martes, 15 de octubre de 2019

SENSIBLE FALLECIMIENTO DEL DILECTO CIUDADANO CHIQUIANO JULIÁN SOTO VALVERDE


Fuente:

Comunicador Social Hernán Vladimiro Reyes Gamarra, Director del Programa Radial BUENOS DÍAS CHIQUIÁN.







RECUERDOS


SEMANA SANTA EN CHIQUIÁN
 
 PINCELADAS DEL RECUERDO
 
 2 / 11 ABRIL 2004
 
 Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

El Jueves Santo la Parroquia SAN FRANCISCO DE ASÍS continuó sus actividades con participación de la población y visitantes. A las 8 de la noche se llevó a cabo la Celebración Eucarística y el Lavado de Pies, y a las 10 la Adoración. 
 
El Viernes Santo Chiquián amaneció gris. En horas de la tarde la lluvia no menguó el fervor religioso del pueblo que acudió a las 3 a la Procesión de Bajada y Vía Crucis; a las 5 el acto de Crucifixión; y a las 6 el Sermón de las Siete Palabras.
 
La liturgia de la Palabra se inició pasada las 8 de la noche con asistencia del pueblo que colmó las dos naves de la Iglesia matriz. Al fondo se podía apreciar a Nuestro Señor Jesucristo Crucificado. Frente a Él: la Virgen María y San Juan. No se instalaron las cruces del Buen ni del Mal Ladrón. La liturgia fue seguida por la concurrencia con cánticos religiosos. A las 9 los Santos Varones desclavaron a Jesús. Actuaron ocho personas, entre ellas dos adultos, cuatro jóvenes y dos adolescentes, todos de blanco. Don Julián Soto y Efraín Vásquez recibieron en sus manos al Nazareno y lo depositaron en el Santo Sepulcro. El párroco Pbro. Dante Moreno Luna dio inicio a la procesión al compás de una banda de músicos y el tradicional verso: “Limosna para el santo entierro de Cristo y la soledad de María”, culminando a la medianoche.
 
Actualmente el andas (anda) reposa en los hombros de ocho personas, y el Santo Sepulcro es de color dorado, a diferencia de antaño que fue celeste. Por su gran peso hace unos años era sostenida al ras del suelo por 24 personas. 
 
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Recuerdo que la noche del Viernes Santo de 1962, en circunstancias que observaba el Santo Sepulcro, un señor de terno gris y corbata conchevino que visitó Chiquián por Semana Santa, relató a dos damas que lo acompañaban, lo siguiente:
 
"Cuando era niño, en momentos que se desarrollaba la Pasión de Jesús en la plaza de armas, un forastero de barba blanca salió de entre la multitud y le dio una paliza con su cayado al paisano vestido de soldado romano que castigaba a latigazos al Nazareno, también a otro disfrazado de "fariseo" que intentó detenerlo. Luego se abrió paso con su cayado y se marchó del pueblo en silencio ante el asombro de los asistentes. Al parecer se trataba del "Judío errante" de la mitología cristiana, a su paso por Chiquián". 
 
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Este año brillaron por su ausencia los dolorosos “coclish” de hilo y cera, tampoco se notó ponchos, pañolones ni cabellos chamuscados durante la Procesión, como ocurría en el siglo pasado donde doce Santos Varones, además de solicitar limosna, mantenían el orden. Entre estos devotos de albo traje que mi memoria recuerda de aquellos sesentas, están los señores: Eusebio (Iuchi) Ramírez, Cástulo Rivera, Pancho Alva, Pablo Vásquez, Alberto Núñez, Aparicio Calderón, Alberto Turco, Belicho Pardo, Gudbi Ibarra, Ebo Alva, Julián Soto, Víctor Campos, Mariano Parra, Manuel Pardo, Papachín Bolarte, Pancho Alvarado, Manuel Barrenechea, Mario Yábar y Leonidas Rivera, entre otros paisanos; asimismo los infantes Efra Vásquez Veramendi de Chicchó, Lucho Alva Aldave de Tulpajapana y Mañuco Alvarado Jara de Jircán.
 
 
Ricardo Palacios y don Julián Soto, de Santos Varones
 
Durante la mañana del Sábado de Vigilia Pascual se llevó a cabo una Misa de Honras, luego se izó el Pabellón Nacional e inauguró el Sistema de Floculación y Decantación de Agua Potable de la Planta de Bellavista y la Biblioteca Municipal “Ramos Alva”. Asimismo se condecoraron a personajes ilustres de Chiquián, entre ellos al pionero de las bandas de músicos de Bolognesi don Florentino Aldave Calderón.
 
