PALPITAR DEL ANDE
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
“Ata cuantas veces sea necesario
el tiento de tu llanque,
y sigue corriendo".
Shapra
Una
de las principales preocupaciones de mis padres y abuelos,
después de cada cosecha, era escoger la mejor semilla para la nueva
siembra, tarea a la que dedicaban todo su amor y su tiempo, para
asegurar un fruto sano como nutriente del cuerpo; así era el "Ritual de cultivo", en Chiquián de mis años primeros, con la bendición de Dios.
Esta enseñanza ancestral de armonía entre la Pachamama y el Hombre, la trasladé de niño al mundo de los libros; y desde aquel entonces, conforme voy leyendo, selecciono con el cedazo de la paciencia los ejemplares que sirvirán de alimento espiritual a mis seres queridos: amigos y familiares.
Este año he tenido la dicha de seleccionar muchas obras de autores del orbe, lástima que la mayoría se quedaron en Lima, debido a las pocas libras de peso que nos brindan las aerolíneas para el equipaje.
Hace unos días, los libros que me acompañaron durante el viaje, fueron entregados a Angie, Kristie y Brianna para su lectura. Anoche escogieron PALPITAR DEL ANDE, de Walter Vidal Tarazona, Elmer Neyra Valverde, Antonino Vidal Vidal, Carlos Garay Veramendi y Juan Rodríguez Jara, como mi regalo navideño; EL COFRE DE CUENTOS ANDINOS, de Olimpio Cotillo Caballero, para que inaugure el 2012 en Nueva York; y TESTAMENTO DE JUDAS, de Carlos Garay Veramendi, como tributo ancashino a la Bajada de Reyes en Nashville.
Esta enseñanza ancestral de armonía entre la Pachamama y el Hombre, la trasladé de niño al mundo de los libros; y desde aquel entonces, conforme voy leyendo, selecciono con el cedazo de la paciencia los ejemplares que sirvirán de alimento espiritual a mis seres queridos: amigos y familiares.
Este año he tenido la dicha de seleccionar muchas obras de autores del orbe, lástima que la mayoría se quedaron en Lima, debido a las pocas libras de peso que nos brindan las aerolíneas para el equipaje.
Hace unos días, los libros que me acompañaron durante el viaje, fueron entregados a Angie, Kristie y Brianna para su lectura. Anoche escogieron PALPITAR DEL ANDE, de Walter Vidal Tarazona, Elmer Neyra Valverde, Antonino Vidal Vidal, Carlos Garay Veramendi y Juan Rodríguez Jara, como mi regalo navideño; EL COFRE DE CUENTOS ANDINOS, de Olimpio Cotillo Caballero, para que inaugure el 2012 en Nueva York; y TESTAMENTO DE JUDAS, de Carlos Garay Veramendi, como tributo ancashino a la Bajada de Reyes en Nashville.
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Gracias
a la generosidad de los autores, el libro de relatos y poemas PALPITAR
DEL ANDE será difundido vía Internet. Dicho libro fue
gestado en Huari con ocasión del XVIII Encuentro de Escritores y Poetas
de Ancash (MAY 2009), y editado en homenaje a las provincias ancashinas
de Pomabamba, Pallasca y Sihuas, por sus aniversarios de creación
política, inspirados en ese sentimiento de pertenencia que tiene todo
escritor de tierra adentro.
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PALPITAR
DEL ANDE, además de ser una joya de la literatura andina, es un bello
testimonio de amor supremo a la tierra que vio nacer a los autores. Obra
colectiva de un enorme grado de responsabilidad social como fuente de
vida y de gozo, con mensajes de esperanza, de fe y consuelo, haciéndonos
voltear la mirada hacia los caminos andados, de comienzo a fin, cada
quien creando soles luminosos con su pluma, en el noble empeño de
aportar racimos de luz a la obra escrita, como forjadora de educación y
cultura a manos llenas.
Los cinco autores son veteranos de la palabra y la acción, con varios libros editados a todo pulmón. Todos ellos son magisterios vivientes desde sus años juveniles, siempre manteniendo incólume el lenguaje popular del relato y la poesía ancashina. Un compendio de imágenes y sonidos, de migracion y añoranza, de recuerdos y latidos, como elementos vitales para mantener crepitante el brasero literario que forja la identidad del ser humano por su querencia..
Los cinco autores son veteranos de la palabra y la acción, con varios libros editados a todo pulmón. Todos ellos son magisterios vivientes desde sus años juveniles, siempre manteniendo incólume el lenguaje popular del relato y la poesía ancashina. Un compendio de imágenes y sonidos, de migracion y añoranza, de recuerdos y latidos, como elementos vitales para mantener crepitante el brasero literario que forja la identidad del ser humano por su querencia..
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Conocedores que el tiempo es implacable cuando se trata de dejar testimonio de
vida, ponen todo su empeño para hacer de Áncash tierra de múltiples legados; y, sabedores que los jóvenes de hoy,
mañana serán relevados por otros en la carrera de postas que jamás se
detiene en la vida, no se cruzan de brazos y asumen el papel de espectadores, sino
que sudan la camiseta corriendo al lado del que sujeta la batuta para
darle su aliento y enseñanza. Un verdadero ejemplo de trabajo en equipo
para las presentes y las futuras generaciones de literatos. Mis sinceras
congratulaciones.
