TORCACITA
En
días
como hoy me siento como el loco aquel, que en las alas de un verso se hizo
viento, mientras su palomita de tanto llanto se convirtió en
laguna.
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En días
como hoy la nostalgia zarandea a su antojo a mi alma. Sólo sé que
recordarte como te recuerdo, es sacarle las espinas al Nazareno para
que hinquen mi carne por haberme dado el privilegio de amarte.
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En días como hoy mi corazón languidece sintiendo rodar lágrimas de conngoja en los cristales de la ausencia.
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En días como hoy tu imagen se dibuja en el rugoso lienzo de la melancolía.
Dicen que el alma ríe de dolor, y que de dicha duele el corazón; pero ahora, alma y corazón se retuercen de dolor.
Dicen que el alma ríe de dolor, y que de dicha duele el corazón; pero ahora, alma y corazón se retuercen de dolor.
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Hoy
me
hubiera gustado enviarte una postal con brillos nacarados y flores
escarlatas, pero a través de estas breves líneas intento decirte lo que
siento...
UNA CITA CON EL AYER
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
"Una fría noche de enero
partí de mi amado Chiquián
en busca de mi destino"
Aralba
Bendita noche bajo la luna chiquiana
que iluminó mi partida. Noche serena, noche callada que puso estrellitas en el rojo grana de mis venas.
Añosos ficus, mudos testigos de mi cantar infantil, mientras te morías de risa en el zaguán.
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Pileta amada, a la distancia siento
tus latidos, estás sola y rodeada de silencio junto al quiosko de techo
carmesí; hay tantas huellas, tantos recuerdos apretujados de frío en tu
barandal, que hacen vibrar mi pecho de ensoñación.
*
Los balcones parecen dormir sobre las
veredas solitarias donde reposan su cansancio las viejas puertas; mas en
las noches de luna hablan de amor, también del calvario que trepa el culmen de la ausencia, y de
las penas de una partida que no muele el rudo batán de la existencia
..
Por eso escribo con gotas de shulay
sobre aquellos instantes de ensueño que no olvida el corazón, porque
fueron grabados por la brisa de los años en el cielo azul.
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Porque
la vida es un momento y nos pertenece, como el arco iris pertenece a la
lluvia y al sol que derrama sus rayos de oro sobre el faldellín de la
cordillera, cuando busca el espíritu de la alborada.
Entonces, ¿cómo no
sentirnos felices viendo al bondadoso Aynín, latiendo en
las entrañas del valle que agradece al Creador con su canto de alabanza
por el agua que bebe?.
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¿Cómo
olvidar los momentos de
contemplación telúrica con la aurora en las pupilas?. Ver reverbeando al
astro rey en la cima del Yerupajá, sintiendo el ondear inquieto de los
alisos que juegan con el viento, y escuchar el trino matinal del
pichuichanca, en tanto un batir de alas nos
eleva al Cosmos en vuelo vertical.
Quihuillán:
rinconcito seductor que acunas en tus muros el aroma de
los besos adolescentes que quedaron prisioneros en las redes del
tiempo, besos primaverales que sueñan bajo la sombra de la mágica roca,
en la melancolía serena de las noches de plenilunio.
*
Usgor:
cascada de embrujo que guardas en tus aguas cristalinas los susurros de
tantos amores tiernos perfumados de luna; susurros de abril de aquellas
cuitas primeras bañadas de recuerdos que florecen en las alas de un
suspiro.
*
Cochapata:
desde tus faldas el maizal enamora a las estrellas y el trigo se embriaga
con el rocío en cada despertar. Bajo tus pircas perpetuas los chuluc tocan sus
violines al anochecer. En tus caminos sigue resonando la roncadora de Antonio Padua, junto a las cascada de Putu que engríe con sus agüitas
cantarinas a la alfalfita tierna.
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Son momentos para evocarlos en silencio, con lápiz y papel, bajo la luz de un candil...
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LA PARTIDA
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Por: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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La tarde del sábado 30 de diciembre del 1967 culminaron muchas cosas gratas para mí. Había logrado estirar mis tiernos años al límite, mas la Secundaria en mi querido Chiquián llegó a su fin y tuve que ponerle alas a mis sueños, dejando atrás una época que se resistía a dejarme, porque sabía que mi mundo adolescente terminaba, para entrar a uno indescifrable donde sería inevitablemente otro.
La tarde del sábado 30 de diciembre del 1967 culminaron muchas cosas gratas para mí. Había logrado estirar mis tiernos años al límite, mas la Secundaria en mi querido Chiquián llegó a su fin y tuve que ponerle alas a mis sueños, dejando atrás una época que se resistía a dejarme, porque sabía que mi mundo adolescente terminaba, para entrar a uno indescifrable donde sería inevitablemente otro.
Cuando desde Usgor contemplaba el Aynín, corriendo agitado como tratando de escapar a su
destino, el sol del ocaso pintaba de escarlata los picachos del
Huayhuash, haciéndolos más enigmáticos. Hoy lamento no haber tenido
una cámara fotográfica para perennizar ese momento, pero gracias a
Dios mis retinas lo grabaron para siempre.
Cordillera Huahuash desde Chiquián
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Pronto llegó la noche del primero de enero con un dolor difuso en el alma, al no comentar con nadie sobre el viaje; la razón me repetía que los llevaba a todos conmigo, cosa que mi corazón se negaba aceptar.
Pronto llegó la noche del primero de enero con un dolor difuso en el alma, al no comentar con nadie sobre el viaje; la razón me repetía que los llevaba a todos conmigo, cosa que mi corazón se negaba aceptar.
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Se
hicieron tan largas las horas sin poder conciliar el sueño, con mis
latidos martillando lo mucho que dejaba y lo incierto del porvenir que
aguardaba en Lima.
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Ya
cuando por fin cerré los ojos para descansar de la vigilia, mi papá me
despertó. Eran las cinco de la mañana y todo estaba preparado para el
viaje.
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A medida que el carro ascendía Umpay, vi con honda tristeza el pueblo donde fui feliz durante diez largas primaveras.
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Fue así, bajo el manto de un amanecer lluvioso, que dejé al bordear Caranca la época más hermosa de mis primeros años.
Desde aquel amanecer procuro no despedirme cuando salgo de viaje por tiempo indefinido, sólo así la agonía del adiós hiere menos mi corazón. Así también será, cuando emprendiendo el Gran Vuelo me haya ido...
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Bruselas, 22 de octubre de 1984
Fuente:
CHIQUIÁN:Sentimientos
Fotografías de:
Jaime Lara, Marcos Chamorro, Dante Aldave, Alex Milla, Jesús Bolarte, Felipe Alvarado,
Dimensiones del Perú y ANI, con mi eterno agradecimiento.