A las 3.30 de la tarde se realizó el sorteo para el triangular de fútbol en el estadio “Carlos Bracale Ramos”. Abrieron el campeonato el Sport Cahuide y el Atlético Tarapacá, perdiendo el equipo guairuro bajo una persistente llovizna que hizo patinar a los jugadores en la cancha. A escasos minutos de culminado el primer partido, el Tarapacá inició el segundo, esta vez frente al Alianza, resultado empatados. Finalizado el torneo fue proclamado campeón el Alianza por diferencia de penales. Los trofeos fueron donados por Armando Alvarado Montoro (Equipo Campeón), Asociación Chiquián (Equipo Sub Campeón) y Municipalidad Chiquián (Tercer puesto).
 
La barra del Alianza estuvo conformada por nuestros paisanos: Alejandro Aldave, Pablo, Jorge y Efraín Vásquez; Leoncio Alvarado, Romeo Reyes, Miguel Ramírez (el cuye), Eduardo Martín, Hualín Palacios y 100 hinchas más. 
 
Por el Sport Cahuide lanzaron hurras: Víctor Tadeo, Amancio Aldave, Lauro Rosales, Ricardo Ramírez, José Yábar y 200 guairuros entre damas y varones.
 
La barra del Tarapacá estuvo integrada por Comuno y Juancho Núñez, Felipe Alvarado, Ernesto “Capo” Vásquez, Nica Rivera, Peli Balarezo, Vladimiro Reyes y media tribuna teñida de verde que hacía juego con el gramado del estadio y los cerros chiquianos en abril. 
 
Es de destacar que la presentación de los tres equipos fue excelente, pues todos lucieron vistosos uniformes, banderines, banderolas, binchas, madrinas y ramos de flores.
 
A las 10 de la noche el cielo chiquiano se iluminó con un castillo de fuegos artificiales donado por la Presidenta de las Damas de Nashville - USA, María Aldave Vda. de Alva. A las 11 p.m., se inició el tradicional “Huerto de Judas” en el estadio de Jircán que continuó alegrando el espíritu del pueblo hasta cuando mis ojos se despidieron de Chiquián en Caranca (10:30 a.m. del domingo).
 
El Huerto de Judas se reedita en Jircán después de 26 años. En los últimos años se efectuó en el local comunal de Yucyushtana. Ayer sábado, a las 6 de la mañana, cuando surcaba Jircán con destino a Chivis, pude observar en plena construcción del Huerto a don Julián Soto Valverde y a los comuneros: Pascual Chávez, Eli Castillo (Cashivo chico), Llucu Peña (hijo del pupular Bonifacio Peña Claudio), Arnulfo Rosales, Gerardo Alvarez (hijo de Uchcu Pedro Álvarez), Urbano Zubieta, Avelino García, Antonio Gamarra y al joven huanuqueño Fidencio Huamán (estudiante del Coronel Bolognesi).
 
Lo más notable durante mi visita al estadio fue ver el liderazgo de don Julián Soto, quien machete en mano dirigía el trabajo de los entusiastas comuneros, para hacer del Huerto de Judas un lugar tan agradable como antaño. Para las personas que no recuerdan a don Julián, les diré, que en sus hombros reposa la actividad religiosa en Chiquián desde el silgo pasado, y a sus casi ocho décadas de vida sigue ofreciendo su experiencia a los demás pueblos de la provincia.
 
En el “Huerto de Judas” se vendieron a precios simbólicos: rocoto, ají, lechuga, zanahoria, maíz, papas, olluco, ocas, caldo de mondongo y locro de cuy. Duante un paréntesis recordamos con don Julián, cómo en los años de apogeo de la Comunidad Campesina de Chiquián, la plaza de Jircán se vestía de gala con numerosos gañanes, arados y yuntas, decenas de loritos de Cucuna y uno que otro monito de Agocalle que alegraban el Huerto, protegido chicote en mano por el pintoresco “Chico Cantucho” con uniforme de nuestro glorioso Ejército. También recordamos a quienes hacían del “Huerto de Judas” un lugar concurrido por todo el pueblo. Entre estos ejemplares paisanos tenemos a los señores: Juan Palacios, Filomeno Jara, Teófilo Rivera (papá de Papi, Huitu, Nica y Yoga Rivera), Alberto Celis (papá de los hermanos “churchil” Beto y Goyo Celis Salazar), Eusebio Ramírez, Leonidas y Angel Gamarra, Rómulo Toro, entre otros entrañables pioneros. Casi al finalizar mi visita con los acordes de una orquesta, don Julián me dio su secreto, así:

- ¿Sabe amigo Nalo cómo mantuve dicha costumbre?, fue simple, durante el año sembraba productos de pan llevar en mi chacra de Uyu para donarlo al “Huerto de Judas”. Gracias a Dios he sido compensado con creces, pues siempre tuve el privilegio de tener en brazos al Nazareno. Esa es mi mayor felicidad. 

