Danilo Sánchez Lihón
1. Lejos,
y hacia lo alto
– Niños... ¡Atención!
El director de la escuela repasa la formación en el
patio aromado de malvas y retamas y alumbrado por el sol cabritilla que bruñe
las tejas, los pilares y hasta las piedras del borde de los corredores y de las
escalinatas para subir a los salones.
Miro los jardines. La primavera ha brotado en todos
los maceteros y el eucalipto ha roto, en su pujanza de crecer, los carrizos del
techo.
– ¡Niños! –Le oímos disertar al maestro–. En la vida
hay que templar el espíritu como se tiempla el acero. O como se tiempla el arpa
para entonar una melodía...
El sol en las tejas deja unas sombras nítidas y los
cerros cercanos están sembrados de habas, alverjas y quinua que ya revienta en
flor.
Más lejos, y hacia lo alto, refulgen las nieves del
Jircamayo.
Pasamos a los salones. Ingresa el profesor.
2. Vayamos
a buscarla
– Buenos días, niños.
– Muy buenos días profesor.
Miro el horario: Dejo abierto mi cuaderno que huele a
árbol, a bosque y a valle profundo, sobre el pupitre.
El profesor, con el cabello mojado y el terno liso y
parejo, nos mira complacido y se pasea por el corredor que dejan las carpetas.
– El tema de hoy niños es la flor, –nos dice–. Ella representa
la plenitud de la vida y es anterior al fruto. Hay muchas flores en nuestro
país: rosas, orquídeas, crisantemos. Pero la flor nacional es La Cantuta, que
principalmente es de color rojo y tiene forma de campanilla...
– Profesor, ¿Y la Flor de Escarcha?
– ¿La Flor de Escarcha? Es una creencia que está en el
alma de la gente, pero ningún libro nos habla de ella.
– Sé dónde buscarla profesor–. Me atrevo a decir.
– ¿Dónde?–. Interroga con sorpresa.
– En la cumbre del Jircamayo.
3. ¡Que
viva!
Se acerca a la ventana y mira a lo lejos.
– ¡Ascendamos al Jircamayo, profesor! –Propone
alguien.
– ¡Si, vayamos! –Replican varios.
– Vamos, vamos profesor. –Aducen algunos más.
– El año pasado, no salimos de excursión. Esta vez
subamos al Jircamayo. –Ruega Porturas.
– E! 24 es feriado y además es el aniversario de la
escuela. Ese día podemos ir. –Alega Villena.
– ¡Sí, vamos profesor! –Insisten ahora, con voz
pareja, alegre e ilusionada.
– Si todos lo quieren y lo deciden, entonces iremos.
–Concluye.
– ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Que viva!
– ¡Por nuestro colegio: chim pum!
– ¡Ra! ¡Ra! ¡Ra!
4. Salimos corriendo
al camino
Y tú, Ricardo, ¿cómo sabes que la Flor de Escarcha
está en la cumbre del Jircamayo? –Me pregunta Mañuco cuando estamos sentados en
la esquina, cerca de mi casa.
– Ah, eso me contó Don Eusebio.
– ¿El loco? ¿Tú hablas con el loco?
– Don Eusebio es un hombre sabio. Ve lo que nosotros
no vemos y por eso lo creen loco. –Le replico.
– ¡Le diré a tus papas!
– ¡Déjate de tonterías! Mis papas saben que yo converso
con él.
– ¡Juan!, ¡Antuco! ¿Saben que Ricardo es amigo del
loco?
– No es un loco. Es un maestro en quien se deposita la
sabiduría de nuestros antepasados.
– ¿Eso crees?
– ¡Sí! Sí quieren vamos a verlo. –Digo.
Y salimos corriendo al camino. Cruzamos por el bosque.
Llegamos al río.
5. Es
la nívea
– ¡Don Eusebio! ¡Don Eusebio!
Llamamos desde el puente que lleva al molino abandonado
donde él vive.
Después de un momento aparece en la cerca que rodea su
casa.
– Don Eusebio –le digo acercándome–. Hemos venido a
saber acerca de la Flor de Escarcha.
Viniendo hasta nosotros y haciéndonos sentar en unos
troncos que están sobre la yerba nos dice:
– Es la flor más excelsa. Es la original. Es la nívea.
