martes, 28 de septiembre de 2021

LA TIA MALLCA, EN RINCONADA-PARARIN (COMUNERA PARARINA, DOÑA MARGARITA POMIANO DOLORES, QEPD) - POR RÉGULO VILLARREAL DOLORES



LA TIA MALLCA, EN RINCONADA-PARARIN

(COMUNERA PARARINA, 
DOÑA MARGARITA POMIANO DOLORES, QEPD)

A todos los descendientes de Tía Mallca,
por el regalo de este cuento soñado o,
sueño contado.
RVD.
 
1
Durante mi sueño en Copenhague (Dinamarca), noche del 29, amanecer del 30 de agosto 2017, me vi en la casa de mi hermana mayor: Alicia Villarreal Dolores, ubicada en la zona poblada de Santa Rosa de Rinconada (comprensión de la Comunidad de San Juan de Pararín-Recuay-Áncash-Perú).
La luna, con sus dulces ojos de paloma torcaza, pintaba de azul brumoso las estribaciones de los cerros que encajonan el valle de Rinconada.
El laxo río Fortaleza, que riega todo el valle que nace desde de la laguna de Conococha, parecía canto de búhos, advirtiendo melancolías que obligan a recordar a los ausentes, como estrofas de oraciones dichas hacia adentro.
El camino que conduce del poblado hacia el puente para alcanzar la autopista que estira destinos desde la costa a la sierra o vice versa, parecía lágrima tendida u ondulantes lirios de los dedos de mi madre, orando por la salud de su madre enferma y sóla, por esos días, en Pararín.
Por alguna razón, que en los sueños nunca se sabe, yo había salido al patio de la casa de mi hermana mayor, con una guitarra en la mano, en ropas interiores y descalzo.
Del enorme patio cercado por quinchas como atalayas de vigilancia, me dirigí hacia la puerta posterior, que da a las chacras de la parte alta de la zona. Las nubes, como cristalinas delicias del valle, confesaban su soledad de vientos, cavilando sangrías de lluvias y sus garras azules, besando sementeras de Rinconada como abrazadas por un coro de grillos, luciérnagas y algunas notas sueltas de lechuzas.
Al salir de la casa de mi hermana, en un ambiente de penumbras plateadas, dudé si el momento pertenecía a las del anochecer, o, a las del amanecer.
Ligeramente apartado de la puerta trasera del patio de la casa de mi hermana Alicia, mirando hacia la carretera que conduce de Paramonga a Huaraz o viceversa, sentí que por el camino que baja de la zona de Totopón, se acercaba un bulto negro, alargado, como rodando a trancas, con un susurro entrecortado de alguna queja dolorosa que, por el silencio rasante del lugar, se esparcía como semillas de aquelarres anunciando desgracias.
Intrigado por la curiosidad, más que por la sorpresa de ver el bulto negro en movimiento, esperé la aproximación de la extraña figura, al lugar en donde me hallaba tamborileando con mis dedos, el mango de la guitarra que sostenía.
Cualquiera de las vías que luego tomaría el bulto negro de mi curiosidad, o, hacia el centro del poblado, o, virando el camino que conduce al puente, estaba seguro que la extraña figura pasaría por el lugar donde me encontraba.
A medida que el extraño cortejo se aproximaba al lugar desde donde lo observa, pude finalmente distinguir que el extraño “bulto” lo constituían dos personas (hombres), vestidos con ropas oscuras y ponchos del mismo color, sombreros de mimbre de anchas alas, como usan los paisanos del lugar, cargando una camilla rústica, hecha de maderas que en la sierra se utiliza para transportar a personas enfermas a la costa, o, a la posta médica más cercana, en busca de alivio médico.
Aguzando más la mirada con la ayuda de luz de la luna, distinguí que sobre la camilla, a modo anda, venía una mujer sentada, aparentemente de edad avanzada, por la sonoridad de sus quejidos, lamentándose de vez en cuando, de algún dolor que lo aquejaba.
Como si los dos cargadores hubiesen planificado previamente sobre lo que debían hacer en el lugar, (aparentemente sin advertir mi presencia que los contemplaba en todos sus movimientos), bajaron la camilla de sus hombros al suelo, y, la depositaron sobre el camino.