Subrayó con fe, observando Capillapunta con los mismos ojos capulí con los que vio la luz primera en Jircán, y que hoy estuvieron brillantes de dicha por haber compartido una vez más su Huerto con los paisanos y visitantes.

Antes de despedirme recorrí con la mirada los mágicos parajes que circundan el bello pueblo de Chiquián, y le dije:

- Cómo no recordar don Julián, si siempre lo vi pasar por la vereda de mi casa canchana al hombro a su retorno de Uyu –él musitó con añoranza:

 - El “Huerto de Judas” se despidió de Jircán en 1978 cuando monté sobre mi burrito socarrón un muñeco con el letrero de "JUDAS" y le prendimos fuego, ya te podrás imaginar cómo terminó todo. 

-Claro (asentí), fue un espectáculo con siputeos y rebuznos al por mayor. Estuve presente en aquel "memorable" día. Gracias don Julián por contagiarnos su entusiasmo y su fe. Usted tiene un lugar especial en el corazón del pueblo y en el de Dios -él sonrió mostrando al viento su cabello blanco como el Yerupajá...

Fin de la crónica 

PD. 

Don Julián Soto Valverde, cumplió 93 años el 2 de septiembre del presente año (2019). Ser humano por quien tengo el mayor de los afectos, admiración y respeto.

Viene a la memoria el primer Huerto de Judas que vi en plena construcción a mediados de la década del cincuenta, en nuestro amado Chiquián: 

"Ya está amaneciendo, a mi costado dos arados trenzan surcos imaginarios en el suelo de cascajo y arenilla del estadio de Jircán. Cerca de la puerta principal, un pequeño polanchín blanco de enroscada colita camina dando saltos entre las calabazas tiernas que han colocado en el piso. Al fondo del estadio, cubriendo las tribunas de tierra, champa y piedra, dos calaminas dobladas, de las pocas que quedan, intentan zafarse de los clavos oxidados para convertirse en cometas de metal. Poco a poco van llegando los curiosos, también los productos de pan llevar para la venta, y olorosas ramas de eucaliptos que serán colocadas como  pircas alrededor del huerto, pero no veo a la collera del barrio, seguro se les han pegado las sábanas de bayeta. Voy a pasarles la voz". 

Ayhualá shay...
 
 Don Julián Soto Valverde, en su casa de Jircán .
 
 
 
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Antigua Plaza de Armas de Chiquián
Foto: Román Palacios
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CALIXTO PALACIOS CARRILLO:
 
 "EL GRAN CAÑITA"
 
 Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Por lo general el ser humano guarda en su memoria el primer velorio en el que participó. En mi caso fue el miércoles 11 de septiembre de 1957, por el deceso del señor CALIXTO PALACIOS CARRILLO, acaecido en Chiquián, una semana después de la fiesta de Santa Rosa, conmoviendo los corazones de los chiuchis del barrio de Jircán, que lo quisimos y respetamos como gobernador, perito, pintor y tasador, amén de su talento para la composición, la guitarra y el canto, en cuyas correrías hizo popular su canción PALOMA, que luego de su partida inmortalizaron los bardos ancashinos: Bernardo "Bellota" Escobedo Luna, de hana barrio y el “Zorzal aijino” Jacinto Palacios Zaragoza. El primero falleció en el sismo del domingo 31 de mayo de 1970 en el Callejón de Huaylas, y el segundo, el miércoles 2 de diciembre de 1959, dos años después que don Calixto. El finadito fue discípulo del sabio Santiago Antúnez de Mayolo, por quien tuvo suma gratitud, admiración y respeto.

P A L O M A .

Calixto Palacios Carrillo
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Paloma desmemoriada
recorre tus pensamientos
mira que yo soy el mismo
que en un tiempo tú adorabas.

