EN OCTUBRE RAIMONDI VOLÓ A LA GLORIA ETERNA
Walter A. Vidal
El 26 de octubre de 1890 nos dejó para siempre D. Giovanni Antonio Raimondi Dell´ Acqua. Murió en San Pedro de Lloc, a donde viajó, en compañía de su hija Elvira, invitado por su amigo y paisano Arrigoni. Hecho, sin duda, que dejó un vacío para el Perú, en el campo de la investigación.
Pues, en realidad, no hemos tenido investigadores que hayan conocido y estudiado el Perú, palmo a palmo, como el sabio milanés. Y no porque no había gente preocupado por el progreso de su país en aquellos tiempos, sino porque la turbulenta política atraía mucho más a la juventud estudiosa. Esta política, entorpecedora del esfuerzo conducente al progreso del Perú, limitaba todo emprendimiento encaminado al desarrollo integral de nuestra patria. Felizmente, en aquellos tiempos, el país estaba gobernado por D. Ramón Castilla, uno de los gobiernos más preocupados por el progreso de la Patria. También, el gobierno más honesto que ha tenido el Perú.
Raimondi, no trajo ningún título académico de su país de origen; al parecer ni siquiera se graduó. Pero nos obsequió su entrega total, en “alma, corazón y vida”. No vino al Perú a hacer turismo, vino a quedarse. ¿Por qué lo hizo? Leamos el siguiente párrafo, que escribió el sabio, para tener una idea del por qué:
“Un día estando, como de costumbre, en el conservatorio del jardín botánico de Milán, presencié por una rara casualidad el corte de un gigantesco cactus peruvianus (hoy denominado Puya de Antonio Raimondi), el que, habiéndose levantado como un monstruoso candelabro hasta el techo del conservatorio, recorría una gran parte de éste, sostenido por medio de cordeles. La mutilación de este patriarca de los cactus, que era una de las plantas de mi predilección, me produjo un vago pesar, como si hubiera sido un ser animado y sensible, y esa extraña circunstancia hizo nacer en mí la primera simpatía hacia el Perú, su patria [del cactus]: presagio sin duda de mi futuro viaje a este país”. (Extraído de la olvidada y poco conocida revista, “Yarcán”, 1990.
Sensible de alma, dadivoso de carácter y apasionado por las cosas que quiere, el sabio, entendía que el naturalista se forma en el permanente contacto con la Naturaleza, de tal modo que se dedicó a recorrer todo el territorio patrio. Pronto se hizo famoso como talentoso investigador. El Rector de la UNMSM, Dr. Gregorio Paz Soldán, le concedió el grado de Doctor en Ciencias Naturales. Pues su gran capacidad de percepción, su aptitud para descubrir, analizar, sintetizar los hechos estudiados, y el esfuerzo inquebrantable que desplegó en ello, fueron suficientes factores para construir sus conocimientos. Dio más tiempo de su vida a su labor investigativa; pero, paralelamente a esta labor que lo desempeñó con pasión, Raimondi, fue exitoso explorador de la naturaleza, geógrafo, maestro y escritor honesto.
En octubre de 1990, D. Tomás Gmo. Santillana Cantela (Yarcán, 1990), nos da a conocer una idea muy estructurada sobre lo que significa la obra del sabio italiano en nuestra patria. El acucioso historiador, casado con una bella dama del pueblo hermano de Uco, escribe en Yarcán: “El Perú es el principio y el fin de su obra”.
En 1964, el Perú, por intermedio de su más alta autoridad competente, por fin, hizo justicia con el sabio peruanista, al designar con su honorable nombre una de las provincias del Departamento de Ancash, por la que el sabio sintió especial simpatía. Lo hizo en reconocimiento a su labor desplegada en bien de nuestra nación y como un homenaje póstumo, precisamente en la fecha de su muerte. Fue así como, a los 74 años de su partida a la gloria eterna, se hizo justicia con el sabio italiano, tal vez no al grado de su merecimiento (merecería llevar su nombre un departamento o una región como Ancash- Huánuco- Ucayali); pero para nosotros, de la colorada tierra hoy raimondina, es un honor ser de la provincia que lleva su nombre: Provincia de Antonio Raimondi, con su capital la ciudad de Llamellín.