La Vergne, 23 de abril de 2017
Queridos niños cusqueños:
Hace un tiempo ofrecí a la niña Mayeli Grandillert Negrón, alumna de la Institución Educativa “Luis Vallejo Santoni”, una carta a los niños poetas del Cusco, hoy quiero compartirla con ustedes.
Cusco es un pueblo bendito para la creación literaria, pues además del talento natural de sus hijos, cuenta con los ingredientes necesarios para su permanente desarrollo: historia, paisaje, clima, identidad, usos, costumbres, tradiciones y un cúmulo de valores, cultivados de generación en generación.
Así como el desarrollo nacional tiene en la escuela a uno de sus principales impulsores, también la poesía tiene sus propios promotores: el hogar, el vecindario, el aula, los talleres y las asociaciones culturales; esta última, es conocedora de que solamente unidos podemos descubrir los valores literarios en nuestros niños, porque hasta las montañas: blancas o morenas, se recuestan una a otra para soportar la soledad que aísla neuronas y voluntades.
Durante mi última visita fui testigo de la calidad extraordinaria de los niños poetas y declamadores cusqueños. En este cometido juega un papel preponderante el magisterio, pilar fundamental en el progreso de los pueblos del Perú profundo. Las composiciones y los poemas florecen en las aulas del saber, permanentemente. También aportan los padres de familia, promoviendo la lectura y la escritura en el hogar, sabedores de que el libro, el lápiz y el cuaderno, son los medios más ricos para trasmitir la herencia cultural; sobre todo cuando se hace de la lectura un deleite y no un sacrificio para el niño; es decir, primero la lectura por placer, luego como experiencia de vida y finalmente como tarea creadora.
Un gran impulso se siente en el ambiente literario cusqueño; y con seguridad, cobrará mayor vigor el aula, por ser la parte más dinámica de la sociedad estudiosa, dependiendo en gran medida de la correcta aplicación de sus fuerzas, de su entusiasmo motivador, de sus conocimientos y su fe.
La poesía nace de la vida, reza un dicho milenario. Vivir en el seno del pueblo, contemplar su belleza, estudiar su historia, meditar sobre ella y escribir hasta que duela el hueso, es una fórmula infalible, señala otra expresión popular. Sentir el latido de la naturaleza, el tibio aliento de las costumbres y las manifestaciones nativas, la nobleza de los chacareros, el espíritu indómito de los artesanos, las enseñanzas de los maestros, abuelitos, padres, amigos y hermanos, y considerarse parte de ellos, es pintar nuestra biografía en un poema.
Un mérito indiscutible del magisterio cusqueño que se yergue como centro propulsor de la nueva hornada de poetas que vienen destilando el verbo fresco en la Ciudad Imperial. Niños que tienen el don de escribir con la suavidad de su tierna pluma, y al mismo tiempo telúricos como el viento que ruge impetuoso en el impoluto Salkantay, decantando sus estrofas hasta dotarlas de pureza en la realidad visible de la hoja blanca: versos empapados de la Madre Naturaleza que arrulla los afectos, el pan familiar, los paisajes, el amor y los recuerdos; cada día separando la paja del trigo con el cedazo de la paciencia.
Los poemas de nuestros niños andinos son: dulces, íntimos, cordiales y llevan implícita la verdad de un sentimiento sublime y luminoso, sin abundar en retórica, aquella fragua mental forjadora de belleza artificial que mata la poesía popular.
Hace un tiempo ofrecí a la niña Mayeli Grandillert Negrón, alumna de la Institución Educativa “Luis Vallejo Santoni”, una carta a los niños poetas del Cusco, hoy quiero compartirla con ustedes.
Cusco es un pueblo bendito para la creación literaria, pues además del talento natural de sus hijos, cuenta con los ingredientes necesarios para su permanente desarrollo: historia, paisaje, clima, identidad, usos, costumbres, tradiciones y un cúmulo de valores, cultivados de generación en generación.
