LA TIA MALLCA, EN RINCONADA-PARARIN
(COMUNERA PARARINA,
DOÑA MARGARITA
POMIANO DOLORES, QEPD)
A todos los
descendientes de Tía Mallca,
por el regalo de este cuento soñado
o,
sueño contado.
RVD.
1
Durante mi sueño en
Copenhague (Dinamarca), noche del 29, amanecer del 30 de agosto 2017, me vi en la
casa de mi hermana mayor: Alicia Villarreal Dolores, ubicada en la zona poblada
de Santa Rosa de Rinconada (comprensión de la Comunidad de San Juan de
Pararín-Recuay-Áncash-Perú).
La luna, con
sus dulces ojos de paloma torcaza, pintaba de azul brumoso las estribaciones de
los cerros que encajonan el valle de Rinconada.
El laxo río
Fortaleza, que riega todo el valle que nace desde de la laguna de Conococha, parecía
canto de búhos, advirtiendo melancolías que obligan a recordar a los ausentes,
como estrofas de oraciones dichas hacia adentro.
El camino que
conduce del poblado hacia el puente para alcanzar la autopista que estira
destinos desde la costa a la sierra o vice versa, parecía lágrima tendida u
ondulantes lirios de los dedos de mi madre, orando por la salud de su madre
enferma y sóla, por esos días, en Pararín.
Por alguna razón, que en
los sueños nunca se sabe, yo había salido al patio de la casa de mi hermana
mayor, con una guitarra en la mano, en ropas interiores y descalzo.
Del enorme patio cercado
por quinchas como atalayas de vigilancia, me dirigí hacia la puerta posterior,
que da a las chacras de la parte alta de la zona. Las
nubes, como cristalinas delicias del valle, confesaban su soledad de vientos,
cavilando sangrías de lluvias y sus garras azules, besando sementeras de
Rinconada como abrazadas por un coro de grillos, luciérnagas y algunas notas
sueltas de lechuzas.
Al salir de la casa de mi
hermana, en un ambiente de penumbras plateadas, dudé si el momento pertenecía a
las del anochecer, o, a las del amanecer.
Ligeramente apartado de
la puerta trasera del patio de la casa de mi hermana Alicia, mirando hacia la
carretera que conduce de Paramonga a Huaraz o viceversa, sentí que por el
camino que baja de la zona de Totopón, se acercaba un bulto negro, alargado,
como rodando a trancas, con un susurro entrecortado de alguna queja dolorosa
que, por el silencio rasante del lugar, se esparcía como semillas de aquelarres
anunciando desgracias.
Intrigado por la
curiosidad, más que por la sorpresa de ver el bulto negro en movimiento, esperé
la aproximación de la extraña figura, al lugar en donde me hallaba
tamborileando con mis dedos, el mango de la guitarra que sostenía.
Cualquiera de las vías
que luego tomaría el bulto negro de mi curiosidad, o, hacia el centro del
poblado, o, virando el camino que conduce al puente, estaba seguro que la
extraña figura pasaría por el lugar donde me encontraba.
A medida que el extraño
cortejo se aproximaba al lugar desde donde lo observa, pude finalmente
distinguir que el extraño “bulto” lo constituían dos personas (hombres),
vestidos con ropas oscuras y ponchos del mismo color, sombreros de mimbre de
anchas alas, como usan los paisanos del lugar, cargando una camilla rústica,
hecha de maderas que en la sierra se utiliza
para transportar a personas enfermas a la costa, o, a la posta médica más
cercana, en busca de alivio médico.
Aguzando más la mirada
con la ayuda de luz de la luna, distinguí que sobre la camilla, a modo anda,
venía una mujer sentada, aparentemente de edad avanzada, por la sonoridad
de sus quejidos, lamentándose de vez en cuando, de algún dolor que lo aquejaba.
Como si los dos
cargadores hubiesen planificado previamente sobre lo que debían hacer en el
lugar, (aparentemente sin advertir mi presencia que los contemplaba en todos
sus movimientos), bajaron la camilla de sus hombros al suelo, y, la
depositaron sobre el camino.
Los
dos extraños, a quienes no
pude verles el rostro, luego de una pequeña gimnasia de hombros, como
liberándose del peso que los habían mantenido agachados el tiempo que
cargaron a la enferma, recuperaron fuerzas, y sin mediar una sola
palabra abandonaron la camilla. La enferma, se quejaba de sus dolencias
en medio del camino, con el rostro dirigido hacia la
casa de mi hermana Alicia.
