GRACIAS ANTONIO RAIMONDI
Por Walter A. Vidal
“En el libro del destino del Perú
está escrito un porvenir grandioso”.
Antonio Raimondi
Por Walter A. Vidal
“En el libro del destino del Perú
está escrito un porvenir grandioso”.
Antonio Raimondi
Cuando Raimondi llegó a Lima en 1950, solamente una higuerilla silvestre lo recibió en los suburbios de la Ciudad. Y cuando, en 1960, estuvo en el territorio andino de Ancash, no se imaginó que esa fértil tierra colorada que estaba pisando iba a ser suya; es decir, jamás pensó que, hoy, Llamellín, como provincia, iba a llevar su nombre. Por eso es difícil referirse a la Provincia de Antonio Raimondi que, hoy, 26 de Octubre, cumple años como provincia, sin mencionar primero al más auténtico peruanista que legó su nombre para nuestra joven provincia.
Raimondi ya no regresó más a su país. Cariñoso y apasionado en el amor, se enamoró de una bella huaracina, Adela Loli. Se casó con ella y tuvo tres hijos. También es otro hecho que Raimondi siempre expreso su simpatía por Ancash; así, por ejemplo, le causó admiración su ecosistema, por su topografía y su climatología como síntesis del mundo, por la grandeza morfológica de las cordilleras Negra y Blanca, por los restos arqueológicos diseminados por todo Conchucos, entre otros motivos.
Adela Loli de Raimondi
Podríamos afirmar que igual sentimiento tuvo por el Perú, en general; país que tomó como su segunda patria y lo amó más que muchos políticos peruanos y más que muchos intelectuales de la academia. Para empezar, no hay un investigador que haya conocido y estudiado el Perú, palmo a palmo, como lo hizo Antonio Raimondi en su época. Y ello, no por la ausencia de intelectuales preocupados por trabajar por el progreso de su patria, que si los hubo, especialmente en aquella época que coincide con el gobierno más honesto que haya tenido el Perú: el de Ramón Castilla. Sino porque las turbulencias políticas, que atraían a la mayoría de los intelectuales, que buscaban en ella su medio de vida, entorpecían y retardaban los esfuerzos –muchas veces bien intencionados- encaminados al progreso económico y social del Perú, emprendidos desde el gobierno o desde algunas instituciones civiles progresistas.
Raimondi no trajo ningún título académico de su país de origen, al parecer ni siquiera se graduó. Pero nos trajo su corazón, su alma y su amor. Leamos lo que escribió al respecto, extracto que lo hemos copiado del olvidado y poco conocido revista regional “Yarcán” (1990):
“Un día estando, como de costumbre, en el conservatorio del jardín botánico de Milán, presencié por una rara casualidad el corte de un gigantesco cactus peruvianus, el que habiéndose levantado como un monstruoso candelabro hasta el techo del conservatorio, recorría una gran parte de éste, sostenido por medio de cordeles. La mutilación de este patriarca de los cactus, que era una de las plantas de mi predilección, me produjo un vago pesar, como si hubiera sido un ser animado y sensible, y esa extraña circunstancia hizo nacer en mí la primera simpatía hacia el Perú, su patria [del cactus, que después se llamó “Puya de Raimondi”]: presagio sin duda de mi futuro viaje a este país”.
El sabio naturalista estudió respondiendo a su vocación, y lo hizo a su manera; sabía que el naturalista se forma en el permanente contacto con la Naturaleza (no encerrado en el laboratorio); por eso, Raimondi pronto se hizo conocido también en el mundo académico, básicamente por su talento y dedicación a la investigación. El Rector de la UNMSM, el Dr. Gregorio Paz Soldán, le concede el grado de Doctor en Ciencias Naturales. En 1875 es Profesor Honoris Causa de la Facultad de Medicina de la UNMSM, otorgado por el mismo presidente de la república M. Pardo. Pues su gran capacidad de percepción, su aptitud para descubrir, analizar, sintetizar los hechos estudiados, y el esfuerzo sobrehumano que desplegó en ello, fueron suficientes para construir sus conocimientos.