Así como el desarrollo nacional tiene en la escuela a uno de sus principales impulsores, también la poesía tiene sus propios promotores: el hogar, el vecindario, el aula, los talleres y las asociaciones culturales; esta última, es conocedora de que solamente unidos podemos descubrir los valores literarios en nuestros niños, porque hasta las montañas: blancas o morenas, se recuestan una a otra para soportar la soledad que aísla neuronas y voluntades.
Durante mi última visita fui testigo de la calidad extraordinaria de los niños poetas y declamadores cusqueños. En este cometido juega un papel preponderante el magisterio, pilar fundamental en el progreso de los pueblos del Perú profundo. Las composiciones y los poemas florecen en las aulas del saber, permanentemente. También aportan los padres de familia, promoviendo la lectura y la escritura en el hogar, sabedores de que el libro, el lápiz y el cuaderno, son los medios más ricos para trasmitir la herencia cultural; sobre todo cuando se hace de la lectura un deleite y no un sacrificio para el niño; es decir, primero la lectura por placer, luego como experiencia de vida y finalmente como tarea creadora.
Un gran impulso se siente en el ambiente literario cusqueño; y con seguridad, cobrará mayor vigor el aula, por ser la parte más dinámica de la sociedad estudiosa, dependiendo en gran medida de la correcta aplicación de sus fuerzas, de su entusiasmo motivador, de sus conocimientos y su fe.
La poesía nace de la vida, reza un dicho milenario. Vivir en el seno del pueblo, contemplar su belleza, estudiar su historia, meditar sobre ella y escribir hasta que duela el hueso, es una fórmula infalible, señala otra expresión popular. Sentir el latido de la naturaleza, el tibio aliento de las costumbres y las manifestaciones nativas, la nobleza de los chacareros, el espíritu indómito de los artesanos, las enseñanzas de los maestros, abuelitos, padres, amigos y hermanos, y considerarse parte de ellos, es pintar nuestra biografía en un poema.
Un mérito indiscutible del magisterio cusqueño que se yergue como centro propulsor de la nueva hornada de poetas que vienen destilando el verbo fresco en la Ciudad Imperial. Niños que tienen el don de escribir con la suavidad de su tierna pluma, y al mismo tiempo telúricos como el viento que ruge impetuoso en el impoluto Salkantay, decantando sus estrofas hasta dotarlas de pureza en la realidad visible de la hoja blanca: versos empapados de la Madre Naturaleza que arrulla los afectos, el pan familiar, los paisajes, el amor y los recuerdos; cada día separando la paja del trigo con el cedazo de la paciencia.
Los poemas de nuestros niños andinos son: dulces, íntimos, cordiales y llevan implícita la verdad de un sentimiento sublime y luminoso, sin abundar en retórica, aquella fragua mental forjadora de belleza artificial que mata la poesía popular.
Como
visitante permanente del Cusco, sé que los niños poetas escriben para
el pueblo, y ya empiezan a sonar nuevos nombres que nos hacen ver que no
se requiere llegar a viejo para agradecer a la pachamama por el fruto
cosechado. Un niño agradecido es la mejor carta de presentación de un
pueblo solidario. Los niños le cantan a Machupicchu y a los apus
tutelares y lo expresan a viva voz, porque saben que compartir es
fragmentarse y dejar pedazos de vida en el corazón de los demás. Sus
poemas son himnos de amor y respeto a los sagrados nombres de
Pachacutec, Túpac Amaru y de los hombres y mujeres que forjaron nuestra
identidad, aportando en cada renglón la lozanía de su ingenio y el
esplendor de sus imágenes poéticas que alegran el espíritu, y nos llenan
de fe por un presente y futuro mejor.
Los seres humanos no olvidamos en las creaciones a los pequeños pregones de la infancia: aquellos gorriones andinos que con sus dulces trinos echan a los latidos el aire fresco de la mañana. Por eso los niños procuran conocer cada día un poco más del Cusco, porque saben, que de no hacerlo, serán en cada despertar más forasteros en su propia tierra.