Los dos cargadores al amparo de la luz de la luna que lamía los silencios de Rinconada
como si se tratara de una herida geológica germinando misterios, desparecieron
del lugar, tomando el camino por donde llegaron.
2
Desaparecidos los
extraños, acérquemele a la camilla, en donde la persona enferma seguía sentada,
quejándose de su dolor.
Por el aspecto del
sombrero de toquilla, con sobrios adornos de trencillas y plumas de pavo real
como la que usan las comuneras pararinas, a cuya prenda llaman “jippi tzuku”
(sombrero de fibras de toquilla). No dudé que la enferma, era una comunera
pararina.
La desconocida, hasta ese
entonces, al sentir mi presencia muy próxima a ella, levantó el ala de su
sombrero, hasta más arriba de la frente, mostrando el perfil de una mujer
hermosa, a pesar de su edad, de aproximadamente 60-70 años. Y, como queriendo
saber con qué paisano se había encontrado, me miró fijamente, con unos ojos
dibujados de grandes signos interrogantes.
Luego de ese saludo
visual, entre la desconocida y yo, y seguro por mi parte de que me encontraba
delante de mi tía Mallca (Margarita Pomiano Dolores) a quien la había visto por
última vez en Pararín, el año 2006, me invadió una enorme alegría, pero no
quería manifestársela todavía, hasta que ella misma descubriera mi parentesco
con ella.
Pero fue más grande mi
alegría por el encuentro con una pariente, que mis precauciones protocolares,
y terminé abrazando con fervor, aquel cuerpo delgado por la ancianidad y la
enfermedad, gritando con una alegría infantil: “Tía Mallca, ¿Ud., aquí?” y, al
mismo tiempo que la abrazaba, preguntaba por su dolencia y el destino a donde
se dirigía.
Tía Mallca, como
eludiendo mi pregunta sobre su salud, y el destino de su viaje, me preguntó con
una sorpresa de quien desconfía de los extraños: “eres tú, sobrino Uño, último
hijo de mi prima prima Emicha”?
-Sí tía, yo soy, tu
sobrino Uño. Ultimo hijo de tu prima Emilia Dolores Neyra. -Fue mi respuesta.
La Tía Mallca, exhalando
un suspiro hondo, como internándose en una especie de abstracción personal,
íntima, tierna y conmovedora, empezó hablar con un fluidez de cascadas o, caída de
aguacero sobre cerros sorprendidos por sus latigazos de aguja de cristal.
-Uño, Uñito, mi Uniquito,
mi Ultimito... así era como te llamaba tu madre. Y, con qué cariño te criaba.
Por supuesto que tú no puedes entender esas cosas, sobrino. Solo las madres
sabemos el significado del primero y del último hijo. Y, tú, siempre refilón.
Naciste riéndote de todo. Te dormías y te despertabas riéndote. De qué te
reirías? !Quien sabe! Yo te llamaba “asikiok hichicollko” (hombrecito reilón)
comparándote con esos duendecitos andinos, que viven en las palizadas de los
ríos, los puquios y paq'tzas (caídas de agua por entre las rocas) que, solo por
reírse, despistan a las pastoras, convirtiendo a sus ovejas en vizcachas, o,
dibujando gallinas con rostro de enamoradas, a hombres solitarios que galopan
sus romances silenciosos.
-Cuando te reías, tus
ojos eran iguales que a los de tu madre: un color marrón, muy claros, casi
miel, que a veces se tornaban de color ceniza, como los de tu abuela, la tía
Grimaneza. !Ah la Tía Grimaneza! -suspiró la Tía Mallca, para continuar su
relato- nunca nos dejaba pasar por el camino que atraviesa casi por la puerta
de su casa, viniendo o yendo a Pararín, sin darnos algo de comer. Recuerdo aún
con nostalgia, cada vez que paso por la puerta de su casa abandonada.
Especialmente sus yucas y camotes, azadas en los rescoldos de su cocina.
-Uño, Uñito, mi Uniquito,
mi Ultimito... así te seguirá llamando por toda la eternidad, mi buena prima
Emicha.- suspiró hondo, como queriendo seguir hablando, y, al mismo tiempo,
como queriendo guardar silencio, para compaginar sus ideas y evocar sus
recuerdos.
Me miró nuevamente con
sus ojos penetrantes, como para estar segura de que yo era realmente su
sobrino, el último hijo de su prima Emilia Dolores.