Los dos extraños, a quienes no pude verles el rostro, luego de una pequeña gimnasia de hombros, como liberándose del peso que los habían mantenido agachados el tiempo que cargaron a la enferma, recuperaron fuerzas, y sin mediar una sola palabra abandonaron la camilla. La enferma, se quejaba de sus dolencias en medio del camino, con el rostro dirigido hacia la casa de mi hermana Alicia.
Los dos cargadores al amparo de la luz de la luna que lamía los silencios de Rinconada como si se tratara de una herida geológica germinando misterios, desparecieron del lugar, tomando el camino por donde llegaron.
2
Desaparecidos los extraños, acérquemele a la camilla, en donde la persona enferma seguía sentada, quejándose de su dolor.
Por el aspecto del sombrero de toquilla, con sobrios adornos de trencillas y plumas de pavo real como la que usan las comuneras pararinas, a cuya prenda llaman “jippi tzuku” (sombrero de fibras de toquilla). No dudé que la enferma, era una comunera pararina.
La desconocida, hasta ese entonces, al sentir mi presencia muy próxima a ella, levantó el ala de su sombrero, hasta más arriba de la frente, mostrando el perfil de una mujer hermosa, a pesar de su edad, de aproximadamente 60-70 años. Y, como queriendo saber con qué paisano se había encontrado, me miró fijamente, con unos ojos dibujados de grandes signos interrogantes.
Luego de ese saludo visual, entre la desconocida y yo, y seguro por mi parte de que me encontraba delante de mi tía Mallca (Margarita Pomiano Dolores) a quien la había visto por última vez en Pararín, el año 2006, me invadió una enorme alegría, pero no quería manifestársela todavía, hasta que ella misma descubriera mi parentesco con ella.
Pero fue más grande mi alegría por el encuentro con una pariente, que mis precauciones protocolares, y terminé abrazando con fervor, aquel cuerpo delgado por la ancianidad y la enfermedad, gritando con una alegría infantil: “Tía Mallca, ¿Ud., aquí?” y, al mismo tiempo que la abrazaba, preguntaba por su dolencia y el destino a donde se dirigía.
Tía Mallca, como eludiendo mi pregunta sobre su salud, y el destino de su viaje, me preguntó con una sorpresa de quien desconfía de los extraños: “eres tú, sobrino Uño, último hijo de mi prima prima Emicha”?
-Sí tía, yo soy, tu sobrino Uño. Ultimo hijo de tu prima Emilia Dolores Neyra. -Fue mi respuesta.
La Tía Mallca, exhalando un suspiro hondo, como internándose en una especie de abstracción personal, íntima, tierna y conmovedora, empezó hablar con un fluidez de cascadas o, caída de aguacero sobre cerros sorprendidos por sus latigazos de aguja de cristal.
-Uño, Uñito, mi Uniquito, mi Ultimito... así era como te llamaba tu madre. Y, con qué cariño te criaba. Por supuesto que tú no puedes entender esas cosas, sobrino. Solo las madres sabemos el significado del primero y del último hijo. Y, tú, siempre refilón. Naciste riéndote de todo. Te dormías y te despertabas riéndote. De qué te reirías? !Quien sabe! Yo te llamaba “asikiok hichicollko” (hombrecito reilón) comparándote con esos duendecitos andinos, que viven en las palizadas de los ríos, los puquios y paq'tzas (caídas de agua por entre las rocas) que, solo por reírse, despistan a las pastoras, convirtiendo a sus ovejas en vizcachas, o, dibujando gallinas con rostro de enamoradas, a hombres solitarios que galopan sus romances silenciosos.
-Cuando te reías, tus ojos eran iguales que a los de tu madre: un color marrón, muy claros, casi miel, que a veces se tornaban de color ceniza, como los de tu abuela, la tía Grimaneza. !Ah la Tía Grimaneza! -suspiró la Tía Mallca, para continuar su relato- nunca nos dejaba pasar por el camino que atraviesa casi por la puerta de su casa, viniendo o yendo a Pararín, sin darnos algo de comer. Recuerdo aún con nostalgia, cada vez que paso por la puerta de su casa abandonada. Especialmente sus yucas y camotes, azadas en los rescoldos de su cocina.
-Uño, Uñito, mi Uniquito, mi Ultimito... así te seguirá llamando por toda la eternidad, mi buena prima Emicha.- suspiró hondo, como queriendo seguir hablando, y, al mismo tiempo, como queriendo guardar silencio, para compaginar sus ideas y evocar sus recuerdos.