Paloma tú me abandonaste
sin tener ningún motivo
ya no volverán las horas
que en mis brazos te dormías.
 .
Fuga
.
¡Ay cañita, cañaveral!
cañita huayta sin corazón,
si no me quieres qué voy hacer,
con retirarme se acabará.
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Primero doblaron las campanas anunciando el Viaje Eterno de don Calixto. A la hora, más o menos, se hicieron presentes en el jirón Leoncio Prado 151, lugar del velorio, don Cástulo Rivera, seguido del administrador de los pintorescos “Huertos de Judas”, don Julián Soto Valverde. Ese día el cielo chiquiano se mostró diáfano, con aire celeste y sol radiante reverberando en las calaminas de la plaza de toros de Jircán; y nubes tan blancas como el alma del popular “Cañita”, que se fue de la mano del Señor de las Alturas; sin embargo, el barrio estaba desolado y triste por el luto. En las casas aledañas todo era meditación; había muerto un hombre joven, con mucho porvenir, dejando huérfanos de padre a cinco niños pequeños.
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Don Cástulo acudió presuroso para coordinar sobre la capilla ardiente, los pellejos para el piso, los crespones negros y las misas que se tenían que celebrar por tratarse de una autoridad política respetada y querida por el pueblo, mientras el amigo Julián Soto llegó como representante del cantor y violinista don Valerio Jaimes Calderón, para el responso de rigor. En el lugar todos los familiares, amigos y vecinos que se hicieron presentes dieron su cuota de solidaridad.
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Después que don Calixto fue dejado en olor de santidad con jabón, formol, algodón y colonia, lo pusieron a descansar el sueño eterno con su terno azul, en una mesa cubierta con sábanas blancas, unidas con alfileres. En el dintel de la puerta pintada de azul, una pequeña cruz de tela negra anunciaba el duelo, mientras don Eladio Ñato aceleraba formón en mano la confección del féretro de madera barnizado con tintura de nogal, tinte que aún se usa en el teñido de los ponchos chiquianos. 
 
..

 
A las 8 de la noche se hizo presente el padre Martín Tello Rivera portando un descolorido maletín negro, puesto un sombrero shilico con cinta negra a la pedrada y un gabán caqui cubriendo su sotana. Después de dar el pésame a los deudos y preparar todo lo necesario, celebró una Misa de Cuerpo Presente. Todos los asistentes, entre familiares, vecinos y curiosos, oramos repitiendo en coro pasajes de las Sagradas Escrituras. Al finalizar el réquiem repartieron café (cebada tostada) y comenzó a circular el chinguirito que hasta los más pequeños saboreamos a cuenta gotas, con la complicidad de Alberto “Limonta” Núñez (camachico de velorio), de “Lolito” Rivera de Alto Perú, quien obsequió 4 cirios, y de Manuel "Shapra" Ñato Allauca, a quien durante los años siguientes vería colaborando activamente haciendo los “mandados” en los velorios, hasta el martes 17 de octubre de 1961, fecha en que acudió al llamado de Dios.
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A partir de las 9 de la noche las personas mayores narraron cuentos, mitos y leyendas sobre María Marimacha; Pisana María; de la bella mujer de negro que en las noches de luna llena, aguardaba en el puente de Matarajra la llegada del camión fantasma; el venado encantado de Carcas; el pishtaco de Cutacarcas; los ichicqulgos de las cascadas de Putu y Usgor; la laguna encantada de Yarpún; la paca paca y el vampiro anémico; las cabezas rodantes de los compadres amantes; los diablitos de la fragua de Lapicho; la mula enamorada del cura. Asimismo hazañas de Luis Pardo, el romántico bandolero de Pancal, y los “misteriosos entierros” hallados por don Juan Sánchez Dulanto. De vez en cuando alguien suspiraba y comentaba sobre las bondades del difunto y otro profetizaba a quién iba "a jalar la pata". A la medianoche me fui a dormir con los mitos y leyendas rondando mi mente...
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La madrugada del día siguiente llegaron sus familiares de Lima, entre ellos su hermano Nicéforo e hijos, motivando que los lugareños, que ya habíamos logrado posesionarnos de la sala, saliéramos sobrando, por lo que hicimos una retirada estratégica hasta la noche, en que retornamos y nos sentamos a lo largo del frontis de la vivienda, donde los chiuchis volvimos a la carga con nuestros juegos nocturnos: “gran bonetón”, “chanca la lata” y “esconde la correa”, liderados por Luchu Allauca, Añico Carhuachín y Ticucho Moreno.
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A las 2 de la tarde del tercer día repicaron las campanas y salió el cortejo fúnebre hacia la Iglesia. Allí se desarrolló la segunda Misa de Cuerpo Presente con asistencia de las autoridades y del pueblo. Finalizada la actividad litúrgica fue llevado en hombros por sus amigos más queridos al compás de la Marcha Fúnebre de Morán, interpretada por la banda de músicos de la familia Aldave Montoro.
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Cada dos cuadras se celebró una ceremonia de oración, y finalmente llegó al Cementerio, donde aguardaba un grueso contingente de coterráneos de los poblados cercanos: Aquia, Huasta, Carcas, Cuspón, Roca, Pacllón, Pocpa, Llamac, Llaclla, Canis, Ticllos, Corpanqui, Aco de Carhuapampa, Chilcas, etc., lugares que el finado visitó como representante del Subprefecto de la provincia don Rolando Extremadoyro Vigil.
 
