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CHIQUIÁN
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"Los trovadores del
ayer".
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Por Armando Alvarado Balarezo
(Nalo)
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Uno de los más
grandes trovadores chiquianos de los últimos tiempos, fue el maestro, compositor
y cantante César Vicuña Romero, de palpitante recuerdo y mensaje de amor por
“Espejito del cielo”.
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Nuestro amigo Huayco
heredó el talento de su querido padre Feliciano Vicuña, reconocido guitarrista
del barrio de Quihuillán. Al igual que él, su hermano Oshva cultiva el arte
musical desde niño.
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La prodigiosa voz de
Oshva, encoge y estira como fuelle de acordeón nuestros corazones, todos los
domingos a las 9 de la mañana, cuando abre el programa radial “Por las rutas de Chiquián y los pueblos de la
provincia de Bolognesi”, con la canción Laguna de Conococha del bardo aijino Jacinto
Palacios Zaragoza: "...eres la fuente de
agua tranquila aquí te traigo, aquí dejo mis amores y mis
canciones...".
El legado de Huayco no solamente inmortaliza su nombre, sino
el sentimiento chiquiano hecho melodía y verso. Allí radica el valor espiritual
y cultural de su repertorio, que ya viene hallando difusión a través de los
intérpretes, músicos y compositores bolognesinos que actualmente brillan en el
corazón del Perú profundo: Nieves, Eva y Reyda Alvarado, Julia Garro, Consuelo
Valderrama, Norka Alvarado, Chole Zúñiga, Elsa Navarro, María Díaz, Chopa
Rivera, Graciela Allauca, Mirtha Garro, Alicia Ramírez, Julia Palma, Carmelino
Carrillo, Carlos Oro, Romeo Reyes Gamarra y sus retoños, Efraín Vásquez
Veramendi, Pedro Miranda, “Yoga” Rivera, Pacho Díaz Mendoza, Miguel Ramírez
Vicuña, Gilbert Alejos, Pepe Alva, Alfonso Aranda, Walter Jaimes, José Jiménez,
"Pepe" Perfecto Calderón, Llucu Orduña, Bonifacio Gamarra, Pablo Aldave, entre
otros paisanos de voz y trino sonoro. También los conjuntos y orquestas: Brisas
del Yerupajá, Melodías de Bolognesi, Luis Pardo, Los Andes de Bolognesi,
Chiquián y Luz radiante de Bolognesi, entre otros.
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A escala internacional Roby Alva Ibarra, autor con Herberto
Aldave del Castillo y Macollado Vásquez Veramendi, de la canción "Aguas de
Usgor", llevó a USA en los albores del Tercer Milenio, el verbo florido y la
dulce melodía de nuestra querencia.
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Armando "Zeta" Zarazú Aldave (guitarra, mandolina y
charango), es el máximo exponente chiquiano en la promoción y difusión de la
música andina en el difícil mercado americano, a través de su importante
organización folklórica "MESTIZO MANTA"
(Tushurushun), con amplios espacios ganados a pulso en las páginas
rojiblancas de la Internet, donde las canciones: "Quisiera quererte, "El
Obrero", "El cóndor pasa", "Cuando florezca el chuño", entre otras maravillas
latinomericanas, se van ubicando en el sitial que les corresponde.
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Desde
épocas ancestrales, Chiquián es rica en costumbres y tradiciones. También es
cuna de excelentes trovadores, siendo dos de sus más connotados baluartes: Pedro
Bernardo “Bellota” Escobedo Luna y Calixto Palacios Carrillo
"Cañita".
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Ambos hicieron famosa la canción “Cañita huayta sin
corazón”. Aún resuenan en las calles de Oropuquio la potente voz de Bellota y
las mágicas notas de la guitarra de Cañita: “Si quieres ser buen jinete ponte amansar
potrancas”, cantaba el primero, “después cabalga a pelo por las faldas de
Cochapata” remataba el segundo con alegría.
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Pero no solamente las cantinas se constituían en los
lugares preferidos, sino también las casas de los amigos y familiares donde la
"chicha con punto" corría en jarra, sobre todo si la música de fondo estaba a
cargo de Ritmo Andino de Huasta. Los viajes de excursión con las guitarras en
bandolera al interior de la provincia, un compromiso de "fútbol macho" en
Huallanca, Recuay, Ocros, Huaraz, Carhuaz, Yungay, Huari y Caraz, o un amado
zaguán elegido para una serenata, fueron los marcos perfectos para soñar
despierto con las pallas de Umpay, Tulpajapana y Racrán.