-Qué lindos recuerdos Tía
Mallca, me atreví decirle, a modo de gratitud, por lo que me estaba refiriendo
sobre mi infancia. Gracias Tía Mallca por este informe, fue mi comentario
emocionado.
La prima de mi madre,
como ignorando mi comentario, me preguntó nuevamente: Pero sobrino Uño, ¿cómo
tú, aquí en Rinconada, cuando yo, como todos tus paisanos, te teníamos en
Europa? Y, forzando una ligera sonrisa, me preguntó con una velada ironía.
Sobrino Uño, no habrás regresado a nuestra Comunidad, a recoger tus pasos?
Llevándole la corriente y
manteniendo su sutil ironía, comenté.
-Tia Mallca. Para mí
también es una extraña coincidencia, encontrarnos aquí en Rinconada y, no en
Pararín o, en nuestro valle de Maravia. Pero Tía Mallca, yo no he regresado a
nuestra Comunidad a recoger mis pasos, sino, para asentar mis huellas en nuestra
Comunidad.
-Asentar tus huellas en
nuestra Comunidad...-murmuró la Tía- Eso ya es otra cosa, sobrino Uño. Aunque
en verdad, tú nunca te fuiste de nuestra Comunidad. Eres de los pararinos
auténticos que ha parido nuestra Comunidad, al igual que a los de la generación
de Oro que reivindicaron nuestras tierras en este lado del rio Fortaleza, y,
junto con la tierras, la dignidad comunal, que estamos obligados a defender.
La tía, como reconociendo
una especie de dislate con su comentario sobre mi retorno a la Comunidad a
“recoger mis pasos”, como dizque hacen, los que ya se van a morir- dijo: -
Referente a tu retorno a recoger tus pasos. No es como seguramente tú estás pensando
sobrino Uño. Lo que quise decir es que tu retorno al útero de nuestra Comunidad
para ser semilla, y, luego, fruto, para las futuras generaciones de comuneros,
es el más grande aporte de tu generosidad. Tú perteneces a una familia
generosa, de modo que tu conducta, es normal en tu familia.
-Y todo lo que hagamos en
Pararín, como Comunidad, para mejorar nuestra sociedad, servirá de ejemplo a
otras comunidades que cargan la misma cruz de las tragedias y las
humillaciones.
-Tú sabes sobrino Uño,
que ahora las comunidades ya no luchan contra los gamonales, hacendados o
terratenientes de horca y cuchillo para quitarles sus tierras, sino, contra
poderes extranjeros sin rostro que se creen dueños de nuestras tierras y
nuestros pueblos. Esos invasores extranjeros, son asaltantes de caminos con el
rostro cubierto de pasamontañas ensangrentados. Qué rostro tiene: Antamina, las
mineras de Cajamarca, Arequipa, Apurímac, Cuzco, Madre de Dios, que invaden las
tierras de las comunidades? !No! Ellos no tienen rostro. Son asaltantes de
caminos con el rostro cubierto de pasamontañas ensangrentados.
-La solución para ellos,
es eliminar a comuneros o, al menos, sacarlos de sus comunidades y arrumarlos
como muebles viejos e inservibles, en arenales de Lima o de cualquier otra
ciudad, para que terminen gimiendo, bajo techos de esteras miserables, luego de
ser dueños por siempre.
-Este es el momento de
defendernos. Tener conciencia de que somos dueños y no criados de mineras
extranjeras sin rostro, con las garras ensangrentadas de avaricia.
Nuevamente emocionado, volví abrazar
y besar a la Tía, en la frente, exclamando a la vez: Gracias tía Mallca. Yo
nací en Pararín, de padres pararinos y, mi deber es no abandonar mi Comunidad,
porque hacerlo, significaría cobardía y traición a nuestros mayores. Y yo no
soy ni cobarde ni traidor, Tía Mallca, soy pararino... -fue mi retruque.
-Sí, sobrino Uño, el
comunero es conciencia, antes que solo residente de un lugar.
Y, con una voz que ya no
era de una anciana enferma, agregó su comentario.
-No es suficiente vivir
en la Comunidad para ser comunero. Los más grandes traidores y desagradecidos
con nuestra comunidad que les dio y les da vida, son los que apoyan la
corrupción que envenena a nuestra Comunidad. Igual que todos los peruanos que
venden el Perú a precio de gallina flaca a los extranjeros mafiosos, son
peruanos que viven en el Perú y del Perú y no los que están fuera.
