jueves, 18 de abril de 2019

LAS PALMAS REJUVENECEN A UN PUEBLO - POR ELMER NEYRA VALVERDE (PISCOBAMBA)


LAS PALMAS REJUVENECEN A UN PUEBLO

Por Elmer Neyra Valverde

Piscobamba, sueño de pajarillos y de lejos su guardian Huascarán, empieza a emponchase de identidad, ya escondida en la cobijas del ayer. A mi hija su amigo celular le notició que en las alturas de Tocana, que no envidian a las estrellas, se habían hecho presente cuatro fornidos palmeros, bronceadosen el calor de su amor telúrico,y rociados por el cariño de un Cristo que revive en delirio de palmas, llegaban con la serenidad de misión cumplida. Subiendo desde el mítico Ayapaarinan, a ritmo de pies conciliados con piedras risueñas, llegaban a Tocana. 

La amorosa capilla de Tocana

En esta duerme una capilla que acurruca una multisecular Cruz. En silencio de vientos y sonrisa de floreserguían sus conos de palmas,qarbosas de verde sueño, y que apuntaban alegres en el renuevo de una tradición renuente a morir. El viejo Demetrio Espíritu, artista del martillo y de la buena voluntad, despertaba el cariño de la silenciosa coca. La chicha ya empezaba a bailar en su añorado cántaro y saldría a festejar una grata jornada. El putu germinaba el silencio y la merecida gratitud del alcalde provincial, del gerente municipal. Una hermosa tarde caminaba en la melodía del viento y enlos pinceles de un sol fatigado. 

Iglesia matriz: fervor espiritual

El Domingo de Ramos caminaría con un Cristo victorioso, confirmando la luz de un nuevo Evangelio. Acompañarían las danzarinas palmas y un burrito cariñoso actuaría en este retablo de fe, sueño, tradición, y la Semana Santa habría entrado por el portón grande de la identidad andina y se vestiría de la más pura Cristiandad vivida,hace mas de veinte siglos, en las calles de Jerusalén: crisol de religiones.
La herrería

(del poemario Rumi Shanka)

Mira, ahí al fondo, mira,
casi junto a la cocina
 ahí dormía la fragua.
Despertaba la fragua
a sembrar soplos de aire.

Mira, cómo quisieras ver,
ahí bufaba el fogón.
Ahí vibraban los carbones,
sumando y esparciendo
rojez y calor en el metal.

El metal se retorcía.
Esperaba el yunque.
El martillo bailaba.
Un coro de chispas
y sonidos se alzaba.

Nada, nadita queda.
Ni una esquirla de algo.
Primero nos dejó el herrero,
le siguieron las herramientas.

Sólo, solo queda el recuerdo,
como un verso sin poeta,
quizás espera una página,
como la desesperanza espera
la voz de un profeta


La pampa sin cruz

(del poemario Rumi Shanka)

Sigue la pampa, sigue igual;
igual el ichu y su murmullo.
las piedras, esas están ahí;
como sembríos de un dios loco.

Allá las matas de flor blanca,
las tsintsankus, duermen su aroma;
pero la cruz, esa cruz viejita,
ya no está, ni la han reemplazado.

Desaparecen las cruces, se hunden
en la dulce muerte del olvido,
antes las huacas cayeron, las huacas
cayeron estallando en piedras,
en la santa furia del extirpador.


Collado cuaresmal 
 
(de la publicación Rumi Shanka)

Un lunes de cuaresma,
marcha hacia la cima
la fiesta atada
al corazón de los
fieles campesinos.

El serpentín de guijarros
sonríe al paso mañanero
de la festividad;
sonríe el menudo matiko,
sonríe el fragante qamllay,
sonríe el mentolado muña.

En la alta corona
del cerro convocador
hiere el azul puro
de la mañana de las jalkas,
una tierna capilla,
con sus palio de tejas y musgos.

Un bruñido polígono de
piedritas y tierra quieta,
contornea sereno la capilla.
El bruñido polígono
recibe la multitud que se agolpa.

El polígono bruñido
se baña de gozo al oir el son cálido
que se escapa del mágico violín,
al oír que salta del arpa alegrona,
al oír que brota de la flauta con ojos
de viento; y la danza de las “antis”
va componiendo sus versos de fiesta,
junto a la gracia húmea de la chicha
junto a la gracia rojiza de los jakapicantes
junto a la gracia dorada del choclo.


Maíz viajero


(del poemario Semillas del Amanecer)

Perla o grano:
invento de los amautas
de Chavín y de Machupicchu.

Maíz alado, fuiste
anudado en varios colores
por las ventiscas de los valles.

Maíz, maná de los apus,
en vientre de galeones viajaste
hasta la desvalida Europa.

Allí, cortaste con tu diente blanco
las duras cadenas impuestas
 por el hambre bullera de siglos
 
 

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