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Camino al Camposanto en Chiquiá
(Antiguo barrio Cruz del Olvido) 
 
Antes de introducirlo al nicho se oró nuevamente y los hermanos Felipe y Valerio Jaimes entonaron responsos que hicieron llorar a la concurrencia. Dos botellitas con agua de azahar circulaban de mano en mano tranquilizando a los deudos. Al costado, diez niños, entre ellos, sus hijos Carlos de 10, Guillermo de 8 y Deifi de 6 años portaban coronas y lágrimas confeccionadas por las manos prodigiosas de la amauta Dolorita Aguirre y su discípulo Romeo; mientras sus hijos: Nony de 3 años de edad, sujetaba la falda de su mamá Nilda, quien llevaba en brazos a Rubencito de apenas un año de nacido. En momentos que colocaban la tapa del nicho, los niños caminamos observando los nombres de las lápidas del pabellón de adultos, las cruces de madera de los cenotafios de cemento y las tumbas de tierra, donde leímos los nombres de personas de bien, a quienes conocimos a través de los relatos de nuestros padres. Desde aquel entonces, cada vez que visito Chiquián, voy al cementerio, y siento nostalgia recordando a los chiquianos que yacen lejos de nuestra tierra.
 
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Durante el cuarto día los cuatro cirios siguieron ardiendo en la capilla, y sobre la mesa un poncho de vitarte, un abrigo azul marino y un sombrero de paño gris, nos recordaban a don Calixto, bajo el ulular de los gengrish que revoloteaban sobre los liros y los crisantemos.
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En la noche, ya con menos devotos, siguieron las oraciones y volvieron a servir chinguirito. Luego un generoso pojti de olluco con culantro, orégano, ají y queso chiquiano. De postre: mazamorra de calabaza y de allí "cada uno a su casa". Los niños, aprovechando la confusión, ingresamos al huerto colindante donde nos abastecimos de shuplac y capulí cimarrón, con algunos pinchazos de hualancas y unos roces de shinua que aliviamos con saliva.
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En el quinto día, durante el “pishgay”, que se llevó a cabo desde muy temprano en el barrio de Fragua, se lavaron con mazo, penca y quinua las prendas de cama y de vestir del difunto, en un concierto de juegos de carnaval con las aguas del lugar. No faltaron los bayetazos, pellejazos y los infaltables shoguet; hasta que de un momento a otro apareció don Luis Castillo quien increpó a las mujeres y hombres sobre el “escándalo” que no dejaba dormir a su chacuita, a sus gallinas ponedoras y a sus cuyes cutuchos, lío que fue controlado por el Juez de Paz don Martín Vásquez, quien, con una máquina de escribir sobre sus rodillas y papel sellado en el rodillo, resolvió el asunto sin lamentos ni contusos. En el almuerzo degustamos un sabroso santo caldito preparado con huevos y culantro. También cachizada y papa roqueña, shinti, mote de maíz y anquiusha. Recuerdo que el maltoncito Iván Robles, vecino del veneciano Jupash, improvisó un fogón obteniendo sabrosos cuayes.
 
 
 
En la noche, después de participar de una comida anticipada por el santo de mi papá, ingresé al velatorio. Allí me invitaron mazamorra de quinua. Una hora después, junto a mis tíos Chemo y Chanti, y 10 personas más, nos arropamos con frazadas sobre pellejos de vaca que alfombraban el piso de la sala. Nuevamente los cuentos de brujos y el gran bonetón aceleraron nuestros corazones. Antes de acostarnos, candil en mano, revisamos el salón de rincón a rincón para deshacernos de algún ponzoñoso hatapogoy. Después de la medianoche se hicieron presente sin tarjeta de invitación un trío de roncadores y uno que otro sonoro añaco a quienes tuvimos que castigar con su respectivo quitañaque al sueño...
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Huaraz, 2 de noviembre de 1981
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Fuente: 
 
Un  trocito del libro HOLA SHAY, de Nalo 
 
  


CHIQUIÁN: 
 
Cielo azul

30 de agosto en soledad,
con el ala rota una vez más,
horizonte incierto, cielo azul,
fuegos artificiales, Salva fugaz,
vuelve la noche, con su negro tul.

