La Vergne, 16 de noviembre 2012
HOLA SHAY:
Tengo el penoso deber de comunicar a la familia chiquiana, el sensible fallecimiento de mi tío VALERIO JAIMES CALDERÓN, acaecido en la ciudad de Lima. La familia Alvarado Balarezo expresa sus sentidas condolencias a nuestros queridos familiares de Chiquian (Ancash), y del barrio de Mangomarca (Lima).
HOLA SHAY:
Tengo el penoso deber de comunicar a la familia chiquiana, el sensible fallecimiento de mi tío VALERIO JAIMES CALDERÓN, acaecido en la ciudad de Lima. La familia Alvarado Balarezo expresa sus sentidas condolencias a nuestros queridos familiares de Chiquian (Ancash), y del barrio de Mangomarca (Lima).
Sus
restos mortales se están velando en su casa de la Av. Las Lomas
1077-Mangomarca, San Juan de Lurigancho, LIMA, y hallarán cristiana
sepultura mañana sábado 17 a partir del mediodía en el cementerio Campo
Fe de Huachipa.
La dolida melodía de su violín en las fechas luctuosas de nuestro pueblo y la armonía suprema por rescatar nuestras danzas nativas en las fiestas costumbristas y tradicionales, seguirán resonando a través de los siglos. Un verdadero maestro en el uso de la madera, como fue San José. También fue criandero en la Puna Ancashina. Cuántas casas abrigó con su espíritu artesano, no sólo dentro de los linderos chiquianos, pues emigró a Lima con el huayco migratorio en los setentas del Siglo XX, y en poco tiempo, gracias a su tenacidad e ingenio, se convirtió en el líder de dos empresas prósperas, una dedicada a la carpintería y la otra a las tareas de amasijo. Ambas, orgullo del Perú pujante en la Capital de la República.
Queridos primos: Ricardo, Chela, Rubén, Lucía, Valerio y Bernita, ustedes son el fruto de un hombre bueno que está a la diestra de Dios, y de una mujer buena que los acompaña. Sigan su ejemplo, recordando cada día sus enseñanzas de vida, y serán el mejor legado para las futuras generaciones de paisanos.
Con profundo dolor,
Nalo
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RECUERDOS
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Estudiosos en la materia subrayan que el espíritu de
sacrificio y el afán solidario son impulsos naturales del hombre que lo llevan a
dar de sí, sin importar que de por medio estén sus bienes materiales, su salud y
su vida. Asimismo señalan que el sacrificio y la solidaridad implican en su
acepción más amplia, la idea del desprendimiento y la generosidad; es la
antítesis del egoísmo, que proclama sólo el vivir por sí y para sí. Pero la vida
no es ante todo individual, es también colectiva, donde nadie puede ni debe
vivir aislado.
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Cómo no recordar a los comuneros en las excelsas figuras de sus presidentes: Arcadio y Juan Ibarra, Pedro Moreno y Abilio Huerta, quienes además de defender nuestras tierras con el grito: 'Romatambo de Chiquián', construyeron canales y caminos en nuestra difícil topografía, estanques y reservorios de agua para el riego, paredes de tapiales interminables y calles por doquier; es decir apuntalaron con sus brazos y sus cerebros el progreso de Chiquián, obras de las que gozamos de niños, adolescentes y en la actualidad. No es menos importante la labor de nuestros panaderos por darnos el pan caliente mañanero y vespertino, quemándose el lomo, las manos y las pestañas durante las largas horas que dura la tarea de amasijo.
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A los trabajadores de la Oficina de Correos y Telégrafos: Pepe Zárate Durand (Jefe), Ana Márquez Ibarra, a nuestra recordada Loyolita, Luz Romero Milla, Pedro Díaz Anzualdo, Mateo Barba Zubieta, Juan Garro Aldave, Antonio Ortiz y Agripino Carrera.
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A los herreros Ambrosio Chávez, Abilio Huerta y David Aldave que forjaban rejas, barretas, racuanas, visagras, aldabas, herrajes, canchanas. A nuestros fabricantes de tejas y adobes Toribio Allauca e Iuchi Ramírez. A los talabarteros Felipe Vicuña, Benancio Valderrama, Felipe Velásquez, a los trenzadores Cosme Padilla y Agripino Cerrate, al pintor con pellejo de cordero Crisólogo 'Bolívar' Vásquez. También a nuestros sastres Miguel e Icha Durand, Natividad Valderrama, José Gamarra Ñato, Jorge Bolarte, Alicho Romero, Juan 'Palermo' Gonzáles, Elias Damián. A los carpinteros Toribio y Teodoro Moreno, Nicolás Ramírez, Gaudencio Moreno, Casimiro Alvarado, Lorenzo Yábar, Valerio Jaimes Calderón, Juan Díaz, Julio Carhuachín, Elacho Ñato, Maurelio Reyes. A los fotógrafos Perfecto Bolarte, Garrito, Cesareo Zarazú, Pepe Zárate, Pedro Zubieta, Víctor Morán, Pedro Cuevas, Guillermo Arbaiza. A don Abraham Bolarte que mantenía a puntos los relojes a cuerda; a los zapateros Rucu Feliciano, Juan Ñato, Alejandro Anzualdo, Samuel Calderón, Mariano Blas, Pedro Alvarez, Lorenzo Padilla, Gregorio Espejo, Estañiz Gamarra.
