miércoles, 6 de enero de 2021

LAS EPIFANÍAS DEL SEÑOR - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

 

 

LAS EPIFANÍAS DEL SEÑOR

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

En los años de mi infancia en Chiquián, el 6 de enero se desarrollaba una fiesta jubilar muy hermosa en nuestra casita de Jircán. Ese día celebrábamos con dicha plena las tres Epifanías del Señor. Todo al abrigo de la familia y de los niños del vecindario: 

 

 

1. Al mediodía realizábamos la Adoración de los Reyes Magos de Oriente. “Al ver la estrella, los sabios se llenaron de alegría. Luego entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre. Y arrodillándose, lo adoraron. Abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra." (Mt 2:10-11). 

 


2. Luego del rico almuerzo preparado por mamá recordábamos el Bautismo del Señor en el Jordán, celebrada por el profeta Juan, primo de Jesús. "Y Jesús, después de ser bautizado, subió inmediatamente del agua; y he aquí, los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre él. Y he aquí, una voz de los cielos que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco." (Mt 3:16-17)

 

 

3. Finalmente venía el milagro de la conversión del agua en vino a petición de María en las bodas de Caná. "Esto que hizo Jesús en Caná de Galilea fue la primera señal milagrosa con la cual mostró su gloria; y sus discípulos creyeron en él." (Jn 2:11).

 

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Al caer la tarde del 6 de enero desmontábamos con sonido de panderetas el pesebre navideño (Bajada de Reyes). Cada niño, empezando por el más pequeño, tomaba una imagen del Nacimiento y la guardaba con sumo cuidado en el armario, luego dejaba en un cofre una moneda que papá proveía a cada oferente. Lo recaudado servía para adquirir nuevas imágenes. Antes de finalizar la actividad navideña mamá invitaba chocolate caliente y bizcochos con mantequilla de Tupucancha.  Otras familias chiquianas celebraban el 6 de enero la primera Epifanía, días después las otras dos. Nosotros celebrábamos las tres Epifanías el 6, pues el 7 salíamos de viaje a Tupucancha para pasar las vacaciones escolares. Epifanía es una de las primeras palabras del mundo católico cuyo significado aprendí de labios de mamá: "Jesús manifiesta su presencia al mundo". La palabra proviene del griego epiphaneia, que significa 'mostrarse' o 'aparecer por encima'. Las tres Epifanías del Señor forman parte de las celebraciones de Navidad.

 


 

RECUERDOS NAVIDEÑOS EN CHIQUIÁN DEL AYER


Chiquián - PERÚ
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NAVIDAD EN CHIQUIÁN

Por Armando Alvarado Balarezo (nalo)
 
Cómo no recordar aquellos tiempos "bíblicos" de los gratos sesentas, donde los vientos navideños asomaban con las primeras lluvias de diciembre, recibidas con alegría plena por el pueblo chiquiano.
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Día tras día los tesoros ocultos por el sol primaveral se ofrecían visibles a los ojos humanos, como una munapada de los regalos navideños que soñábamos recibir del chaposo Papa Noel. El canal de Tucu subía su torrente frente a Chiquián hasta desbordarse, inundando el Jr. 28 de Julio (Agocalle), desde Umpay Cuta y Lirioguencha hasta Quihuillán y balnearios.

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Los vecinos de la "Venecia chiquiana", con Acuchito a la cabeza del grupo, salían embalados lampa en mano para proteger con ripio las puertas y zaguanes, evitando que los jacas se ahoguen en los cuyeros; otros samaritanos sacaban listones de madera del altillo y los ponían cual huaros endebles al ras del agua que bajaba incontenible de Jaracoto. Todos los chiuchis ñatos de risa por la llegada de la esperada lluvia, chapaleábamos de orilla a orilla con los zapatos aquinos a punto de desfondarse hasta las medias, implorando por una hilera de estaquillas a Rucu Feliciano o un par de puntadas con hilo de cáñamo a Estañiz; o trepados sobre zancos hechos a pulso evitábamos una neumonía fulminante. Un rucu vecino se acerca galante a una dama subida de carnes que quiere cruzar Agocalle, y le dice: "Te voy a apachir (cargar) hasta la otra vereda". Ella contesta sonriente: "Que vas a poder apachirme con ese cuerpo todo wiksu (torcido), se puede saltar tu pupu (ombligo)".
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Con el paso de las semanas los capullos de las flores silvestres nos prestaban sus alas de fantasía para soñar despiertos con las musas de trigo. Desde el horizonte azul la blancura del Yerupajá insufla de gozo el tierno corazón. Aquellos benditos días de diciembre avivaban las mejillas pispadas, los chacareros reían viendo sus sembríos esmeraldas, y las serenatas afinaban sus cuerdas de acero a la espera de las costillas que llegaban de Lima, Barranca, Huacho, Trujillo y del Callejón de Huaylas, al término de sus estudios secundarios o superiores.