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Durante el funcionamiento de la Escuela Normal, el quinteto
"Las Taviesas" llevó nuestro canto a otros departamentos, en las voces de:
Carmen Escobedo, Zoila Ramos, Luchi Pacora, Fabia Alvarado y Nelly
Rivera.
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Además de los nombrados, los chiquianos que cultivaron el
arte de interpretar huaynos guitarra en mano, fueron: María Maldonado, Zoila
Núñez, Amina Rayo de Aldave, Martina Yabar, Pedro Zubieta Calderón, Hortencio
Balarezo Lavado, Lucnardo Díaz, Rómulo Toro, los hermanos Porfirio, Achico, José
y Germán Romero Yabar, este último, autor de la música y letra de “Carhuaspunta
escorzonera”, en quechua y castellano, matizados de sana picardía, como estos
versos que cantaba sonriente:
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“Quizá mi canto
no salga sabio porque el chinguirito partió mi labio, mas no espero que rían
todos, pues alguien tiene que llorar recordando a una roqueñita ingrata que le
robó el shonqon, y disculpen que de tanto licor mi canto suene a responso. Rompe
las viejas cuerdas punteando y no ajustando las clavijas, sino busca quién te
enseñe a templar, antes de volverlo a intentar”.
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También ajustaron la fina cintura de ardiente madera: Lorenzo
Yabar, Alberto Núñez, el “Chino” Benito Calderón con su cautivadora canción
“Neblina Blanca”, Pasión y Alejandro Aldave, Pedro Loarte Cano, Hernán Reyes
Aguirre, Bernardo Arellano, el zurdo Máximo Calderón Cerna y su hijo Adolfo,
Alberto Turco, Cástulo Rivera, Teófilo Núñez Romero, Loli Romero Moreno,
Herberto Aldave del Castillo, Romeo Reyes Gamarra, Pablo Martín Vásquez
Veramendi, Alberto Carrillo Ramírez, Abasalón Álvarez, Felix “Sopita” Moran
Moreno, Solio y Leonidas Bolarte
Pardavé, Armando, Adolfo “Apopo” y Chanti Alvarado Montoro, los hermanos
Juan, José “Shacui” y Apolinario “Puco” Montoro Ramírez de trino amable y versos
alegres: “No cacarees como gallina,
mejor canta como zorzal y deja que brote el llanto como agua de manantial, para
que gima la prima y llore la segunda. Apúrate shay, brindemos con chicha en
porongo junto al fogón donde burbujea el mondongo”.
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Quizá algunos trinos andariegos que vivieron al compás de los
recuerdos se van perdiendo en el tiempo, y sólo el eco está flotando en el aura
con la sinfonía de los grillos que nos recuerdan a Pisana María. Todo depende de
nosotros para que no mueran, como aquel viejo pichuichanca que por dormilón cayó
de una rama al turbulento Aynín y se fue a la deriva sin hallar la mano amiga
que le salve la vida. Recopilemos y cantemos lo escrito por nuestros viejos
compositores, démosle el fresco soplo de la brisa, solamente así este fecundo
arroyo de leyenda murmurará con mayor vigor la melodiosa armonía de la guitarra
chiquiana.
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El arpa trae a la memoria nombres de grata añoranza,
unos ya tocan las cuerdas en el cielo, otros continúan deleitándonos con sus
abrigadores gorjeos: Florentino Aldave Calderón, pródiga vena musical heredada
por su hijo Alejandro Aldave Montoro y sus nietos Carlos y Juvilio Alvarado;
José Ramos "Patriarca", Julia Ramírez de Pardo, David “Lapicho” Aldave del
barrio de Jupash, Demetrio Calderón, Pedro Gamarra, Eleuterio Palacios,
Estanislao y Miki Zubieta, “Garash” Lorenzo Padilla, "El satanás del arpa",
"Anacleto Pachapleto", Toribio Moreno y José Jaimes, sentados o parados se
yerguen como los más respetados cultores de las cuerdas verticales.
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En la mandolina hicieron furor en los cuarentas y
cincuentas: Ernestina Yabar Calderón, Amina Rayo de Aldave, César "Shimilán"
Figueroa Cuentas, Alejandro Yabar Alva, Eleodoro Gamarra Salinas, Pedro Loarte Cano, Cástulo
Rivera, Felipe Ramírez Gamarra, Francisco Alva Palacios, Zenobio Garro Aldave,
José Morán Ramírez y Cesareo Calderón.