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A los techadores Eliseo Calderón, Reymundo Flores, Florentino Alvarado, Teodoro Vásquez (experto en tapiales). A los hojalateros Lolito Rivera, Abraham Bolarte, Manuel Rueda y Bernardo Escobedo. A los productores lácteos Alberto Espejo, Isidro Espejo, Filomeno Meza, Andrés Vásquez, Miguel Romero, Amancio Valdez. A los fabricantes de velas Felipe Ramírez, Accepio Palacios, Lolito Rivera, Daniel Yabar, Mauricio Zubieta. A los albañiles Elías Alvarado, Andrés Lázaro y Perico Izquierdo. A los sombrereros Teófilo Rivera y Rómulo Toro. A don Antonio Padua y su roncadora. A los diestros en bordaduría Eulogio Rivera y don Braulio. A los peluqueros Fidel Balarezo, Pedro Loarte, Chimuco Garro, Elías Rivera, Leonardo Allauca.
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De nuestros maestros primarios, secundarios y de la Escuela Normal, hay tanto que decir, pues gracias a sus enseñanzas somos seres humanos con mayor conocimiento. Saludo a todos ellos en la persona de los maestros chiquianos que nos acompañan en la ruta Arcadio Zubieta, Pablo Vásquez, Eduardo Aldave, Anatolio Calderon, Belisario Pardo; del mismo modo a los trabajadores estatales, comerciantes, base del turismo receptivo, a los músicos y cantantes representados por el maestro Alejandro Aldave; a los comunicadores sociales y administradores de las páginas chiquianas de la Internet; a los escritores en la persona de Filomeno Zubieta, a los gobiernos locales, autoridades de Gobierno y comunidades campesinas, a las asociaciones y comités de gestión.
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Cuando el sacrificio y la solidaridad no se traducen en
dádiva, se trasluce en nobles acciones, como por ejemplo, preferir lo difícil a
lo fácil, afrontar cualquier peligro para auxiliar a alguien o ayudar al
desarrollo de la comunidad. También acudir a donde se necesita ayuda. En fin,
sacrificar la propia existencia por valores más altos que los que ella encierra.
El espíritu de sacrificio y de solidaridad compartida son propios de hombres de
buen corazón; demanda valor y entrega por los demás. En esta oportunidad voy a
citar algunos nombres de seres humanos que ya emprendieron el Gran Vuelo y de
otros ciudadanos que son ejemplos vivos, intentado recrear sus obras en bien de
la comunidad bolognesina.
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Llega a mi memoria la imagen del primer “Hombre Araña” que
quedó guardada eternamente en mi corazón. Fue una fría mañana de fines de junio
del 1961, retornaba de Shincush hasta donde fui gorreando el camión “San
Martín”, que iba a Recuay. En circunstancias que sorteaba la bajada, cortando
por tramos la vía, pude ver a don Mateo Barba, trepado a un poste en lo alto del
cerro, haciendo lo imposible por unir dos cables de acero de filudas puntas que
lo hacían sangrar. No llevaba casco, guantes, tampoco una soga que lo proteja de
las hualancas y las puntiagudas piedras, que desde abajo lo miraban como
vampiros. Nuestro paisano trabajó casi toda su vida en la Oficina de Correos y
Telégrafos. Él, cada vez que se producía un corte en el sistema telegráfico
tenía que caminar metro a metro los escarpados hasta encontrar la avería y
repararlo de inmediato, aun a costa de su integridad y vida, pues seguramente en
muchas ocasiones tuvo que hacer su trabajo en terreno hostil. Recuerdo que al
acercarme me brindó unos segundos de su tiempo para responder mi saludo; ya
cuando estuvo de pie, vi su mirada de satisfacción y sentí su corazón latiendo
con fuerza por la emoción de haber cumplido su tarea en bien de la comunicación.
Esta vocación de sacrificio es similar al ejemplo de hombres valiosos como
Panchito Alva, Alberto Núñez y don “Muchqui” Valerio Aldave, quienes tenían que
surcar leguas de leguas cuando eran llamados desde el interior de la provincia
para sanar heridas o socorrer a los desvalidos, sin temor a ser contagiados por
alguna enfermedad. Seguramente caminaron de noche los abruptos senderos, pues la
salud no espera la llegada del alba. De igual modo lo hicieron los amautas
Antonio Zúñiga, Juan Fuentes, Teófilo Núñez, Hernán Reyes y los demás maestros
rurales llevando conocimiento a los pueblos olvidados. También el Supervisor
Provincial Marcos Lemus, visitando una a una las escuelas para cumplir su labor
de control, viajando a caballo o a pie y poder entregar los míseros sueldos a
los heroicos maestros rurales, las noticias de sus familiares y el azúcar que
endulce su agüita de muña..
Cómo no recordar a los comuneros en las excelsas figuras de sus presidentes: Arcadio y Juan Ibarra, Pedro Moreno y Abilio Huerta, quienes además de defender nuestras tierras con el grito: 'Romatambo de Chiquián', construyeron canales y caminos en nuestra difícil topografía, estanques y reservorios de agua para el riego, paredes de tapiales interminables y calles por doquier; es decir apuntalaron con sus brazos y sus cerebros el progreso de Chiquián, obras de las que gozamos de niños, adolescentes y en la actualidad. No es menos importante la labor de nuestros panaderos por darnos el pan caliente mañanero y vespertino, quemándose el lomo, las manos y las pestañas durante las largas horas que dura la tarea de amasijo.
