martes, 28 de agosto de 2012

PATUCO - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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Capitanía de Patuco
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PATUCO
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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PATROCINIO ALLAUCA CALDERÓN, más conocido como PATUCO, es un chiquiano campechano, entregado a las causas populares, empresario de larga data con hondas raíces telúricas, cahuidista ciento por ciento, funcionario en las fiestas costumbristas, socio fundador de programas radiales e impulsor de instituciones representativas de nuestro pueblo en el Cono Norte limeño. En fin, un ser humano singular, por quien tengo el mayor cariño. 
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Residimos con Patuco casi tres quinquenios en Jircán, cuando iniciamos con muchos chiuchis del barrio nuestras experiencias de vida, cuando enhebramos los primeros sueños, cuando descubrimos los sagrados valores de la familia y la amistad, cuando en la diáfana mirada de los vecinos, que hoy nos iluminan desde el cielo, brillaban miles de ninacurus de esperanza por un Chiquián con caminos abiertos al porvenir de todos; aquellos vecinos que vivían y ayudaban a vivir a los demás en franca confraternidad diaria.
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Patuco en sus cortos años nos enseñó que solamente echar la simiente en el surco no garantiza una buena cosecha, pues se necesita cultivar la planta de sol a sol, así como para cosechar buenas amistades primero se tiene que dar amistad sincera, porque amistad que no se brinda con amor, se va como el agua por las rajaduras de un cuntu de barro.

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Gracias a Patuco aprendí que la vida es como una película, que puede ser en blanco y negro o a colores; larga o en cortometraje, todo depende como la filmemos con la video-cámara del alma. También aprendí que para ser feliz, solamente tenemos que compartir el pan nuestro de cada día con lo demás. "Dejen de compararse con los que más tienen, es mejor compararse con los que nada tienen, si quieren valorar la vida que nos ha dado Dios", nos repetía una y otra vez en las veredas del barrio.  
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En el telar donde se entretejen los recuerdos de los chiuchis de Jircán y de los buenos amigos chiquianos, emerge permanentemente la imagen señera de Patuco, como las narraciones de estas 2 direcciones electróonicas, por ejemplo: 
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SAFARI DE ALTURA EN CHIQUIÁN
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NECESITO UN CABALLO
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"La vida nos toma examen escrito antes de darnos lecciones orales", nos dijo Patuco cuando ingresó a la universidad para estudiar administración de empresas. Hoy, 3 décadas después su pensamiento sigue intacto, pues la vida primero pide pruebas, luego vienen las clases. "El secreto para lograr el éxito está escrito en todas partes, todos lo leen de día y de noche, pero pocos se animan a estudiar con ahínco y trabajar honradamente y sin tregua", así se refirió cuando su primera empresa vio la luz. 
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En un mundo donde abundan los filósofos y políticos, cuánta faltan hacen los emprendedores como Patuco.


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Que Dios te colme de bendiciones en este día de tu santo y los venideros para felicidad de la gran familia chiquiana.

Un fuerte abrazo primo Patuco.

Nalo
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RECUERDOS
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Al pie, pequeños jirones de dos cartas que no llegaron a su destino porque se engancharon en los cables telegráfricos.
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Lima 25 de agosto 1996 
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HOLA SHAY: 
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Hace unos meses estuve recordando con nuestro paisano Víctor Damián Núñez, en su casa de Fort Lauderdale, acerca de una de las obras cumbres de la literatura universal: LA ODISEA, de Ulises, mientras Penélope, Telémaco y el fiel "Argos", esperaban su regreso. Comentábamos, cómo luego de muchas vicisitudes y placeres mundanos Ulises cayó de rodillas y lloró de amor al contemplar su querida Ítaca. Con seguridad, esos mismos sentimientos son los que nos acarician el alma, cuando acortando distancias tras largas ausencias arribamos a nuestra Patria chica.

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Gracias a estos recuerdos homéricos hoy he vuelto a reafirmar que el amor puro es esa Ítaca de Ulises; y Chiquián, el más bello punto de encuentro en el corto camino de la vida. El amor puro es también como el río Aynin o las cascadas de Usgor y Putu, cuyas aguas cristalinas, que volverán convertidas en lluvia, van hacia el mar abrevando la tierra a su paso; como todo lo que es grato en un sueño se diluye al despertar, sin embargo nos queda su goce durante el nuevo día.

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Muchas veces en mis desvaríos me sentí eterno, porque creí haber aprendido el arte del olvido, pero bastaba contemplar una fotografía chiquiana en blanco y negro, escuchar una melodía de banda, una canción del recuerdo o leer mis primeros relatos, para pensar en mis amigos de la infancia, y de inmediato se me desgarraban las cuerdas del corazón; entonces comprendía, cada vez mejor, el dicho popular que me enseñaron los pastores de Tupucancha: "El Sol no muere en la noche, sólo se aleja unas horas mientras se refleja en su amada Luna".