-Los peruanos, serán solo
indiferentes con la tragedia de su país o, cómplices de la corrupción que carga
al Perú como hormigas a una abisma muerta?
Yo no respondí nada. Mi
silencio era mi mayor adhesión a su opinión sobre los comuneros y la Comunidad.
Para romper el silencio
que en esos momentos se había instalado entre nosotros dos, luego de la opinión
de la Tía, sobre la Comunidad y los comuneros; volví con mi pregunta , con la
mejor intensión.
-Tía Mallca, dime, de qué
está enferma y a donde se dirige?.
-!Ay sobrino Uño! Yo no
vengo de ningún lado, ni me dirijo a ninguna parte. Yo soy la Comunidad de San
Juan de Pararin en movimiento constante. Lo de mis dolencias? Ya sabes que a
los viejos/as, las dolencias nos llegan por todas partes, a veces, de frente, a
veces, por los costados, y a veces, por la espalda.
En esos calurosos
momentos de encuentro con mi Tía Mallca, pensé: De
qué lejanas comarcas estarán trenzadas las raíces profundas de los árboles
genealógicos, que hunden sus rutas secretas en las auroras y crepúsculos de las
misericordiosas batallas de amor familiar? porque se enciende mi corazón al
verme frente a mi Tía Mallca, que lo mismo habría sido tratándose de cualquiera
de mis innumerables tías, por vía materna o paterna que llevan en las venas, la
misma sangre que llevaban mi padre y mi madre y por ellos, yo llevo la sangre
de los VILLARREAL DOLORES de Pararín?
Tras su encendida y
provocadora opinión sobre la Comunidad y los comuneros, Tía Mallca, volvió a
tener el aspecto anciano, sufriente, como cuando la viera en mi última vista en
su casa, en Pararín, año 2006.
3
En esos momentos de
extraña vacilación por mi parte, vi surgir una luz amarillenta, como emitida
por un reflector, desde la iglesia o el cementerio de Rinconada. La luz, con
movimientos laxos, como el despertar de una culebra al contacto repentino de la
luz, derramando sus aspas doradas sobre el pueblo, llegó, poco a poco, al lugar
en donde nos encontrábamos, la Tía Mallca y, yo. Ella, sentada sobre su camilla
de enferma, cubierta por un pañalón muy usado, y, yo, contemplándola con
curiosa alegría.
En un momento, los
filamentos dorados de la luz, tocaron la camilla de la Tía, y, sus rayos,
fueron a dar directamente en el rostro de la Tía.
Tía Mallca, ligeramente
fastidiada por el contacto de la luz, dándole directamente en el rostro, me
suplicó: “Sobrino Uño, por favor! muéveme la camilla a otra dirección. Esa luz
me molesta”. -Está bien Tía. Respondí, y, acto seguido, giré la camilla,
dejando a la pariente, con la mirada hacia la pista.
Cuando creía que mi labor
ya estaba terminada, para seguir conversando con la tía enferma, vi aparecer
otra luz, de color celeste, casi turquesa, partiendo del mismo lugar, pero,
ubicada en el centro de la luz amarilla, dividiendo a esta, en dos franjas
áureas.
La luz celeste-turquesa,
al igual que la luz amarilla, avanzaba lentamente al lugar en donde nos
encontrábamos, Tía Mallca, sentada sobre su camilla y, yo, mirando la luz
celeste-turquesa y a la Tía Mallca, al mismo tiempo. Observaba con curiosidad,
el desarrollo de ese fenómeno en Rinconada, mientras que los paisanos dormían
en sus casas, bajo los abrazos del cielo, titilando las luciérnagas de sus
estrellas.
Tía Mallca ya no se
quejaba de sus dolencias, sino que parecía mirar fijamente algo, en el puente o
la autopista a Huaraz.
Cuando la luz celeste-turquesa,
flanqueada por dos hebras de luz amarilla, llegó titilando a la rústica camilla
de la Tía Mallca, en donde había llegado en hombros de dos cargadores que la
abandonaron sentada, en medio del camino y frente a la casa de mi hermana
Alicia, empezaron a suceder cosas extraordinarias en Rinconada.