Ya en un extenso artículo sobre su pensamiento de la temática del desarrollo nacional para el Perú, llegamos a la conclusión de que Raimondi habría tenido –aunque no lo explicitó el sabio- en su mente un modelo de desarrollo nacional, que articulaba las inmensas riquezas naturales, con el capital humano indígena y el estudio decidido. Tenía mucha fe en las virtudes y méritos de la raza andina. Como no, pues el indio fue su guía amiga en los caminos inhóspitos que recorrió. El sabio otorgó más tiempo a su labor investigativa, y como marco de la misma, es lógico pensar que tampoco desechó una idea o un pensamiento coherente de lo que era y de lo que debiera ser el Perú. Nadie mejor que él para tener una idea enciclopédica de lo que en aquel tiempo fue el Perú. En 1878 el Perú participaba en la Exposición Universal de París con una muestra de 652 minerales coleccionados por Raimondi. Probablemente él fue invitado a participar, pero jamás se movió de su segunda patria; en circunstancias similares a este acontecimiento, su preferencia era no “perder tiempo” en actividades protocolares, menos en turbulencias políticas. En Octubre de 1990, D. Gmo. Santillana Cantella (Yarcán, 1990) lanza una idea muy estructurada sobre lo que significa la obra del sabio milanés en nuestra patria. El acucioso historiador dice: “El Perú es el principio y el fin de su obra”.
El Perú, por intermedio de su más alta autoridad competente, hizo justicia con el sabio milanés peruanista, designándola, en homenaje a su recuerdo, precisamente en el aniversario de su muerte ocurrido el 26 de octubre de 1890 en San Pedro de Lloc, con su honorable nombre, a una de sus provincias, por la que el sabio sintió especial simpatía. Así fue como a los 74 años de su partida a la eternidad, en 1964, se hizo justicia, tal vez no al grado de su merecimiento (un departamento o una región del país debería llevar su nombre), pero muy honroso para nosotros de la colorada tierra, hoy raimondina.
No quiero terminar esta breve reflexión sin antes rendir mi homenaje a los que hicieron realidad ese sueño llamellino acariciado largamente, de convertir el distrito en provincia. A Walabonso L. Vidal que, en un segundo intento, tomó la posta de la lucha por hacer del distrito de Llamellín una provincia, la Provincia de la Aurora; a Arsenio Vidal E. que en un tercer intento logró junto con su sucesor Pablo Loayza (que todavía nos acompaña en vida) sacar adelante el proyecto de la Provincia de Antonio Raimondi, al profesor Ciro Garcia, a quien se debe el nombre de la nueva provincia; y a muchos otros ciudadanos que lucharon por el progreso del pueblo denodadamente.
Finalizo esta mi reflexión compartiendo una inquietud, siempre a nivel de un hipotético pensamiento: Antonio Raimondi habría compartido la idea de que para nosotros los conchucanos, en contraposición con los huaylinos, el cielo andino más que belleza es un reto y es una esperanza. A los conchucanos raimondinos, en particular, no nos queda otro camino que sembrar, almacenar y distribuir el agua del cielo y del subsuelo, porque tenemos sed ancestral que satisfacer; por eso Antonio Raimondi lamentaba la profundidad del Marañón, que no dejaba sacar sus aguas; pero hoy la tecnología hace malabares con sus conocimientos y técnicas. Las tierras eriazas están vírgenes y son fértiles, aprovechemos los conocimientos que nos dan las ciencias, la tecnología y la innovación, rescatemos los conocimientos ancestrales sobre el agro. Esta idea lo dejo flotando en el ambiente político, para que las autoridades que han sido elegidas recientemente las tengan en cuenta cuando diseñen sus planes de trabajo edil. Así sea.
Raimondi no trajo ningún título académico de su país de origen, al parecer ni siquiera se graduó. Pero nos trajo su corazón, su alma y su amor. Leamos lo que escribió al respecto, extracto que lo hemos copiado del olvidado y poco conocido revista regional “Yarcán” (1990):
“Un día estando, como de costumbre, en el conservatorio del jardín botánico de Milán, presencié por una rara casualidad el corte de un gigantesco cactus peruvianus, el que habiéndose levantado como un monstruoso candelabro hasta el techo del conservatorio, recorría una gran parte de éste, sostenido por medio de cordeles. La mutilación de este patriarca de los cactus, que era una de las plantas de mi predilección, me produjo un vago pesar, como si hubiera sido un ser animado y sensible, y esa extraña circunstancia hizo nacer en mí la primera simpatía hacia el Perú, su patria [del cactus, que después se llamó “Puya de Raimondi”]: presagio sin duda de mi futuro viaje a este país”.