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Cómo no evocar a nuestros mineros de socavón como don
Manuel Vicuña y su hijo Apacho, y a don Manuel Roque. Asimismo a los policías e
instructores de Pre-Militar que cuidaban nuestro desarrollo: Pedro Cuevas,
“Angelito”, Fausto Chirinos, Cesareo Zarazú, Víctor Morán, Lucho Chiri, Antonio
Franco, Cástulo Sánchez, Alejandro Dextre, Pancho Sánchez, Víctor Alvarado,
entre otros seres de uniforme verde olivo y azul municipal como don Alejandro
Alvarado. De igual manera los coheteros Alberto “Limonta” Núñez de Quihuillán,
Baldomero Ramírez y Jacobo Palacios, quienes con su esperado ¡PUN! nos llenaban
de dicha en las fiestas costumbristas, poniendo en peligro sus dedos y nariz en
cada disparo de avellana o tendida de bombardas en la Plaza de Armas y en el
estadio de Jircán.
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En mis retinas tengo grabados: los helados, las raspadillas
y las chalacas, pero de solo imaginarme que para elaborarlas tan sabrosas:
Camilo Bravo, Danielito Garro, Gelacio Valderrama
Ramírez y su papá, José Montoro y Gregorio Carrera,
tenían que bajar enormes adoquines de hielo desde Tucu y traerlos paso a paso a
lomo de burro, siento escalofríos en el cuerpo y en el alma. También integran
esta pléyade de valientes del trabajo productivo nuestros paisanos Bonifacio
Peña y Juan Ramírez, los hombres de la “luz al final del túnel”, siempre prestos
a iluminar nuestras noches, a costa de quedarse electrocutado el primero, y
morir intoxicado por monóxido de carbono el segundo. Del mismo modo los
picapedreros Factor, Alejandro y Aurelio Yábar, Apolinario Montoro, Felipe
Alvarado y Melchor Romero, quienes a mano, cincelada a cincelada, milímetro a
milímetro construyeron molinos de uso rural, batanes, morteros, umbrales y
soportes de huaros.
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Con estos bellos ejemplos, renace ese espíritu de
sacrificio por amor al prójimo como estado sublime del alma, alcanzado con
sufrimientos e incomodidades, al extremo de convertirse en un hábito, pues los
que se acostumbran a experimentar privaciones y molestias, sensibilizan su
cuerpo, de tal forma que los más crudos dolores y los más pesados trabajos no
dejan huella apreciable en ellos. Cómo no recordar también a nuestros tejedores
de antaño: Benito y Pedro Moreno, Marcos y Cesareo Minaya, Florián Rodríguez y
Fausto Castillo, quienes confeccionaban de sol a sol: ponchos, frazadas,
faldellines, jergas, aperos, pantalones de bayeta, jacus y llicllas. A nuestras
tejedoras, bordadoras y costureras: Asunción Aldave, Pili Díaz, Teodora Alva.
Goya Anzualdo, Consuelo y Norma Espinoza, Etelvina Tello, Mary Luján, Carmen
Montes, Orfila Ocrospoma, Bercilia y Elvira Prudencio, María Rosemberg y Martina
Yabar. A nuestra fabricante de coronas Dolorita Aguirre, quien con doña Aquelina
de Silva, Dieguita, Orfelinda Portilla, Juanita 'Causa', María Gamarra, Carlos
espinoza y la esposa del chofer Leonardo Aldave de Carcas, alegraban nuestros
días con sus sabrosos potajes y bebidas al paso..
A los trabajadores de la Oficina de Correos y Telégrafos: Pepe Zárate Durand (Jefe), Ana Márquez Ibarra, a nuestra recordada Loyolita, Luz Romero Milla, Pedro Díaz Anzualdo, Mateo Barba Zubieta, Juan Garro Aldave, Antonio Ortiz y Agripino Carrera.
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A los herreros Ambrosio Chávez, Abilio Huerta y David Aldave que forjaban rejas, barretas, racuanas, visagras, aldabas, herrajes, canchanas. A nuestros fabricantes de tejas y adobes Toribio Allauca e Iuchi Ramírez. A los talabarteros Felipe Vicuña, Benancio Valderrama, Felipe Velásquez, a los trenzadores Cosme Padilla y Agripino Cerrate, al pintor con pellejo de cordero Crisólogo 'Bolívar' Vásquez. También a nuestros sastres Miguel e Icha Durand, Natividad Valderrama, José Gamarra Ñato, Jorge Bolarte, Alicho Romero, Juan 'Palermo' Gonzáles, Elias Damián. A los carpinteros Toribio y Teodoro Moreno, Nicolás Ramírez, Gaudencio Moreno, Casimiro Alvarado, Lorenzo Yábar, Valerio Jaimes Calderón, Juan Díaz, Julio Carhuachín, Elacho Ñato, Maurelio Reyes. A los fotógrafos Perfecto Bolarte, Garrito, Cesareo Zarazú, Pepe Zárate, Pedro Zubieta, Víctor Morán, Pedro Cuevas, Guillermo Arbaiza. A don Abraham Bolarte que mantenía a puntos los relojes a cuerda; a los zapateros Rucu Feliciano, Juan Ñato, Alejandro Anzualdo, Samuel Calderón, Mariano Blas, Pedro Alvarez, Lorenzo Padilla, Gregorio Espejo, Estañiz Gamarra.
