GUITARRA, ECO DE INFANCIA
percibiendo el dolor del mundo
plasmas en seis cuerdas, versos carnales
haciendo del sentimiento, pensamiento.
Con los bailes de los dedos; cual danzas del instante,
capturando metáforas de suspiros con trémolos de arco iris,
formas el sentido filial del hombre
como arpegios de relámpagos peinándose
en abrazos fraternos de hichus en conflictos solitarios.
Guitarra compañera, dulce capricho del azar .
Mientras armabas sonrisas metálicas de los vientos,
¿Yo llegué a ti, o, tú a mí, ¡de repente!
como todo amor verdadero?
Mi primera guitarra, no me llegó como laúd
envuelto en la magia de las 1000 y noches
Árabe, ni como kizára o kettarah o cítara
greca romana, sino, como arrullo comunero
de mi padre, en Pararín.
Fue una guitarra, hecha por el mismo,
De restos de madera de su labor carpintero,
Y tenía el color del trigo de los Ayllus
y del polvo de los caminos como piel de historias.
De eso, ya hace mucho tiempo.
Pero, desde esa vez, tú vigorizas el cariño de mi padre
endulzando las oraciones de mi madre.
De mi pecho siempre parten caminos a tus confidencias.
Mi Papá, a su modo, también era una guitarra
de su Comunidad San Juan de Pararín,
era icono y semilla de la resistencia.
De él aprendí a tensar las cuerdas de la memoria
como acordes de responsabilidad social
y fuego de los caminos.
Así, guitarra mía, tú has sido siempre mi flor de tempestad
mi lluvia encendida, trazando vectores de ideas
y pensamientos comunitarios.
Quien no hiere con las estrías de sus ideas,
es porque sus ideas no superan los vértices cotidianos.
Guitarra mía, poesía de belleza auténtica.
Tú enciendes horizontes de rebeldías en mis dedos.
El cielo lava resonancias sonoras en tu boca de madera
como lava el enigma andino, sus laberintos míticos
en las chullpas de Pilapunta.
Guitarra compañera,
Contigo contemplo mi sueño desde el suspiro
y tu nombre es un léxico
atendiendo a los potros de mis deseos.
¡Te amo, guitarra compañera!
Por encender el dolor en metálicas danza del azar.
por vigorizar el cariño de mi padre
robustecido en mi amor por su Comunidad.
Guitarra mía, eco de mi infancia,
mi recuerdo te rescata del abismo de los sueños,
O, ¿serán mis sueños simples asaltos de incendios
para armarte con llamaradas de mis recuerdos
en donde sonríe Papá?
plasmas en seis cuerdas, versos carnales
haciendo del sentimiento, pensamiento.
Con los bailes de los dedos; cual danzas del instante,
capturando metáforas de suspiros con trémolos de arco iris,
formas el sentido filial del hombre
como arpegios de relámpagos peinándose
en abrazos fraternos de hichus en conflictos solitarios.
Guitarra compañera, dulce capricho del azar .
Mientras armabas sonrisas metálicas de los vientos,
¿Yo llegué a ti, o, tú a mí, ¡de repente!
como todo amor verdadero?
Mi primera guitarra, no me llegó como laúd
envuelto en la magia de las 1000 y noches
Árabe, ni como kizára o kettarah o cítara
greca romana, sino, como arrullo comunero
de mi padre, en Pararín.
Fue una guitarra, hecha por el mismo,
De restos de madera de su labor carpintero,
Y tenía el color del trigo de los Ayllus
y del polvo de los caminos como piel de historias.
De eso, ya hace mucho tiempo.
Pero, desde esa vez, tú vigorizas el cariño de mi padre
endulzando las oraciones de mi madre.
De mi pecho siempre parten caminos a tus confidencias.
Mi Papá, a su modo, también era una guitarra
de su Comunidad San Juan de Pararín,
era icono y semilla de la resistencia.
De él aprendí a tensar las cuerdas de la memoria
como acordes de responsabilidad social
y fuego de los caminos.
Así, guitarra mía, tú has sido siempre mi flor de tempestad
mi lluvia encendida, trazando vectores de ideas
y pensamientos comunitarios.
Quien no hiere con las estrías de sus ideas,
es porque sus ideas no superan los vértices cotidianos.
Guitarra mía, poesía de belleza auténtica.
Tú enciendes horizontes de rebeldías en mis dedos.
El cielo lava resonancias sonoras en tu boca de madera
como lava el enigma andino, sus laberintos míticos
en las chullpas de Pilapunta.
Guitarra compañera,
Contigo contemplo mi sueño desde el suspiro
y tu nombre es un léxico
atendiendo a los potros de mis deseos.
¡Te amo, guitarra compañera!
Por encender el dolor en metálicas danza del azar.
por vigorizar el cariño de mi padre
robustecido en mi amor por su Comunidad.
Guitarra mía, eco de mi infancia,
mi recuerdo te rescata del abismo de los sueños,
O, ¿serán mis sueños simples asaltos de incendios
para armarte con llamaradas de mis recuerdos
en donde sonríe Papá?