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Antonio Padua Toro, roncadora en mano anunciaba el
reparto de agua por las calles de Chiquián. En la caja y el píncullo brilló
Imicho Ríos, hoy sigue sus pasos Domingo Guzmán Rivera. También en píncullu y
quena aportaron su arte: Máximo Bravo, Pedro Moreno y Ildefonso Garro, los
hermanos: Jesús, Simón y Victor Hugo Aldave Rayo. En rondín: Pilico Gamarra,
Abel Alvarado Montoro, Graciano Zubieta Carhuachín. En concertina: Perfecto Bolarte Calderón.
En acordeón: Rubén Barrenechea Núñez, Alejandro Aldave
Montoro y su esposa Amina Rayo, Carlos y Jubilio Alvarado Aldave, Luis Alva
Aldave y Teódulo Zubieta. En saxofón: Juan Vicuña, Manuel Alvarado y Carlos
Alvarado Aldave.
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En el violín marcaron época: Juan y Valerio Jaimes, Julio Carhuachín, Guillermo Zubieta, Manuel Quispe Hinostroza, Teodomiro Carrillo, Carlos Gamarra y Eleodoro Gamarra Salinas. El último de los nombrados, gran maestro chiquiano, daba conciertos a puerta cerrada en su florida residencia del Jirón Tarapacá. Escuchar la melodía de la canción “Dolores” era el goce general de los concurrentes, mientras el profesor Gamarra sudaba frío y bajaba cada vez con mayor fuerza el mentón para ahogar el llanto del violín plañidero y evitar que se deshidrate. En sordina: Arturo Alvarado Aldave y Celedonio Maldonado son los más afamados cultivadores.
Muchos trocitos de inspiración de los viejos trovadores de Jircán hallaron abrigo en los corazones amigos. Entre ellos: “Nunca hallarás buena comida donde ladren perros flacos”. “Busca la vaca que menos rumia, porque da la mejor nata”. “Por andar persiguiendo una viuda, aprendí a rezar el rosario y me convertí en el más devoto del sagrario”. “Hoy que los años salpican su melancolía, dime algo palomita”. ”Quien vive solo tiene poco que contar, anda acompáñame un rato y te enseñaré a cantar”. “Si te dicen que tocas regular, es porque eres el mejor de los peores, es tiempo que cambies de oficio y cantes junto a los maestros, así serás el mejor de los cantores”. “Entre los pichuichancas solo cantan los machos, las hembras mueven sus pestañas como olas y los neutros menean sus colas”. “Compositor, regálame un huayno de esperanza que estabilice la balanza, con el peso de tu voz atravesando mi garganta”. “Chiuchi, si no naciste para volar como tinyaco, por gusto miras el cielo, mejor repta como shulaco”. Pastorita, ojitos de capulí, rompe las paredes de tu choza fría y ven con el viento a mis brazos”. “Cholita, déjame creer aunque sea por un segundo que los niños huérfanos y sin hogar son actores solamente; déjame creer que la lluvia es un fenómeno natural y no lágrimas de las madres que lloran en el cielo”. “El odio es malo, carcome el alma y te lleva a un lugar solitario”. “Cantemos juntos, así viviremos en el corazón de los paisanos y dejaremos de ser forasteros en nuestra tierra”. “Linda chiquiana, deja de llorar, que las lágrimas cicatrizan, pero las cicatrices no, y yo prefiero sangrar”. “Ayer me dijo doña Juliana, que no canta bien el que tiene ganas, sino el que sabe cantar”. “El gemido del aire es como un abrazo al vacío, una lágrima que cae en silencio enjugando el verbo amar sobre la tumba fría”. “El recuerdo de tus besos son como bandadas de torcazas que vuelan arrulladas por un coro de jilgueros...”.
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Entendidos en la materia comentan que la musa de los troveros chiquianos es el aire limpio que respiran, el paisaje que admira absorto el turista, su dicha, su dolor, su risa, su llanto, el recuerdo del primer amor y la esperanza de volverla a ver en la fiesta de Santa Rosa; es el pregonero que anuncia agua para las sedientas sementeras; las serenatas, los juegos infantiles, las fiestas costumbristas, los potajes, las danzas, los monumentos arqueológicos, la flora, la fauna, las procesiones; las tardes de fútbol, de Entrada y de toros; las huaylisheadas, las pinquichidas, el agudo canto de las pallas al ritmo del arpa, del violín y la trompeta con sordina, el retumbar de la avellana en Capillapunta, los fuegos artifíciales al compás de la banda de Mangas. En fin, es la arcilla donde se forja el espíritu telúrico, por eso le cantan al río, a la cascada, a los nevados, al patito de la laguna, a las faldas de Cochapata, al cerrito de Huayalpampa, a la linda chiquiana, a Jaracoto, a la bella capuliñahui, al maíz, al trigo, al anciano, al bandolero, a la gente de bien, a la noche de Salva como lo subraya en su canción "Mi recuerdo" el escritor y compositor Mario Reyes Barba.
