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EL RELEVO
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
EL RELEVO
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Las sombras de la tarde caen como cóndor herido en el aire. En el jardín
las luciérnagas empiezan a
colorear las matas de verbena. Debajo del alero desfallece la luz
crepuscular. Cornelio acaba de informarle a su amada sobre su destaque a una
escuelita rural. Dos días más, y saldrá de viaje al interior de la
provincia donde permanecerá seis meses. Se aman tanto que separarse es muy penoso para ambos.
Ellos se conocieron en un instituto pedagógico de la Costa. Con el paso de los meses se hicieron enamorados, luego convivientes, y desde hace tres años laboran en el pueblo como maestros de escuela.
Cornelio se pone de pie, y susurra:
- Entremos mi amor, hace frío.
Ellos se conocieron en un instituto pedagógico de la Costa. Con el paso de los meses se hicieron enamorados, luego convivientes, y desde hace tres años laboran en el pueblo como maestros de escuela.
Cornelio se pone de pie, y susurra:
- Entremos mi amor, hace frío.
Julia Dora camina cabizbaja junto a él. En
la habitación se desnuda tentadora. Se recuesta en el lecho y abraza
a su marido. La pasión perdura hasta el amanecer...
* * *
Al tercer mes de ausencia Cornelio recibe la orden de retornar para recibir una semana de capacitación en el taller zonal de educación. Muy contento alista su equipaje, y esa misma mañana emprende viaje surcando los contrafuertes, llegando a su casa a las 11 de la noche. Ingresa a hurtadillas para darle una sorpresa a Julia Dora, no hallándola. La ceniza del fogón todavía está caliente.
Aguarda impaciente una hora...
Tanta espera comprime su alma. A la medianoche el reloj marca doce campanadas.
- ¿Dónde estará? –se pregunta preocupado, y sale a buscarla.
Después de caminar varias calles opta por tocar la puerta de uno de sus vecinos, luego de otro y otro sin resultado, hasta que uno de ellos le comenta:
- Estimado Cornelio, no me tome por una persona ligera de palabras, pero es mi deber informarle que dos veces a la semana, después de las diez de la noche, su esposa entra a la casa de Roberto, el maestro que lo relevó en el colegio -Cornelio hace lo imposible por serenarse y se despide.
- ¿Dónde estará? –se pregunta preocupado, y sale a buscarla.
Después de caminar varias calles opta por tocar la puerta de uno de sus vecinos, luego de otro y otro sin resultado, hasta que uno de ellos le comenta:
- Estimado Cornelio, no me tome por una persona ligera de palabras, pero es mi deber informarle que dos veces a la semana, después de las diez de la noche, su esposa entra a la casa de Roberto, el maestro que lo relevó en el colegio -Cornelio hace lo imposible por serenarse y se despide.
Trepa la pirca de la
casa de Roberto y se introduce en el patio. Camina hacia el dormitorio y mira a través del ojo de la
cerradura. Preso de ira empuja la puerta. Roberto salta desnudo de
la cama, replegándose contra la pared. Julia Dora se queda atónita. La
ropa interior regada en el piso la delata. Cornelio se sofrena, y sin
pedir explicación se marcha apretando los labios. Aún viéndola así no
quiere perderla.
Al cabo de unos minutos Julia Dora retorna a su casa e ingresa al dormitorio, encontrando a Cornelio con la mirada perdida.
- Perdóname amor –le dice abrazándolo. Él hace el ademán de apartarla.
- ¿Por qué lo hiciste? –le pregunta; pero al sentir sus labios recorriendo su cuello, ebrio de pasión se deja tentar, y cede al deseo.
- ¿Por qué lo hiciste? –le pregunta; pero al sentir sus labios recorriendo su cuello, ebrio de pasión se deja tentar, y cede al deseo.
* * *
Cornelio despierta con los primeros rayos del sol y vuelve a la cruda realidad. Sabe que es imposible caer más bajo. Se viste en silencio, toma del velador una fotografía de su amada que duerme desnuda, y musita: "Ni con Julia Dora, ni sin ella", y abandona la casa donde pasó tres años felices. Mientras camina siente en carne viva la mirada de los vecinos en la calle, y abandona el pueblo para salvar la poca dignidad que le queda.
* * *
Desde aquel día, nada se sabe de Cornelio, solo comentan que unos arrieros lo vieron contemplando el río desde lo alto de una cañada.
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Fuente:
RELATOS CAMPESINOS (127), de Nalo AB.
RELATOS CAMPESINOS (127), de Nalo AB.