Ingresar a las cocinas y oír el ronroneo matinal de las teteras jugando con el agua bullente para el "cafecito de cebada", que con dos cucharadas de azúcar rubia y un pan de punta, era el deleite de grandes, maltones y chicos. En las noches de diciembre la luna lunera cascabelera era tan clara que el humo blanco de los fogones crepitantes parecían velos de casamentera buscando un sorbo de oxígeno en el cielo chiquiano.

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En mi particular caso, muy pocas navidades pasé en el pueblo de Chiquián aquellos benditos sesentas. La mayoría de las veces celebré el nacimiento de Jesús con la familia y los pastores en Tupucancha, pero de las que viví en "Espejito del cielo" de Hualín y su triángulo, recuerdo que una semana antes de la Noche Buena los niños asistíamos con nuestras mascotas para que reciban las bendiciones del sacerdote durante la Misa de Gallo.
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Al primer repique de campanas, con Anchita, Patuco y Arti pasábamos la voz a la collera, que no había pegado las pestañas aguardando inquietos el gran momento. Unos caminaban dormitando con sus huachis, perros, gatos y conejos a cuestas, otros con palomas, chacuas, cariocos, gallinas ponedoras y culecas; aunque no faltaban los que cargaban cuyes o llevaban empujando algún orejudo que salió con más de tres rojos en la libreta.
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Recuerdo que muchos chiuchis nos apretujábamos debajo de las andas para dormir abrigados por nuestros animalitos, entre balidos, cánticos, ladridos y ronquidos, mientras otros más audaces atrapaban murciélagos en los oscuros recovecos que conducían al depósito de las imágenes de los apóstoles, fabricados por Lolito Rivera, con yeso, pintura y palos de maguey.
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La construcción de los nacimientos familiares corría a cargo de los niños. Las imágenes de San José, de la Virgen María, del Niño Jesús, de los Reyes Magos, de Papá Noel, los animalitos y los juguetes eran adquiridos por nuestros padres de los mercachifles y de las tiendas de los paisanos: César Machuca, Faustina Romero, Asunción Aldave, Crisólogo Ramírez, Orfila y Zalatiel Cachay, Gliceria Espinoza, Carlos Bisetti, Juan Alva, Lucho Castillo, Zenobio Alarcón, Manzueto y Abundio Santos. De la tienda de la familia Huerta, de los recordados camiones "San Martín", comprábamos a 10 por un sol: pitos de arcilla en formas de aves y ollitas de barro pintadas de colores que reposaban sobre paja brava en enormes cuntus cocidos al horno. 
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El piso de "champa" lo traíamos del Pesebre y del oconal de Umpay en pequeños bloques de tierra húmeda con algunos gusanos de yapa. De sólo pensar en los resbalones que nos dábamos en los caminitos empinados de Shapash, Paucaracra y Racrán, cuando íbamos a traer arcilla de las "minas" para fabricar ollitas y carritos navideños con llantas de chapa de cerveza y gaseosa Concordia o Triplecola, me veo con la ropa cubierta de lodo, esperando el shilpi y la amenaza de ser conducido de grado o fuerza al reformatorio limeño junto a mi primo Calolo Ramírez.
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Conseguíamos musgo en Tranca y sacuaras en los escarpados de Shapash, y hacíamos germinar trigo en pequeñas latas vacías de conserva, para darle un toque de naturaleza viva al Nacimiento. La construcción de puentes con carrizos no se dejaban esperar; también cascadas, cerros, jalcas, quebradas, glaciares y valles en miniatura con ríos y puquiales pintados de celeste sobre papeles de bolsas de azúcar; pocitas de agua teñidas con “Azul Brasso” donde flotaban patitos y peces de plástico y maguey seco. Asimismo forrábamos cajitas de fósforos con papel de regalo, fabricábamos estrellas con papel lija, y como nieve utilizábamos algodón artificial que picaba como ortiga.
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Los regalos nos entregaban la mañana del 25, después de llevar al Niño a la iglesia para su adoración por los Negritos. El cura y sus asistentes invitaban chocolate caliente, tajadas de panetón y bizcochos en forma de Cristo, animalitos andinos y muñecas, que donaban las panaderías chiquianas.


Los varones recibíamos pequeñas matracas de madera, trompos, boleros, carritos, yoyos, bolas de cristal, cartucheras, también mallas, raquetas y pelotitas de pimpón, rifles con balas de corcho sujetas a un pabilo, pelotas, soldaditos de plomo, caballitos y vaqueros de plástico, ropa y zapatos aquinos ecológicos. Las mujercitas recibían muñecas, ollitas y cocinitas de aluminio, panderetas, juegos de yases, binchas de plástico de diferentes colores, mini juegos de té de loza china, vestidos y zapatos “caramelo”.

 

Todos los 6 de enero realizábamos la “Bajada de Reyes” para contar con un "sencillo" y adquirir nuevas imágenes sacras y los animalitos necesarios para el año siguiente... qué tiempos aquellos, tan diferentes en filosofía de vida de las grandes urbes. En nuestro terruño era una verdadera fiesta del pueblo, como sólido puente de unión y hermandad cristiana, que va perdiendo consistencia por la azuela de la globalización.

 



 

 

 

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