Al conjuro de la luz
celeste-turquesa, Tía Mallca, como sufriendo una metamorfosis forzosa, se fue
transformando en una mujer joven, en la Margarita Pomiano Dolores, una hermosa
pararina, espigada, esbelta, segura de sí misma, con decires directos y claros,
a lo mejor, un poco arrogante para muchos, esa conducta como sello de familia
Dolores. Pero en ese momento, vi a la Tía, como siempre yo la había conocido y
visto en mi infancia en Pararín, o, nuestro valle familiar de Maravia, y,
especialmente, durante la fiesta de Navidad del pueblo de San Isidro (Oq'up) ,
pueblo perteneciente al Distrito de Cochapetí, vecino al valle de Maravia, cuya
fiesta navideña era animada, unas veces, por mi tío Rufino Demóstenes Dolores
Neyra y, otras veces, por la orquesta de mi hermano Fortunato, integrados por
Teodosio Depaz Mónico y, el arpista, Solís Rodríguez.
Finalmente Tía Mallca,
elegantemente vestida con su traje típico de comunera pararina; zapatos calados
de color negro; saya de vuelo ancho, de color azul oscuro, con franja de tela
de color verde oscuro que finalizan las sayas pararinas, monilla de color
celeste satinado, lliclla o mantilla de color verde claro, con bellos
estampados a máquina de coser en los extremos. La juntura de su lliclla,
sujetadas por un enorme prendedor de plata, en forma de corazón, terminada en
aspas con perlas de diversos colores, una blusa de color blanco y, finalmente,
su inconfundible y emblemático sombrero pararino, de toquilla, conocido también
por las paisanas, como sombrero “huachano” .
Parada sobre su camilla,
Tía Mallca empezó a ejercitar sus piernas, dando pequeños pasos como una
criatura intentando aventurarse a caminar.
Y, a medida que
ejercitaba los movimientos de sus extremidades, la camilla iba despareciendo,
hasta que la tía, sin dejar de mirarme, empezó a levitar sobre la luz celeste-turquesa.
Mientras su extraña
metamorfosis se desarrollaba como programada por algún mandato misterioso, la
expresión del bello rostro de la Tía, se fue endureciendo y, mirando por todos
los lados del valle, como si estuviese dirigiendo a un público numeroso, que
solo ella veía, empezó a hablar, más bien a monologar sobre la Comunidad y los
comuneros pararinos.
-Han pasado apenas unos
meses de la gran tragedia de la corriente del niño costero, sembrando tristeza y
dolor por todos estos valles, como por otros similares, los paisanos que
estiraron la mano a la solidaridad para paliar sus tragedias; ahora se preparan
a celebrar una fiesta del despilfarro.
-Quien comprende a los
pararinos? Si esas fiestas tuvieran algún fin colectivo: mejorar sus calles,
cercar su cementerio o asfaltar el camino desde el puente hacia el pueblo, qué
linda fiesta sería. Una verdadera fiesta de progreso zonal y prestigio para la
Comunidad. Pero una fiesta por fiesta, por muy costoso que sea, no vale un
cristo.
-Las fiestas comunales o
comunitarias, tenían un carácter ritual, compartir alegría general con participación de todos.
Las actuales fiestas en la Comunidad, solo son ostentaciones, de quien tiene
más dinero que el otro, relegados a los comuneros a condición de públicos
sudorosos, aplaudiendo circos de arrogancia, sin dignidad.
-Con esa conducta
ostentosa, cómo pedir ayuda al gobierno central o regional, para la
reconstrucciónde puentes, tomas de agua,
etc., etc. Realmente los pararinos no saben lo que hacen, o, solo saben hacer
lo que hacen, fiestas y fútbol, dejando de lado sus obligaciones y deberes con
su pueblo y consigo mismos?
-Pararinos, Pararinos,
Pararinos, Pararinos, ostentando riqueza que no se tienen y simulando pobreza,
que tampoco se tiene suficiente. Esa conducta de máscaras, es la manifestación
grotesca de la pobreza mental, que es peor y más triste que la toda la pobreza
material que se sale, con trabajo.
-Pueblos que ostentan
riqueza y viven como pobres, no se merecen ni el desprecio sino, !lástima! !lástima!
!lástima! Sobrino Uño. Esa lástima que se tiene por los animales heridos o, por
personas minusválidas sin brazos y sin piernas.
El bello rostro de la Tía
se congestionaba, en una especie de olas encrespadas, cuyas espumas se hacen
rostro de amenazas y al mismo tiempo, de luminosas esperanzas.
Como urgido por algún
misterioso mandato, Tía Mallca siguió con su discurso de tonos de arenga
religiosa.
-Los pararinos sólo se
aborregan para las fiestas y el fútbol, como una forma de mantenerse
eternamente desunidos para mantener en la pobreza a una Comunidad rica en todos
los recursos, menos, en lo humano.
