CHARLANDO CON ANTUCO:
  
 A TRES BANDAS
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Te cuento::
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Mientras
   saboreaba un papa cashqui mañanero, recordé la década del sesenta, cuando
  de  incógnito escuchaba en el billar de don Cali Durand, los 
comentarios  de  Antuco Bravo, Pogoncho Padilla, Milo Barrenechea, 
Cancho Ramos y  Pepe  Lavado, sobre los triunfos del pecoso nadador mollendino Juan Carlos Bello Angosto, más conocido como Jhonny Bello. 
Antuco  decía:  "Jhonny
  nada todos los estilos, desplazándose por la piscina como  trucha, de 
 punta a punta, llevándose todas las medallas olímpicas".
  En tanto don Cali, recostando sus codos sobre el mostrador, afilaba su
  lengua con los ribetes del cuello de su poncho.  Luego de unos 
segundos  se acerca al grupo, y dice: “esas
   son coj... cholos; en mis tiempos yo nadaba contra la corriente como   
salmón, de un solo tranco desde Obraje hasta Tallenga, sino pregúntenles
   a los viejos carcacinos y aquinos, que al verme nadando a pelo, me   
aplaudían desde sus chacras. Jhonny Bello es un ultu a mi lado”.
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Estos “angelitos”, un poco picones, provocaron a don Cali preguntándole en coro: ¿y su hijo Panchito juega al fútbol tan bien como UD.?. Don Cali Durand sin inmutarse contestó: “como
   ustedes saben, el hijo del bailarín siempre sale rengo, y mi   
heredero no ha roto la regla, con decirles que cree que la pelota es   
cuadrada”, y se rieron a carcajadas dejando el taco junto a las bolas. Qué inocentes fueron aquellos tiempos de adolescentes vaqueros.
Una
   mañana arribaron al 'taco' cuatro jóvenes truchadores, con la noticia 
 de  que el flaco Nica Fuentes Pardo había cogido una trucha de 47.5  
centímetros,  en el paraje de Conay; don Cali, abriendo una vieja libretita de apuntes  
le pidió a  Cancho que leyera:
- 87.9 centímetros don Cali.
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- Este alevín, es el que malogra mi colección de pesca en el Aynín -retrucó don Cali
Una noche, mientras don Cali cosía un paño roto por la impericia de Lalo Dextre Balarezo en el taqueo con efecto, nos comentó que, durante la fiesta patronal de un pueblo de Huanuco envolvió con un pase de verónica al toro más bravo de la tarde, y lo desapareció sin necesidad de sombrero ni varita mágica ante el asombro de los tendidos, y que para no ser linchado salió escondido bajo su poncho usando sus clavículas como percha.
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Otra
   noche, cuando mirándose a los ojos Lipat de Jircán y Genaro de Jupash
   jugaban: 'el que pestañea pierde', don Cali se les acercó 
diciéndoles: 'en   mis tiempos todos tenían terror de jugar conmigo "el que pestañea   pierde", no 
porque los dejaba virolos, sino porque con los ojos cerrados   derretía 
los adoquines de hielo de los raspadilleros'. 
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 Cierto día de aquellos sesentas, Antuco y su patas sacaban cuentas para la pachamanca del 7 de Junio en el empinado Jaracoto: 20 kilos de papas de roca, 3 manojos de chinchu y uno de muña, 77 ocas, 24 choclos, 173 habas, 2 brazuelos de cordero de la carnicería de Moshongo, 2 moldes de queso de Cutacarcas, una gallina del corral de Uchcu Pedro, 5 cuyes y 2 conejos paseanderos del escribano Crisólogo, un chanchito polanchín del “Coso”, etc., etc.; es decir, todo fiado y “prestado” de algún dueño descuidado. Don Cali que estaba atento a estos cálculos de arte culinario, les dijo: “son minucias lo que están sumando, en mis tiempos metíamos al horno: papas, habas, choclos, quesos y cuyes por camionadas, más 5 reses y media manada de borregas, pastor y todo”.

También
   registra mi 'disco duro', episodios donde estos “llameros 
cholitarios”   entrenaban para jinetes montando becerros en el corral de
 don Aurelio   Garro, y amansando caballos y burros en un potrero de 
Unsucocha, con la   complicidad del papá de los hermanos Churchil de 
Cochapata, muy afecto a   ellos. De allí se desplazaban al Pesebre, donde
 esperaban impacientes   que la camionetita de Landauro arranque su motor 
de medio pony de fuerza y   empiece a trepar sin oxígeno la planta 
eléctrica, momentos en que Antuco, Pogoncho, Milo y Cancho, montaban
 al vuelo al brioso “alemán” y   salían al galope. Pasaban Chicchó, 
Caranca y finalmente llegaba el   caballo resoplando a Matarrajra, y 
saludaban al chofer y a los pasajeros con una sonrisa cachacienta. 