El sabio naturalista estudió respondiendo a su vocación, y lo hizo a su manera; sabía que el naturalista se forma en el permanente contacto con la Naturaleza (no encerrado en el laboratorio); por eso, Raimondi pronto se hizo conocido también en el mundo académico, básicamente por su talento y dedicación a la investigación. El Rector de la UNMSM, el Dr. Gregorio Paz Soldán, le concede el grado de Doctor en Ciencias Naturales. En 1875 es Profesor Honoris Causa de la Facultad de Medicina de la UNMSM, otorgado por el mismo presidente de la república M. Pardo. Pues su gran capacidad de percepción, su aptitud para descubrir, analizar, sintetizar los hechos estudiados, y el esfuerzo sobrehumano que desplegó en ello, fueron suficientes para construir sus conocimientos.
Ya en un extenso artículo sobre su pensamiento de la temática del desarrollo nacional para el Perú, llegamos a la conclusión de que Raimondi habría tenido –aunque no lo explicitó el sabio- en su mente un modelo de desarrollo nacional, que articulaba las inmensas riquezas naturales, con el capital humano indígena y el estudio decidido. Tenía mucha fe en las virtudes y méritos de la raza andina. Como no, pues el indio fue su guía amiga en los caminos inhóspitos que recorrió. El sabio otorgó más tiempo a su labor investigativa, y como marco de la misma, es lógico pensar que tampoco desechó una idea o un pensamiento coherente de lo que era y de lo que debiera ser el Perú. Nadie mejor que él para tener una idea enciclopédica de lo que en aquel tiempo fue el Perú. En 1878 el Perú participaba en la Exposición Universal de París con una muestra de 652 minerales coleccionados por Raimondi. Probablemente él fue invitado a participar, pero jamás se movió de su segunda patria; en circunstancias similares a este acontecimiento, su preferencia era no “perder tiempo” en actividades protocolares, menos en turbulencias políticas. En Octubre de 1990, D. Gmo. Santillana Cantella (Yarcán, 1990) lanza una idea muy estructurada sobre lo que significa la obra del sabio milanés en nuestra patria. El acucioso historiador dice: “El Perú es el principio y el fin de su obra”.
El Perú, por intermedio de su más alta autoridad competente, hizo justicia con el sabio milanés peruanista, designándola, en homenaje a su recuerdo, precisamente en el aniversario de su muerte ocurrido el 26 de octubre de 1890 en San Pedro de Lloc, con su honorable nombre, a una de sus provincias, por la que el sabio sintió especial simpatía. Así fue como a los 74 años de su partida a la eternidad, en 1964, se hizo justicia, tal vez no al grado de su merecimiento (un departamento o una región del país debería llevar su nombre), pero muy honroso para nosotros de la colorada tierra, hoy raimondina.
No quiero terminar esta breve reflexión sin antes rendir mi homenaje a los que hicieron realidad ese sueño llamellino acariciado largamente, de convertir el distrito en provincia. A Walabonso L. Vidal que, en un segundo intento, tomó la posta de la lucha por hacer del distrito de Llamellín una provincia, la Provincia de la Aurora; a Arsenio Vidal E. que en un tercer intento logró junto con su sucesor Pablo Loayza (que todavía nos acompaña en vida) sacar adelante el proyecto de la Provincia de Antonio Raimondi, al profesor Ciro Garcia, a quien se debe el nombre de la nueva provincia; y a muchos otros ciudadanos que lucharon por el progreso del pueblo denodadamente.
Finalizo esta mi reflexión compartiendo una inquietud, siempre a nivel de un hipotético pensamiento: Antonio Raimondi habría compartido la idea de que para nosotros los conchucanos, en contraposición con los huaylinos, el cielo andino más que belleza es un reto y es una esperanza. A los conchucanos raimondinos, en particular, no nos queda otro camino que sembrar, almacenar y distribuir el agua del cielo y del subsuelo, porque tenemos sed ancestral que satisfacer; por eso Antonio Raimondi lamentaba la profundidad del Marañón, que no dejaba sacar sus aguas; pero hoy la tecnología hace malabares con sus conocimientos y técnicas. Las tierras eriazas están vírgenes y son fértiles, aprovechemos los conocimientos que nos dan las ciencias, la tecnología y la innovación, rescatemos los conocimientos ancestrales sobre el agro. Esta idea lo dejo flotando en el ambiente político, para que las autoridades que han sido elegidas recientemente las tengan en cuenta cuando diseñen sus planes de trabajo edil. Así sea.
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Obra consultada:
Libro de Oro de la Provincia de Antonio Raimondi. Lima, 2014.