-Las fiestas les impiden
ver sus problemas, y, el fútbol les llena de vientos de consuelo en sesos
vaciados por la resignación. Pero esos defectos, no es sólo en los paisanos que
viven en la Comunidad, sino también, en sus hijos que viven en las ciudades,
dedicados solo a las fiestas y al fútbol, sin aportes de propuestas, para
mejorar Pararín y defender la Comunidad.
-Pueblos fiesteros y
futboleros, capaces de pelearse, hasta de matarse por un partido de fútbol o
defendiendo sus hinchas, pero incapaces de pelearse por defender o reclamar sus
derechos, son !Pueblos de lástima!
-Pueblos de lástima
sobrino Uño, no se merecen ni el desprecio, sino, !lástima!. Pueblos hechos a
la medida de usureros extranjeros, especialmente de las crueles empresas
mineras, con su corrupción, discriminación y violencia, sostenido por pueblos
de lástima.
-Los avarientos
extranjeros y sus cómplices nacionales, saben que solo destruyendo a las
comunidades con leyes, fiestas, religión y fútbol, pueden enriquecerse.
-El día que los comuneros
entiendan que las riquezas de la Comunidad es para los comuneros, entonces, ya
no se conformarán con propinas de lástima, sino, plantearán a las mineras,
compartir las ganancias. Ellos, por su capital y, la Comunidad, por sus
riquezas naturales.
-No aceptan compartir las
ganancias de la explotación de nuestras riquezas? Entonces !fuera de la
Comunidad!. El capital solo sirve en donde hay recursos naturales para
explotarlas, armados de leyes y protegidos por fuerzas armadas del Perú, para
reprimir a comuneros dueño de sus riquezas.
-Por qué los capitales
extranjeros están en Perú, especialmente en las comunidades y no en sus
ciudades arrogantes? Porque sus países son pobres diablos, que viven de la
transfusión de sangre de los pobres países, religiosos, fiesteros, futbolistas
y de lástima.
Nuevamente, clavándome la
rara antorcha de su mirada profunda e inquisidora, la Tía me preguntó: Sobrino
Uño, ¿me dijiste que volviste a nuestra Comunidad, para marcar tus huellas en
ella?
-Sí. Tía Mallca, eso
dije. - respondí temeroso, como esperando algún reproche.
-Yo misma me encargaré de
que tus huellas sean cada vez más visibles....Ambos re descubriremos a Carlo
Magno Villarreal, a Manuel Villarreal, a Froilan Requena, a Adrián Dolores, a
Florencio Dolores, a Dionisio Dolores, a Leoncio Marcelo, a Rafael Marcelo, a
Sabino Depaz, a Alejandro Simeón, a Emilia Dolores, a Octavia Depaz, a Demetrio
Moreno, a Vidal Dolores, a Armando Dolores, a Patricio Dextre, a Ciro Castillo,
a Criecencio Pajuelo, porque todos ellos son energías con nombres propios, y,
apenas escarbando la piel de la Comunidad, volverán a abrazarse a los
defensores de nuestra comunidad y se echaran a andar... Las lecciones
comunitarias no desaparecen. Si esos comuneros no quedaron en sus hijos como
sus continuadores, quedaron en la Comunidad, como luz de futuras batallas.
-Es increíble que, de
tantos pararinos que viven en la Comunidad, nadie diga nada sobre la
explotación de mineras instaladas en los Ayllus de Sanqui y Muni Quisra. Es
que, sin que nadie lo supiera, todos los pararinos/as son socios de mineras o
cómplices de la destrucción de nuestra Comunidad? Cuando ya no exista la
Comunidad, por ser tierra de mineras, a donde se irán los comuneros?
-Qué pararino o pararinos
se benefician de las propinas judaicas de las mineras que envenenan y destruyen
a la Comunidad. Todos los pararinos callan. Todos los pararinos son cómplices
de la destrucción de nuestra Comunidad...
Mientras Tía
Mallca giraba la rueca de su soliloquio, yo no podía dejar de especular sobre
los significados de sus palabras. Entendí que la mejor manera de entender las
cosas, es escribirlas. La narración verbal, como ficción, o como los sueños,
escritos, pueden conducirnos al encuentro de la realidad, con una verdadera
precisión poética, más que los inútiles y arrogantes sermones de las montañas.
