué tengo que ir yo a la escuela? –Dice  Manuel con las  mandíbulas apretadas y bajando las lajas del camino a pasos  bruscos.
 Estaba enojado.
 Pero  su padre sabía o no se sentía capaz de  explicarle exactamente por qué  razón había decidido hacer el tremendo esfuerzo  de matricularlo este  año para seguir estudios en la escuela del caserío, a él a  quien tanto  necesitaba en casa.
 –  Aprenderás a leer y ya no tendremos la vergüenza  de mirar las cartas y  los avisos sin saber lo que dicen. O tener que caminar  hasta la casa  de la maestra y estarla molestando para que nos lea cualquier   indicación.
 – ¡A mí nadie me va a escribir!
 – Aprenderás a contar. Ya no con los dedos o  juntando piedras, habas, maíces o alverjas, sino con los números en los  papeles.
2. La pena de  ver postrada a su vicuña
El niño ya no respondió.
 Pensaba para sus adentros: ¡Tantos años que vivimos  y lo hemos pasado bien sin conocer letras ni números en los papeles!  
 ¡Eso lo necesitarán los que viven en las ciudades,  pero nosotros siempre viviremos en el campo!
 Pero a Manuel le pesaba el bulto que cargaba entre  sus brazos.
 Era  su vicuña, con la que prácticamente había nacido  y se había criado. Y  que, de un momento a otro, estuvo tirada en el suelo de la  entrada de  su casa, temblando como si le hubiera dado la terciana.
 El  padre sabía que más que el fastidio de ir ese día  a la escuela, lo que  verdaderamente acongojaba a su hijo era la pena de ver  postrada así a  su querida vicuña.
– Aprenderás a saber qué le pasa a tu vicuña.
3. Contigo serán buenos y  amables 
– ¿Y dónde va a estar escrito qué le pasa a mi  vicuña?
 –  ¡En los libros! Allí está todo escrito! También:  cómo hacer una casa,  cómo hacer los nidos a los pollos, cómo curar las heridas a  las vacas.
 – ¡Todo esto qué dices ya sé cómo se hace!  –Respondía de cuando en cuando.
 – Aprenderás a leer la partida que hay en el  registro.
 Pero al padre le pareció que su hijo ya no escuchaba  nada de lo último que estaba diciendo.
 La vicuña que iba en sus brazos, hacía un buen rato  que había cerrado sus ojos y ya no los abría.
 Manuel tenía el corazón oprimido de  angustia.
–  Aprenderás a no tener miedo cuando viajes. Sabrás  hablar sin ocultar  tu cara de vergüenza. Contigo serán buenos y amables cuantos  te traten.
4. Pareció adivinar lo que tenía
Desde  que dijo esto hasta cuando llegaron al pueblo  no volvieron a cruzar  palabra, cada uno abstraído en sus propios  pensamientos.
 – Primero vamos a la Posta Veterinaria. Ojalá puedan  salvar a la Rosacha, tu mascota. –Dijo el padre.
 – Ya ni se mueve, –dijo el niño con la voz  quebrada.
 Y allá fueron.
 Los  recibió un hombre atento que al ver al animalito  tendido sobre una  mesa, pareció adivinar lo que tenía, pese a que aún ni lo  había  examinado.
 Siempre  en silencio, trajo unos aparatos con los  cuales miró los dos ojos del  animal, abriéndolos con sus dedos. Luego miró el  interior de su boca,  abriéndola con una paleta que luego tiró al  basurero.
 Le tomó la temperatura y el pulso. Y luego,  extrayendo una jeringa le aplicó una inyección.
 – Vienes en la tarde, a ver cómo anda tu consentida.  –Le dijo el médico cariñosamente.
 5. Ahora corre por el sendero
El  niño en la tarde encontró que su vicuña ya tenía  la cabeza levantada.  En sus ojos brillantes vio la alegría que ella sentía de  volverlo a ver  y le movió las orejas.
Manuel la abrazó tiernamente, juntando su cara con  la cara tibia del animalito.
 – Ya puedes llevarla –le dijo el médico–. En unas  horas ya estará corriendo tanto por el campo, que no podrás  alcanzarla.
 – ¡Gracias, doctor! ¡Muchas gracias! –Dijo el  padre.
 –  Y, ¿dónde señor aprendió a curar y revivirlas  después de estar casi  muertas?, –le preguntó lleno de admiración el niño al  hombre vestido de  blanco.
 – Ah. ¡En la escuela, primero aprendiendo a leer y  después estudiando en los libros! –le contestó el doctor.