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A los panaderos Manuel Castillo, Maurelio Reyes, Simón
Rayo, Ignacio Calderón Ramírez, Pepel, Policarpo Aldave, Pascual Palacios,
Victoria Montoro, Ela García, Lucinda y Faustina Alvarado, Mercedes Moncada,
Pili y Pedro Díaz, Guillermo Garro, Pedro Moreno, Benigno Palacios, Alejandro
Lemus, Chanti Alvarado, Alejandro Lázaro, Honorio Jara, Alejandro Rivera
Palacios, Joaquín Chamorro, el chino Félix Jiménez. A los choferes
ruteros que traían y llevaban calor familiar uniendo sin pestañear de Lima a
Chiquián a los paisanos, entre ellos Benjamín y Segundo Robles, Luis y Carlos
Nuñez, Anaya, Amancio, Teobaldo Padilla, Matuco Galvez , José Maturana, Juan
Montes, Leonardo Aldave, Zenobio Alarcón, Armando y Chanti Alvarado, Elías
Landauro, José Yábar, San Martín, Keclin Carbajal, Cachay, Ocrospoma, Armando
Delgado, La Liebre, Tolomeo Padilla, los hermanos Abundio y Manzueto Santos
Flores, Peli Balarezo, Luco y Claudio Ñato, Miguel
Moncada..
A los techadores Eliseo Calderón, Reymundo Flores, Florentino Alvarado, Teodoro Vásquez (experto en tapiales). A los hojalateros Lolito Rivera, Abraham Bolarte, Manuel Rueda y Bernardo Escobedo. A los productores lácteos Alberto Espejo, Isidro Espejo, Filomeno Meza, Andrés Vásquez, Miguel Romero, Amancio Valdez. A los fabricantes de velas Felipe Ramírez, Accepio Palacios, Lolito Rivera, Daniel Yabar, Mauricio Zubieta. A los albañiles Elías Alvarado, Andrés Lázaro y Perico Izquierdo. A los sombrereros Teófilo Rivera y Rómulo Toro. A don Antonio Padua y su roncadora. A los diestros en bordaduría Eulogio Rivera y don Braulio. A los peluqueros Fidel Balarezo, Pedro Loarte, Chimuco Garro, Elías Rivera, Leonardo Allauca.
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De nuestros maestros primarios, secundarios y de la Escuela Normal, hay tanto que decir, pues gracias a sus enseñanzas somos seres humanos con mayor conocimiento. Saludo a todos ellos en la persona de los maestros chiquianos que nos acompañan en la ruta Arcadio Zubieta, Pablo Vásquez, Eduardo Aldave, Anatolio Calderon, Belisario Pardo; del mismo modo a los trabajadores estatales, comerciantes, base del turismo receptivo, a los músicos y cantantes representados por el maestro Alejandro Aldave; a los comunicadores sociales y administradores de las páginas chiquianas de la Internet; a los escritores en la persona de Filomeno Zubieta, a los gobiernos locales, autoridades de Gobierno y comunidades campesinas, a las asociaciones y comités de gestión.
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Nalo Alvarado Balarezo
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CHIQUIÁN
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"Los trovadores del
ayer".
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Por Armando Alvarado Balarezo
(Nalo)
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Uno de los más
grandes trovadores chiquianos de los últimos tiempos, fue el maestro, compositor
y cantante César Vicuña Romero, de palpitante recuerdo y mensaje de amor por
“Espejito del cielo”.
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Nuestro amigo Huayco
heredó el talento de su querido padre Feliciano Vicuña, reconocido guitarrista
del barrio de Quihuillán. Al igual que él, su hermano Oshva cultiva el arte
musical desde niño.
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La prodigiosa voz de
Oshva, encoge y estira como fuelle de acordeón nuestros corazones, todos los
domingos a las 9 de la mañana, cuando abre el programa radial “Por las rutas de Chiquián y los pueblos de la
provincia de Bolognesi”, con la canción Laguna de Conococha del bardo aijino Jacinto
Palacios Zaragoza: "...eres la fuente de
agua tranquila aquí te traigo, aquí dejo mis amores y mis
canciones...".
El legado de Huayco no solamente inmortaliza su nombre, sino
el sentimiento chiquiano hecho melodía y verso. Allí radica el valor espiritual
y cultural de su repertorio, que ya viene hallando difusión a través de los
intérpretes, músicos y compositores bolognesinos que actualmente brillan en el
corazón del Perú profundo: Nieves, Eva y Reyda Alvarado, Julia Garro, Consuelo
Valderrama, Norka Alvarado, Chole Zúñiga, Elsa Navarro, María Díaz, Chopa
Rivera, Graciela Allauca, Mirtha Garro, Alicia Ramírez, Julia Palma, Carmelino
Carrillo, Carlos Oro, Romeo Reyes Gamarra y sus retoños, Efraín Vásquez
Veramendi, Pedro Miranda, “Yoga” Rivera, Pacho Díaz Mendoza, Miguel Ramírez
Vicuña, Gilbert Alejos, Pepe Alva, Alfonso Aranda, Walter Jaimes, José Jiménez,
"Pepe" Perfecto Calderón, Llucu Orduña, Bonifacio Gamarra, Pablo Aldave, entre
otros paisanos de voz y trino sonoro. También los conjuntos y orquestas: Brisas
del Yerupajá, Melodías de Bolognesi, Luis Pardo, Los Andes de Bolognesi,
Chiquián y Luz radiante de Bolognesi, entre otros.
