Ricardo Palma
Por Elmer Neyra Valverde
Nació en Lima, en 1833 y falleció en la misma ciudad en 1819, fue uno de los grandes plumas del Romanticismo peruano. Intervino en la Guerra con Ecuador y, en 1860, tuvo que expatriarse a Chile. Viajó a Europa en 1864; cuatro años después, fue designado secretario del presidente de la república del Perú. Palma en 1883, fue designado director de la nueva Biblioteca Nacional, que un año antes había sido totalmente derruida y saqueada por las tropas chilenas cuando invadieron Lima. En el lapso de 20 años que estuvo frente a la dirección de la BNP, su tarea de reconstrucción fue destacada y positiva; pudo reunir, recuperar parte de lo que había sido sustraído, robado y perdido; consiguió muchas donaciones del exterior, se ganó el alias de “bibliotecario mendigo”.
La obra narrativa de Ricardo Palma conjuga la tradición de la narrativa oral de Sudamérica con la novelística de costumbres: resultando una óptica remozada del pretérito histórico. En 1862 publicó la primera entrega de las Tradiciones peruanas. Ciertamente, él es conocido por este tipo de subgénero literario en el cual con cierto humor, jocundia y buen manejo del castellano, recrea ocurrencias, anécdotas de la conquista, del coloniaje y de los primeros años de la trastabillante república. Procura, a través de sus tradiciones, la recreación del espíritu de la mancomunidad peruana de su tiempo: usando hechos históricos, costumbres, usos y tradiciones.
Palma no intenta sentar moralejas del pasado de su solar nativo, más bien demuestra con fina sátira y acentuada gracia las flaquezas humanas y acusa el poder político, religioso, social y económico de su tiempo. Además, escribió dramas como Rodil en 1851 y nos ha dejado poemarios, entre ellos: Armonías en 1861, Pasionarias en 1870 y finalmente, Poesías completas en 1911.
Su trabajo de ensayista resalta por su producción histórica tales como: Los análisis de inquisición 1963 y los análisis de Cusco. Fue duramente combativo por el modernista, rebelde y nacionalista Manuel Gonzáles Prada. Es algo sensible que un hijo de Ricardo Palma, de nombre Clemente, resultase un anti indigenista recalcitrante, culpando erróneamente de la derrota del Perú en la Guerra del Guano y Salitre de 1879 a la masa campesina; si precisamente, esta es la que salvó el honor nacional, bajo la patriótica dirección de Andrés Avelino Cáceres Dorregaray.
Una de sus anécdotas se refiere a un presente entregado a Ramón Castilla, con el ánimo de obtener un favor; y este estilo de manejo político, amiguero y nepótico hasta ahora, no ha podido ser desterrado en el Perú.
.
