DÍA
DE LOS PUEBLOS
ORIGINARIOS
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
HUELLAS
DE LA
UTOPÍA
Danilo Sánchez Lihón
1. Y es que
aquí
Lo que más impresionó a los cronistas de la conquista
del Perú en su encuentro con las diversas manifestaciones culturales que veían
a su paso, al ingresar al territorio del Imperio de los Incas, fueron los
formidables monumentos y obras públicas que ni Roma las tenía, según sus
propias palabras.
Como también otra constatación fundamental es que eran
bienes y edificios de uso público y que tenían un fin social, es decir que era
para todo el pueblo, como son los tambos y los puentes, los canales de riego y
los caminos; como también los andenes y terrenos de cultivo y las obras de
ingeniería dedicadas al bienestar de la población, que lucía como lo más
sobresaliente.
Además, el no encontrar aquí ni un solo mendigo, ni un
solo desocupado, ni un solo vagabundo ni esclavo. El no encontrar en calles o
paraderos, en esquinas o en cualquier lugar que fuera, ni una sola persona
abandonada, desgajada del racimo de su ayllu o comunidad, nadie desamparado en
una calle y ni una sola meretriz en una esquina.
No hallaron aquí a nadie que se quedara un día de
hambre, o que se guareciera bajo cualquier enramada por estar desprotegido o en
soledad, en el sentido de abandono o desolación. Y es que aquí nadie era un
desposeído o un desheredado de la tierra.
2. Grado
de acción
Todo ello fue así gracias a una avanzada concepción
doctrinaria, filosófica y práctica acerca de la vida en general. Pero a la vez
era concepción religiosa, mística y sagrada acerca del mundo y del cosmos;
gracias a un hondo trabajo de reflexión y gracias a una praxis social bien
concebida y mejor conducida.
Porque, ¿cuánto costó a Europa, por ejemplo, la
concepción y luego la instauración como principios en la sociedad de su época
de los Derechos Humanos? Costaron ríos de sangre, pues de ese color se tiñó el
río Sena en los días de la Revolución Francesa. Aquí se tuvieron Derechos
Humanos a plenitud y en paz.
Aquí no ocurrieron tales desmanes y hecatombes, y se
alcanzaron a instaurar varios niveles avanzados de los Derechos Humanos,
incluidos los Derechos Económicos que ni siquiera lo alcanzaron a plasmar las
sociedades más avanzadas, como logro del pensamiento y la educación que
ejercieron los amautas incaicos.
¿Qué características y claves secretas tenía entonces
la educación aquí para garantizar dicho orden?
Valores como la solidaridad y el actuar de manera
colectiva, entre una y otra persona, entre uno y otro grupo social, entre una y
otra región, era lo que se ponía de manifiesto y alcanzaba calidad y grado de
acción.
3. Cobren
actualidad
El reconocerse y ser hermanos en todo, aquí se lo
practicó de manera natural, efectiva y prístina, haciendo de ello el eje de la
organización social.
Y por haberlo concretado así el resultado es un
prodigio cultural sin ningún parangón en la cultura universal.
Surge entonces inatajable la inquietud: ¿Cómo hacer
ahora para recuperar estos hechos tan significativos y sorprendentes, como es
el colectivismo andino?
¿Cómo hacer para avanzar desde el más mínimo brote e
ir expandiendo esa semilla, ese don y esa heredad nuestra?
¿Cómo hacer para que dicha realidad cobre total y
plena vigencia?
¿Cómo hacer para que contenidos de aquel orden social
que constituyen nuestro legado cobren actualidad y nos sirvan en las
circunstancias presentes y futuras de nuestras vidas?
Porque dichas huellas de la utopía están en nuestra
propia genética, están entonces para hacer con esas semillas la proeza de
hacerlas nuevamente germinar y darlas un nuevo esplendor.
4. Vibra
y es latente
He allí el reto para las generaciones actuales en nuestra
sociedad, cual es hacer que esa cultura que se mantiene en una situación
latente se reactive, considerando además la situación innegable de pobreza
material y de riesgo incluso de supervivencia, haciendo que todo aquello
revierta y pudiéramos manejar la situación como para que alcancemos lo que se
lograra en ´poca de los incas.
El reto de ser una alternativa original y viable en el
marco de la globalización, es cómo hacer para que pese a los valores que
contiene no siga el mundo andino en una situación de postración, marginalidad y
atraso.