Me miró nuevamente con sus ojos penetrantes, como para estar segura de que yo era realmente su sobrino, el último hijo de su prima Emilia Dolores.
-Qué lindos recuerdos Tía Mallca, me atreví decirle, a modo de gratitud, por lo que me estaba refiriendo sobre mi infancia. Gracias Tía Mallca por este informe, fue mi comentario emocionado.
La prima de mi madre, como ignorando mi comentario, me preguntó nuevamente: Pero sobrino Uño, ¿cómo tú, aquí en Rinconada, cuando yo, como todos tus paisanos, te teníamos en Europa? Y, forzando una ligera sonrisa, me preguntó con una velada ironía. Sobrino Uño, no habrás regresado a nuestra Comunidad, a recoger tus pasos?
Llevándole la corriente y manteniendo su sutil ironía, comenté.
-Tia Mallca. Para mí también es una extraña coincidencia, encontrarnos aquí en Rinconada y, no en Pararín o, en nuestro valle de Maravia. Pero Tía Mallca, yo no he regresado a nuestra Comunidad a recoger mis pasos, sino, para asentar mis huellas en nuestra Comunidad.
-Asentar tus huellas en nuestra Comunidad...-murmuró la Tía- Eso ya es otra cosa, sobrino Uño. Aunque en verdad, tú nunca te fuiste de nuestra Comunidad. Eres de los pararinos auténticos que ha parido nuestra Comunidad, al igual que a los de la generación de Oro que reivindicaron nuestras tierras en este lado del rio Fortaleza, y, junto con la tierras, la dignidad comunal, que estamos obligados a defender.
La tía, como reconociendo una especie de dislate con su comentario sobre mi retorno a la Comunidad a “recoger mis pasos”, como dizque hacen, los que ya se van a morir- dijo: - Referente a tu retorno a recoger tus pasos. No es como seguramente tú estás pensando sobrino Uño. Lo que quise decir es que tu retorno al útero de nuestra Comunidad para ser semilla, y, luego, fruto, para las futuras generaciones de comuneros, es el más grande aporte de tu generosidad. Tú perteneces a una familia generosa, de modo que tu conducta, es normal en tu familia.
-Y todo lo que hagamos en Pararín, como Comunidad, para mejorar nuestra sociedad, servirá de ejemplo a otras comunidades que cargan la misma cruz de las tragedias y las humillaciones.
-Tú sabes sobrino Uño, que ahora las comunidades ya no luchan contra los gamonales, hacendados o terratenientes de horca y cuchillo para quitarles sus tierras, sino, contra poderes extranjeros sin rostro que se creen dueños de nuestras tierras y nuestros pueblos. Esos invasores extranjeros, son asaltantes de caminos con el rostro cubierto de pasamontañas ensangrentados. Qué rostro tiene: Antamina, las mineras de Cajamarca, Arequipa, Apurímac, Cuzco, Madre de Dios, que invaden las tierras de las comunidades? !No! Ellos no tienen rostro. Son asaltantes de caminos con el rostro cubierto de pasamontañas ensangrentados.
-La solución para ellos, es eliminar a comuneros o, al menos, sacarlos de sus comunidades y arrumarlos como muebles viejos e inservibles, en arenales de Lima o de cualquier otra ciudad, para que terminen gimiendo, bajo techos de esteras miserables, luego de ser dueños por siempre.
-Este es el momento de defendernos. Tener conciencia de que somos dueños y no criados de mineras extranjeras sin rostro, con las garras ensangrentadas de avaricia.
 Nuevamente emocionado, volví abrazar y besar a la Tía, en la frente, exclamando a la vez: Gracias tía Mallca. Yo nací en Pararín, de padres pararinos y, mi deber es no abandonar mi Comunidad, porque hacerlo, significaría cobardía y traición a nuestros mayores. Y yo no soy ni cobarde ni traidor, Tía Mallca, soy pararino... -fue mi retruque.
-Sí, sobrino Uño, el comunero es conciencia, antes que solo residente de un lugar.
Y, con una voz que ya no era de una anciana enferma, agregó su comentario.
-No es suficiente vivir en la Comunidad para ser comunero. Los más grandes traidores y desagradecidos con nuestra comunidad que les dio y les da vida, son los que apoyan la corrupción que envenena a nuestra Comunidad. Igual que todos los peruanos que venden el Perú a precio de gallina flaca a los extranjeros mafiosos, son peruanos que viven en el Perú y del Perú y no los que están fuera.