Toca la banda, hasta el amanecer,
por las callecitas del viejo hogar;
horizonte incierto, cielo azul,
ausencia triste, lejana estás,
sueño distante, coplas de ayer.

Tardecita fría, de paisaje gris,
ya mi alma mira desde el dintel;
en nocturno cielo, la quena llora,
y junto a ella, una guitarra implora
porque un corazón, dejó de latir.

Nalo AB - 15651
 
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PASAJERO DEL TIEMPO 
 
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 
Bajo los párpados para soñar despierto, y sobrevuelo Chiquián con el pensamiento...

Busco por todos lados, mas no encuentro a mis amigos. Unos están en el cielo, otros en el mundo esparcidos. En el jirón Leoncio Prado la oscuridad rasga mi pecho, pues muchos vecinos se han ido, y por más que en los rostros de sus hijos se reflejan, no late ese sentimiento telúrico tan arraigado en los viejos, y me siento forastero en mi propia tierra.
 
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En este agonizante mutismo de un barrio otrora alegre, el llanto se esconde en mis pupilas con un rayo de luz que me invita un acre trago de nostalgia. Fantasía gris de un tiempo que se va haciendo ceniza; no sé si fatigado por el paso de los años, o curvado por el peso de los sueños truncos en un batir de alas agoniza, como los ojos que perdieron la facultad de llorar, como los labios secos que se olvidaron de besar, como las manos cuajadas de venas moradas, como una laguna congelada en mil sollozos, como un cortejo de almas penitentes en un viernes cansado de vivir, como aquella golondrina de verano que se marchó para no volver, o el presagio que envuelto en un gemido adivina que muy pronto será la rígida manecilla de un reloj fenecido.
 


 
Ya es medianoche, y veo pasar por la acera a un viejo vecino con su poncho de neblina. Va murmurando sobre el paso del tiempo que en la noche esconde sus horas vacías. Entonces vienen a mi mente los versos que buscan tierra de sepulcro en un paraíso de torcazas hartas de volar, y barquitos de maguey anclados a la vera de Maraurán, aguardando a sus capitanes que descansan en paz.

En el rostro del vecino querido veo incontables surcos que el arado de la vida ha labrado. Tiene la mirada con nubes nacaradas que flotan donde duermen sus recuerdos. Sólo atino a contemplarlo a través de dos lágrimas que ruedan para regar la tierra generosa de mis viejos.
 

 
Ya está amaciendo, y el anciano sigue andando empujado por el viento para nunca más volver, como avanza el tiempo sin retroceder, mientras las sombras aguardan con sus brazos de hielo.

No sé qué es lo que lo sostiene en pie, mas lo contemplo en silencio y llegan a mi memoria aquellos pilares de carne, pellejo y huesos que sustentaron mi barrio de Jircán colmado de Yerupajá, tardes de toros al son de la banda y trotes de caballos en el empedrado, aquellos cascos, que así como labran caminos, también se detienen para siempre.
 


 
No escucho risas, golpes de canga ni huaynos en el vecindario, sólo un pichuichanca invidente que no sabe de sol, de luna ni de estrellas, trina en el alero un canto de esperanza, hurgando un poco más de tiempo, como las hilachas de la memoria colectiva que el tiempo desovilla a falta de una rueca que las hile hasta convertirlas en poncho, en cuya trama nadie falte ni sobre.
 
 

 
Son las 6 de la mañana, me persigno e ingreso a casa. En mi pequeña biblioteca reviso mis viejos cuadernos, y en sus hojas pálidas de años y lejanía, dejo mis lágrimas otoñales recordando a mis vecinos y amigos. Junto a los cuadernos, en un candelabro lleno de gotas endurecidas de dos cirios consumidos, reposan los recuerdos de largas horas de angustia de mi madre por el esposo viajero.
 
 

Bebo un sorbo de agua con sabor a cuntu añejo, y un pensamiento errante me aprieta el alma. Entonces, parafraseando un pensamiento milenario, declamo: "¡Qué terrible será ser eterno cuando todos se hayan ido!. Gracias a Dios nadie puede con el límite... y la vida se va en un sueño con los carruajes del silencio, pues aún no se ha inventado algo que detenga el fin"...
 


