Danilo Sánchez Lihón
La idea esencial del libro
no ha cambiado en cinco milenios
y no cambiará en un futuro previsible.
Nada puede reemplazar la palabra escrita
y hacerla portátil, más o menos permanente,
y que se pueda pasar de mano en mano.
Isaac Asinov
1. La máquina
perfecta
Es
en aquel poder pasar de mano en mano el libro de papel, a que hace
alusión las palabras con que culmina la cita de Isaac Asinov que hemos
consignado como epígrafe de este artículo, la clave de la vigencia y la
perennidad del libro en nuestras vidas y sobre la faz de la tierra.
Es esta cualidad, creo yo, la que nos señala más que ninguna otra cualidad aquello que hace al libro imperecedero.
¿Cuál
es dicho don? Su sencillez, su humildad, su carácter mínimo como objeto
frente a tantos portentos tecnológicos, y frente al libro electrónico y
digital en particular.
El
libro es mucho más que una nave espacial que, ¿cuánto mide y cuánto
pesa? Por ejemplo, el Ariane 5, cargado de combustible, pesó en su
despegue 750 toneladas, y su tamaño fue de 59 metros, o 193 pies.
Una
nave espacial es una maravilla tecnológica, dotada de innúmeros
recursos, inmensamente menos simple y natural que un libro de papel,
definido este último por Jorge Luis Borges como la máquina perfecta
aludiendo precisamente a su sencillez.
2. El destino
del mundo
En
todo lo demás, y como ya se conoce, el mundo digital en el mejor de los
casos imita en todo lo que el libro natural tiene de ventajas.
Sin
embargo, es inmensamente inferior, en múltiples aspectos, a las
virtudes y potencialidades implícitas en el formato del libro común y
corriente.
Porque,
no es tanto la cantidad de lo que en el libro digital se acumula, sino
que en el libro natural se integran todos los saberes del hombre.
Como
es el saber ser, el saber convivir, el saber hacer y el saber conocer,
siendo que allí habita y está guarecida la vida íntima.
No
sólo se contiene en aquel artefacto la contemplación reverente y
extasiada de la belleza y el calor o el abrigo de la auténtica verdad,
sino muchos dones más.
En
él hay algo más importante aún. ¿Como qué? En sus páginas palpita el
crisol de valores humanos y una entrañable solidaridad, para hacernos
responsables del destino del mundo.
3. El colectivo
que somos
Pero
es portátil, que lo podemos llevar, que no necesita pilas, que tiene su
propia fuente energética, y que ella está al interior de nosotros
mismos, en la medida y proporción que nosotros queramos insuflarle.
Con el ritmo y compás de nuestras propias emociones, pareceres y hasta humores de que seamos amos o víctimas.
En
las páginas del libro de papel no sólo está la naturaleza del hombre,
su memoria ensimismada, su razón estupefacta, su emoción temblorosa,
sino que permanece –¡oh portento y milagro!– aquello que es incógnito. Y
más todavía: que aún no existe.
Como también el misterio; porque en los libros se anuncian, se borronean y se esbozan los sueños y las primeras como las últimas quimeras y utopías.
Y
la intimidad, la conversación con nosotros mismos, el estar también a
solas, porque el libro en el fondo es una invención instantánea y eterna
de nosotros mismos, es un mirarnos en el espejo en la transparencia
plena.
4. Mares
encantados
Porque quien habla en él más que el autor es el lector, y más que el lector la voz multánime del colectivo que somos.
El libro es la
alfombra mágica de los sueños milianochescos, aquella nave con la cual
viajamos de la manera más auténtica, real y cierta por mundos posibles e
imposibles.
Es el genio que
instala su tienda y recrea la vida en cualquier región, ciudad o
universo, sin interferencias ni equívocos. Sin cesuras ni interrupciones
en una plenitud total, porque en él todo es creación primigenia.