La Vergne, 25 de diciembre de 2011
La Vergne, 25 de diciembre de 2011
PAPASHU
COBRADOR DE COMBI
Por Walter A. Vidal Tarazona
Al mirar al retinto torito queriendo cruzar el río,
al escuchar el arpa invisible llorar sus penas,
al sentir mi mano estrujada por otra, amorosa,
comprendí que mi vida estaba por recorrer.
Al comprender lo que es el ser consolado,
al saber que mi padre no me ha abandonado,
que no había motivo para seguir sufriendo,
se abrió mi mente a la luz, y mi alma por sí vino por mí.
Shillico.
La combi neoliberal
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La
combi llegó a Lima los años noventa. Buscó su identidad con sus
personajes propios (andinos, criollos, charapitas, blanquitos, chinitos,
negritos), con su radio a todo volumen (salsa o huayno, rock o
tecnocumbia, bolero o saya), su lenguaje pintoresco (bajan grifo, pisa, abre, plancha, chantón...),
su chofer bien “bacán” o “achoradito”, su cobrador bien “mosca",
gritando a voz en cuello, al estilo de los pregoneros en la sierra -¡CAMINOSDELINCA BOLICHERA SAN JUÁ!- y
sus marcadores bien "tigres", “toreando” en la pista a los carros de
todo tamaño para atrapar su sencillo en el aire o recogerlo del suelo.
Hasta los pasajeros de la combi neoliberal se han involucrando, “sin
querer queriendo”, con la cultura combi.
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- Bajan colegio. ¡Oye pues te estoy avisando!, ¡bajan colegio Bartolomé Herrera!
- Bartolo bajan, bartolobartolobartolo… bajanbajan, siguen bajando.
Baja insultando al cobrador, al tiempo que también le grita, por el celular pegado a su oreja, creo yo, a su marido que está al otro lado de la línea virtual, Dios sabe dónde.
Si
nos remontamos a los inicios del "desborde popular" (algunos sociólogos
llaman así a uno de los efectos de la absurda centralización), podemos
encontrar algún antecedente de esta combi en la
primera gran crisis del transporte tradicional, cuando al no poder
adaptarse al explosivo crecimiento urbano, dio paso a los microbuses,
los cuales no pudieron integrar los asentamientos humanos para facilitar
su informal expansión, como sí lo han hecho las combis a la perfección
como parte de esta guerra por subsistir generada por el neoliberalismo
salvaje. Ya por los años 50 aquel transporte tradicional, con sus
tranvías y todo, no abastecía a la población urbana en crecimiento
caótico. Lima empezaba a cambiar de rostro.
Por
aquellos años llegó a Lima el papá de mi amigo Shillico. La ciudad le
pareció un monstruo gris sin cabeza. Por su piel de cemento, el
muchacho caminó sin rumbo con la boca abierta y la mirada perdida en
las alturas de los edificios sin techo. Dicen que subió a un tranvía y
le pidió al conductor que le llevara donde su tío Alfonso que, según él,
“se veno a Lima en 1934”.
En realidad, nada de lo que miraba entendió ni nadie se interesó en entenderlo cuando repetía: me
tío Alfonso se veno a Lema termenando su premaria en Huari porque en mi
tierra sólo hay escuela hasta el segundo año de premaria y por eso me
tío se fue a termenar su premaria a Huari, y termenando su premaria no
mas se regresó a su tierra en donde con su amigo se escaparon a la
costa, porque me tío quería ser huayruro…
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El papá de Shillico quería decir que el tío Alfonso quiso ser policía
para usar aquel famoso uniforme rojo con negro, del color del huayruro.
Nadie entendió al muchacho. Regresó a su tierra sin pena ni gloria. A
ciencia cierta no se pudo saber a qué vino a Lima. Ni él mismo lo supo
explicar. ¿Se habría contagiado de la fiebre de irse a la costa, mejor dicho, a las haciendas de la caña y el algodón, como lo hacían los jóvenes de su pueblo?.
Pero
él regresó a su tierra y no se desarraigó más de ella. Sembró en su
chacra algo de trigo, papa, maíz y también algunos hijos en el vientre
de la dura y bella Morayma. De allí nació Shillico y así empieza nuestra
pequeña historia.
Surco Viejo, pequeño pueblo cautivo en Lima
Surco,
diez de la mañana, hora en que nos encontraríamos aquí, en la glorieta
del pequeño parque enrejado de la Plaza Mayor de Surco, con Papashu, el
hijo de mi amigo de primaria Cirilo, a quien con cariño en la escuela le
llamábamos Shillico.
El sol empieza a quemar.