La cuida el poderoso Amaru, la serpiente alada que tiene cabeza de llama, alas
de mariposa y cola de pez. Y que duerme
en el fondo de la laguna. Muchos han intentado alcanzarla y todos han
sucumbido. Cuando alguien logre rescatarla la felicidad renacerá en nuestro
pueblo.
– El domingo subiremos al Jircamayo. –Le informo.
El deja de hablar, mirándonos fijamente.
6. Llegando
a la cima
El día señalado todos estamos de madrugada en el
centro de la Plaza de Armas. Nuestras madres y padres nos vuelven a abotonan
las casacas, a revisar las hebillas de las mochilas, a extraer cosas que
llevamos en los bolsillos para ponerlas en las bolsas.
Observando la montaña nevada dicen:
– Está apacible.
– Está sosegada.
– Anoche tenía resplandores.
En mi mochila va un par de escarpines de lana, una
bufanda y un atado de comida que mi madre ha preparado.
Iniciamos el camino, alegres, cantando y silbando huaynos,
taquiraris y mulizas.
Ushco nos conduce por un laberinto de tunas y lloques,
hasta los primeros peñascos. Él es nuestro guía, ágil y listo como un venado.
Junto va Fidel quien también conoce estas laderas.
Atrás, cerrando fila, va el profesor con un cayado que utiliza para señalar
pero también como bastón.
Nos detenemos a ver la hondonada, el cauce del río, y
el vuelo de las águilas.
A las tres de la tarde recién estamos por la mitad de
la cuesta. Ushco está preocupado, cree que a esta hora debíamos estar llegando
a la cima. Hacemos un alto para descansar y tomar los alimentos.
7. Sumergidas
en lo eterno
Atrás ha quedado la falda de la montaña, de tierra y
arbustos. Aquí empieza la roca viva con chorrillos de agua y la corona de
nieves del Jircamayo.
Desde aquí contemplamos un espectáculo deslumbrante:
el conjunto de lagunas traslúcidas que extienden hacia los confines el
resplandor de sus espejismos.
En su diáfana superficie reflejan el cielo despejado,
la luna y los tenues luceros. Como también lo inconmensurable de nuestros
destinos.
Todo el universo queda abarcado en sus superficies
inmóviles, pasmadas y espejeantes, haciendo entre todas ellas una sinfonía de
reflejos y fulgores.
Vigilantes e impávidas unas son verdes, otras
azuladas, otras de color turquesa, otras rojizas y gualdas por las rocas de
granito y amianto que las albergan.
– Son sagradas, –Nos dice el maestro, mientras las
contemplamos sumergidas en lo eterno.
8. Negros
nubarrones
Después, de un momento de descanso recogemos nuestras
cosas y empezamos la subida.
Avanzamos rápidamente por un camino de lajas de piedra
jaspeadas de cuarzo.
La cima ya está cerca. De pronto el cielo se cubre de
negros nubarrones y todo oscurece. Retumban los cerros y un fuerte temblor
empieza a sacudir la tierra.
Nos cogemos de las manos buscando estar en equilibrio.
Mañuco con los ojos desorbitados busca nuestras miradas.
– ¡Es el Amaru! ¡Es el Amaru! –Grita–.
Tratamos de afirmarnos en nuestros pies mientras
ruedan las rocas a nuestro costado.
– ¡Es el Amaru! –Vuelve a gritar. Y se echa a correr,
despavorido cerro abajo. Resbala y da varios volantines cayendo por una ladera.
9. Este cerro
es encantado
– ¡Cuidadoooo! –Gritamos todos–. El profesor yendo
tras él, a grandes saltos, resbala también y rueda, sujetándose de unas ramas.
La tierra deja de temblar.
El profesor llegando hasta Manuel lo alza, lo trae en brazos
y lo acuesta en la tierra.
– ¡Huyamos!, –delira–. Es el Amaru que cuida la Flor
de Escarcha.
– ¡Regresémonos, profesor, regresémonos!– Ruega
Antuco, temblándole el cuerpo.
– Este cerro es encantado. Nos sepultará la nieve–,
suplica Enrique, pálido como estamos todos.
Manuel felizmente no ha sufrido nada grave. –Ya todo
ha calmado, –digo–. Podemos entonces avanzar.
– ¡No es posible seguir! –Grita Antuco.