-Los peruanos, serán solo indiferentes con la tragedia de su país o, cómplices de la corrupción que carga al Perú como hormigas a una abisma muerta?
Yo no respondí nada. Mi silencio era mi mayor adhesión a su opinión sobre los comuneros y la Comunidad.
Para romper el silencio que en esos momentos se había instalado entre nosotros dos, luego de la opinión de la Tía, sobre la Comunidad y los comuneros; volví con mi pregunta , con la mejor intensión.
-Tía Mallca, dime, de qué está enferma y a donde se dirige?.
-!Ay sobrino Uño! Yo no vengo de ningún lado, ni me dirijo a ninguna parte. Yo soy la Comunidad de San Juan de Pararin en movimiento constante. Lo de mis dolencias? Ya sabes que a los viejos/as, las dolencias nos llegan por todas partes, a veces, de frente, a veces, por los costados, y a veces, por la espalda.
En esos calurosos momentos de encuentro con mi Tía Mallca, pensé: De qué lejanas comarcas estarán trenzadas las raíces profundas de los árboles genealógicos, que hunden sus rutas secretas en las auroras y crepúsculos de las misericordiosas batallas de amor familiar? porque se enciende mi corazón al verme frente a mi Tía Mallca, que lo mismo habría sido tratándose de cualquiera de mis innumerables tías, por vía materna o paterna que llevan en las venas, la misma sangre que llevaban mi padre y mi madre y por ellos, yo llevo la sangre de los VILLARREAL DOLORES de Pararín?
Tras su encendida y provocadora opinión sobre la Comunidad y los comuneros, Tía Mallca, volvió a tener el aspecto anciano, sufriente, como cuando la viera en mi última vista en su casa, en Pararín, año 2006.
3
En esos momentos de extraña vacilación por mi parte, vi surgir una luz amarillenta, como emitida por un reflector, desde la iglesia o el cementerio de Rinconada. La luz, con movimientos laxos, como el despertar de una culebra al contacto repentino de la luz, derramando sus aspas doradas sobre el pueblo, llegó, poco a poco, al lugar en donde nos encontrábamos, la Tía Mallca y, yo. Ella, sentada sobre su camilla de enferma, cubierta por un pañalón muy usado, y, yo, contemplándola con curiosa alegría.
En un momento, los filamentos dorados de la luz, tocaron la camilla de la Tía, y, sus rayos, fueron a dar directamente en el rostro de la Tía.
Tía Mallca, ligeramente fastidiada por el contacto de la luz, dándole directamente en el rostro, me suplicó: “Sobrino Uño, por favor! muéveme la camilla a otra dirección. Esa luz me molesta”. -Está bien Tía. Respondí, y, acto seguido, giré la camilla, dejando a la pariente, con la mirada hacia la pista.
Cuando creía que mi labor ya estaba terminada, para seguir conversando con la tía enferma, vi aparecer otra luz, de color celeste, casi turquesa, partiendo del mismo lugar, pero, ubicada en el centro de la luz amarilla, dividiendo a esta, en dos franjas áureas.
La luz celeste-turquesa, al igual que la luz amarilla, avanzaba lentamente al lugar en donde nos encontrábamos, Tía Mallca, sentada sobre su camilla y, yo, mirando la luz celeste-turquesa y a la Tía Mallca, al mismo tiempo. Observaba con curiosidad, el desarrollo de ese fenómeno en Rinconada, mientras que los paisanos dormían en sus casas, bajo los abrazos del cielo, titilando las luciérnagas de sus estrellas.
Tía Mallca ya no se quejaba de sus dolencias, sino que parecía mirar fijamente algo, en el puente o la autopista a Huaraz.
Cuando la luz celeste-turquesa, flanqueada por dos hebras de luz amarilla, llegó titilando a la rústica camilla de la Tía Mallca, en donde había llegado en hombros de dos cargadores que la abandonaron sentada, en medio del camino y frente a la casa de mi hermana Alicia, empezaron a suceder cosas extraordinarias en Rinconada.