Surco
Viejo, también conocido como Surco Pueblo, con su Plaza Mayor, su
pequeña iglesia, con dos torres, una campana grande y la casa
parroquial; su Municipalidad, con puertas de madera en arco y faroles
plantados en el pasaje Sáenz Peña; su pequeño parque, con su hermosa
glorieta techada de madera, rodeado de boticas y restaurantes, como “El
Rosedal”, el coliseo de gallos en el jirón Ayacucho, “El Mesón de Surco”
en el jirón Francisco Bolognesi; en fin, con sus viñedos y sus antiguas
casas de un piso, es algo así como un pequeño pueblo de provincia,
cautivo del inmenso remolino de carros, taxicholos, carretillas, calles,
cables, postes de alumbrado, avenidas, parques, árboles, edificios,
casas, mansiones, pocilgas, luces, ruidos, humos, basurales, avisos
luminosos, que dan vida y muerte a Lima.
Y
Lima, la de hoy, ya sin aquellos corceles y burros que, ataviados de
cosas, recorrían sus campiñas, atravesando las acequias de Huatica y de
Surco, conserva aún, pero desordenada, vieja y sucia, sus tres valles
sembrados de cemento: Lurín (urín Lima), Rímac (rimajk mayu,
ya sin peces ni camarones) y Chillón, con su río casi seco, como una
gigante acequia. Hoy una combi “correteadora” recorre, no en dos días
como lo hacía una carroza o en tres días como lo hacían los burros
ataviados de cosas, sino en dos o tres horas, de un extremo a otro,
recogiendo y dejando gente a cada paso.
Diez
y veinte. El sol está quemando fuerte. Seguro que anoche Papashu ha
celebrado la concesión de la mano de su novia con su futuro suegro o tal
vez con sus amigos. “Papashu,
¡Cómo lloraste a borbotones en mi pecho cuando te dije que estaba
buscando a tu padre!, mi mejor amigo de primaria, y que su nombre yo
había leído en un periódico chicha: Cirilo Fernán, controlador y amigo del occiso, resultó gravemente herido”.
Ayer,
al morir la tarde, con el lejano mar chalaco como mudo testigo, en no
sé si avenida o jirón Pacasmayo, en el interior de una mugrienta combi,
conocí a Papashu y lo bauticé como “Shillico chico”, por que se parecía a
mi amigo Shillico, mi compañero
de carpeta en el Centro Escolar Pre Vocacional 343 de mi tierra
colorada. El chofer de la combi, amigo y protector de Papashu, ayudó a
hacer menos complicado aquel encuentro, y me dio el difícil encargo de
acompañarlo a Papashu a la casa de su novia para pedirle la mano de ella
a su señor padre. No hubo tiempo para negarme.
Después
que Shillico chico calmó su llanto en mi pecho, nos encaminamos a la
casa del papá de su novia a “pedirle la mano de ella”. El “suegro”, un
moreno bonachón y bien criollazo, orgulloso de su vida en un pequeño
cuarto de un garaje desmantelado, logró que me tomara un par de
“chelitas” antes de darnos su consentimiento; después del cual, la chica
le abrazó a su papá y de un salto le tapó la boca de besos a Shillico
chico. Al cabo de una hora, salíamos de la casa de la novia, Papashu y
yo, abrazados, rumbo al paradero. Antes de despedirme le dije al
emocionado Papashu: “mañana ocho de octubre, día feriado, te invito un desayuno en Surco, en el restaurante El Torito”. Él se entusiasmó. “No te olvides de llevarla también a tu novia. Nos encontramos en la plaza”, agregué antes de subir a una combi de la linea S que me trajo de regreso.
Diez
y cincuenta. Cuando empezaba a achicharrarme con el sol, al fin,
distingo a mi pequeño amigo con su bella novia, bajando por el jirón
Ayacucho a la plaza. Levanto en alto mi brazo y él me contesta del mismo
modo. Nos fundimos en un abrazo, al tiempo que ella estampa un sonoro
beso en mi mejilla.
- Discúlpanos, tío, que te hemos hecho esperar. Mi mujercita no estaba lista para salir rápido.
- No he esperado mucho, no te preocupes.
- Y dónde está tu casa, tío.
-
A cinco cuadras de aquí... pero el desayuno surcano vamos a tomar, no
en mi casa, sino en El Torito, por ahí, por donde ustedes han pasado.
Antes
que él replicara y también antes que ella, al parecer muy cansada, se
sentara en la banca del parque, tomé con una mano el brazo de Shillico
chico y con la otra hice lo mismo con su bella mujercita y nos
encaminamos a El Torito.
Al
ingresar al famoso restaurante, lo primero que vemos es la pintura, en
toda la pared, de un ágil torito negro retinto, que al parecer ha hecho
un alto en su trote para contemplar un remansado y silencioso río.
Once
de la mañana. Se acerca una jovencita uniformada de blanco y negro, nos
saluda con amabilidad y nos indica que todavía no hay almuerzo. “Lo
que queremos, señorita, primero, es que cambie esa música, esto que
estamos escuchando es ruido que daña el oído, y si no hay otra, baje el
volumen”, le digo. “¿Huaynito?”, me pregunta (no sé si con cachita). “Excelente, pero suavecito -le contesto- y después nos traes tres desayunos surcanos... ¡Ah!, y por delante, una inca kola helada de litro y medio”.
