EL CUENTO DE LOS ESTUDIOS MAÑANEROS
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
.
"Juguemos en el bosque...
¿Lobo qué estás haciendo?
¿Lobo qué estás haciendo?
Me estoy comiendo a tu abuelita,
está rica y apretadita.
Contesta Mañuco"
"Abuelita,
¿Por qué tus dientes son tan grandes?
Pregunta una curiosa caperucita
¡Son para comerte mejor!.
Contesta Patuco"
.
SHAY YOCYOCO:
Comparto contigo una de las primeras cartas que recibí de una joven abuelita, cuando el mundo empezó a estrecharse gracias al correo electrónico.
Nalo
Lima, 9 de julio de 1,999
Hola
Tinyaco:
Muchas gracias por tu cuento 'La rosca bañada'. Llegó a mi
bandeja de entrada, cuando recordaba la vez que me robaron la inocencia. Para ser
exacta fue la madrugada del jueves 13 de julio de 1,961. En aquel entonces eras un chiuchi travieso
que me daba un puñado de cancha por un beso volado ¿recuerdas?.
.
.
Te comento "que mi primera vez" no fue lo que esperaba de una relación íntima. Hasta ese día gris solamente había saboreado las delicias del amor: leyendo las novelas de Corín Tellado, y escuchando la canción "Poema" de los hermanos Arriagada en mi viejo 'Telefunken'. Nada más.
.
No pretendía un lecho de rosas, tampoco aspiraba a tocar las estrellas. Doler, lo que se dice ¡doler! ¡me dolió!, aunque no fue insoportable como algunas compañeras del colegio comentaban. Con ellas charlaba de estos menesteres a la hora del recreo. Algunas ni siquiera sabían cómo se hacía el amor, menos que los hijos eran producto de una relación carnal, y cuando se enteraban ponían caras de asombro.
Ahora mis nietos ya saben cómo, cuándo, dónde, por
qué, para qué y de qué forma se hace el amor, incluso el menor de ellos,
Teobaldo Nicanor, de 7 añitos, es todo un experto en chicas de la farándula, según se vanagloria por teléfono
con sus amiguitos del Nido "La caperucita rota".
Acababa de cumplir los 15 años y había quedado
con mi chico para vernos a las 5 de la madrugada en la puerta de
la Pre
Vocacional de Varones para estudiar Anatomía, asignatura en la que tenía bajas notas semestrales. Él,
como sobrino del traumatólogo
Muchqui Valerío, era diestro en temas relacionados con el cuerpo humano,
y pensé que estudiar en su compañía auguraba un buen examen final.
.
.
Llegamos puntuales a la cita e ingresamos a la escuela trepando la verja sin hacer ruido para no despertar a Martín el campanero. Una vez adentro me llevó a ver la piscina que estaban construyendo. Finalmente nos paramos junto a un chueco muro a punto de desmoronarse.
.
Llegamos puntuales a la cita e ingresamos a la escuela trepando la verja sin hacer ruido para no despertar a Martín el campanero. Una vez adentro me llevó a ver la piscina que estaban construyendo. Finalmente nos paramos junto a un chueco muro a punto de desmoronarse.
Aun reinaba la oscuridad cuando deslizó su diestra mano bajo la enagua de bayeta, erizando los poros de mi piel.
Lástima que la cosa no estaba saliendo como lo había
soñado, pues él, por su talla de gerullán (1.75) estaba encogido y yo, empinada con mi talla pony (1.50).
Tú sabes, amor de estudiante, de pie, como todo miliciano novato en estas lides… me levantó
de las caderas ¡yyy!, ya te imaginas el resto, tuve que ahogar el grito desgarrador mordiendo mi block.
Para mi sorpresa lo único que atinó a decir, fue:
-
Perdóname mi vida, no sabía que eras virgen.
Ahí quedó todo... no continuamos la tarea, y cada uno se fue a
su casa, sin estudiar ni siquiera una línea del cuaderno, meditando en
el
futuro del sietemesino, porque lo hicimos sin pucash.
Ese día lo pasé mal en el aula durante el examen. Sentía las
miradas inquisidoras de mis compañeras sobre mi rostro que se puso color tomate, resultando jalada con 05.
Pasaron los días, y como el susodicho era tembleque de pantorrillas, me alejé y empecé a
vivir un nuevo romance, pero esta vez como una verdadera Julieta, pues conocí a un Romeo de buenas canillas, y cada fin
de semana fue un jolgorio en Tulpajapana, hasta que se fue a estudiar para cura en el barrio Los Pinos, de Huaraz.
Cómo añoro aquellas faenas domingueras ocultos en la alfalfita tierna con un poco de
shulay todavía, mientras en Jircán los cahuidistas y tarapaqueños
se daban de alma al son de la banda y las hurras en las tribunas repletitas de paisanos. Recuerdo que
en cada grito de gol, mi Romeo volvía a la carga con más ímpetu, lo que me ponía
súper eléctrica.
Algunas
incautas dicen que la primera vez tiene que ser de cuento europeo. Yo no creo en los
cuentos de hadas donde las princesas despiertan con el beso del príncipe que
antes era ultu. Creo en las mujeres de leyenda, aquellas que aman sin esperar al
príncipe azul y van hacia un compañero sencillo para amarlo sin condiciones...
Tú qué dices, ¿vale o no vale la pena ir al encuentro del ser amado?...
Bueno shay Tinyaco, es todo por hoy, me voy a alistar mis
maletas, pues viajo a Trujillo a visitar a mi hijo Simón Teodomiro. A mi retorno
te cuento sobre las aventuras de una Caperucita de Mishay con un lobito feroz de
Umpay, en las faldas de Cochapata.
.
.
PD:
Puedes
compartir mis experiencias, si quieres, pero borra mi nombre. Me
olvidaba decirte
que hace un mes, camino a mi pueblo, estuve en Chiquián y la pasé divino
con una antigua compañera de estudios de la Escuela Normal Mixta,
recordando nuestras acrobacias en los
sembríos de Quihuillán y los potreros de Huarampatay.
.Ayhualá...
. .