Al conjuro de la luz celeste-turquesa, Tía Mallca, como sufriendo una metamorfosis forzosa, se fue transformando en una mujer joven, en la Margarita Pomiano Dolores, una hermosa pararina, espigada, esbelta, segura de sí misma, con decires directos y claros, a lo mejor, un poco arrogante para muchos, esa conducta como sello de familia Dolores. Pero en ese momento, vi a la Tía, como siempre yo la había conocido y visto en mi infancia en Pararín, o, nuestro valle familiar de Maravia, y, especialmente, durante la fiesta de Navidad del pueblo de San Isidro (Oq'up) , pueblo perteneciente al Distrito de Cochapetí, vecino al valle de Maravia, cuya fiesta navideña era animada, unas veces, por mi tío Rufino Demóstenes Dolores Neyra y, otras veces, por la orquesta de mi hermano Fortunato, integrados por Teodosio Depaz Mónico y, el arpista, Solís Rodríguez.
Finalmente Tía Mallca, elegantemente vestida con su traje típico de comunera pararina; zapatos calados de color negro; saya de vuelo ancho, de color azul oscuro, con franja de tela de color verde oscuro que finalizan las sayas pararinas, monilla de color celeste satinado, lliclla o mantilla de color verde claro, con bellos estampados a máquina de coser en los extremos. La juntura de su lliclla, sujetadas por un enorme prendedor de plata, en forma de corazón, terminada en aspas con perlas de diversos colores, una blusa de color blanco y, finalmente, su inconfundible y emblemático sombrero pararino, de toquilla, conocido también por las paisanas, como sombrero “huachano” .
Parada sobre su camilla, Tía Mallca empezó a ejercitar sus piernas, dando pequeños pasos como una criatura intentando aventurarse a caminar.
Y, a medida que ejercitaba los movimientos de sus extremidades, la camilla iba despareciendo, hasta que la tía, sin dejar de mirarme, empezó a levitar sobre la luz celeste-turquesa.
Mientras su extraña metamorfosis se desarrollaba como programada por algún mandato misterioso, la expresión del bello rostro de la Tía, se fue endureciendo y, mirando por todos los lados del valle, como si estuviese dirigiendo a un público numeroso, que solo ella veía, empezó a hablar, más bien a monologar sobre la Comunidad y los comuneros pararinos.
-Han pasado apenas unos meses de la gran tragedia de la corriente del niño costero, sembrando tristeza y dolor por todos estos valles, como por otros similares, los paisanos que estiraron la mano a la solidaridad para paliar sus tragedias; ahora se preparan a celebrar una fiesta del despilfarro.
-Quien comprende a los pararinos? Si esas fiestas tuvieran algún fin colectivo: mejorar sus calles, cercar su cementerio o asfaltar el camino desde el puente hacia el pueblo, qué linda fiesta sería. Una verdadera fiesta de progreso zonal y prestigio para la Comunidad. Pero una fiesta por fiesta, por muy costoso que sea, no vale un cristo.
-Las fiestas comunales o comunitarias, tenían un carácter ritual,  compartir  alegría general con participación de todos. Las actuales fiestas en la Comunidad, solo son ostentaciones, de quien tiene más dinero que el otro, relegados a los comuneros a condición de públicos sudorosos, aplaudiendo circos de arrogancia, sin dignidad.
-Con esa conducta ostentosa, cómo pedir ayuda al gobierno central o regional, para la reconstrucciónde  puentes, tomas de agua, etc., etc. Realmente los pararinos no saben lo que hacen, o, solo saben hacer lo que hacen, fiestas y fútbol, dejando de lado sus obligaciones y deberes con su pueblo y consigo mismos?
-Pararinos, Pararinos, Pararinos, Pararinos, ostentando riqueza que no se tienen y simulando pobreza, que tampoco se tiene suficiente. Esa conducta de máscaras, es la manifestación grotesca de la pobreza mental, que es peor y más triste que la toda la pobreza material que se sale, con trabajo.
-Pueblos que ostentan riqueza y viven como pobres, no se merecen ni el desprecio sino, !lástima! !lástima! !lástima! Sobrino Uño. Esa lástima que se tiene por los animales heridos o, por personas minusválidas sin brazos y sin piernas.
El bello rostro de la Tía se congestionaba, en una especie de olas encrespadas, cuyas espumas se hacen rostro de amenazas y al mismo tiempo, de luminosas esperanzas.
Como urgido por algún misterioso mandato, Tía Mallca siguió con su discurso de tonos de arenga religiosa.
-Los pararinos sólo se aborregan para las fiestas y el fútbol, como una forma de mantenerse eternamente desunidos para mantener en la pobreza a una Comunidad rica en todos los recursos, menos, en lo humano.