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Más que derramando lenguaje florido, los chiquianos
cantan con el corazón, como decía con nostalgia nuestro recordado amigo Moshongo
Romero, hecho que se hace patente en el breve relato y los dos poemillas
escritos al fragor de las cuerdas con una moña rojiblanca en las clavijas,
durante mis visitas a Chiquián en Julio Patriótico:
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SERENATA DE CUMPLEAÑOS
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Es medianoche, la Luna cruza solitaria por el aterciopelado cielo, acariciando con sus rayos plateados las turbias aguas de Agocalle, que bajan murmurando sobre el ripio que cubre las veredas.
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El ambiente está calmo, fresco, delicioso y poético, sólo se escucha el canto de los grillos y los ronquidos de los vecinos.
El rostro del trovador va adquiriendo un tinte de melancolía; afina con sus dedos de lajtash la guitarra y toma un cuarto de anisado hasta la última gota. Enciende un cigarrillo con temblorosa mano, da dos pitadas y tira el pucho al charco. Puntea unos minutos las raídas cuerdas y de sus labios brota como un suspiro la primera estrofa de la canción “AGUAS DE USGOR", de Herberto Aldave, Macollado Vásquez y Roby Alva:
Y repite con ondulante énfasis, como la repercusión del eco que rueda al vacío:
La ventana del segundo piso abre sus mohídas bisagras, mas nadie asoma. En la habitación la musa de sus sueños se aprieta el corazón con las manos, y piensa en silencio: "esa voz es conocida, qué linda canción". El trovador canta enérgico y con apasionado acento. Por sus mejillas descienden dos lágrimas cual muda expresión del amor cautivo.
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Las cuerdas sollozan temerosas de romperse y chicotear el rostro chaposo del trovador. La emoción infla su pecho de zorzal y pasa de quinta a primera sin embrague. Su pequeña caja torácica está a punto de arrancarse en tres pedazos y entona quebrando su voz, la tercera estrofa:
A punto de desfallecer saca fuerzas de su atormentado corazón y arremete la fuga como toro cutucho del Jirishanca:
Este verso mordaz rompe las fibras más sensibles de su amada, haciendo trizas el aire quieto del cuarto. Ella sale al balcón y furiosa levanta hasta el alero una despostillada bacinica que reluce con la Luna, y descarga toda su dorada tempestad sobre el trovador. Un fuerte ventanazo retumba en el vecindario y el último trino se ahoga en Agocalle con aroma a urea...
SERENATA CHIQUIANA
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Surgen de la niebla del pasado,
los recuerdos de cien trovadores
que rompieron sus viejas guitarras,
bajo el escarchado cielo chiquiano.
Envueltos en ponchos habanos,
cantan al son de sus lamentos,
en dúo como buenos hermanos
entre trinos y juramentos.
Con un pie sobre una piedra,
las cuerdas golpean los trastes
que los dedos van guiando
al compás de la convulsa mano.
Y así van pasando las horas
entre anisados y quebranto,
mientras la amada musa escucha
con sus ojos anegados en llanto.
Pronto el rumor se cuela en el barrio
haciendo su agosto como las arañas,
que trepan veloces las murallas
cual ponzoñosas alimañas.
Desde entonces los gemidos brotan
de los corazones de mil ninacurus,
que escucharon el plañidero canto
de los bardos que amaron tanto.
Racrán, JUL 1978
ENTRE CUERDAS Y CANTO
Fuente:
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SERENATA DE CUMPLEAÑOS
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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El pueblo duerme adormecido después de un largo día de aguacero con truenos y relámpagos.
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Un joven enamorado esconde su vieja guitarra bajo el poncho habano y sale de puntillas de su casa para darle una serenata a su amada. Ella cumple 18 abriles, fecha propicia para ingresar a las grandes ligas de la serenata chiquiana.
El pueblo duerme adormecido después de un largo día de aguacero con truenos y relámpagos.
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Un joven enamorado esconde su vieja guitarra bajo el poncho habano y sale de puntillas de su casa para darle una serenata a su amada. Ella cumple 18 abriles, fecha propicia para ingresar a las grandes ligas de la serenata chiquiana.
Es medianoche, la Luna cruza solitaria por el aterciopelado cielo, acariciando con sus rayos plateados las turbias aguas de Agocalle, que bajan murmurando sobre el ripio que cubre las veredas.
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El ambiente está calmo, fresco, delicioso y poético, sólo se escucha el canto de los grillos y los ronquidos de los vecinos.