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A escala internacional Roby Alva Ibarra, autor con Herberto
Aldave del Castillo y Macollado Vásquez Veramendi, de la canción "Aguas de
Usgor", llevó a USA en los albores del Tercer Milenio, el verbo florido y la
dulce melodía de nuestra querencia.
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Armando "Zeta" Zarazú Aldave (guitarra, mandolina y
charango), es el máximo exponente chiquiano en la promoción y difusión de la
música andina en el difícil mercado americano, a través de su importante
organización folklórica "MESTIZO MANTA"
(Tushurushun), con amplios espacios ganados a pulso en las páginas
rojiblancas de la Internet, donde las canciones: "Quisiera quererte, "El
Obrero", "El cóndor pasa", "Cuando florezca el chuño", entre otras maravillas
latinomericanas, se van ubicando en el sitial que les corresponde.
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Desde
épocas ancestrales, Chiquián es rica en costumbres y tradiciones. También es
cuna de excelentes trovadores, siendo dos de sus más connotados baluartes: Pedro
Bernardo “Bellota” Escobedo Luna y Calixto Palacios Carrillo
"Cañita".
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Ambos hicieron famosa la canción “Cañita huayta sin
corazón”. Aún resuenan en las calles de Oropuquio la potente voz de Bellota y
las mágicas notas de la guitarra de Cañita: “Si quieres ser buen jinete ponte amansar
potrancas”, cantaba el primero, “después cabalga a pelo por las faldas de
Cochapata” remataba el segundo con alegría.
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Pero no solamente las cantinas se constituían en los
lugares preferidos, sino también las casas de los amigos y familiares donde la
"chicha con punto" corría en jarra, sobre todo si la música de fondo estaba a
cargo de Ritmo Andino de Huasta. Los viajes de excursión con las guitarras en
bandolera al interior de la provincia, un compromiso de "fútbol macho" en
Huallanca, Recuay, Ocros, Huaraz, Carhuaz, Yungay, Huari y Caraz, o un amado
zaguán elegido para una serenata, fueron los marcos perfectos para soñar
despierto con las pallas de Umpay, Tulpajapana y Racrán.
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Durante el funcionamiento de la Escuela Normal, el quinteto
"Las Taviesas" llevó nuestro canto a otros departamentos, en las voces de:
Carmen Escobedo, Zoila Ramos, Luchi Pacora, Fabia Alvarado y Nelly
Rivera.
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Además de los nombrados, los chiquianos que cultivaron el
arte de interpretar huaynos guitarra en mano, fueron: María Maldonado, Zoila
Núñez, Amina Rayo de Aldave, Martina Yabar, Pedro Zubieta Calderón, Hortencio
Balarezo Lavado, Lucnardo Díaz, Rómulo Toro, los hermanos Porfirio, Achico, José
y Germán Romero Yabar, este último, autor de la música y letra de “Carhuaspunta
escorzonera”, en quechua y castellano, matizados de sana picardía, como estos
versos que cantaba sonriente:
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“Quizá mi canto
no salga sabio porque el chinguirito partió mi labio, mas no espero que rían
todos, pues alguien tiene que llorar recordando a una roqueñita ingrata que le
robó el shonqon, y disculpen que de tanto licor mi canto suene a responso. Rompe
las viejas cuerdas punteando y no ajustando las clavijas, sino busca quién te
enseñe a templar, antes de volverlo a intentar”.
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También ajustaron la fina cintura de ardiente madera: Lorenzo
Yabar, Alberto Núñez, el “Chino” Benito Calderón con su cautivadora canción
“Neblina Blanca”, Pasión y Alejandro Aldave, Pedro Loarte Cano, Hernán Reyes
Aguirre, Bernardo Arellano, el zurdo Máximo Calderón Cerna y su hijo Adolfo,
Alberto Turco, Cástulo Rivera, Teófilo Núñez Romero, Loli Romero Moreno,
Herberto Aldave del Castillo, Romeo Reyes Gamarra, Pablo Martín Vásquez
Veramendi, Alberto Carrillo Ramírez, Abasalón Álvarez, Felix “Sopita” Moran
Moreno, Solio y Leonidas Bolarte
Pardavé, Armando, Adolfo “Apopo” y Chanti Alvarado Montoro, los hermanos
Juan, José “Shacui” y Apolinario “Puco” Montoro Ramírez de trino amable y versos
alegres: “No cacarees como gallina,
mejor canta como zorzal y deja que brote el llanto como agua de manantial, para
que gima la prima y llore la segunda. Apúrate shay, brindemos con chicha en
porongo junto al fogón donde burbujea el mondongo”.