Que
   yo recuerde, Landauro nunca los alcanzó, menos la tortuga roja de don   
Benja. El único carro que una vez logró pasarlos antes de llegar a   
Caranca, fue el camión “fantasma” del verdugo de los eucaliptos Domingo 
  Morales, sólo que cien metros después se fue al abismo, retornando a 
su   aserradero, junto a Picush, en tiempo record. 
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Ya
   por las noches estos traviesos legionarios iban al “Coso”, de donde  
 sacaban a hurtadillas un par de burros dañeros y se ponían a buscar   
entierros por Racrán hasta la medianoche, emulando a Juan Sánchez   
Dulanto, y de paso hacían su mercado nocturno “de la chacra a la olla”  
 llenando sus alforjas con habas, choclos y dos atados de alfalfa para 
el   brioso “alemán”.
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Una mañana que Antuco, Pogoncho, Cancho y Milo, caminaban hondilla en mano por Lirioguencha, vieron a un gallo carioco paseándose orondo por el tejado de la familia Durand Espejo.
Milo, sin pensarlo dos 
veces,  aguzó  su puntería y de un certero tiro de guijarro derribó al 
“cuello  rojo”  que cayó fulminado, con la cabeza y cresta 
partida como   purojsha reventada. Luego presa en mano se fueron 
caminando de  puntillas  al Baratillo, donde la cocinera de Cleofé 
García les preparó  escabeche y  caldo. 
A las dos horas de este atentado ecológico, Milo llegó a 
 su  casa con la barriga llena. Para su sorpresa su papá Jorge lo 
recibió  en  medio del patio con las manos en la cintura, invitándolo a 
pasar a  su  despacho de abogado, y sin que se reponga del asombro le 
dio este  café  cargado de leyes y reflexión fraternal:
“Hijo
   mío, no hay modo de justificar como provechosa tu existencia, pues   
solamente te estás dedicando a matar cariocos y a montar becerros. Don  
 Calixto Durand ha presentado una queja en papel sellado, expondiendo, 
que   tú y tres malhechores han asesinado a uno de sus picudos que se  
paseaba  por sus aposentos. Ha presentado como testigo a un vecino  
notable de  Lirioguencha quien los observó durante el carioquicidio.  
Como este hecho  atenta contra la fauna chiquiana, y viendo que un  
escándalo podría  manchar el buen nombre de la familia, acabo de pedirle
  a tu mamá que  haga efectiva la reparación civil con dos ponedoras y 
un  par de cuyes de  Pancal. Por tu parte, alista tus cosas que dentro 
de  dos horas te vas a  Lima con el camión de mi amigo Chuqui, a expiar 
tus  culpas sin propinas  ni encomiendas con nudo”.
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 Está grabada en la memoria del pueblo chiquiano, un mediodía soleado de fines de junio, cuando la plaza de Jircán fue escenario de la primera carrera de burros de la década del sesenta, organizada por la Escuela Normal Mixta en su aniversario de creación. De todos los expertos “burro cross” lograron su inscripción: Cachicho de Umpay, Ichic de Quihuillán, 'Oso júnior' de Matara, Goyo de Cochapata, Luchu de Jircán y Antuco de Agocalle. Este último, preocupado por la casta innata de los demás competidores, se puso a organizar su participación. Es así que, buscando datos escuchó por ahí, que uno de los burros de Clarita, era el más veloz del pueblo, pero que estaba purgando condena en el Coso. Sin pensarlo dos veces pagó la fianza y durante 3 días seguidos practicó duro y parejo en el centro de entrenamiento de Unsucocha.
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Momentos previos a la carrera los jinetes se ubicaron junto al arco de la parte baja del estadio, de espaldas a Tranca, espacio fijado como partidor, y ni bien el amauta Nicanor dio la señal de partida, el burro dañero montado por Antuco salió embalado hacia el Coso, ganando por veinte cuerpos y una pértiga de yapa...
 Momentos previos a la carrera los jinetes se ubicaron junto al arco de la parte baja del estadio, de espaldas a Tranca, espacio fijado como partidor, y ni bien el amauta Nicanor dio la señal de partida, el burro dañero montado por Antuco salió embalado hacia el Coso, ganando por veinte cuerpos y una pértiga de yapa...
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2do. piso: billar de don Cali
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Pero don Cali no solamente contaba sucesos increíbles de su juventud, sino también sobre su estrategia para ganar juicios sumarios con dos chatas de ron, un papel sellado, un par de timbres y media jeringa de tinta jugando al vaivén con el secante; sin embargo, como al mejor tirador se le va la paloma, una vez tuvo un traspié con sabor a urea.
Pero don Cali no solamente contaba sucesos increíbles de su juventud, sino también sobre su estrategia para ganar juicios sumarios con dos chatas de ron, un papel sellado, un par de timbres y media jeringa de tinta jugando al vaivén con el secante; sin embargo, como al mejor tirador se le va la paloma, una vez tuvo un traspié con sabor a urea.
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Don Cali Durand
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Resulta
   que, en un juicio por paternidad, envió a Barranca la muestra de orina 
 de  su patrocinada, muestra que en uno de los baches de Huacacorral se 
  derramó; el ayudante del camión, para evitarse problemas con el dueño,   llenó la botellita con su pichi y el análisis dio 'NEGATIVO'.
Aunque la criatura salió igualitito que el demandado, el susodicho, amparándose en el resultado, no reconoció al sietemesino.
Aunque la criatura salió igualitito que el demandado, el susodicho, amparándose en el resultado, no reconoció al sietemesino.
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Con
   el paso de las décadas, don Cali se enteró por una carta anónima sobre el cambio de orina, lamentablemente el caso ya estaba oleado y sacramentado, sin embargo   
trató de persuadir al padre para que proceda a su  
 reconocimiento, pero éste, por temor a que su warmi lo expulse del   
lecho de paja, no quiso firmarlo, quizá para tranquilizar su   
conciencia lo haga antes de estirar la pata,   
porque en corto tiempo la prueba de ADN será más fácil que teñirse el   
pelo.
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Fuente:
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Relatos Campesinos, de Aralba.  
PD: Nuestro entrañable paisano Jorge Antonio "Antuco" Bravo Olave, falleció el jueves 10 de setiembre de 2009.