De
la invisible guitarra de García Zárate, empiezan a destilarse las notas
de la valicha, mientras afuera, por la calle, los carros pasan a
bocinazos estúpidamente.
- Oye “sobrino”, parece que ya le hiciste el encargo de un cirilito a mi “sobrina”. Y tú, “sobrina”, no puedes ya esconder tu huahua en tu barriguita, que por cierto te cae bien.
-
Así es tío -contesta Shillico chico- usted sabrá que ya es difícil
cuando las cosas queman, y yo quiero a mi mujer aunque no nos hemos
casado todavía.
- ¿Y qué esperan? La Municipalidad de Surco está organizando un matrimonio masivo acá, en la Plaza Mayor, para fin de mes.
- Ahitá pe,
nos casamos, amorcito –se adelanta ella a responder con ternura,
mirando fijamente a los ojos de Papashu; luego agrega- me gustaría que
el doctor sea nuestro padrino.
-
Oye, “sobrinita”, no soy doctor; trátame como me está tratando tu novio
Shillico. Bueno, acepto ser padrino de ustedes; pero busquen una linda
madrina…
“Festejábamos”
a carcajadas mi ocurrencia cuando el mozo interrumpe la algarabía, al
acercarse con la botella de inca kola y tres vasos. La risa de Papashu
me recuerda a la de su padre; algo del acento y la sonoridad de su voz
se parece mucho a la de mi añorado amigo Shillico.
Ahora, las cuerdas del arpa, como olitas de Querococha1,
burbujeantes al beso del viento, acompañan la voz de Sonia Morales, en
un huayno que se ha convertido en el boom del momento, en los conos de
Lima, gracias a la influencia de la cumbia, de la música huanca y la
tecnología.
El
mozo regresa con tres porciones de chicharrones, tamales, morcillas,
camote frito, cancha y bastante cebolla; y la chica que tomó nuestro
pedido, completa el servicio con las tazas de café con leche. De nuestra
parte, el hambre, robustecida por la caminata, hizo trizas de los
chicharrones, los camotes, la cancha, las tazas de café con leche de la
hacienda de Cruz Blanca.
Shillico
chico se dispone a romper el largo silencio debido a que nuestras bocas
estaban ocupadas con el suculento desayuno. Pero antes que sirvieran
los tamales, yo había contado, sucintamente, la historia de mi amistad
con Cirilo cuando estudiamos en la escuela de mi pueblo y también había
hecho referencia al día aquel, en que, en el quiosco de venta de
revistas y diarios de la esquina entre Benavides y Caminos de Inca, leí
en la portada de un periódico chicha, el nombre de Cirilo Fernán, es
decir, de mi amigo Shillico. Papashu, por su lado, ha narrado,
escuetamente, su huida a Lima, después de la muerte de su padre, no sé
si por manos de los “terrucos o de los milicos”.
- No
sé cómo apareces en mi camino, tío, cuanto más me hacen falta mis
padres. Yo sé que, desde el cielo, ellos te están agradeciendo.
Ahora la música es de los Jarkas:
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…wa wa wayaya ya ya yayyyyy
wayaya yayay wa yayayay yayyay.
-
Agradece a Dios, hijo, por haberte dado una bella mujer y un hijo en
camino, ahí, dentro de ella; también por tener un nuevo amigo que te
quiere, porque guarda como un tesoro, el recuerdo de tu padre. No estás,
pues, solo, amigo mío.
- Nuestro Señor no nos va a abandonar –añade su bella compañera, ensayando una voz de huachwita2 tierna.
- Quiero decirte, mi amor –contesta Shillico chico después de una pequeña pausa que aprovechó para insuflar su pecho de pichuichanca3 – que todo ha quedado atrás. No más sufrimientos...
Papashu
aspira nuevamente el aire enrarecido y dispara su mirada al torito
retinto de la pared del frente para perderse, al parecer, en vagos
recuerdo de su infancia. “Cuando
conocí Llamellín, me pareció una ciudad grande; pero después de dos
años, de regreso de Barranca a mi pueblo en compañía de mi padre, pasé
por Llamellín, me pareció ya muy chico, acurrucado ahicito no más, entre
las quebradas secas de Paccharajra y de Cancanán, debajo del cerro de
Pahuacoto. Al entrar el camión por Allauca y girar bruscamente a su
plaza parecía que íbamos a chocar con este cerro. En cambio Barranca era
una ciudad inmensa”.
- ¿En
qué piensas, mi amor? –la novia rompe el silencio de Shillico chico,
mientras toma su mano con delicadeza y la retiene entre las suyas. Su
rosada cara de cuhuay4 es bella y sus ojos iluminan cierto candor infantil cuando miran a Papashu.
- Yo estaba recordando la tierra del “tío”; es linda su ciudad, mi amor.
Él
intuía lo ansioso que yo estaba para escuchar la segunda parte de su
historia, es decir, la que sigue a la muerte de su padre. Pero él, a mi
entender, no quería seguir más abriendo heridas. “Después de la muerte de tu papá, mi entrañable amigo de primaria, ¿qué es lo que pasó, Shillico chico?”.