Muchos entendidos dicen que los mejores homenajes son los que se brindan en forma oportuna, y contribuyen a dignificar la obra del niño poeta. Obra que en el Perú recorre caminos marginales, pese a ser tierra de grandes poetas. En este sentido gran mérito de ASOLAPO por rendir tributo diario con sus aplausos a los niños que contribuyen a fijar la memoria emotiva de nuestro pueblo y a forjar su palabra.
Los seres humanos no olvidamos en las creaciones a los pequeños pregones de la infancia: aquellos gorriones andinos que con sus dulces trinos echan a los latidos el aire fresco de la mañana. Por eso los niños procuran conocer cada día un poco más del Cusco, porque saben, que de no hacerlo, serán en cada despertar más forasteros en su propia tierra.
Muchos entendidos dicen que los mejores homenajes son los que se brindan en forma oportuna, y contribuyen a dignificar la obra del niño poeta. Obra que en el Perú recorre caminos marginales, pese a ser tierra de grandes poetas. En este sentido gran mérito de ASOLAPO por rendir tributo diario con sus aplausos a los niños que contribuyen a fijar la memoria emotiva de nuestro pueblo y a forjar su palabra.
Dicen
los entendidos que los poetas se inmortalizan por la calidad de sus
obras, pero también valen por los esfuerzos que hacen para unir a sus
coterráneos y proyectar sus creaciones. Y en estos dos sentidos los
niños nos brindan más de una enseñanza a los viejos, sobre todo en
tiempos donde la poesía parece estar sentenciado a languidecer; y sin
embargo, siempre victoriosa a través de los siglos, fuertemente ligado
al ser humano, a su historia vigorosa y a sus valores más supremos.
Niños poetas del Cusco:
Continúen dibujando con su tierna pluma la imagen viva del Perú profundo, su identidad cultural, su potencial turístico y su fortaleza espiritual. Allí encontrarán en abundancia: el recreo, la risa, el agua fresca y el fruto de nuestros frescos campos. El rigor del talento creador radica en ella, póngale alas vigorosas a sus pensamientos, lean en voz alta cada uno de sus poemas, repitan y vuelvan a repetir si es necesario, y si todavía notan que sus voces no son las suyas, que están forzando algo de su voz, vuelvan a intentar una y otra vez hasta sentir la melodía que les embargue el corazón. Tienen que cribar con brío hasta desprender la dura cáscara del trigo hermano, aun cuando les broten lágrimas por el esfuerzo. Nunca olviden que solamente una bicicleta con la cadena bien puesta sobre un piñón engrasado es capaz de funcionar bien. Orienten la pieza corva del arado literario hacia delante, dirijan la reja al centro y húndanla en tierra fértil abriendo surcos profundos donde germinen sus semillas poéticas.
Capten los matices más sutiles de sus versos hasta trocarlos en poesía del alma. No basta con que los llamen poetas, tienen que ser mujeres y hombres que manejan bien la palabra, y eso se logra sacrificando muchas horas de solaz esparcimiento: escribir, borrar, escribir, borrar, escribir y volverlo a intentar, es el reto cotidiano sin desmayar en el intento. Sean exigentes con ustedes mismos y no se apresuren en editar su primera obra personal, que todo sea a su debido tiempo. Sigan las enseñanzas de la naturaleza y no corten sus manzanas antes que maduren. Están ingresando con pie firme a la poesía, lean a todos los escritores del mundo, sin comparar, menos desmerecer a nadie, porque cada quién tiene un mensaje que ofrecer, y si tienen la oportunidad de charlar con ellos, mejor, es una escuela insustituible para las tiernas voces y para las adultas también.
