Cusco, 22 de junio de 2017
HOLA SHAY:
Son las 8 de la mañana en punto. Aquí, sentado en una banca de la milenaria Huacaypata,
escribo entre pututos, quenas y charangos que anuncian la llegada del Inti
Raymi, esta breve nota de saludo a un ser humano nacido para crear belleza
escrita. Su nombre, todos lo conocen: EFRAÍN VÁSQUEZ VERAMENDI. Escribo, porque
conozco como muchos paisanos los aromas y gorjeos que arrobaron de ternura al niño poeta
en los campos natales de Chicchó. Tiempos aquellos cuando las chicocas exigían
un poema como declaración de amor. Fue así, casi a escondidas como quien busca
leña para la pachamanca, cómo muchos niños chiquianos descubrimos el
maravilloso mundo de la poesía, cambiando la calapa por el lápiz y el pachán
por el borrador, incrementándose así la capacidad de soñar despierto con las
musas de trigo tierno. Hoy 22 de junio de 2017, medio siglo
después, Efrita nos entrega su
primer poemario VERSOS ERRANTES.
Hace exactamente diez años puso en nuestras manos su primer
libro: CRÓNICAS CHIQUIANAS, en 287
páginas, todas ellas de rico caudal expresivo. Mente y corazón donde se
condensa la palabra viva de un pueblo generoso que palpita los 365 días del
año, bajo un Capillapunta que no duerme, ni siquiera los feriados largos.
Para nadie es un secreto que la primera década de este Tercer
Milenio fue muy fructífera para las letras chiquianas, como huella indeleble de
los caminos recorridos en la infancia y la adolescencia de los que hoy pintamos
canas. Recuerdos de lo vivido que retrata de cuerpo entero a nuestro pueblo, en
las décadas del cincuenta y sesenta del siglo XX, tiempo histórico que es
menester revivir, compartir y conservar intacto para las futuras generaciones
de paisanos.
Una larga fila de episodios amados integran el primer libro de
Efrita, como eslabones de una misma cadena de fe y esperanza, siempre mirando las cumbres nevadas de Tucu y
del Yerupajá, cimas donde nacen los ríos cristalinos; años primeros cuando en
nuestro querido jirón Leoncio Prado, convergían los niños en la placentera esquina
de tía Dolorita, unos desde el culto, como Dioge Bolarte Camones, otros desde
el canchón de Jircán, como Anchita Núñez Díaz.
“Los que participan en
el FORO CHIQUIANO constituyen el aliento vital de nuestra época. Sigan nutriendo
a nuestro pueblo con el pan fraterno del recuerdo a través de la magia del
verbo, esa cálida palabra que cobija y acaricia el alma. Nunca olviden que a
través de los relatos y la poesía los difuntos siguen viviendo”. Fue el encargo de mi primo Lucho
Romero Moreno, cuando visité su casita de Barranca, dos años antes de su
sensible partida.
Hoy, gracias a muchos paisanos solidarios, las vivencias del
ayer ya no gravitan en las frías huayuncas
de la indiferencia, pues segundo a segundo siguen latiendo en cada paisano
peregrino, evitando que los abrojos del olvido invadan el camino de retorno a
casa.
Hace varias décadas ya, que nuestro fraternal paisano Eduardo
Marti Cerrate, captó con aguda intuición la alta carga emotiva en los poemas de
Efrita, entre ellos el emblemático Usgor.
Versos de original fisonomía que años después fueron declamados con intensidad
meridiana por Eduardo, con ocasión del XVII Encuentro de Escritores y Poetas
Ancashinos, realizado en Chiquián (enero de 2009), en el marco del Centenario
de la Muerte de Luis Pardo, recibiendo amplio reconocimiento en los oyentes.
“El poeta encarna el
sumun espiritual de su pueblo, porque percibe lo que pulsa inaudible en sus
entrañas”, reza un
adagio tupucanchino de impecable pureza popular; de ahí que la nueva entrega de Efrita tiene
ese carácter vital que brinda ese calidoscopio mágico llamado poemario.
“Un
libro nuevo mira el futuro y corona la tesonera labor de su creador”, reza
otro adagio de fuerte ligazón entre el autor y su fruto, donde brota diamantino
lo nuestro, con esa sonoridad social, fermento y nervio del talento humano.
Entrañable Efrita:
A partir de hoy pasarán los siglos, y tu nueva obra, igual que la anterior, será recordada
con cariño por nuestro pueblo en cada despertar.
Infinitas gracias por el poemario.
Tu amigo Nalo
Fuente:
Doctor Filomeno Zubieta Núñez