¿PERSECUSIÓN A HUELLAS Y SIGNOS CRISTIANOS
EN TIEMPOS DE PANDEMIA?
Por Walter Vidal Tarazona
Estamos llamados a cambiar la historia
con la fuerza humilde del amor.
P. Francisco
El bien es amasado por el amor. El amor le da consistencia y le da valor humano. Con sabiduría, ha dicho, el Papa Francisco, el amor hace el bien; y nos recuerda que Cristo nos sirvió, dando su vida por nosotros; y no hay-dice- otra razón, que explique el por qué lo hizo asi, de una manera humillante, que no sea por amor.
Nuestra reflexión no busca bucear en las profundidades del razonamiento filosófico, mas aún no tiene necesidad. Quiere señalar los linderos del bien como negación de mal, en un contexto crítico para el ser humano en su salud corpórea y moral. Queremos, y creemos también, que los instrumentos conceptuales, la fe y la ciencia, no tienen por qué estar peleados, por el contrario, deben de guardarse, ambos, un mutuo respeto.
Si estamos partiendo de la premisa de que el bien es producto del amor, tenemos que preguntarnos de qué amor estamos hablando, o cómo entendemos ese amor.
Nos referiremos a ese amor que no sabe hacer daño, que se enfrenta al mal, que cura, que ayuda, que está siempre con nosotros, sufriendo o gozando, en las malas y en las buenas; ese amor que te abraza regocijado, que llora contigo cuando tu alma tiene pena, ese amor que es música y no ruido macabro, en fin, amor que te da felicidad y no tristeza; sintetizado con lo referido (In supra) por el Papa: aquel amor que movió a un Hombre a morir en la cruz, que el mismo cargó, con dolor y mucha tristeza por sentirse traicionado y abandonado por su Padre, hasta por sus amigos más cercanos.
Cuánta falta de ese amor debemos haber sentido en esta pandemia abortada por el mal más macabro. Pero creo que unos habrán reflexionado y hasta habrán mostrado actitudes de solidaridad y sentimiento fraterno con sus semejantes, ciertamente, como lo que haría un hermano. Otros, por el contrario, han aprovechado esta mal nacida peste para realizar sus andanzas mezquinas; por ahi tenemos sin duda a muchos dueños de laboratorios e industrias sanitarias, farmacias y otros negocios de la salud, que han lucrado desmedidamente. Estuvo ausente hasta un mínimo gesto de ponderación.
Ese hambre perverso, de maldad, materializado en el hombre, también se refleja en lo espiritual. Es para lamentar el ensañamiento con toda idea y accionar, ya no solo de personas naturales, sino hasta de instituciones que no sintonizan con lo que ellos piensan y predican.
Entre ellas, entre las instituciones que no están de acuerdo con sus prédicas, la iglesia católica es la que ha estado en el ojo de la tormenta maligna.
Nos hemos enterado, por los diversos medios de información, que, el 15 de agosto último (2021), un grupo de hombres armados tendieron una emboscada sobre dos religiosas en Sudán del Sur, Mary Daniel Abud y Regina Roba, de la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús, en la carretera Juba-Nimule que une Sudán del Sur y Uganda. Más cerca, en Santa Cruz, Bolivia, un sujeto entra a la iglesia y destruye cuatro imágenes declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad. En Mexica el sacerdote José Guadalupe Popoca fue asesinado el 31 de agosto de este año (2021), nada más que porque rezaba sacando el Santísimo a la calle. El 10 de setiembre ( 2021), asesinaron a un sacerdote católico que dirigía un orfanato y servía a indigentes. El 28 de setiembre, mientras se celebraba misa en la parroquia de San Ignacio de Loyola, en Medellín-Colombia, una turba de feministas abortistas prendió fuego a una de las puertas de madera con la intención de incendiar la iglesia.
El drama pandémico que estamos viviendo nos debe obligar a tomar en serio lo que está sucediendo en el mundo, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve al necesitado (P. Francisco): porque la vida se mide desde el amor. El resto pasa, el amor permanece. Esta lacra pandémica nos ha servido, a muchos, a que nos pongamos a observar nuestros adentros. Pero también a mirar afuera, lo que esta sucediendo con el bien y el mal. Por ejemplo, más de la mitad de la población está involucrada con el gasto superfluo, mientras la otra parte de la población sufre la necesidad de comer, vestirse, descansar debajo de un techo.
Todos necesitamos humanizarnos, como Jesús lo hizo haciéndose uno más entre los hombres. No estamos pidiendo hacernos uno más entre los pobres, sino sólo seamos uno con ellos para acabar con la pobreza. Después de todo este mal que estamos pasando vendrá un mejor tiempo. Creo que le ha llegado al Hombre la oportunidad de cambiar la historia humana, ciertamente. “Necesitamos construir una sociedad más tolerante, sin miedos, sin fantasmas”, como dice el ex presidente Sagasti.
wavita