-Las fiestas les impiden ver sus problemas, y, el fútbol les llena de vientos de consuelo en sesos vaciados por la resignación. Pero esos defectos, no es sólo en los paisanos que viven en la Comunidad, sino también, en sus hijos que viven en las ciudades, dedicados solo a las fiestas y al fútbol, sin aportes de propuestas, para mejorar Pararín y defender la Comunidad.
-Pueblos fiesteros y futboleros, capaces de pelearse, hasta de matarse por un partido de fútbol o defendiendo sus hinchas, pero incapaces de pelearse por defender o reclamar sus derechos, son !Pueblos de lástima!
-Pueblos de lástima sobrino Uño, no se merecen ni el desprecio, sino, !lástima!. Pueblos hechos a la medida de usureros extranjeros, especialmente de las crueles empresas mineras, con su corrupción, discriminación y violencia, sostenido por pueblos de lástima.
-Los avarientos extranjeros y sus cómplices nacionales, saben que solo destruyendo a las comunidades con leyes, fiestas, religión y fútbol, pueden enriquecerse.
-El día que los comuneros entiendan que las riquezas de la Comunidad es para los comuneros, entonces, ya no se conformarán con propinas de lástima, sino, plantearán a las mineras, compartir las ganancias. Ellos, por su capital y, la Comunidad, por sus riquezas naturales.
-No aceptan compartir las ganancias de la explotación de nuestras riquezas? Entonces !fuera de la Comunidad!. El capital solo sirve en donde hay recursos naturales para explotarlas, armados de leyes y protegidos por fuerzas armadas del Perú, para reprimir a comuneros dueño de sus riquezas.
-Por qué los capitales extranjeros están en Perú, especialmente en las comunidades y no en sus ciudades arrogantes? Porque sus países son pobres diablos, que viven de la transfusión de sangre de los pobres países, religiosos, fiesteros, futbolistas y de lástima.
Nuevamente, clavándome la rara antorcha de su mirada profunda e inquisidora, la Tía me preguntó: Sobrino Uño, ¿me dijiste que volviste a nuestra Comunidad, para marcar tus huellas en ella?
-Sí. Tía Mallca, eso dije. - respondí temeroso, como esperando algún reproche.
-Yo misma me encargaré de que tus huellas sean cada vez más visibles....Ambos re descubriremos a Carlo Magno Villarreal, a Manuel Villarreal, a Froilan Requena, a Adrián Dolores, a Florencio Dolores, a Dionisio Dolores, a Leoncio Marcelo, a Rafael Marcelo, a Sabino Depaz, a Alejandro Simeón, a Emilia Dolores, a Octavia Depaz, a Demetrio Moreno, a Vidal Dolores, a Armando Dolores, a Patricio Dextre, a Ciro Castillo, a Criecencio Pajuelo, porque todos ellos son energías con nombres propios, y, apenas escarbando la piel de la Comunidad, volverán a abrazarse a los defensores de nuestra comunidad y se echaran a andar... Las lecciones comunitarias no desaparecen. Si esos comuneros no quedaron en sus hijos como sus continuadores, quedaron en la Comunidad, como luz de futuras batallas.
-Es increíble que, de tantos pararinos que viven en la Comunidad, nadie diga nada sobre la explotación de mineras instaladas en los Ayllus de Sanqui y Muni Quisra. Es que, sin que nadie lo supiera, todos los pararinos/as son socios de mineras o cómplices de la destrucción de nuestra Comunidad? Cuando ya no exista la Comunidad, por ser tierra de mineras, a donde se irán los comuneros?
-Qué pararino o pararinos se benefician de las propinas judaicas de las mineras que envenenan y destruyen a la Comunidad. Todos los pararinos callan. Todos los pararinos son cómplices de la destrucción de nuestra Comunidad...
Mientras Tía Mallca giraba la rueca de su soliloquio, yo no podía dejar de especular sobre los significados de sus palabras. Entendí que la mejor manera de entender las cosas, es escribirlas. La narración verbal, como ficción, o como los sueños, escritos, pueden conducirnos al encuentro de la realidad, con una verdadera precisión poética, más que los inútiles y arrogantes sermones de las montañas.