Quiero gritar que soy feliz
Ahora los jarkas cantan quiero gritar que soy feliz.
Intento
regresar al tema de los “dateros” de combis y micros, para que Shillico
chico me cuente qué sucedió aquel fatídico día del tiroteo entre “unos delincuentes que pretendieron asaltar y un contingente de policías que rechazó a fuego limpio”, donde “Cirilo Fernán, controlador y amigo del occiso, resultó gravemente herido”,
como informaba el periódico chicha que leí en el puesto de revistas y
diarios que está en el cruce de la avenida Benavides con Caminos del
Inca, en Surco.
Yo,
antes de ponerme a buscar a mi amigo Cirilo en las distintas líneas que
pasan por el sitio donde ocurrió el hecho de sangre, aquel 12 de abril
del 2004, ya me había comunicado, vía telefónica, con las autoridades
del pueblito de Cirilo. Las respuestas eran algo así: “ya no existe esa
familia”, “no conozco a él ni a familiar cercano”, “ hace bastante
tiempo que se fueron a Lima”, “el papá se fue a la selva y no regresó
más”, “sus hijos fueron secuestrados por los terrucos y los padres
desaparecieron del pueblo”, y cosas por el estilo. No me quedó otro
camino que abordar los micros y las combis, paradero por paradero,
preguntando por Cirilo el controlador.
“Chapita”,
un joven controlador de micros, fue quien me dio la mejor pista:
conoció a un muchacho ancashino a quien sus amigos le decían “papashu” y
“dateaba” a la línea S que viene desde Surco, por la avenida Benavides,
recorre la La Marina, Faucett, hasta Pacasmayo, donde está su último
paradero. “Ese muchacho ancashino podría saber algo de Cirilo”,
me animé... y seguí buscándolo, preguntando por él en cada paradero; en
adelante, lo haría en los paraderos de la línea S, hasta que el día de
ayer, a eso de las tres de la tarde, abordé una unidad de esta línea en
la avenida La Marina. “¡CUEVABAJAN CUEVACUEVA ...BAJANBAJANBAJAN! ¡SUBEN! ¡VAMO!”
- Ahora es Ud. quien se ha puesto triste, doctor.
- No sigas diciéndome doctor, hija. Todavía no me he doctorado.
- ¿Seguro que estabas pensando en tu tierra, tío? -interviene Shillico chico.
- Estaba
pensando en el trabajo que tienen los que controlan o “datean” a los
choferes. Mira, este trabajo es creación valiente de los provincianos en
respuesta a la falta de empleo, es una forma ingeniosa de sobrevivir
que tienen los marginados.
-
¿Qué cosa es marginados?. –por fin, resuelta, ella me dirige una
pregunta directa, y continúa hablando- bueno, yo he nacido aquí, tío,
pero mi amorcito, se vino porque le pasó todo lo que ha contado; mis
padres y todos, no sé por qué se vinieron a Lima. ¿Por qué los
provincianos somos marginados?
Siento que me voy a enfrascar en explicaciones y no poder lograr mi propósito de hacerlo hablar a Shillico chico.
-
Me haces varias preguntas, “sobrina”. Los sociólogos y economistas usan
este nombre de marginados para los sectores sociales a los cuales no se
les toma en cuenta para el desarrollo económico; es decir, se les
margina de sus derechos como son educación, salud, seguridad, etc., a
pesar de que la Constitución garantiza esas obligaciones del Estado para
todos los peruanos.
-
Muy bien, “tío” –interrumpe Papashu- la primera pregunta has
contestado… - Todos festejamos con risas la ocurrencia de Papashu.
-
Bien, ¿por qué nos hemos venido? Primero, la producción industrial se
afincó en la costa urbana, básicamente en Lima, por lo que ella necesitó
mano de obra barata y los provincianos empezamos a venir por el
salario. Después, la producción necesitó mercado y más fácil era vender,
los bienes y servicios, aquí mismo; entonces la política facilitó la
migración desordenada; pero no solamente el trabajo era una necesidad
que se satisfacía en Lima, sino, también el estudio. Más tarde también
los políticos se dieron cuenta que llenar planillones con firmas y
conseguir votos era más fácil aquí, cerca; finalmente los “terrucos” se
encargaron de terminar el trabajo arreando gente joven a Lima. Los
gobiernos, por su lado, no hicieron nada por impedir esa estampida de
los provincianos a Lima.
- Difícil de entender, tío, pero siga no más ya pues.
Nuevamente nos echamos a reír, los tres, al unísono, juntos, desbordantemente.
-
Bueno, voy a seguir. Lo cierto es que nos hemos venido a Lima con todo
lo que tenemos. Tal vez nos hemos venido porque nos sentíamos
marginados, y acá estamos con nuestros danzantes, nuestros pizarros,
rucus, apus, pallas, comidas, bailes, músicos, cantantes, etc. Es un
milagro que no se nos haya ocurrido traer a nuestra Virgen Purísima, una
de las más lindas del Perú y de América.
