EL RELEVO
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Desde los cerros caen las sombras como las negras alas de un cóndor herido en pleno vuelo. Bajo los tejados desfallece la luz crepuscular.
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En el jardín de la casa, los lirios abren sus pétalos blancos a los tenues guiños de las luciérnagas, que empiezan a colorear las matas de verbena.
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En el fondo del corredor, dos monturas con sus aperos, yacen sobre un caballete como mudos testigos del emotivo momento.
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Cornelio acababa de informarle a su amada sobre su traslado a una escuelita rural. Dos días más, y saldrá de viaje al interior de la provincia donde permanecerá seis meses. La ama tanto, que separarse le es muy doloroso.
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Ellos se conocieron en un instituto pedagógico de la costa. Con el tiempo se hicieron enamorados, luego convivientes y desde hace tres años laboran en el pueblo como maestros de escuela..
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Desde los cerros caen las sombras como las negras alas de un cóndor herido en pleno vuelo. Bajo los tejados desfallece la luz crepuscular.
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En el jardín de la casa, los lirios abren sus pétalos blancos a los tenues guiños de las luciérnagas, que empiezan a colorear las matas de verbena.
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En el fondo del corredor, dos monturas con sus aperos, yacen sobre un caballete como mudos testigos del emotivo momento.
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Cornelio acababa de informarle a su amada sobre su traslado a una escuelita rural. Dos días más, y saldrá de viaje al interior de la provincia donde permanecerá seis meses. La ama tanto, que separarse le es muy doloroso.
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Ellos se conocieron en un instituto pedagógico de la costa. Con el tiempo se hicieron enamorados, luego convivientes y desde hace tres años laboran en el pueblo como maestros de escuela..
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Cornelio se pone de pie y habla.
- Entremos mi amor, hace frío –Julia Dora camina cabizbaja junto a él.
En la habitación se desnuda provocativa y recostándose en el lecho abraza a Cornelio, y el amor se prolonga irreverente hasta el amanecer.
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A los tres meses de estar laborando como maestro
rural, Cornelio recibe la orden de retornar para recibir una semana de
capacitación en el taller zonal de educación. Muy contento alista su equipaje, y
esa misma mañana emprende viaje surcando los contrafuertes, llegando al pueblo
a las 10 de la noche del día siguiente.
Ya en la casa atraviesa a hurtadillas el patio para darle una sorpresa a Julia Dora, devolviéndole las caricias de la despedida. Otea por la ventana y no halla a nadie en la habitación; ingresa y aguarda impaciente, dos horas.
Ya en la casa atraviesa a hurtadillas el patio para darle una sorpresa a Julia Dora, devolviéndole las caricias de la despedida. Otea por la ventana y no halla a nadie en la habitación; ingresa y aguarda impaciente, dos horas.
Tanta espera comprime su alma. A la medianoche el reloj deja sonar doce largas campanadas.
- ¿Dónde estará? –se pregunta y sale a buscarla.
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Después de caminar varias calles opta por tocar
la puerta de uno de sus vecinos, luego de otro y otro sin resultado, hasta que
uno de ellos le comenta:
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- Cornelio, no me tome por una persona ligera de
palabras, pero como ha ocurrido en tres ocasiones, hace unas horas he visto
ingresar a Julia Dora a la casa de Roberto, el maestro que lo relevó en el aula.
Usted sabe, él vive solo y los vecinos empiezan a murmurar –Cornelio hace lo
posible por serenarse y se despide.
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Rodea la manzana, trepa la pirca de la casa de
Roberto y se introduce al patio, desde donde observa la luz que sale por el
marco de la puerta; se acerca y mira a través del ojo de la cerradura. Preso de
cólera empuja la puerta. Roberto salta desnudo de la cama, replegándose contra
la pared. Julia Dora se queda atónita. La ropa interior regada en el piso la
delata, mas Cornelio frena en seco, y sin pedir explicación se marcha
apretando los labios. Aún viéndola así no quiere perderla.
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Al cabo de unos minutos Julia Dora retorna a su
casa e ingresa al dormitorio,
encontrando a Cornelio con la mirada perdida.
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- Perdóname amor –le dice, abrazándolo. Él hace
el ademán de apartarla.
- ¿Por qué lo hiciste? –le pregunta; pero al sentir sus labios sensuales y sus tibias manos acariciando sus perímetros, ebrio de deseo se deja tentar por la pasión, y en su delirio cede una vez más al placer que Julia Dora incita..
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* * *
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Con los primeros rayos del sol desperta Cornelio y vuelve
a la cruda realidad. Sabe que es imposible caer más
bajo. Se viste en silencio, toma del velador una fotografía de su amada y
musita bajito, mientras ella duerme:
- Ni con Julia Dora, ni sin ella –y sin escuchar la voz del deseo mañanero, mira a la mujer que fue el culto de su vida y abandona la casa donde pasaron tres años de dicha plena.
Mientras se aleja buscando salvar su honor, siente en carne viva la indiferencia de los transeúntes ante a su tormento.
***
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Desde aquel día nada se sabe de Cornelio, solamente comentan que
unos arrieros lo vieron contemplando el río desde lo alto de una cañada.
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Fuente:
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