El rostro del trovador va adquiriendo un tinte de melancolía; afina con sus dedos de lajtash la guitarra y toma un cuarto de anisado hasta la última gota. Enciende un cigarrillo con temblorosa mano, da dos pitadas y tira el pucho al charco. Puntea unos minutos las raídas cuerdas y de sus labios brota como un suspiro la primera estrofa de la canción “AGUAS DE USGOR", de Herberto Aldave, Macollado Vásquez y Roby Alva:
Aguas de Usgor, aguas
hechizadas
es tu quebrada testigo mudo
de mis amores con una chiquiana
es tu quebrada testigo mudo
de mis amores con una chiquiana
Y repite con ondulante énfasis, como la repercusión del eco que rueda al vacío:
de mis amores con una
chiquiana
La ventana del segundo piso abre sus mohídas bisagras, mas nadie asoma. En la habitación la musa de sus sueños se aprieta el corazón con las manos, y piensa en silencio: "esa voz es conocida, qué linda canción". El trovador canta enérgico y con apasionado acento. Por sus mejillas descienden dos lágrimas cual muda expresión del amor cautivo.
Vino el invierno y lo ha borrado todo
fango y lodo sólo ha quedado
y agüitas turbias del recuerdo mío
fango y lodo sólo ha quedado
y agüitas turbias del recuerdo mío
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Y repite con tristeza:.
y agüitas turbias del recuerdo
mío
Las cuerdas sollozan temerosas de romperse y chicotear el rostro chaposo del trovador. La emoción infla su pecho de zorzal y pasa de quinta a primera sin embrague. Su pequeña caja torácica está a punto de arrancarse en tres pedazos y entona quebrando su voz, la tercera estrofa:
Ahora espero sólo
primavera
para que vuelvas ¡ay golondrina!
porque tu nido aquí ha quedado
entre las ramas de un árbol caído (Bis)
para que vuelvas ¡ay golondrina!
porque tu nido aquí ha quedado
entre las ramas de un árbol caído (Bis)
A punto de desfallecer saca fuerzas de su atormentado corazón y arremete la fuga como toro cutucho del Jirishanca:
Arriba bolognesino cholo
mujeriego.
abajo santarrosina, chola saca …
abajo santarrosina, chola saca …
Este verso mordaz rompe las fibras más sensibles de su amada, haciendo trizas el aire quieto del cuarto. Ella sale al balcón y furiosa levanta hasta el alero una despostillada bacinica que reluce con la Luna, y descarga toda su dorada tempestad sobre el trovador. Un fuerte ventanazo retumba en el vecindario y el último trino se ahoga en Agocalle con aroma a urea...
SERENATA CHIQUIANA
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Surgen de la niebla del pasado,
los recuerdos de cien trovadores
que rompieron sus viejas guitarras,
bajo el escarchado cielo chiquiano.
Envueltos en ponchos habanos,
cantan al son de sus lamentos,
en dúo como buenos hermanos
entre trinos y juramentos.
Con un pie sobre una piedra,
las cuerdas golpean los trastes
que los dedos van guiando
al compás de la convulsa mano.
Y así van pasando las horas
entre anisados y quebranto,
mientras la amada musa escucha
con sus ojos anegados en llanto.
Pronto el rumor se cuela en el barrio
haciendo su agosto como las arañas,
que trepan veloces las murallas
cual ponzoñosas alimañas.
Desde entonces los gemidos brotan
de los corazones de mil ninacurus,
que escucharon el plañidero canto
de los bardos que amaron tanto.
Racrán, JUL 1978
ENTRE CUERDAS Y CANTO
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Por
Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Guitarra chiquiana:
de fina madera y huayno
ya no quiero oír tu llanto
que el tañido desgarra.
de fina madera y huayno
ya no quiero oír tu llanto
que el tañido desgarra.
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Hechizada y enamorada
mentirosa y apasionada
queja, pena y quebranto;
sangre y herida del canto.
mentirosa y apasionada
queja, pena y quebranto;
sangre y herida del canto.
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Bordón verso quebrado,
acordes de fiel enamorado;
más sonido que apariencia,
pulso firme de la querencia.
acordes de fiel enamorado;
más sonido que apariencia,
pulso firme de la querencia.
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Refugio del amor primero,
dime: ¿dónde está la gente?,
¿dónde tu diapasón lastimero?
¿dónde el bandolero valiente?.
dime: ¿dónde está la gente?,
¿dónde tu diapasón lastimero?
¿dónde el bandolero valiente?.
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Yucyushtana, JUL 1977
Fuente:
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Un trocito de la
novela "DEL MISMO TRIGO"
Huayhuash
sempiterno
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