 
De pronto asoman como aves temporarias las palabras de mi viejo amigo Panchito Gonzáles, que vienen desde Marián, HUARAZ: "Nacer o morir, ¿Un mismo significado?.. morir y nacer, interrogante sin respuesta. ¿La partida será el encuentro? ¡He ahí el misterio de la vida¡... el palpitar se detiene y las arterias son caminos desiertos... el soplo ha desaparecido. Y así, una y otra vez la Fábula de Higinio: “La tierra pide lo que es suyo y el alma al infinito, va en pos de una nueva creación". Sí, ayer llegó el final; la razón y el sentimiento en su lucha tenaz no llegaron a ningún acuerdo, pero triunfó el corazón:.. “Hay que llorar por los seres que se alejan de nuestro lado para siempre, pues son nuestra razón de existir, amor de amores, pena de penas, se diluye en un segundo y todo se acaba”.

Abro los ojos; y aquí, en el cementerio de Chiquián, yace un viejo poema cubierto de pétalos blancos...

Tulpajapana, 02 NOV 2003


Cementerio de Chiquián


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NO PREGUNTES POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS;
 
 DOBLAN POR TI Y POR MÍ
 
Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

“Curiosa es nuestra situación de hijos de la Tierra. Estamos por una breve visita y no sabemos con qué fin, aunque a veces creemos presentirlo. Ante la vida cotidiana no es necesario reflexionar demasiado: estamos para los demás. Ante todo para aquellos  de cuya sonrisa y bienestar depende nuestra felicidad; pero también para tantos desconocidos a cuyo destino nos vincula una simpatía”. Albert Einstein (Mi visión del mundo)
 
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La mañana del martes 17 de octubre de 1961, me encontraba cogiendo agua en el pilón del barrio poco antes de asistir a la escuelita 378 de Quihuillán, donde cursaba el 4to. de Primaria; de pronto, en circunstancias que convergían en la esquina los señores Manuel Roque Dextre y Teófilo Salas Rivera, doblaron las campanas de la iglesia matriz de Chiquián, anunciando un deceso, motivando que mi cuerpo se escarapele, pues los camiones de mi padre y el de su compadre Segundo Robles Valverde, que debieron llegar de madrugada, no asomaban por la ceja de Caranca. Don Teófilo preguntó:

- ¿Por quién doblarán las campanas, Manuelito?

- Doblan por ti y por mí, hermano del alma. Le contestó compungido.

Don Manuel, persona muy instruida, otrora presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, y reconocido poeta, al notar que su respuesta inquietó sobremanera a don Teófilo, le comentó, que los versos “No preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti” corresponden al fragmento “POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS” del poeta inglés John Donne (1572 / 1631), fragmento que tres siglos después inspiró la novela del mismo nombre, del escritor americano Ernest Hemingway (1899/ 1961), fruto de sus experiencias como corresponsal en la guerra civil española.
 
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Dicha novela empieza así:

“Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si se tratara de un legendario monte, o de la casa solariega de uno de tus amigos o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. John Donne.
 
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Esquina chiquiana, escenario de la experiencia de vida

Doña María Gamarra de Calderón, quien retornaba del mercado de abastos, acercándose a los dos señores, les comunicó muy apenada:

- Mañuquito, Tiuchito, ha muerto nuestro amigo Shaprita.

Oír el sobrenombre, tantas veces escuchado en Chiquián y los pueblos aledaños, hizo llaga en mi alma para siempre, al interpretar en carne viva el mensaje del poeta metafísico John Donne, pues mi querido amigo Manuel Ñato Allauca partió antes de tiempo. Ser humano muy laborioso fue Shaprita, cuyo aporte era de suma importancia para el pueblo, sobre todo su fraterno afán de fecunda generosidad con los turistas, las amas de casa y los niños que lo teníamos como valioso ejemplo de vida. Dos horas después arribaron mi padre y su compadre Segundo, se habían quedado varados cerca del puente Mellizo (Mayorarca), por la rotura del eje delantero de un camión minero, en una angosta pendiente. Al día siguiente, miércoles 18 de octubre de 1961, el pueblo chiquiano decretó tarde no laborable para acompañar al paisano querido hasta su última morada, al compás de la Marcha Fúnebre de Morán, entonada por la banda de músicos de la solidaria familia Aldave Montoro. Ese día, hasta los niños vestimos de luto.
 