- ¿Pero el gobierno no hace nada para evitar todo esto? -pregunta ella.
-
Evitar qué, hija. La migración, que es la antesala de la marginación
capitalina, la han propiciado, mediante las titulaciones de viviendas,
agua y luz, hoy mismo están haciendo trabajos para aumentar el caudal
del río Rímac, quitándole su agua a la sierra; es decir, la política de
los gobiernos siempre ha sido centralista y excluyente. Pero, no todos
los provincianos en Lima son marginados; muchos han triunfado, y algunos han llegado a ser Presidente del Perú.
Aquí,
me callo teniendo en cuenta que Shillico chico debía terminar con la
segunda parte de su historia, desde la muerte de su padre, mi gran amigo
de primaria, hasta el día de ayer, en que lo encontré gritando desde
una combi TODO MARINAFOCETAEROPUERTO SANTAROSAPACASMAYO. “Shillico
chico vino huyendo. De cualquier modo, todos nos hemos venido con todo.
Con nuestros danzantes, nuestros pizarros, rucus, apus, pallas,
comidas, bailes, todo, todo; y la chicha, la hemos cambiado por la
cerveza”...
-
Casi todos nuestros paisano están acá, tío; hacen su fiesta aquí como
en nuestra tierra -el chico como que leyó lo que estaba pensando.
- Cierto, es un milagro que no se nos haya ocurrido traerla también a nuestra Patrona, la Mama Pulli. Pero está aquí Celso, el genial cajero de Ancascocha, aunque sin hablar el castellano, alucinando con su pincullo y su caja a los paisanos y limeños, en Puente Piedra.
Nuevamente caigo en cuenta que Shillico chico está evitando continuar con la segunda parte de su historia. “¡Caray, cómo hago para que retome su historia, sin que le afecte sus recuerdos!”
- ¿Por qué te has callado, tío?; aunque no entendemos mucho de lo que nos dices, pero nos gusta escucharte porque hablas bonito.- ¿Desde cuándo estamos así…? -me pregunta la novia de Shillico chico.
- ¿cómo…?
-
Marginados, pues. A ver, si ya entendí qué es eso: o sea, soy pobre.
Vivo con mi padre, y él a veces está sin trabajo. Con las justas me ha
ayudado a terminar mi media. Todo cuesta mucho y no hay ayuda para
estudiar, para trabajar, es una tentación delinquir…
-
Bien, hija, has entendido. La marginación social nace con la colonia.
Los años setenta, con el Chino, el peruano (no el japonés), las cosas
que venían sucediendo en la economía quisieron tomar otro rumbo en el
Perú. Mejoraron los ingresos, más que nada mejoró su distribución; hubo
un poco más chamba, aunque la gente después se vino a Lima con más
fuerza porque la reforma agraria no salió del todo bien, sin embargo en
plena crisis mundial estábamos más o menos mejor que antes, y mucho
mejor que después…
Me callo nuevamente con la intención de que Shillico chico termine su relato; pero como que él trata de dejarlo trunco.
- Mi mancha dice que el Presidente es malo gobernando, ¿verdad será? –interviene Papashu.
- ¡Oye, Papashu! estás “toreando” tu historia, por no terminarla. ¡Acaba ya!, tenemos que irnos.
- Pero me puedes contestar cortito no más ya.
- Lo que pasa es que, los garacos5 limeños,
jamás van a admitir que un indio serrano dirija la Nación, y encima lo
haga bien. Tampoco hay que esperar que la gente que se aprovechó de la
corrupción va a hablar bien de él, algunos manejan los medios de
información que hoy se han vuelto un poder descomunal… ellos le hacen la
vida difícil al pobre cholo. Eso es todo.
- Yo también escucho que el Presidente no es buen político.
-
Mira, hija, la política es una forma de llegar a la realidad poniendo
en práctica una teoría o un modelo específico. No hay política como
política, lo que hay es política económica, política educativa, política
social, agraria, cultural…
No puedo contener una carcajada un tanto perversa. Rompemos nuevamente en una interminable risa, salvajemente ruidosa.
- Tío, creo que estás vacilando a tu “sobrina”.
- Para nada, Papashu. No estamos de acuerdo con el modelo neoliberal que maneja el Presidente, – estoy reteniendo nuevamente una risa al auscultar las miradas de mis interlocutores- pero,
su política económica está dando buenos resultados. Hay crecimiento de
la producción, los precios no suben, la inversión aumenta, el riesgo
país ha bajado, los papeles de la deuda externa están por encima del 90%
como nunca, los términos de intercambio han mejorado…
- Pasu machu, qué será eso.
- Pero la gente no está contenta con él, -insiste la chica.
-
Es que los diarios, a diario, nos dicen que él es mentiroso, que no
reconoce a su hija, que su sobrino es violador, su hermano ratero, etc,
etc. La mayoría de la gente que lee todo eso (más nos gusta las intrigas
que lo que sucede en economía o en educación, porque estas cosas no
entendemos), cree, pues, porque está sumida en la ignorancia. Es fácil
para la televisión y los diarios llevarnos por donde ellos quieren que
vayamos, o sea, que estemos descontentos, y le fastidiemos al gobierno,
por que ellos no están tan contentos, como estaban con el “chino” (el
japonés).