En la Europa de las guerras por usura, se destruyeron puentes, edificios, castillos, pero Europa contaba con pensadores, escritores, filósofos, ingenieros, arquitectos, con copias de planos de edificaciones, y, pasada la guerra, volvían a reedificar sus puentes, sus edificios, etc. lo que no ha sucedido en el Perú y Latinoamericana en general, por no contar con pensadores propios, sino, solo con intelectuales con ideas prestadas de Europa o Norteamérica, más para presumir, que para ser útiles a sus países o continente.
En esos momentos, sin ninguna explicación racional, me vi arrodillado frente a la Tía Mallca, empuñando con ambas manos la tierra de mi comunidad, y, al llevarme al pecho las manos empuñadas de tierra, me di cuenta que estaba llorando.
Transcurrido unos segundos o, minutos? En los sueños no existen tiempos ni espacios. Al levantar la cabeza y abrir pesadamente los ojos lloroso, para volver a mirar a Tía Mallca que me hablaba directamente a mi corazón, ya no estaba.
Me arrepentí de haber perdido el tiempo llorando, en lugar de prestar más atención a las palabras de la Tía que ya no estaba.
Todo el valle regado por el río Fortaleza, estaba iluminado por esa rara luz, celeste-turquesa, flanqueada por dos franjas amarillas que señalaban los pasos por donde había aparecido y desaparecido, Tía Mallca.
La última visión borrosa de la figura de la tía Mallca, fue perdiéndose entre los cerros del centro poblado de Huáncar.
Les dirá Tía Mallca, lo dicho en Rinconada, a los paisanos de Huáncar, Mandawas, Malvado, Huaquish, Pócor, o, pasará simplemente sobre ellos, dejando la estela celeste de esperanza y misterio, de paso por Chaucayán, para finalmente tomar el valle de Rari, Huertas, para llegar al santuario de Pilapunta, desde donde proyectará su luz celestial a nuestro valle familiar Maravia, para que desde ahí, broten las nuevas semillas de pararinos/as, altivos y orgullosos, como lo que ella misma y toda nuestra familia de su generación, eran.
En esos momentos la Tía Mallca, representaba la corporeidad y visión emocionada de mi familia DOLORES, tornándose en la realidad de mis sueños, como mensaje de amor para sacar a Pararín, de la pobreza y atraso.
Lo más hermoso de los sueños es no perder a nadie. Es más, en esa asombrosa realidad onírica, se puede recuperar la materialidad de la existencia que se pierde en la azarosa existencia diurna.
Contemplando la claridad del valle de Rinconada con la luz emanada de la iglesia o, el cementerio, envuelto en la musicalidad de la noche y las palpables sílabas del mensaje de la tía Mallca, sobre la Comunidad y los comuneros, volví a mis cavilaciones.
De donde venía la Tía Mallca a Rinconada, cargada en camilla por dos hombres desconocidos que la abandonaron en medio del camino? Eran pararinos los cargadores o, remanentes de yanacones que viven en los valles? Por qué llegaría la Tía en camilla, como una anciana enferma, para luego regresarse a su pueblo, como una mujer sana y fuerte, flotando sobre una luz celeste-turquesa, hablando casi con dolor, de su comunidad convertida en un pueblo de lástima?
Habrá querido decir que la Comunidad, para mantenerse como solidaridad organizada, necesita reorganizarse y que el Centro poblado de Santa Rosa de Rinconada, por ser la zona de frontera y habitada por más pararinos, está obligada a tomar conciencia de la Comunidad?
!Ay Tía Mallca! Por qué no me dijiste con tu voz viva, lo que debía hacer, en lugar de sumirme en los vericuetos de las alegorías? !No hay nada que hacer! Eres el espíritu de nuestra Comunidad de San Juan de Pararín: claridad del misterio y misterio de la claridad.
Aparentemente la Comunidad es solo vivir juntos y compartir cosas comunes. Pero la Comunidad, como expresión de la democracia participativa y de consenso, es una maquinaria de filigranas hecha de conciencia y no solo de conveniencias. Para que la Comunidad funcione, como una maquinaria de filigranas hecha de conciencia y no solo de conveniencias, ningún comunero debe quedarse con las dudas de sus deberes, obligaciones y derechos. Cuando todos los comuneros/as están convencidos de sus obligaciones, deberes y derechos, la Comunidad es una aplanadora, que no se detiene ante nada ni ante nadie.