En la Europa
de las guerras por usura, se destruyeron puentes, edificios, castillos, pero
Europa contaba con pensadores, escritores, filósofos, ingenieros, arquitectos,
con copias de planos de edificaciones, y, pasada la guerra, volvían a
reedificar sus puentes, sus edificios, etc. lo que no ha sucedido en el Perú y
Latinoamericana en general, por no contar con pensadores propios, sino, solo
con intelectuales con ideas prestadas de Europa o Norteamérica, más para
presumir, que para ser útiles a sus países o continente.
En esos momentos, sin
ninguna explicación racional, me vi arrodillado frente a la Tía Mallca,
empuñando con ambas manos la tierra de mi comunidad, y, al llevarme al pecho
las manos empuñadas de tierra, me di cuenta que estaba llorando.
Transcurrido unos
segundos o, minutos? En los sueños no existen tiempos ni espacios. Al levantar
la cabeza y abrir pesadamente los ojos lloroso, para volver a mirar a Tía
Mallca que me hablaba directamente a mi corazón, ya no estaba.
Me arrepentí de haber
perdido el tiempo llorando, en lugar de prestar más atención a las palabras de
la Tía que ya no estaba.
Todo el valle regado por
el río Fortaleza, estaba iluminado por esa rara luz, celeste-turquesa,
flanqueada por dos franjas amarillas que señalaban los pasos por donde había aparecido
y desaparecido, Tía Mallca.
La última visión borrosa
de la figura de la tía Mallca, fue perdiéndose entre los cerros del centro
poblado de Huáncar.
Les dirá Tía Mallca, lo
dicho en Rinconada, a los paisanos de Huáncar, Mandawas, Malvado, Huaquish,
Pócor, o, pasará simplemente sobre ellos, dejando la estela celeste de
esperanza y misterio, de paso por Chaucayán, para finalmente tomar el valle de
Rari, Huertas, para llegar al santuario de Pilapunta, desde donde proyectará su
luz celestial a nuestro valle familiar Maravia, para que desde ahí, broten las
nuevas semillas de pararinos/as, altivos y orgullosos, como lo que ella misma y
toda nuestra familia de su generación, eran.
En esos
momentos la Tía Mallca, representaba la corporeidad y visión emocionada de mi
familia DOLORES, tornándose en la realidad de mis sueños, como mensaje de amor
para sacar a Pararín, de la pobreza y atraso.
Lo más
hermoso de los sueños es no perder a nadie. Es más, en esa asombrosa realidad
onírica, se puede recuperar la materialidad de la existencia que se pierde en
la azarosa existencia diurna.
Contemplando
la claridad del valle de Rinconada con la luz emanada de la iglesia o, el
cementerio, envuelto en la musicalidad de la noche y las palpables sílabas del
mensaje de la tía Mallca, sobre la Comunidad y los comuneros, volví a mis
cavilaciones.
De donde
venía la Tía Mallca a Rinconada, cargada en camilla por dos hombres
desconocidos que la abandonaron en medio del camino? Eran pararinos los
cargadores o, remanentes de yanacones que viven en los valles? Por qué llegaría
la Tía en camilla, como una anciana enferma, para luego regresarse a su pueblo,
como una mujer sana y fuerte, flotando sobre una luz celeste-turquesa, hablando
casi con dolor, de su comunidad convertida en un pueblo de lástima?
Habrá querido
decir que la Comunidad, para mantenerse como solidaridad organizada, necesita
reorganizarse y que el Centro poblado de Santa Rosa de Rinconada, por ser la
zona de frontera y habitada por más pararinos, está obligada a tomar conciencia
de la Comunidad?
!Ay Tía
Mallca! Por qué no me dijiste con tu voz viva, lo que debía hacer, en lugar de
sumirme en los vericuetos de las alegorías? !No hay nada que hacer! Eres el
espíritu de nuestra Comunidad de San Juan de Pararín: claridad del misterio y
misterio de la claridad.
Aparentemente
la Comunidad es solo vivir juntos y compartir cosas comunes. Pero la Comunidad,
como expresión de la democracia participativa y de consenso, es una maquinaria
de filigranas hecha de conciencia y no solo de conveniencias. Para que la
Comunidad funcione, como una maquinaria de filigranas hecha de conciencia y no
solo de conveniencias, ningún comunero debe quedarse con las dudas de sus
deberes, obligaciones y derechos. Cuando todos los comuneros/as están
convencidos de sus obligaciones, deberes y derechos, la Comunidad es una
aplanadora, que no se detiene ante nada ni ante nadie.