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Muchas madrugadas, sobre todo en la década del ochenta, despertaba y, a través de la ventana de la habitación exploraba lápiz en mano el confín, y sacaba de lo más hondo del alma: versos y cuentos de mundos mágicos, pero también de largos túneles sin luz. Fueron tantas noches de insomnio en el sur andino y Huaraz, que ahora me cuesta recordar sin perder el aliento. Hoy esas fuentes de donde extraía líneas y líneas ya no están en la oscuridad, sino en el alba donde mi hambre y mi sed encuentran el trigo y la miel, como en los núbiles años. No más tempestades ni túneles de olvido, tampoco manos encallecidas tratando de abrir candados invisibles.

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Tal vez en estos momentos pienses que esta carta es una de mis locuras, pero siéntate a meditar en el silencio de la noche y escucha tu propia historia a través de los latidos de tu corazón y dime ¿QUÉ SIENTES?. En tanto el alma canta en armonía con el corazón y todo es melodía a pocos días de la fiesta de Santa Rosa, porque el llanto por el pasado indiferente no existe más, sólo lágrimas de dicha brotan de mi pecho vibrando como cascadas y trinos de acróbatas huínchus y saltarines pichuichancas, que hacen de este aprendiz de vate un hombre con alas que no baten desaliento, sino aire puro con nuevas auroras y serenatas de poesía contenidas en una represa a punto de desbordar, como el veneciano Jupash de los tiempos húmedos.
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Es medianoche, lejos de Chiquián querido, y en mi imaginación la banda de Huanri toca "30 de agosto....". Los latidos se impacientan, porque con esa música maduró mi espíritu telúrico. Las horas pasan con áspero sabor a lejanía, raspando como lija el pensamiento, como el pardo piso de cascajo del ruedo de Jircán, que hacían añicos las rótulas de los chiuchis, cuando mirábamos la corrida de toros, arrodillados bajo los camiones y las palincas.
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Muchos recuerdos desgajan el pecho y vuelan como tinyacos por Yucyushtana y Mishay; por eso estoy tratando de hilvanar estas líneas para después tallarlas en un aliso mental, como parte de tu vida y la mía, sólo así nuestros sentimientos no se perderán en la neblina de los años, menos en el falso aroma de un porvenir incierto que se evapora al día siguiente. Pero si quieres perderte en tu delirio con una gota de chinguirito en cada poro, no te duermas en la sombra de un raído umbral, sino bajo la Luna chiquiana, flotando en el aliento de tus suspiros, que son los heraldos de buenos augurios como el arco iris que pinta de alborada "Espejito del cielo" de Hualín de Fragua.
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QUERIDO SHAY:
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Hoy que estamos lejos de las pallas y mayoralas, quiero contarte que anoche le pedí al viento vespertino que me lleve a la fiesta de Santa Rosa. Pasaron los segundos con su tic tac inagotable y finalmente me quedé dormido. En mi sueño vi en el cine mudo de finales de los cincuentas, retazos de recuerdos que mi mente trataba de juntarlos, pero volaban llevándose las últimas hilachas de aquella inocencia perdida. Recuerdos que trataban de despertar como retoños de lajtash en mañanitas con rayitos de sol y gotas de rocío implorando que no zozobren en el olvido.
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También vi en mi sueño, cómo las alas de mi pensamiento se agitaban para volar juntos y volver a ser los chiuchis con el mismo sino; sólo que en cada aleteo te elevabas más y más, y ya el asunto no era alcanzarte, sino la ventura de encontrarte en el próximo sueño, y mi preocupación no era ya tu ausencia sino tus pocos ánimos de retornar y reír en Chivis con los yucyush del ayer.
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Era algo que me dolía y grité: !cómo olvidarte shay si no estás a mi lado!, !cómo alejarme más si permaneces inubicable!. Fue como hallar dos iris brillando en un par de órbitas secas o encontrar debajo de un pecho de lloque un corazón latiendo por Chiquián. Luego vino un golpe de canga cargado de angustia, los minutos acechaban como enormes púas sobre un inerme trompito huancacho, y pronto se hizo penumbra, y grité aterido: ¡por qué no aprendí a ser indiferente!, y el grito se convirtió en olvido, el viento dejó de silbar huaynos y el río calló su canto de esperanza.

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Gracias a Dios esta noche volveré a soñar, y ojalá te escuche decir cosas que de chiuchi no dijiste, y que se hagan realidad los juegos infantiles que no realizamos por falta de tiempo. Quedan tantas cosas por hacer, que soñar no basta.