La noche, con su multiforme soplo de grillos, luciérnagas y batracios, mostraba el reino armonioso de su paz, regalándome el cielo de las palabras, para captar lo más posible, el mensaje de Tía Mallca, para trasmitirlo al mundo, como una arenga para recuperar la dignidad, y, la dignidad, para defender la nacionalidad, cuyas bases sólidas descansan en las Comunidades andinas y amazónicas.
4
Pasado el fulgor de la experiencia del encuentro con mi Tía Mallca en Rinconada, y, el frío de la noche valluna, me acordé el propósito por el que había salido al patio de la casa de mi hermana, en ropas interiores y sin zapatos.
Esperaba la llegada de dos guitarristas que debían llegar de alguna parte, para ensayar en guitarras, las cinco modalidades de la música de los danzantes de los Negritos de Pararín, siguiendo el casete grabado, en solo de arpa, por mi tío-padrino Prof. Rufino Demóstones Dolores Neyra, que, generosamente nos hizo llegar a Dinamarca, por correo, para realizar una actividad peruana en dicho país, con mi hermana Fina, como difusores de la diplomacia de los pueblos, que radica en su arte popular, difundido por sus cultores.
Resulta que ambos guitarrista estaban ahí; y posiblemente estuvieron todo el tiempo que duró la experiencia rara con mi Tía Mallca.
Ambos músicos tenían camionetas del mismo color: blanco sucio, en donde dormían plácidamente, junto al volante de sus respectivas camionetas y, al lado de ellos, sus respectivos instrumentos, encerrados en estuches de madera forradas de cuero sintético de color negro.
Al golpearle en la ventana del conductor, al primero de los músicos al verme bajó el vidrio de su ventana y me pidió que le dejara dormir, y que dejáramos todo para el día siguiente. Además, dijo: dos de las cuerdas de mi guitarra están rotas, no sé si el compañero tendrá algunas de reserva. Volvió a subir el vidrio de la ventana de su vehículo y se acomodó mejor, para seguir durmiendo.
Con el segundo músico, hice lo mismo. También este, de mal humor; me dijo: !mira compadre! déjanos descansar. Mañana hablamos. Subió el vidrio de su ventana que había bajado para hablar conmigo.
No quería molestarlos, había dicho en el tono más conciliador del mundo, solo quería invitarles a pasar a la casa de mi hermana, en donde les tengo preparado dos camas, para que descansen mejor, pero.... si Uds., prefieren descansar en sus carros, está bien. !Nos vemos mañana!
Antes de regresarme a la casa de mi hermana, volví a contemplar la luz celeste-turquesa proyectada desde la iglesia o cementerio de Rinconada, y me entraron infinitas ganas de seguirle los pasos de Tía Mallca. En donde estaría ya en ese momento? Instalada ya en el santuario de Pilapunta, proyectando su luz azul-turquesa de esperanza a toda la Comunidad de San de Pararín ?
Con el paso fugaz de las estrellas, y pensado siempre en el misterioso encuentro con mi Tía Mallca en Rinconada, puede vislumbrar los juguetes de mi infancia: corriendo de tras de los becerros en Ichicquechi, Capllapunta. Cargando porongos de agua como ovejas recién nacidas en Rauró, Miucall o Chimpill, Cogiendo Q'emis o mitos, en Móctup, o, recogiendo Waq'a o sanqui, en las laderas de Winquip- Ramcap; dando de comer a pollos en Maravia, o, ayudando a desgranar maíz a mi abuela Doña Grimaneza, en nuestra casa de Huantún, o, corriendo a ganarme con mis primos/as tras las frutas de chirimoyas maduras soltadas de sus tallos por los vientos alisios en Maravia, o, de lucmas en Iraguayín, y sentí que esa mi infancia libre y feliz en mi Comunidad, me había transformado en el defensor de mi lugar de origen, como santo y seña de mi vida y mi poesía.
Tras la luz de las estrellas, siempre brillan mensajes de la inocencia, abanicada por la lluvia y su senda de misterios por donde transitan la generaciones, haciendo espacios para las nuevas generaciones.
Las nubes, silenciosos ángeles como vértices de puertas a las sorpresas, arman edades de aliento con promesas de brisas.
Régulo Villarreal Dolores
C.30.8.17-27-9-17
NEPER Perú Caminante.
Literatura Caminante para una historia en marcha.
 


REYDA ALVARADO: CHIQUIANITA BELLA MUJER

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RITMO ANDINO DE HUASTA

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