- Pero el “chino” repartía arroz, azúcar en mi asentamiento.
-
No les parece que mejor es dar trabajo, educar, cuidar la salud. Su
gobierno despidió a trabajadores de los ministerios y de las empresas;
aumentó la informalidad, la corrupción, incluyendo la combi neoliberal,
con su chofer “achorado”, su cobrador, sus dateros y toda la “recua” de
subsistentes.
Papashu parece incomodarse, no tanto por el cansancio, sino, por lo que entiende que estaría involucrado, tal vez.
-
No insulto, chico, sólo quiero afirmar que es la educación el asunto
que más daño ha sufrido. Tampoco debo generalizar. Les cuento un caso
patético que encontré en mis andanzas buscando a tu padre, Shillico…
- A ver cuenta, tío –ambos me piden con mucho interés.
-
Es el caso de un señor, de 42 años, separado de su esposa, profesor de
filosofía y ciencias sociales, ganándose la vida desde hace dos años
como datero. Recuerdo bien lo que me dijo: “me rajé el lomo estudiando
cinco años para poder ser un profesional de provecho, y mira en donde
estoy ahora”.
Me
doy cuenta que me enfrasco cada vez más y Papashu no ha terminado con
la segunda parte de su historia; por eso es que oriento la conversación
hacia la combi, el cobrador, el datero. “Shillico, quiero saber que pasó aquel día fatídico del tiroteo de los delincuentes con la policía”, casi grito en mis adentros.
- Es que el hambre no respeta ni a los doctores, tío; y no hay trabajo. Yo he visto a muchos robar porque ya no pueden más…
-
La pobreza te puede empujar a obrar mal, porque es más fácil hacer el
mal que hacer el bien. Por eso se necesita valentía para vivir
honradamente, aunque pobres; por cierto que es más fácil para los
jóvenes dedicarse a la delincuencia y a la droga. Por eso a ustedes los
felicito, porque han apostado por el amor. Si todos optáramos por el
amor derrotaríamos la maldad. Tú estás, Papashu, trabajando no interesa
de qué, tu novia si no lo está haciendo, está buscando; por favor, no
pierdan oportunidad de seguir estudiando también.
-
Claro que sí, tío, gracias; pero tienes que ayudarnos a salir adelante.
No sé cómo ocurrió el milagro de conocerte, tal vez es obra de mi padre
que está en el cielo. Felizmente yo estoy chambeando. Creo que ningún
trabajo es humillante.
- ¿Por qué ha de ser humillante, mi amor? –Interviene su novia- Un “dateador” gana casi S/1400 al mes descansando cinco días.
-
Eso es mucho más que el sueldo promedio del profesor universitario, el
profesor de escuela gana un poco más de la mitad de esa suma, un cajero
de banco no llega a ganar 800 y un policía gana casi igual que el
maestro de escuela -intervengo nuevamente.
Doce del día. Llegó la hora de ir a la universidad a dictar clases. Todavía me he quedado intrigado… “¿Shillico chico habrá sido controlador antes de ser cobrador?”,
pues, en mi recorrido, tras los micros y combis y sus paraderos, ningún
controlador me manifestó que de “datero” se había pasado a cobrador;
pero sí, era común, que ocurriera al revés. Eso fue el caso de Edgar, a
quien conocí en el cruce de la avenida La Marina con Riva Agüero. Antes
de ser datero él fue cobrador de la misma línea para la que ahora
trabaja pagando S/1.50 por su permanencia en el puesto, “por eso a veces me recurseo como albañil y también como chofer; estos trabajos los alterno cuando hay oportunidad”, me contaba. De controlador trabaja de tres de la tarde a once y media de la noche, por una “propina que a duras penas me alcanza –dice él- para mantener a mi esposa y a mis dos pequeños hijos; aunque
no tengo contrato con las líneas para quienes laboro, ni recibo
beneficio social, es el mejor trabajo que hasta ahora he encontrado para
sobrevivir”.
- Hay de todo, tío, en la chamba de la marcación y la cobrada.
- Cuéntanos, Shillico…
-
Conocí a un pata de la línea 48 que antes trabajaba como mozo en el
Gran Hotel Shera. Dejó esa chamba porque le metían siempre como empleado
nuevo, para no reconocerle sus beneficios. Entonces, con lo que le
pagaron cuando salió de su chamba más sus ahorros compró una combi de
segunda, contrató un chofer y él se puso a cobrar; pero vio que
controlando se ganaba más y se puso a datear. Pero no aguantó la chamba y
se enfermó, el tío, cuando se sanó, regresó de cobrador.
- Cómo fue tu caso, Papashu.
- Yo antes de ser cobrador, fui datero. La ventaja de este oficio está en que nadie te friega.
-
Pero, amorcito, a cambio de soportar el humo, la contaminación, el
frío, el hambre, la sed, las ganas de ir al baño, y sobre todo el
peligro como lo has pasado tú, mi cielo.
