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NAVIDAD EN TUPUCANCHA
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Diciembre, mes de campos perfumados de lluvia y orqo waraqo en la Puna. Mes de 31 noches azules contando estrellitas bajo el cielo tupucanchino.
Qué fácil era aprender a sumar y a multiplicar así en mis cortos
años, mientras mi abuelita Catita nos narraba cuentos de Navidad, que el
viento traía a su memoria como vellones blancos.
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Recuerdo que uno a uno desgranaba los relatos de la mazorca popular en las noches henchidas de ichu y cosmos.
Después
me quedaba contemplando la pampa que empezaba a vestirse de
escarcha y luna, sin más abrigo que un poncho, una quena de carrizo y
mi tierna piel curtida por la helada.
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Cuántas constelaciones agrupadas en galaxias unía con la mirada en la Vía Láctea; cuántos furtivos luceros y veloces meteoritos atrapaba la red de mi pensamiento peregrino.
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Cuánta
paz galopaba silente en la grupa de la neblina; cuántos misterios encantados reflejaban los
farallones rocosos de Shajsha Machay con el resplandor del filudo Tucu
Chira.
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Cuánta agua cristalina le daba la pródiga laguna de Conococha al feraz Callejón de Huaylas, que todos admiran y aman.
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Cuántas sonrisas dibujaba en mi rostro antes de quedarme dormido; cuántos sueños con alas de fantasía volaban el Océano Cósmico en cada despertar.
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Cuántas sonrisas dibujaba en mi rostro antes de quedarme dormido; cuántos sueños con alas de fantasía volaban el Océano Cósmico en cada despertar.
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Cuántos juguetes de arcilla forjé junto al puquial con las manos entumecidas de frío, que me llevaron a mundos imaginarios.
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Cuántos recuerdos como aves temporarias todavía vendrán en mi lento andar...
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Laguna de Conococha, DIC 1994
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Fuente:
Un trocito "DEL MISMO TRIGO"
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