HORIZONTES DEL ‘MUSHCOJ’:
El Regreso de Alicia
(Cuento)
Por Julio Rosas Olivera Oré
De ambos lados de la Cordillera bajan a la vega, gargantas, barrancos, ramblas, desfiladeros, cañadas y una variedad inverosímil de quebradas con valles furtivos, donde el céfiro con su egregio órgano o una arpa eolia modula cadencias ymelodías telúricas. Allí está Cuyuchin de La Pampa, que es en este lugar donde nació Alicia.
Hoy es dos de noviembre; memorable día de los difuntos. En los sotos y las vegas el céfiro se impregna de fragancias, de recuerdos, toma el aroma de las flores silvestres y lo esparce. Un sutil fluido envuelve al espíritu, lo traspasa y lo hace como flotar y vibrar. Es un efluvio o una melodía que anega. Alicia estaba en el cementerio familiar, sentada en una esquina del panteón. El nombre de Ramón O’Brien escrito con letras doradas traía a su imaginación mil detalles de su vida. Los anteriores, los presentes y tal vez los futuros. Habían ocurrido demasiadas cosas en aquellas pocas horas desde el día que llegó de Boston a su ciudad natal, después de siete años de ausencia.
Es tan ponderosa la influencia del céfiro en la actividad espiritual que es fácil notar como se apodera del hombre un sentimiento de plenitud y una emoción dulce y feliz que expande el corazón y da a la mente percepciones claras.
En La Pampa, el clima cálido da al céfiro un sentido más vehemente. El aroma sensual de las papayas, lúcumos y naranjos invade la atmósfera, se mezcla con el perfume de las magnolias y heliotropos, hace acopios afrodisíacos en el polen de las flores o en los bosques de chamicos y huarapos. La influencia de la atmósfera se acentúa más cuando los fenómenos eléctricos del trueno y del relámpago, de los fuegos fatuos o de las auroras dan su carga. Estos factores cósmicos unidos a la topografía logran corrientes magnetizantes. Y en ciertas horas del día o especialmente en ciertas estaciones del año se registra en la sombra una temperatura de más de 30 grados que genera una ansiedad indescriptible. Entonces la brisa como un filtro de bochorno o de sopor hace vibrar las aletas de la nariz y escozor en la garganta, fustiga los nervios e ingurgita los vasos y las glándulas. Y el hombre tocado por este soplo tibio que le acaricia y lo satura se transfigura.
Es una brisa sortílega que los indígenas expertos en la observación de los fenómenos de la naturaleza lo distinguen con el nombre de “mushcoj” y que en lo posible tratan de evitarlo con inmersiones en el agua o con el humo de las fogatas .Pero los amantes explotan los efectos del “mushcoj” y esperan con paciencia la ocasión. Y la pobre fortaleza de la mujer, asediada por el varón y por el “mushcoj” se rinde como en una ilusión de aventura y amor largamente perseguida.
Alicia se hallaba en Chesnut-Hill en un retiro cristiano cuando recibió la carta de Eulogio. Era escueta y dolorosa. “Tu padre se muere. Acude si puedes”. No la recibió en el momento que la envió, por eso no se enteró de la muerte de su padre hasta dos meses después cuando regresó a La Pampa.
Fue un golpe terrible, pero como era positiva pensó que ya no tenía remedio y dando por finalizados sus estudios decidió regresar aunque a su padre vivo no lo iba a volver a ver.
Cuando regresó se hizo cargo de su actividad profesional junto a Eulogio. El era veterano en la profesión y ella recién egresada de Harvard de la especialidad de psiquiatría.
La clínica enclavada en las cumbres disponía de un pabellón para internos esquizofrénicos, alcohólicos y adictos a las drogas y había mucha gente trabajando. Su padre le había dejado una gran fortuna, pero ella habituada a trabajar lo que menos le importaba era el dinero.
Eulogio era Moreno, ojos entre azulados y verdes, atlético, de expresión extraña y crispada, de mirada triste. Supo ella que no era feliz.
Por su parte Alicia había vivido alguna aventura sexual, tenia experiencias, pero ninguna suficiente para recordar con frecuencia aquello que hubiera vivido.
Al regresar supo muchas cosas a la vez. Esbelta y egoísta de unos ojos azules color cielo; pues aparte de vivir siete años en soledad, aunque rodeada de amigos profesionales, nunca quiso una pareja formal ni le pasó por la mente cambiar de estado. Vivía para su carrera y para divertirse; era algo bohemia y aventurera. Aquellos meses que llevaba en casa había recorrido a caballo todas las cercanías, había recordado uno por uno todos aquellos paisajes que le habían visto correr, crecer y nacer.
Tuvo experiencias sin duda, aventuras pasajeras pero nunca se caló ninguna. Don Ramón le dio siempre libertad para vivir a su manera y aprovechó lo que pudo esos años en Boston, pero no comprometió sus sentimientos; creía que eso era sagrado y que para comprometerlos con alguien había de estar muy segura.
Siempre nos equivocamos Alicia, le decía Eulogio, te lo digo por experiencia. No quiero que pienses que soy un fracasado. Soy únicamente un hombre que se equivocó de mujer, porque lo más hermoso del mundo es acertar. Amar y enamorarse es fácil, pero cuando no hay conexión el amor también desaparece. Alicia era egoísta y si que lo era, ese era el motivo porque no quiso compromisos.
Eulogio le hacía confidencias que a veces la dejaban un poco exhausta, porque ella prefería vivir al margen de los problemas de su compañero de profesión. Se enfrascaba demasiado, como si fuera el único tubo de escape.
Era Sábado. No trabajaban. Los médicos de guardia se hallaban en la clínica. Alicia caminaba otra vez al cementerio y le hablaba a su padre de sus penas. Era caritativa y bondadosa. La dulzura conque trataba a los enfermos indicaba en ella una gran sensibilidad.
Las conversaciones con Alicia le inquietaban mucho. Cada día le contaba una cosa nueva y ella lo compadecía y temía que aquella compasión se convirtiese en otra cosa. Tenia que cuidarse. Era una persona independiente que vivía a su manera y no podía enamorarse de Eulogio, pero las influencias del clima y del “mushcoj” cada día hicieron de ella la mujer mas débil, dulce y apacible, apetitiva y sensual, hasta que termino rendida en los brazos del amado, olvidando sus convicciones y añorando el recuerdo de su padre muerto. Nadie escapa a los horizontes del“mushcoj”.