Tu amigo Nalo Alvarado Balarezo 
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Lima, 25 de agosto de 2002 
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HOLA SHAY: 
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CHIQUIÁN CON MAYÚSCULAS, nuestra amada Patria chica, colmada de alegría y colorido como no hay dos en el Perú profundo; incontrastable villa con aroma a tierra fresca donde germinan flores y hierbas silvestres por doquier. Así es nuestro icono bendito, rinconcito encantado lleno de melodías, canciones, versos y pensamientos hospitalarios que caen de las nubes blancas, mostrando su saludo fraterno al arriero, al turista y al caminante. 
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Siempre que pienso en ti, tu imagen luminosa se posa en mis retinas como aquellas películas de cuadratura del viejo Enrique de Llaclla, que recrearon los ojos en los pasados agostos festivos de mercachifles, avellanas y huaylisheadas. Hoy, cada vez que con las pupilas del alma hago "clic", te muestras esquiva y te ocultas en las alas de una tórtola de ensueño, que vuela por el cielo regalando acuarelas multicolores de infinita textura.
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[CHIQUIAN-PAISAJES-DA-17.jpg]
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CHIQUIÁN, muchas veces iluminas mi mente como un ninacuru, flor de luz imposible de atrapar estando lejos, es cuando una profunda melancolía embarga mi ser. Lento caminar augural de evocaciones en un anochecer con pronóstico reservado. A la medianoche la rebeldía de mi corazón se agita como cachorro de puma en la matriz creadora. Entonces retorno como el hijo pródigo al nido familiar de Jircán, con su construcción de adobes, terrados de eucalipto y entablado de aliso; altillos, techos ocres y canaletas de hojalata por donde corre cantando el agua del querido aguacerito. Abrigadora casita de paredes tarapaqueñas y azul intenso como el cielo chiquiano, corredores repletos de arados, cayshis y monturas, un patio florido y su baranda para tomar el sol donde duermen mazorcas de maíz, ocas, mashuas y trigo en dorados peroles.
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Al fondo del pasadizo, y pendiendo de un clavo de tres pulgadas descansa un viejo espejo donde en las noches se peinan las almas de mi abuelita y sus adoradas hijas Jeshu y Eni. En la sala de losetas se reflejan retratos de los sesentas y almanaques de décadas pasadas. Sobre un mueble de madera y mármol reposa una Biblia y un libro de literatura entreabierto donde se lee el poema del Mío Cid. A su costado, un poncho de vicuña espera el retorno de Felipón.
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En este ecran en miniatura, de pronto aparece la imagen materna con su vestido blanco. Está de pie en el primer descanso de la escalera que sube a las habitaciones del segundo piso, sonríe y me muestra feliz sus rosas y claveles, que después de su viaje eterno hace florecer con agua bendita papá Armando, para alegrar la casita donde mamá fue hija, esposa, madrecita santa, abuelita y bisabuelita amada.
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Bajo los párpados y saboreo mis lágrimas, entonces empiezo a oír una canción de amor que despierta la noche con estrofas de los años felices. También vibran huaynitos con pícaras rimas, creación de los viejos aedos chiquianos. De madrugada llegan notas de esperanza en un pentagrama donde se balancean las mariposas nocturas, abriendo el corchete del ensueño, que inspiró al bardo hurabarrino Alfonso Aranda Ibarra: “Me gusta la libertad porque en Chiquián nací yo”.
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¡Es la hora de la añoranza!, hora cuando el palpitar se confunde con la quietud del alma, bajo la dulce mirada del Niño de Praga, brindándole sosiego al corazón. Y así, minuto a minuto va arribando silenciosa la madrugada y en algun lugar de Chiquián el manero asoma, erizando la piel al contacto de una silueta vestida con la sola belleza de sus formas, lista para recibir la savia del gañan del amor. ! Ahhh pasión¡, voraz criatura que lo consume todo y no se sacia con nada...
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Pronto llegará el alba y la añoranza traerá el recuerdo del primer beso de amor, cuyo fuego dura la existencia misma, así como no se sueldan las alas de un condór del Yerupajá que fueron cortadas de cuajo por el frío acero del desamor, ni desaparecen de la madriguera las huellas de ternura de un puma de Pancal, ya que el amor de todas las pasiones es la que más penetra en las raigambres del alma. Beso donde se entrega el corazón sin preguntar ni indagar nada, con la ingenuidad del mancebo picaflor que duerme bajo la espinosa tuna, después de beber el filtro mágico de la flor, de ahí que el sentimiento vive libre, siempre rebelde al yugo. Prisionero muere de tristeza como los cóndores y los pumas.
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Está amaneciendo, y un concierto de armonías trinan en el alero que da a la calle Leoncio Prado de Jircán, como si el alma de la noche que languidece, se alegrara por el canto del pichuichanca anunciando la llegada de los paisanos peregrinos del mundo. Unos minutos más y repicarán las campanas de la iglesia de Chiquián como plegarias de fe.
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El reloj marca las siete de la mañana. Es hora de escribir y hacer de cada linea un trino de arpa donde la pena por la familia, el amor y el amigo querido, vibre con las grandes alas de la esperanza, aquella mecedora de almas que arrulla los afectos cotidianos con sus melodías divinas 
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Tu amigo Nalo Alvararado Balarezo 
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