Por éso y por mucho más, cada vez que muere un ser vivo, sé que algo de mí se desprende, y así será hasta el final de mis días, porque gracias a dicha experiencia aprendí que soy parte indisoluble de las obras de Dios, nuestro Creador: la Naturaleza y el Cosmos. Nadie, como bien lo señala John Donne, es una isla; por tanto, ningún ser humano merece vivir ni morir aislado. Al respecto, el poeta español Antonio Machado, nos dice: “A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd”, de ahí que el lugar mas cálido para el reposo sea el corazón humano, porque en el recuerdo y la esperanza anida el misterio de la eternidad, tal como reza el proverbio de Facundo Cabral: “No perdiste a nadie: el que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón”, sin olvidar en cada momento del día las palabras de Jesús: "Yo soy la resurección, y la vida. Aquel que crea en Mí, aunque muera, vivirá."
 
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En estos últimos días han fallecido diez paisanos bolognesinos de gran valía. Hace un año, el 10 de febrero emprendió el Gran vuelo en Lima el escritor Luzuriaguino Guido Vidal Rodríguez, y al día siguiente 11 como hoy, también falleció en Lima, uno de mis amigos más amados, Hugo Nicanor Vilca del Castillo, nacido en Huari. Tengo la certeza de que por dichas pérdidas doblaron las campanas en Bolognesi, Mariscal Luzuriaga y Huari, como expresión de luto colectivo que mantienen y mantendrán eternamente nuestros pueblos fraternos, por más lejos que sus hijos pierdan la vida.

Desde los albores de la Humanidad todas las puertas del mundo han sido tocadas por el ala de la muerte, para las que se construyan ahora y después, es cuestión de tiempo solamente. Al respecto, cuentan que: “Un monje tenía siempre una taza de té al lado de su cama. Por la noche, antes de acostarse, la ponía boca abajo y, por la mañana, le daba la vuelta. Cuando un novicio le preguntó perplejo acerca de esa costumbre, el monje explicó que cada noche vaciaba simbólicamente la taza de la vida, como signo de aceptación de su propia mortalidad. El ritual le recordaba que aquel día había hecho cuanto debía y que, por tanto, estaba preparado en el caso de que le sorprendiera la muerte. Y cada mañana ponía la taza boca arriba para aceptar el obsequio de un nuevo día. El monje vivía la vida día a día, reconociendo cada amanecer que constituía un regalo maravilloso, pero también estaba preparado para abandonar esté mundo al final de cada jornada”. Estas y otras reflexiones que navegan en la Internet me inspiraron a escribir la hilachita:
 
   
EN CUALQUIER MOMENTO

La puerta de la vida se cierra, la sangre detiene su curso y el alma vuela como hoja quebradiza en el éter. Abajo los cardos siguen floreciendo en la redondez del mundo.

Todo acaba tras el último aliento, sólo lágrimas de congoja y plegarias a Dios corren en pos de la Resurrección.

Después quedan los recuerdos, y poco a poco el viento del olvido va borrando del mapa el único camino que no conduce a Roma, sino a la tumba.

Ignoro quién sobrevivirá y quién será el ausente en aquel momento. ¿Lo sabes tú?. 
 
Mientras tanto, ama, reza y goza la vida segundo a segundo, por ventura divina.
 
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Confieso, no me ha sido fácil aceptar la muerte de mis seres queridos: abuelitos, mamá, papá, tíos, primos, sobrinos, maestros, compañeros de estudio, trabajo y de ocio, coterráneos y entrañables amigos. Solamente el honrar su recuerdo, compartir experiencias similares con fe y esperanza, entender que empezamos a morir desde que nacemos y dejar brotar las emociones contenidas, han hecho que no sea el muerto en vida del poema de Becquer, sino que viva cada día como si fuera el último, apreciando segundo a segundo lo bella que es la existencia terrena, en armonía plena con la creación del Altísimo.
 
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En casos muy dolorosos un abrazo a tiempo es mejor que mil palabras, sin perder de vista el mensaje de San Agustín: "Cuando tenga que dejarte por un corto tiempo, por favor, no te entristezcas, ni derrames lágrimas, ni te abraces a tu pena a través de los años. Por el contrario, empieza de nuevo con valentía y con una sonrisa por mi memoria y en mi nombre y haz todas las cosas igual que antes, no alimentes tu soledad con días vacíos sino llena cada hora de manera útil. Yo estaré cerca de ti y nunca tengas miedo de morir porque yo estaré esperándote en el cielo".
 

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  Chiquián, una vez más la banca vacía...
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