10. Iré
con ellos
– Ya estamos cerca. –Alienta Ushco.
– Hemos vencido lo más difícil. Subamos. –Anima Fidel.
– El profesor nos mira y se acerca poniéndonos las
manos sobre los hombros.
– ¿Creen que pueden llegar hasta la cima?
– Sí. –Le aseguramos.
– Entonces, confío en Uds. –Dice, apretando las
mandíbulas.
– Iré con ellos. –Afirma Mendocilla.
– Y yo también. –Avanza decidido Juan Palomino.
– Mi deber es quedarme con el grupo, –explica el
profesor–. Aquí les esperamos. Todos regresaremos juntos.
11. Donde la nieve
refulge
Quitándonos nuestras gorras, en señal de saludo a
nuestros compañeros iniciamos el ascenso entre retazos de neblina y piedras
recién caídas.
Pronto pisamos la nieve. El cielo anubarrado nos va
dejando ver una niebla fina y luego todo se torna para nosotros transparente.
Vemos un hermoso arco iris que se alza desde la cumbre
y baja hasta la hondonada del valle y se posa en la laguna.
Con las primeras sombras de la noche llegamos hasta la
cima.
Como si hubiera conocido esté lugar voy directamente
hasta donde la nieve refulge.
Juan y Mendocilla juegan buscando refugio entre los
montículos.
La noche aquí es transparente.
12. Una intensa
fogata
En la plaza de nuestro pueblo nuestros padres se
reúnen preocupados.
- ¡Hace rato que debieron estar de regreso! –Dicen.
– ¡Qué noche tan oscura!
– ¡Ojalá que no les haya ocurrido nada malo! –Ruegan.
– ¡Debemos ir a buscarlos! –Insisten unos.
A esa hora Fidel enciende en lo alto del cerro una luz
que parece una estrella y luego una intensa fogata brilla y luce en la noche.
– ¡Ahí están! ¡Ahí están! ¡Son ellos! –Gritan
emocionados.
Son las nueve de la noche y las tinieblas en el pueblo
son espesas.
13. Iniciamos
el descenso
– ¿Cómo podrán bajar?
– El Ushco conoce los caminos-, replica Don Arnulfo.
– Los chicos son ágiles y valientes.
Y es cierto, arriba la noche es blanca y el Ushco,
loco de alegría, se revuelca en la nieve, se tira de cabeza, y abiertos los
brazos nos hace descender resbalando por una y otra pendiente.
Encontramos a nuestros compañeros ansiosos, arrebujados
unos contra otros, tiritando de frío y envueltos por la neblina.
El profesor nos abraza y nos mece los cabellos, emocionado.
Así iniciamos el descenso, turnándonos para ayudar a
Mañuco que tiene una pierna adolorida.
14. Atraídos
por una luz
El día lunes a primera hora, nuestro colegio es un
hervidero de comentarios. Todos quieren saber e informarse acerca de nuestra
aventura... Indagan si es que nos caímos, si tuvimos miedo, si perdimos algo en
el camino.
Ya en nuestro salón la pregunta es:
– ¿Y la Flor de Escarcha?
El profesor, haciendo que todos se callen, nos mira;
preguntándonos con la mirada.
Después de un silencio interroga:
–Ricardo, ¿tienes algo qué decir?
Poniéndome de pie explico:
– Estando en la cima fuimos a un lugar, como atraídos
por una luz. Relumbraba aún allí la luz del arco iris. Y vimos una flor, más
blanca que la nieve.
15. Dorado
y refulgente
– Continúa. Te escuchamos.
– Todo me parece extraño, profesor. Tanto que no sé si
lo que pasó es realidad o ilusión.
– Yo vi a Ricardo arrodillado–, dice Ushco.
– ¿Y la flor?
– Al agacharme a recogerla sentí un brusco latido
entre mis manos. Y vi que tenía aprisionado un colibrí, dorado y refulgente.
Sacudió las alas y lo vi volar en dirección a nuestro pueblo.
La Flor de Escarcha, o Sullawayta, que representa el
bien y la abundancia, es un mito del Perú ancestral y milenario, en donde el
símbolo de la flor se extrapola con el colibrí.
Nos expresa que cuando logremos recuperada de la nieve
o del fondo del lago helado se alcanzará la felicidad y la realización
definitiva de nuestro pueblo.
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