UNA MUERTE INJUSTA
Por Walter Vidal Tarazona
En 1850 el joven Antonio Raimondi dell' Acqua desembarcaba en el Callao
para quedarse de por vida en el Perú. Cien años después -más
exactamente en 1953- nace Giorgio Nonni Mainetti, quien en 1987 llegó a
Llamellín a quedarse también para siempre. Y en 2015, un día como hoy 13
de enero, del 2015, el cáncer nos arrancó a nuestro, querido por todos,
P. Nonni.
Su cuerpo descansa en la iglesia de Llamellín, su alma en la mente de sus seguidores, en particular en la mente del bueno, dinámico y joven sacerdote ancashino, P. Raúl, párroco de la iglesia católica de nuestra tierra colorada. Su espíritu no solamente está con Dios, está con nosotros y está en todas partes.
Por eso el P. Nonni como que nos sigue recordando, desde donde está, reflexionar sobre su pensamiento. Aquel pensamiento incrustado en el problema de la fe de nuestro tiempo, de vivir a espaldas de la espiritualidad, en un mundo donde "Cristo ya no es un ejemplo a seguirlo", un tiempo “donde el dinero es lo único que cuenta” haciendo de la corrupción un camino para enriquecerse con facilidad; donde la Educación no cuenta, en particular en nuestro país.
Con la autoridad moral y espiritual
de dos emblemáticos santos católicos: Bosco que le inspirará su
accionar y Asís que le asistirá con el amor, Nonni emprende la gran
tarea de construir la felicidad de su segundo suelo: La Provincia de
Antonio Raimondi.
Tuve el honor de hacerle una entrevista en la ciudad de Llamellín al excelente sacerdote. A continuación nos habla el Padre Jorge Nonni:
- “[...]
Esta ausencia de Dios que vive el hombre también tenía que estar
reflejado en Llamellín –nos dice P. Nonni– por eso, cuando yo llegué
aquí, la iglesia estaba destruyéndose: El techo de calamina se estaba
cayendo. Recuerdo claro que sobre el piso de tierra, había un lindo
retablo de yeso pero muy deteriorado.”
- “Este
pueblo era, como muchos pueblitos de la sierra, un lugar donde viven
solo niños y viejitos, porque los jóvenes se van a las ciudades grandes.
Dentro de mí sentí un gran dolor: Empezar en un lugar que había decaído
mucho; en un pueblo que se estaba muriendo porque se van los jóvenes,
al no encontrar futuro.”
Un hombre empapado de la problemática humana de su tiempo y lugar,
teniendo como principal conocimiento, y tal vez el único académico, la
fe. Con la filosofía y principios cristianos que jamás dudó ponerlos en
práctica. Sobre todo el amor. Por eso nos dice:
-
"Quedé crucificado entre dos sentimientos: el primero, alejarme de
quien o con quien había vivido y aprendido mucho [del P. Ugo de Censi en
Chacas]; y, segundo, ver esta [cruda] realidad que se me presentaba por
delante”...
Por eso, cuando llegó la hora de soportar el dolor físico, éste lo
atrapará cuando estaba sufriendo -también- aquel dolor inquebrantable
de su espíritu: la de estar crucificado a una realidad donde “Dios no
cuenta” para nada, lo que se dibuja en el abandono material y espiritual
de una Iglesia de un pueblo antiguo y pujante como es Llamellín. Por
eso, la muerte es injusta con él: porque tenía por delante muchísimo que
hacer.
Si la muerte, para Raimondi, no es el fin, sino que es algo que seguirá continuando, porque –piensa el sabio– “Me alienta la dulce esperanza de que continúen mi camino”; para
Jorge Nonni es un acabar con un trabajo emprendido, sin esperanzas de
su continuidad. Hay una desesperanza vallejiana en su sentimiento, que
le hace decir:
-“No estoy satisfecho, falta mucho que hacer”.
A lo que el poeta añadiría:
Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
[...] Crece el mal por razones que ignoramos
[... ] ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.
A
casi 130 años de la muerte del sabio milanés, a los 55 años de vida de
la provincia que lleva su nombre y a los 6 años de la muerte del R. P.
Jorge Nonni, mi reflexión última va centrada sobre estos hechos. Tres
hechos que mesclados perviven en el tiempo, como vive la vida del
hombre: mescla del bien y el mal, de la alegría y el dolor, del día y la
noche...
El
hecho más cercano, más doloroso y algo así como decepcionante, convive,
en la historia de la tierra colorada, con la feliz suerte de ser
herederos de un ilustre nombre, y convive también, con la pérdida del
Perú y el mundo del ilustre milanés, que cerró sus ojos en casa de un
fiel amigo y paisano, lejos de los picachos ancashinos que admiró tanto,
y lejos de su bella Adelita.
La
vida de Jorge Nonni fue un permanente enfrentamiento con el dolor
propio y ajeno, lucha que se sustentó en la misión del catolicismo y los
principios de Don Bosco: Luchar contra la pobreza, anteponiendo al odio
el amor. Siempre con la sonrisa en los labios y las manos abiertas. Por
eso, nos decía:
-“ [...] la caridad he empezado con mis amigos a quienes no les gusta este mundo cada vez más veloz, racional y violento”; entre
ellos -sus amigos- estaban, por supuesto, los más necesitados, los que
soportan la violencia y velocidad de la vida, con su demasiada racional,
que no les da margen para sus reflexiones y añoranzas sobre el
sufrimiento de su raza, que siendo la verdadera dueña del espacio
andino, sin embargo, ha perdido todo por la voracidad y sed de riqueza
de los dominadores, colonialistas como republicanos.
Estuvimos
cantando con él “Qanmi Yurag Hostia Kanki”, en la misa que celebró en
la Iglesia María Auxiliadora para los raimondinos residentes en Lima,
antes de ser abatido por el mal; él con gran misticismo y dolor
reflejado en su rostro, yo con los ojos rebalsando de lágrimas por la
impotencia de hacer frente a la injusta muerte que lo acechaba ya sin
cesar.