Cusco es poesía sembrada de versos que puede durar un instante o una eternidad, puede nacer hoy o en el eclipse de la vida. Así como al ciclópeo Sacsayhuaman, dejen que los talle el viento de la madrugada, el hielo de la medianoche, el aguacero y el Sol en los fieros caminos de la vida; así la naturaleza penetrará con fuerza en sus venas creadoras. Después prendan las luces de bengala de la imaginación hasta que sus poemas muevan el telar y la rueca. Hagan que sus cuadernos llenos de poesías donde duermen sus sentimientos, se aferren con vigor a la tierra para detener el tiempo que vuela en espiral, como el sueño inocente de su juguetona niñez. Sólo así, en cada despertar, el legado de los Incas rubricará sus versos con nubes nacaradas en el cielo azul.
Estamos en el año 15 del Tercer Milenio donde la ciencia y la tecnología asombran al mundo, pero no por ello debemos olvidar que las obras literarias y artísticas perduran más que muchos inventos materiales. Los primeros barcos, locomotoras, televisores, radios y automóviles, ya están en el museo; sin embargo, las obras literarias de centurias pasadas, siguen dando poderosos impulsos a la mente y a los sentimientos del hombre, pues como dice Kugeltinov: “El hombre mueve la ciencia...”
Que nunca dejen de brillar sus racuanas creadoras bajo la lluvia de oro que derrama el sol matinal. Sean siempre como el Urubamba, nuestra vena plateada, latiendo saludable en las entrañas del Valle Sagrado que bebe contento de sus aguas cristalinas. Utilicen si es necesario los fríos hilos de la vigilia para tejer resistentes ponchos poéticos; porque no hay aflicción más grande para el alma, ver cómo el céfiro vespertino de la adversidad humilla a su antojo al ratash poncho que intenta retarlo; solamente así volarán hasta el confín, templando sus blancas alas, incólumes a la tormenta. Les dedico con mucho afecto este breve poema:
PLUMA Y PALABRA DEL PERÚ PROFUNDO
Escribir es crear con cantutas y cardos
páginas telúricas a fuego lento.
También burilar estrofas en la escarcha
con pentagramas de albo trino.
Escribir es crear con cantutas y cardos
páginas telúricas a fuego lento.
También burilar estrofas en la escarcha
con pentagramas de albo trino.
Es tomar muchas hojas en blanco
y preñarlas con letras del alma.
Es ovillar la tinta en buena rueca
y destejerla miles de veces...
Es atar el verbo en una enredadera
y trepar en cada trazo al cielo.
Es dibujar el Cusco con el corazón,
sujetando el pincel del pueblo.
Es despertar con palabras sencillas
los sentimientos dormidos,
y rasgar con amor el arpa creadora
hasta que broten notas de oro.
Es hacer cantar la chicha en el porongo,
es regar la flor silvestre con agua clara
y volar por un mundo de fantasía
con las alas de los sueños.
Es hacer que de los puquiales,
manen arroyos cristalinos,
que dancen y canten felices
sin enturbiar sus tiernos lechos...
En fin, el niño ara con su pluma
en fértil tierra con aguacero:
Si siembra vida, tendrá buen fruto
si esparce vientos, sólo tempestades...
Amigos de la ASOLAPO internacional, finalmente debo decir que tengo muchas esperanzas en la asociación, pues con su invalorable aliento continuaremos en la noble misión de encontrar nuevos talentos, descubrir sus venas creadoras y ayudarlos a desarrollarse como poetas y narradores.
A los padres y maestros les pido generar en sus hijos y pupilos, el hábito por la comprensión de la lectura desde la infancia, como principal soporte para el manejo de la información, tan importante en el mundo competitivo de hoy.
Amigos todos:
Quizá para los niños cusqueños la Luna como inspiradora de poetas, esté todavía lejana, pero están muy próximos al cosmos del palpitar popular y a las galaxias del espíritu telúrico que resplandece en el empinado Huayna Picchu, cuya cima contemplamos con el corazón en la mano, porque está más cerca de Dios.
Nalo