-
Sí. Claro, claro. Cuando ocurrió aquel tiroteo de miér… yo estaba de
controlador, por eso sé cómo es ese negocio. Ser datero independiente
resulta más beneficioso porque no tienes que pagar a otro una parte de
lo que ganas; aunque al principio algunos cobradores no te dan nada,
pero yo estuve mejor que antes, cuando era lavador de carros.
- ¡Precisamente porque le hirieron es que se puso de cobrador! Así saca menos plata, pero es más suave la chamba, ¿no amorcito?.
-
Así es. Yo fui datero independiente, un “soplón” como nos dicen, pero
es mejor, porque no tienes que pagar a otro, parte de lo que ganas. En
cambio sí, los controladores que trabajan para una empresa contratados
en forma directa o a veces mediante “servi”.
- Services.
-
Al principio no me daban nada; pero, aún así, como marcador, estuve
mejor que lavador de carros, pues lo que ganaba no me alcanzaba para
comer.
- Dime, Cirilo, finalmente, ¿cómo fue que te pusieron el nombre de “Papashu”?
- Cuando ese inocente cobrador que murió… ¿Sabes quien fue, no tío?...
-
¡No me digas que fue el señor que se retiró de mozo del Gran Hotel
Shera y compró su combi de segunda! -repliqué con aire de incrédulo y
asombrado.
-
Sí, tiocito. Su chofer se compadeció de mí, y me llevó al Hospital de
Emergencia.
Cuando me dieron de alta él pagó mis gastos, me dijo vamos a
mi casa hasta que te mejores, y yo le dije: ¡GRACIAS PAPACHO!… así
agradecía mi padre a la gente buena.
El chico enmudeció por unos minutos. Nuestros ojos se bañaron de lágrimas. Shillico chico infló su pequeño pecho de pichuichanca, pero esta vez para soltar un hondo y tembloroso suspiro, antes de levantarse de su asiento.
Nos paramos. “Gracias, muchas gracias”, “gracias tío”... “De nada”. “Los quiero chicos, como si fueran mis hijos”. Llamé al mozo para pagar la cuenta. A Shillico chico le faltó contarnos cómo se vino dejando a su madre y a su hermana. “Será la próxima vez”.
Doce
del día cinco minutos del ocho de octubre del 2004. Salimos de El
Torito por el jirón Ayacucho hasta el cruce con el jirón Doña Delmira.
En la esquina, un bello surtidor de agua derrama el cristalino líquido a
través del cántaro de barro en brazos de una surcana de antaño. Al pie,
otros cántaros adornan la pileta y, detrás, una parra da vistosidad a
la acogedora esquina. Cruzamos la vereda para ponernos al costado de
aquel escenario.
Un
sol intenso cae en la esquina entre la avenida Ayacucho y la calle Doña
Delmira. Los chicos, tomados de las manos, abordan “El Rápido” que sube
por Ayacucho.
Yo
bajé por aquella avenida, a pie, envuelto en una extraña soledad, con
la mente y los pasos chamuscándose en el sol, mientras rumiaba en
silencio olvidados ritmos que, cual nenúfares, flotaban en mi memoria
desde Chuclus chanca llamellina hasta Hava Naguila. Aún me encuentro frente al mar barranquino con mi pensamiento en aquel titular del diario chicha:
“Durante
tiroteo con delincuentes tombo voló cabeza a cobrador de combi. Cirilo
Fernán, amigo del occiso, resultó gravemente herido”.
Inmediatamente
me puse a buscar a mi amigo Shillico. Después de varios meses encontré a
su hijo. Él también se llamaba Cirilo Fernán, como su padre, y gritaba
desde una combi “¡TODO MARINAFÓCETAEROPUERTO SANTAROSAPACASMAYO”.
WALTER VIDAL TARAZONA
* * * * *
1
Hermosa laguna antes del túnel de Cahuish; sus heladas y tranquilas
aguas cambian de color al ser observadas de diferentes ángulos, según
nuestra situación en las curvas de la carretera que se culebrea antes de
introducirse a dicho túnel.
2
Bellísima perdiz silvestre, de color gris el cuerpo y blanco con negro
la cola; vive en las alturas cordilleranas, sale de su covachita para
alimentarse y tomar sol entre los ichus.
3 Gorrión.
4 Exquisita papa arenosa cocinada en fogón de leña.
5 “Garaco”, “pituco” en su versión serrana, es antónimo de cholo o indio; es el blanco adinerado.
IMÁGENES DE LA PRESENTACIÓN DE LOS LIBROS:
"PALPITAR DEL ANDE. RELATOS Y POESÍAS"
Y "POMABAMBA, CIUDAD DE LOS CEDROS"
CLUB ANCASH - LIMA
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
.
FELIZ CUMPLEAÑOS ENTRAÑABLE AMIGO WALTER
LIMA 29 DE JULIO DE 2016
Club Áncash - 27 de julio de 2016
Iniciando el festejo por el cumpleaños de Wavita.
Amigos: Lucho Albitres, Nalo Alvarado, Alejandro Aldave,
Juan Rodríguez, Roberto Rosario y Walter Vidal.