UN HERMANO, UN AMIGO, UN CHIQUIANO:
ULISES ZÚÑIGA GAMARRA
Por Agustín Zúñiga Gamarra
Como si fuera
ayer, están intactos los días cuando en Chiquián corríamos tras una
pelota, o cuando corríamos en medio de los alfalfares para separar
esforzadamente a los ágiles becerritos, o cuando con cierta molestia
traíamos pesados baldes de agua desde el caño, frente a la casa de don
Pablo Zubieta.
Hoy, después de medio siglo, ese niño tranquilo, educado con la exigente mano de mamá Luchi, sigue siendo un adulto con la imagen del hábil niño de las dominadas de pelota, del estudiante aplicado de la escuelita 378, o cuidando al torito “pituco” al pie de la vaquita canelita para que mamá la ordeñara más fácil.
A pesar del
tiempo transcurrido, todavía hablamos de las calles cubiertas de agua y
arena del barrio de Venecia en Chiquián, de los meses de invierno, o de
las chacras planas de extenso kikuyo de Pariantana, o del campo
polvoriento de Jircán donde nuestra destreza por el futbol exaltaron las
barras del Cahuide y Tarapacá; estos recuerdos los hacemos cada vez que
nos encontramos en Lima en el Club Chiquián, en algún festival de las
promociones de colegios, o en el campo de gramado artificial de Hiraoka.
Es que para el provinciano, que vivió una infancia feliz, su tierra natal
lo acompaña cada momento, sus costumbres son mejor añoradas conforme
pasan los años. Imaginamos que Chiquián guarda intacta nuestras
vivencias, tanto que parecen continuar vivos los padres de nuestros
amigos de la cuadra, como sucede cuando nos encontramos con Shansha, que
es la imagen de don Arturito Barrenechea, o cuando vemos a Comunito, retrato de
don Lucho Núñez, personas célebres de nuestra cuadra.
Las calles
pavimentadas modernas, no cubren nada, para nosotros aún están
reconocibles debajo de ellas, las piedritas donde nos lastimábamos en
los partiditos de fulbito o bata, o el ventanal que rajó nuestra frente,
todavía vemos al inmenso perro negro como la noche que nos asustaba de día, y por ser tan
bravo terminó envenenado. En cada agosto, cuando la fiesta del 30
nos convoca, tu aniversario del 26 se convierte en un encuentro
obligatorio, como antesala al viaje a Espejito de Cielo; cuando
jóvenes y sin horarios esclavistas, esta fecha podía cogernos camino a
Chiquián, donde a las 12 de la noche, detenidos en Pativilca o Barranca,
hacíamos un alto para decirte ¡feliz cumpleaños!.
Es decir, siempre
tu persona nos identifica a Chiquián; al Chiquián, de las vaquitas
canelita, ocrosina, o el torito pituco, y nosotros, con cancha en el bolsillo beber
la agradable leche calientita, subido en alguna pirca, con las botas de
jebe; pero también identificas a tu escuelita 378, con sus docentes
característicos como don Fabián Cano, Germán Romero y tu querido maestro
tío Eduardo Aldave, también nos recuerdas al Tarapacá campeón de los
disputadísimos campeonatos de la fiesta 30 de agosto, y caminar con la
copa alborozados por el jirón Comercio, seguidos por una multitud de
niños.
Los amigos y en
especial tus hermanos, saben que tu forma de ser enaltece la amistad, la
ponderación, la ecuanimidad, la reflexión, pero también la decisión, en
el momento oportuno.
En este tu
aniversario Uli, queremos decirte que tu amistad la guardamos en un
lugar especial, construida en múltiples situaciones, del deporte, el
canto, el dolor, la soledad y las opiniones. La experiencia de tu
trabajo fuera del país, te ha hecho querer más a nuestra patria el Perú,
a Chiquián nuestro amado pueblo, a tus amigos, a tu esposa e hijos, y
claro a tu querida mamá Luchi.
Por eso quieres
que cada momento por corto que fuera, estemos reunidos, preguntas con
preocupación, el cotidiano de mamá, de chole, sobrinos y familiares.
Igual lo extiendes para tus amigos convocándonos a hacer deporte, a
volver a vestir la verde y blanca del Tarapacá. Electrónicamente con tus
mensajes, nos sentimos cercanos, no importa si estemos en Estados
Unidos, México, España, Brasil o Timpoc. Nos recuerdas que somos
familia, que somos amigos. Por eso hoy en este 26 día de tu aniversario,
quiero expresarte lo valioso que eres, en la familia y en la amistad.
Basta un momento cuando pienso en ti, para recordar la vida entera,
siempre compañeros, estudiantes en la UNI, futbolistas en el Rímac,
Rosaspampa y Jircán, profesionales amantes del estudio, por todo eso doy
gracias a la vida, por tener un hermano como tú, un amigo con tú, un
chiquiano como tú.
FELIZ DÍA ULI
Fuente:
La Pluma del Viento
Agustín Zúñiga Gamarra