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Quizá algunos trinos andariegos que vivieron al compás de los
recuerdos se van perdiendo en el tiempo, y sólo el eco está flotando en el aura
con la sinfonía de los grillos que nos recuerdan a Pisana María. Todo depende de
nosotros para que no mueran, como aquel viejo pichuichanca que por dormilón cayó
de una rama al turbulento Aynín y se fue a la deriva sin hallar la mano amiga
que le salve la vida. Recopilemos y cantemos lo escrito por nuestros viejos
compositores, démosle el fresco soplo de la brisa, solamente así este fecundo
arroyo de leyenda murmurará con mayor vigor la melodiosa armonía de la guitarra
chiquiana.
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El arpa trae a la memoria nombres de grata añoranza,
unos ya tocan las cuerdas en el cielo, otros continúan deleitándonos con sus
abrigadores gorjeos: Florentino Aldave Calderón, pródiga vena musical heredada
por su hijo Alejandro Aldave Montoro y sus nietos Carlos y Juvilio Alvarado;
José Ramos "Patriarca", Julia Ramírez de Pardo, David “Lapicho” Aldave del
barrio de Jupash, Demetrio Calderón, Pedro Gamarra, Eleuterio Palacios,
Estanislao y Miki Zubieta, “Garash” Lorenzo Padilla, "El satanás del arpa",
"Anacleto Pachapleto", Toribio Moreno y José Jaimes, sentados o parados se
yerguen como los más respetados cultores de las cuerdas verticales.
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En la mandolina hicieron furor en los cuarentas y
cincuentas: Ernestina Yabar Calderón, Amina Rayo de Aldave, César "Shimilán"
Figueroa Cuentas, Alejandro Yabar Alva, Eleodoro Gamarra Salinas, Pedro Loarte Cano, Cástulo
Rivera, Felipe Ramírez Gamarra, Francisco Alva Palacios, Zenobio Garro Aldave,
José Morán Ramírez y Cesareo Calderón.
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Antonio Padua Toro, roncadora en mano anunciaba el
reparto de agua por las calles de Chiquián. En la caja y el píncullo brilló
Imicho Ríos, hoy sigue sus pasos Domingo Guzmán Rivera. También en píncullu y
quena aportaron su arte: Máximo Bravo, Pedro Moreno y Ildefonso Garro, los
hermanos: Jesús, Simón y Victor Hugo Aldave Rayo. En rondín: Pilico Gamarra,
Abel Alvarado Montoro, Graciano Zubieta Carhuachín. En concertina: Perfecto Bolarte Calderón.
En acordeón: Rubén Barrenechea Núñez, Alejandro Aldave
Montoro y su esposa Amina Rayo, Carlos y Jubilio Alvarado Aldave, Luis Alva
Aldave y Teódulo Zubieta. En saxofón: Juan Vicuña, Manuel Alvarado y Carlos
Alvarado Aldave.
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En el violín marcaron época: Valerio Jaimes Calderón, Julio Carhuachín, Guillermo Zubieta, Saturnino Jaimes, Manuel Quispe Hinostroza, Teodomiro Carrillo, Juan Jaimes, Carlos Gamarra y Eleodoro Gamarra Salinas. El último de los nombrados, gran maestro chiquiano, daba conciertos a puerta cerrada en su florida residencia del Jirón Tarapacá. Escuchar la melodía de la canción “Dolores” era el goce general de los concurrentes, mientras el profesor Gamarra sudaba frío y bajaba cada vez con mayor fuerza el mentón para ahogar el llanto del violín plañidero y evitar que se deshidrate. En sordina: Arturo Alvarado Aldave y Celedonio Maldonado son los más afamados cultivadores.
Muchos trocitos de inspiración de los viejos trovadores de Jircán hallaron abrigo en los corazones amigos. Entre ellos: “Nunca hallarás buena comida donde ladren perros flacos”. “Busca la vaca que menos rumia, porque da la mejor nata”. “Por andar persiguiendo una viuda, aprendí a rezar el rosario y me convertí en el más devoto del sagrario”. “Hoy que los años salpican su melancolía, dime algo palomita”. ”Quien vive solo tiene poco que contar, anda acompáñame un rato y te enseñaré a cantar”. “Si te dicen que tocas regular, es porque eres el mejor de los peores, es tiempo que cambies de oficio y cantes junto a los maestros, así serás el mejor de los cantores”. “Entre los pichuichancas solo cantan los machos, las hembras mueven sus pestañas como olas y los neutros menean sus colas”. “Compositor, regálame un huayno de esperanza que estabilice la balanza, con el peso de tu voz atravesando mi garganta”. “Chiuchi, si no naciste para volar como tinyaco, por gusto miras el cielo, mejor repta como shulaco”. Pastorita, ojitos de capulí, rompe las paredes de tu choza fría y ven con el viento a mis brazos”. “Cholita, déjame creer aunque sea por un segundo que los niños huérfanos y sin hogar son actores solamente; déjame creer que la lluvia es un fenómeno natural y no lágrimas de las madres que lloran en el cielo”. “El odio es malo, carcome el alma y te lleva a un lugar solitario”. “Cantemos juntos, así viviremos en el corazón de los paisanos y dejaremos de ser forasteros en nuestra tierra”. “Linda chiquiana, deja de llorar, que las lágrimas cicatrizan, pero las cicatrices no, y yo prefiero sangrar”. “Ayer me dijo doña Juliana, que no canta bien el que tiene ganas, sino el que sabe cantar”. “El gemido del aire es como un abrazo al vacío, una lágrima que cae en silencio enjugando el verbo amar sobre la tumba fría”. “El recuerdo de tus besos son como bandadas de torcazas que vuelan arrulladas por un coro de jilgueros...”.