Es la alfombra mágica
que multiplica hasta el infinito nuestras vidas. Que lo podemos hacer
descender hasta cerca de las copas de los árboles o ascender a las
cumbres de las enhiestas montañas.
Nos acercamos con él a
ver las flores y el polvo de los caminos, el guijarro de los ríos, la
espuma de los océanos y los pedruscos de los páramos.
Como también nos lleva
a los castillos inaccesibles, algunos sumergidos al fondo de las
lagunas y mares encantados. Otros más allá de cúmulos y cirros del cielo
estrellado.
Y si queremos acelerar los motores de esta nave espacial, podemos deambular por mundos inalcanzables más allá de las estrellas.
5. Aquel
prodigio
Por eso, en la
valoración, reconocimiento y amor al libro, como en la convicción de que
es valioso, no podemos ser únicamente declarativos, ni contemplativos
ni ensimismados, sino militantes proactivos en su urdimbre, promoción y
recreación.
Y
del libro sencillo, del libro de papel, este sí que sería el invento de
la tecnología informática más portentoso de los siglos pasados,
presentes y futuros, y que como un enorme privilegio lo tenemos a la
mano.
Que
lo tenemos tirado sobre los plásticos raídos de los ambulantes de Lima,
Bagdad, New York o Filipinas; pisoteado por los transeúntes que
circulan ahítos o desasidos.
Que
caminan a veces con sus destinos a cuestas, sin saber que pueden
descargarlos en los libros, como han hecho muchos que han escrito los
libros más espléndidos con la vida que los abrumaba, y que pudieron
volcarla hacia libros que nos presentan calles y ciudades seretas que
solo los libros develan
Volvemos
a reiterarlo entonces: es en dicho traspaso que se da en dicho
artefacto que va de utopía en utopía, en donde radica su principal
esencia.
6. Manjar
exquisito
Y
por serlo así es urgente, y de necesidad política, velar por su
destino; es de vida o muerte el requerimiento de poner en acción aquel
prodigio que se llama libro, y cuya voz deriva de la raíz latina liber de donde también se desprende y deriva la palabra libertad.
Lo
que tenemos que hacer es no someterlo a querella, sino que prenda e
ilumine lo más pronto en las manos de un niño, y que allí ya esté
tembloroso y arrobado.
Lo
que tenemos que hacer es no discutir sobre su sobrevivencia arcaica o
inocente sino sacudirle el polvo que se hacina en su lomo, guardas y
márgenes y deletrear fascinados sus letras, sus sílabas, sus vocablos y
sus consignas.
Lo
que no tenemos que hacer es teorizar tanto ni perder un segundo
hablando sobre su muerte posible o imposible, sino arrobarnos en sus
imágenes y sus configuraciones transparentes.
Hacer
que haya hambre del libro y la lectura en nuestro medio para exorcizar
haciendo que nunca más haya el hambre de pan o de comida. Hacer que se
abra y se devore el libro como se abre una fruta exótica o el interior
de la envoltura de un manjar exquisito.
7. Ahora
y para siempre
Sonará
extraño defender el libro de papel frente al libro digital o
electrónico destacando este rasgo cotidiano, cual es de su poder pasarlo
de mano en mano.
Pero
lo reiteramos en la medida que nos señala su carácter más inmediato,
más familiar y más cercano al pulso cardíaco y a los afectos
compartidos, es que radica su dimensión mayor.
Más vinculado a la conversación y a la intimidad entre los seres humanos y a la que se pudiera establecer con el lector
Y
antes que ensañarnos en una discusión barroca de cuál prevalecerá, o de
si el libro digital terminará por hacer desaparecer el libro de papel,
es importante volver al sentido común.
Y
este es el desafío de formar lectores. Esa es la cuestión de fondo. Y
que el libro fructifique agregando a lo práctico la aureola de los
sueños.
En lo que tenemos que insistir y rompernos la cabeza es en cómo promover el libro y la lectura aquí, ahora y para siempre.
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