 Por  eso, ahora Manuel cada mañana corre por el  sendero de lajas camino a  la escuela. Y regresa a su casa cantando y celebrando  todo lo que ese  día ha aprendido.
6. Sobre el verde de los campos
Ya está en el colegio secundario y hoy le tocó hacer  el camino de regreso junto a su primo Iván y a su prima Carmiucha. 
 Ya  al atardecer, de pie en lo más alto de la colina,  antes de echarse a  correr para llegar a sus casas esparcidas en el valle, con el  humo azul  saliendo de entre las tejas rojas, se preguntan:
 – Tú, Manuel, ¿que vas a estudiar al terminar el  colegio?
 –  Veterinaria, desde niño lo he pensado. Quiero  poblar estos campos,  ahora vacíos, de vicuñas, alpacas, guanacos. ¡De majadas de  vacas,  ovejas y llamas que se extiendan por la pradera! Quiero hacerles sus   rediles, sus estanques, sus bañaderos. Y yo enseñaré a la gente de cómo   cuidarlos.
 – ¡Sí!
 –  Todo lucirá blanco o marrón por el vellón de los  rebaños sobre el  verde de los campos. Y entonces nuestra gente será feliz:  niños, madres  y padres. Y serán prósperos y habrá paz.
7. ¡Temprano! Ahí nos encontramos
– Y tú, ¿qué serás?
 –  Yo estudiaré ingeniería eléctrica. Pondré luz a  todos estos pueblos,  caseríos y anexos, donde viven personas que tienen sus  casas y ahora se  sientan oprimidos por la oscuridad. Quiero que aquí todo por  las  noches esté iluminado. Que aquellos pueblos de enfrente y estas casas  tengan  medios de comunicación. Que en el invierno haya abrigo y  claridad.
 – ¿Lindo, no? 
 No  habrá casa de esta comarca en donde no se  encienda la luz eléctrica.  Así, todos podrán estudiar. Las calles lucirán  animadas porque hay  tiendas, farmacias y restaurantes. Y todos viviremos felices  poblando  las llanuras, las quebradas, las faldas de los cerros, sin tener que   emigrar ni dejar jamás nuestros pueblos.
 – Y ahora tú, Carmiucha, ¿qué serás?
 – ¡Sí, dinos Carmiucha!, ¿qué serás? La niña  inteligente, con notas de excelencia, la mejor del colegio, ¿qué  será?
 – ¡Sí, la niña maravilla! Seguro será médico,  abogado, economista, empresaria. ¡Dinos!, ¿qué serás tú?
8. Alegría sana
 Yo seré maestra de escuela.
 – ¿Qué? ¿Una pobrecita? 
 –  ¡Sí, maestra! Porque: ¿de qué vale tanta riqueza  de ganado, de  granjas, de agricultura, de producción minera, pesquera,  artesanal, si  no hay valores, principios ni virtudes? ¿De qué vale tanta  electricidad  si no orientamos nuestra vida por el bien, la verdad, la belleza?  ¿De  qué vale tanto dinero sino somos solidarios, fraternos, personas que se   conduelen de los demás? ¡No valdría de nada! ¿De qué vale si no  cultivamos lo  que es ser verdaderos seres humanos? ¿Sin maestros que  enseñen a los niños a  adoptar la lectura como una práctica permanente  para sus vidas? ¿De qué vale  todo si no hay identificación con nuestro  pueblo? Por eso, yo seré maestra para  integrar la escuela a la  comunidad y la comunidad a la escuela, enseñando a los  niños a  arborizar los campos, a limpiar los caminos, a reconocer lo que somos y   valemos y eso atraerá el turismo. Que nuestras fiestas sean de alegría   sana.
9. La verdadera utopía
– Que  todo sea límpido y sincero. Que nuestra  música, las danza, lo que  cocinan nuestras madres se aprecie. Que nuestro pueblo  sea limpio y  bello. Que tengamos servicios higiénicos dignos y sepamos usarlos.  Que  se aprecien sus tejados, sus balcones, sus piedras. Ser laboriosos,  honrados  y verdaderos. Pasaré diciendo:
– José: ¡pintemos nuestras casas, pongamos lindos  nuestros balcones, nuestras puertas!
 – María: pongamos maceteros en las ventanas.  ¡Limpiemos las acequias y albañales.
 – ¡Carmiucha tiene razón!
 – ¡Bravo, Carmiucha!
 – ¡Cuando dea mayor yo quiero matricularme en tu  escuela!
 – Para eso tendrías que volver a ser niño. O ¿tú que  dices Carmiucha?
 – Que de eso se trata. Volver a ser niños. Esa es la  idea. Ese es el verdadero ideal y la verdadera utopía.
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