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Entendidos en la materia comentan que la musa de los troveros chiquianos es el aire limpio que respiran, el paisaje que admira absorto el turista, su dicha, su dolor, su risa, su llanto, el recuerdo del primer amor y la esperanza de volverla a ver en la fiesta de Santa Rosa; es el pregonero que anuncia agua para las sedientas sementeras; las serenatas, los juegos infantiles, las fiestas costumbristas, los potajes, las danzas, los monumentos arqueológicos, la flora, la fauna, las procesiones; las tardes de fútbol, de Entrada y de toros; las huaylisheadas, las pinquichidas, el agudo canto de las pallas al ritmo del arpa, del violín y la trompeta con sordina, el retumbar de la avellana en Capillapunta, los fuegos artifíciales al compás de la banda de Mangas. En fin, es la arcilla donde se forja el espíritu telúrico, por eso le cantan al río, a la cascada, a los nevados, al patito de la laguna, a las faldas de Cochapata, al cerrito de Huayalpampa, a la linda chiquiana, a Jaracoto, a la bella capuliñahui, al maíz, al trigo, al anciano, al bandolero, a la gente de bien, a la noche de Salva como lo subraya en su canción "Mi recuerdo" el escritor y compositor Mario Reyes Barba.
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Más que derramando lenguaje florido, los chiquianos
cantan con el corazón, como decía con nostalgia nuestro recordado amigo Moshongo
Romero, hecho que se hace patente en el breve relato y los dos poemillas
escritos al fragor de las cuerdas con una moña rojiblanca en las clavijas,
durante mis visitas a Chiquián en Julio Patriótico:
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SERENATA DE CUMPLEAÑOS
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Es medianoche, la Luna cruza solitaria por el aterciopelado cielo, acariciando con sus rayos plateados las turbias aguas de Agocalle, que bajan murmurando sobre el ripio que cubre las veredas.
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El ambiente está calmo, fresco, delicioso y poético, sólo se escucha el canto de los grillos y los ronquidos de los vecinos.
El rostro del trovador va adquiriendo un tinte de melancolía; afina con sus dedos de lajtash la guitarra y toma un cuarto de anisado hasta la última gota. Enciende un cigarrillo con temblorosa mano, da dos pitadas y tira el pucho al charco. Puntea unos minutos las raídas cuerdas y de sus labios brota como un suspiro la primera estrofa de la canción “AGUAS DE USGOR", de Herberto Aldave, Macollado Vásquez y Roby Alva:
Y repite con ondulante énfasis, como la repercusión del eco que rueda al vacío:
La ventana del segundo piso abre sus mohídas bisagras, mas nadie asoma. En la habitación la musa de sus sueños se aprieta el corazón con las manos, y piensa en silencio: "esa voz es conocida, qué linda canción". El trovador canta enérgico y con apasionado acento. Por sus mejillas descienden dos lágrimas cual muda expresión del amor cautivo.
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Las cuerdas sollozan temerosas de romperse y chicotear el rostro chaposo del trovador. La emoción infla su pecho de zorzal y pasa de quinta a primera sin embrague. Su pequeña caja torácica está a punto de arrancarse en tres pedazos y entona quebrando su voz, la tercera estrofa:
A punto de desfallecer saca fuerzas de su atormentado corazón y arremete la fuga como toro cutucho del Jirishanca:
Este verso mordaz rompe las fibras más sensibles de su amada, haciendo trizas el aire quieto del cuarto. Ella sale al balcón y furiosa levanta hasta el alero una despostillada bacinica que reluce con la Luna, y descarga toda su dorada tempestad sobre el trovador. Un fuerte ventanazo retumba en el vecindario y el último trino se ahoga en Agocalle con aroma a urea...
SERENATA CHIQUIANA
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Surgen de la niebla del pasado,
los recuerdos de cien trovadores
que rompieron sus viejas guitarras,
bajo el escarchado cielo chiquiano.
Envueltos en ponchos habanos,
cantan al son de sus lamentos,
en dúo como buenos hermanos
entre trinos y juramentos.
Con un pie sobre una piedra,
las cuerdas golpean los trastes
que los dedos van guiando
al compás de la convulsa mano.
Y así van pasando las horas
entre anisados y quebranto,
mientras la amada musa escucha
con sus ojos anegados en llanto.
Pronto el rumor se cuela en el barrio
haciendo su agosto como las arañas,
que trepan veloces las murallas
cual ponzoñosas alimañas.
Desde entonces los gemidos brotan
de los corazones de mil ninacurus,
que escucharon el plañidero canto
de los bardos que amaron tanto.
Racrán, JUL 1978
ENTRE CUERDAS Y CANTO
Fuente:
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SERENATA DE CUMPLEAÑOS
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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El pueblo duerme adormecido después de un largo día de aguacero con truenos y relámpagos.
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Un joven enamorado esconde su vieja guitarra bajo el poncho habano y sale de puntillas de su casa para darle una serenata a su amada. Ella cumple 18 abriles, fecha propicia para ingresar a las grandes ligas de la serenata chiquiana.