La noche, con
su multiforme soplo de grillos, luciérnagas y batracios, mostraba el reino
armonioso de su paz, regalándome el cielo de las palabras, para captar lo más
posible, el mensaje de Tía Mallca, para trasmitirlo al mundo, como una arenga
para recuperar la dignidad, y, la dignidad, para defender la nacionalidad,
cuyas bases sólidas descansan en las Comunidades andinas y amazónicas.
4
Pasado el fulgor de la
experiencia del encuentro con mi Tía Mallca en Rinconada, y, el frío de la
noche valluna, me acordé el propósito por el que había salido al patio de la
casa de mi hermana, en ropas interiores y sin zapatos.
Esperaba la llegada de
dos guitarristas que debían llegar de alguna parte, para ensayar en guitarras,
las cinco modalidades de la música de los danzantes de los Negritos de Pararín,
siguiendo el casete grabado, en solo de arpa, por mi tío-padrino Prof. Rufino
Demóstones Dolores Neyra, que, generosamente nos hizo llegar a Dinamarca, por
correo, para realizar una actividad peruana en dicho país, con mi hermana Fina,
como difusores de la diplomacia de los pueblos, que radica en su arte popular,
difundido por sus cultores.
Resulta que ambos
guitarrista estaban ahí; y posiblemente estuvieron todo el tiempo que duró la
experiencia rara con mi Tía Mallca.
Ambos músicos tenían
camionetas del mismo color: blanco sucio, en donde dormían plácidamente, junto
al volante de sus respectivas camionetas y, al lado de ellos, sus respectivos
instrumentos, encerrados en estuches de madera forradas de cuero sintético de
color negro.
Al golpearle en la
ventana del conductor, al primero de los músicos al verme bajó el vidrio de su
ventana y me pidió que le dejara dormir, y que dejáramos todo para el día
siguiente. Además, dijo: dos de las cuerdas de mi guitarra están rotas, no sé
si el compañero tendrá algunas de reserva. Volvió a subir el vidrio de la
ventana de su vehículo y se acomodó mejor, para seguir durmiendo.
Con el segundo músico,
hice lo mismo. También este, de mal humor; me dijo: !mira compadre! déjanos
descansar. Mañana hablamos. Subió el vidrio de su ventana que había bajado para
hablar conmigo.
No quería molestarlos,
había dicho en el tono más conciliador del mundo, solo quería invitarles a
pasar a la casa de mi hermana, en donde les tengo preparado dos camas, para que
descansen mejor, pero.... si Uds., prefieren descansar en sus carros, está
bien. !Nos vemos mañana!
Antes de regresarme a la
casa de mi hermana, volví a contemplar la luz celeste-turquesa proyectada desde
la iglesia o cementerio de Rinconada, y me entraron infinitas ganas de seguirle
los pasos de Tía Mallca. En donde estaría ya en ese momento? Instalada ya en el
santuario de Pilapunta, proyectando su luz azul-turquesa de esperanza a toda la
Comunidad de San de Pararín ?
Con el paso
fugaz de las estrellas, y pensado siempre en el misterioso encuentro con mi Tía
Mallca en Rinconada, puede vislumbrar los juguetes de mi infancia: corriendo de
tras de los becerros en Ichicquechi, Capllapunta. Cargando porongos de agua
como ovejas recién nacidas en Rauró, Miucall o Chimpill, Cogiendo Q'emis o
mitos, en Móctup, o, recogiendo Waq'a o sanqui, en las laderas de Winquip-
Ramcap; dando de comer a pollos en Maravia, o, ayudando a desgranar maíz a mi
abuela Doña Grimaneza, en nuestra casa de Huantún, o, corriendo a ganarme con
mis primos/as tras las frutas de chirimoyas maduras soltadas de sus tallos por
los vientos alisios en Maravia, o, de lucmas en Iraguayín, y sentí que esa mi
infancia libre y feliz en mi Comunidad, me había transformado en el defensor de
mi lugar de origen, como santo y seña de mi vida y mi poesía.
Tras la luz
de las estrellas, siempre brillan mensajes de la inocencia, abanicada por la
lluvia y su senda de misterios por donde transitan la generaciones, haciendo
espacios para las nuevas generaciones.
Las nubes,
silenciosos ángeles como vértices de puertas a las sorpresas, arman edades de
aliento con promesas de brisas.
Régulo
Villarreal Dolores
C.30.8.17-27-9-17
NEPER Perú
Caminante.
Literatura
Caminante para una historia en marcha.