Y, finalmente, el cómo hacer para que las desventajas
de dicho mundo, frente al sistema imperante, se tornen en algo que pudieran ser
más bien fortalezas y corrientes promisorias. No olvidando, de otro lado, que
el mundo andino, además de ser cuna y ámbito de valores, es espacio y tiempo
donde vibra y es latente la utopía, matriz esencial de nuestra cultura.
Utopía que aquí no es gratuita, que aquí no es
delirio, ni éxtasis, ni alucinación evanescente o etérea, sino comunidad que la
contiene, defiende y orienta.
5. Un mundo
mejor
Utopía que aquí no es materia o sustancia que flote
dislocada en el aire, sin ninguna relación con la realidad, sino al contrario.
Utopía que aquí es consustancial al hombre, que es de vida o muerte; materia
telúrica, terrígena e inherente a las relaciones efectivas de trabajo, de
conciencia y relaciones coherentes y cotidianas de hombre y naturaleza, y de
los seres humanos reunidos e integrados.
Incluso, como la papa, este es un aporte que le hemos
dado a la civilización, que se grafica en la metáfora de El Nuevo Mundo, que
nació aquí para fundar entre nosotros algo distinto.
Diferente a las calamidades, persecuciones y pestes
que era lo más frecuente que ocurriera en el viejo continente y que nos viniera
desde allá, incluyendo el oscurantismo, la nigromancia, la hechicería y la
guerra que lo trataron –y lograron inocular en el siglo pasado– de trasladarlo
a nuestro continente.
Porque el nuestro ha sido siempre un mundo de
alborada, de saludo matinal al sol, de ofrenda a los apus. Los nativos somos
seres sin taras ni dobleces, tanto que al ver esto el europeo vuelve a soñar
aquí en un mundo redimido de pecado. Nos
toca entonces reivindicar la utopía y luchar porque sus valores sean vigentes y
se forje con ella un mundo mejor.
6. Orla
en la frente
Como cultura estamos signados por el compromiso de
idear siempre un orden distinto, elemento que está inserto en nuestra genética
histórica y biológica; e implícito en nuestro ser cultural.
Somos un sueño de nosotros mismos que abarca a todos
los demás, en donde incluimos a los europeos, escépticos y decepcionados de
ellos mismos, que aquí volvieron a soñar en un mundo que los salvara de sus
propias culpas y remordimientos.
El nuestro es, por lo menos, el ámbito de la ilusión y
tierra del anhelo, impulso y acción por forjar un mundo mejor.
Fuimos un suelo de promisión que ahora parece un
sueño, pero las huellas han quedado y son tangibles, están en nosotros mismos,
se trata de hacerlas evidentes, ostensibles y seguirlas.
Tenemos esa orla en la frente de lo que fuimos y
somos, en contraste a aquel mundo protervo que vino de afuera y se ha instalado
ahora pero que es un deber cambiarlo y ojalá que de raíz y de modo contundente
para volverlo a construir sobre otras bases.
El nombre del Perú por lo menos eso significa: utopía,
tierra prometida, ámbito de lo ideal y lo soñado.
7. Lúcida
y renovada
Por eso, es válido recordar aquella esencia, el de la
utopía, como comparación y reto frente a ese orden actual inicuo, nefasto e
injusto. Sistema que ha instaurado el imperio de la usurpación, el despojo y la
usura, representado en la corrupción generalizada que brota por doquier.
Emerge como un hongo o una pus no de un país
determinado, sino como característica general del sistema y del modelo de
sociedad, economía y de vida capitalista.
¿Y desde la literatura, o más concretamente desde la
poesía, qué podríamos hacer? En primer término dejar constancia de lo que somos
de manera primigenia, y lograr que nuestra voz sea coherente con la
construcción de ese horizonte y esa perspectiva por cumplir.
Muchas alternativas se podrían avizorar desde la
poesía o desde el trabajo literario a fin de poder contribuir a la forja de una
lúcida y renovada utopía andina.
Que, además de poder interpretar mejor esa realidad,
se concrete en plasmar obras que se inspiren en ese contenido de que somos
genéticamente portadores, que se plasme en obras que tengan buena y ojalá que
excepcional calidad, porque las utopías no son sueños vagos ni desarticulados
sino ahora ineludibles e inaplazables imperativos morales.
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