El pueblo duerme adormecido después de un largo día de aguacero con truenos y relámpagos.
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Un joven enamorado esconde su vieja guitarra bajo el poncho habano y sale de puntillas de su casa para darle una serenata a su amada. Ella cumple 18 abriles, fecha propicia para ingresar a las grandes ligas de la serenata chiquiana.
Es medianoche, la Luna cruza solitaria por el aterciopelado cielo, acariciando con sus rayos plateados las turbias aguas de Agocalle, que bajan murmurando sobre el ripio que cubre las veredas.
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El ambiente está calmo, fresco, delicioso y poético, sólo se escucha el canto de los grillos y los ronquidos de los vecinos.
El rostro del trovador va adquiriendo un tinte de melancolía; afina con sus dedos de lajtash la guitarra y toma un cuarto de anisado hasta la última gota. Enciende un cigarrillo con temblorosa mano, da dos pitadas y tira el pucho al charco. Puntea unos minutos las raídas cuerdas y de sus labios brota como un suspiro la primera estrofa de la canción “AGUAS DE USGOR", de Herberto Aldave, Macollado Vásquez y Roby Alva:
Aguas de Usgor, aguas
hechizadas
es tu quebrada testigo mudo
de mis amores con una chiquiana
es tu quebrada testigo mudo
de mis amores con una chiquiana
Y repite con ondulante énfasis, como la repercusión del eco que rueda al vacío:
de mis amores con una
chiquiana
La ventana del segundo piso abre sus mohídas bisagras, mas nadie asoma. En la habitación la musa de sus sueños se aprieta el corazón con las manos, y piensa en silencio: "esa voz es conocida, qué linda canción". El trovador canta enérgico y con apasionado acento. Por sus mejillas descienden dos lágrimas cual muda expresión del amor cautivo.
Vino el invierno y lo ha borrado todo
fango y lodo sólo ha quedado
y agüitas turbias del recuerdo mío
fango y lodo sólo ha quedado
y agüitas turbias del recuerdo mío
.
Y repite con tristeza:.
y agüitas turbias del recuerdo
mío
Las cuerdas sollozan temerosas de romperse y chicotear el rostro chaposo del trovador. La emoción infla su pecho de zorzal y pasa de quinta a primera sin embrague. Su pequeña caja torácica está a punto de arrancarse en tres pedazos y entona quebrando su voz, la tercera estrofa:
Ahora espero sólo
primavera
para que vuelvas ¡ay golondrina!
porque tu nido aquí ha quedado
entre las ramas de un árbol caído (Bis)
para que vuelvas ¡ay golondrina!
porque tu nido aquí ha quedado
entre las ramas de un árbol caído (Bis)
A punto de desfallecer saca fuerzas de su atormentado corazón y arremete la fuga como toro cutucho del Jirishanca:
Arriba bolognesino cholo
mujeriego.
abajo santarrosina, chola saca …
abajo santarrosina, chola saca …
Este verso mordaz rompe las fibras más sensibles de su amada, haciendo trizas el aire quieto del cuarto. Ella sale al balcón y furiosa levanta hasta el alero una despostillada bacinica que reluce con la Luna, y descarga toda su dorada tempestad sobre el trovador. Un fuerte ventanazo retumba en el vecindario y el último trino se ahoga en Agocalle con aroma a urea...
SERENATA CHIQUIANA
.
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Surgen de la niebla del pasado,
los recuerdos de cien trovadores
que rompieron sus viejas guitarras,
bajo el escarchado cielo chiquiano.
Envueltos en ponchos habanos,
cantan al son de sus lamentos,
en dúo como buenos hermanos
entre trinos y juramentos.
Con un pie sobre una piedra,
las cuerdas golpean los trastes
que los dedos van guiando
al compás de la convulsa mano.
Y así van pasando las horas
entre anisados y quebranto,
mientras la amada musa escucha
con sus ojos anegados en llanto.
Pronto el rumor se cuela en el barrio
haciendo su agosto como las arañas,
que trepan veloces las murallas
cual ponzoñosas alimañas.
Desde entonces los gemidos brotan
de los corazones de mil ninacurus,
que escucharon el plañidero canto
de los bardos que amaron tanto.
Racrán, JUL 1978
ENTRE CUERDAS Y CANTO
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Por
Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Guitarra chiquiana:
de fina madera y huayno
ya no quiero oír tu llanto
que el tañido desgarra.
de fina madera y huayno
ya no quiero oír tu llanto
que el tañido desgarra.
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Hechizada y enamorada
mentirosa y apasionada
queja, pena y quebranto;
sangre y herida del canto.
mentirosa y apasionada
queja, pena y quebranto;
sangre y herida del canto.
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Bordón verso quebrado,
acordes de fiel enamorado;
más sonido que apariencia,
pulso firme de la querencia.
acordes de fiel enamorado;
más sonido que apariencia,
pulso firme de la querencia.
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Refugio del amor primero,
dime: ¿dónde está la gente?,
¿dónde tu diapasón lastimero?
¿dónde el bandolero valiente?.
dime: ¿dónde está la gente?,
¿dónde tu diapasón lastimero?
¿dónde el bandolero valiente?.
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Yucyushtana, JUL 1977
Fuente:
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Un trocito de la
novela "DEL MISMO TRIGO"
Huayhuash
sempiterno