BUEN HIJO BUEN PADRE
¡Un buen hijo, siempre un buen padre
será!
con nostálgica voz siempre repetía,
mientras sobre sus piernas me
sostenía,
hurgando con su mirada el horizonte;
no hay duda que tú también lo serás,
lanzando hacia el futuro su profecía
entre su recio pecho me estrechaba.
¡Abuelo!
¿Es que mi padre no fue buen hijo,
que recién nacido me abandonó?
fue como un latigazo inesperado para
él;
no solo me abandonó a mí,
sino a mi querida madre también,
a quien muchas noches llorar escuché,
clamando su nombre entre sollozos.
Calma, sangre de mi sangre,
retoño de mi querido hijo ausente,
no hagas caso de las habladurías de la
gente;
es cierto que tu padre tuvo que partir,
ni siquiera el año habías cumplido;
no creo que recuerdes sus caricias,
ni su dulce voz arrullando tus sueños,
a pesar del cansancio de su diario
trajinar.
Tu padre nunca nos abandonó,
y por nosotros su vida un día entregó;
no eran solo lágrimas las de tu madre
sino súplicas y oraciones a Dios,
para que volviera sano y victorioso al
hogar;
recordando el aciago día que partió,
urgido por la defensa de la patria
nuestra,
a luchar por la libertad y la paz.
Su cuerpo descansa en el campo de
batalla,
su memoria en nuestros corazones,
inmortalizándose en cada latido tuyo y mío;
por lo que nunca debes olvidar,
¡Un buen hijo, siempre un buen padre
será!
Rodrigo Sergio Solórzano Espinoza