Danilo Sánchez Lihón
1. Masa
de bronce
Ya ha cesado el combate. Ya se detuvo la persecución.
La trabazón ha sido feroz, tanto que la mitad de
muertos patriotas en esta contienda ha sido de los Húsares del Perú, que han
quedado regados en el campo.
Algunos cuerpos aún yacen colgados del estribo de los
caballos que relinchan y se sacuden impacientes.
Los jinetes del ejército realista del general Canterac
sobrevivientes finalmente han emprendido la fuga más humillante durante largos
siglos en que la caballería española no había sido abatida en ninguna parte del
mundo.
La masa de bronce de la caballería del Regimiento
Húsares del Perú, que se ha investido de gloria esta tarde, en su gran mayoría proviene
de Trujillo, Chiclayo, Piura, y de la cuenca del Mantaro.
Pero, no nos engañemos: no son blancos, ni altos, ni
lucen uniformes rojos con azul, estampados de sutaches dorados.
No nos equivoquemos, son gente del pueblo, como
nosotros, y sin uniforme.
2. Se pintan
las estrellas
Los Húsares del Perú es un ejército de montoneros
mestizos, la mayoría cetrinos, que han combatido en guerra de guerrillas al
ejército colonial, que los teme como a nadie.
Para que no quepan dudas, todos visten de poncho, a
ratos increíblemente colgado del hombro y sostenido solo porque ellos saben
sostenerlo. Y todos tienen un lazo envuelto que cuelga de la silla de sus
caballos.
En su mayoría usan un sombrero gacho de lana de vicuña
en la cabeza.
Como armas tienen espadas, cuchillos, lanzas o picas
que manejan con increíble destreza.
Ellos ya se han enfrentado en cientos de escaramuzas
al ejército español.
Ellos mismos se han organizado y no reciben pago
alguno de nadie.
700 peruanos se han incorporado en Rancas al ejército
libertador el día 3 de agosto, es decir hace tres días. Y ellos son los que nos
han dado la victoria cuando ya se pintan en el cielo las estrellas.
3. De manera
tajante
Cuando los primeros mensajeros han llegado hasta el
refugio de Bolívar y le han dado la noticia del triunfo este no podía creerla.
– ¡Imposible! –Ha sido la palabra más frecuente que ha
salido de su boca en este tiempo. todo es increíble para él en esta tierra.
Su expresión ha sido de incredulidad total, hasta ver
el parte de batalla que le enviara el General Miller, escrito apresuradamente a
lápiz.
Informado por la unanimidad de los jefes su primer
gesto ha querido inmortalizar la gloria de la caballería peruana dictaminando
que el nombre de Húsares del Perú pase a denominarse Húsares de Junín, decisión
a su vez arbitraria y desacertada.
Sin embargo, el General La Mar, jefe de la división
peruana ha mandado llamar al teniente José Andrés Rázuri, natural de San Pedro
de Lloc, población muy cercana a Trujillo, sobre quien pende orden de
fusilamiento, y a quien interroga.
Tras amonestarle severamente con gesto adusto por su
intolerable indisciplina, le dice de manera tajante:
4. Valedera
y convincente
– Supongo que usted conoce el Código Militar en su
parte penal.
– Sí, mi general
– Entonces, ¿qué significa cambiar una instrucción en
el campo de batalla?
– Pena de muerte inminente e inapelable mi General
– ¿Es usted totalmente consciente de ello?
– Sí, mi General.
– Entonces, ¡deme una razón valedera y convincente por
la cual no deba yo fusilarlo en el acto! O, ¿quiere morir?
– Amo la vida, mi General.
– Quiero decirle en primer lugar, teniente, que somos
conscientes, y todo el ejército patriota lo sabe, que la victoria de esta tarde
se debe a usted. Pero sabrá usted también que en este tipo de decisiones los
resultados no cuentan, cualesquiera que hayan sido.
– Sí, mi General.
5. La huella
de los sueños
– ¿Entonces? Dígame una razón.
– Si me permite, le diré dos: La primera: Decidí
arriesgar mi vida porque continúa el complot en contra del Ejército del Perú,
que se nos dejó fuera de la batalla en nuestro propio suelo.
Alude a que esos dos escuadrones Bolívar los había
desestimado completamente. Ni los tomó en cuenta. Los dejó en la retaguardia
por desprecio o por olvido.
¬– ¡Ajá! Esta aseveración es muy grave y complica su
situación, teniente.
– Voy a morir y no me cuesta decir la verdad.
– Y antes de fusilarlo, dígame la segunda razón
– Es la que más me llena de orgullo, emoción, y me
conmueve mi General.
– ¡Dígala!
– Que vi la huella de nuestros sueños entre la yerba y
la escarcha en la pampa de Junín. Y consideré que nuestro ejército debía seguir
esas huellas.
6. El rechinar
de las espadas
La Mar se queda largo rato mirándolo:
– Usted me ha dado dos razones trascendentes. Y admiro
su coraje, ¡soldado!
Y levantándose de su asiento lo abrazó efusivamente.
Ahora bien: ¿por qué fue importante la victoria de
Junín? Por lo siguiente:
El arma principal del ejército español en tierra siempre
fue la caballería, desde tiempos inmemoriales. Mucho antes de El Cid Campeador.
Y jamás significó tanto destrozar esa moral en tierra peruana, como esta vez lo
fue. En esta batalla se destruyó un mito. Y ya sin mito el ejército realista
dejó de ser invicto.
En Junín el ejército patriota venció al arma de
caballería del ejército español, considerada imbatible. Y lo hizo en buena ley
pura de la guerra. . Donde no se escuchó un solo disparo, solo el rechinar y el
relumbre de las espadas.
Así como sucumbió la Armada Invencible española de
Felipe II, el 31 de julio de 1588 ante el ataque inglés. Y fueron los ingleses
los que lo vencieron en el mar. En Junín para la caballería fueron los
peruanos.
7. Un mundo
nuevo
Así en las pampas de Junín los montoneros del
Regimiento Húsares del Perú asestaron el golpe mortal a las tropas de
caballería del Rey español.
La gloriosa caballería realista sufrió su revés más
total y profundo. Nunca antes visto fue que la caballería española hubiera sido
vencida de esa manera.
Con esto le torcíamos el cuello a la historia, porque
la conquista del Perú y la destrucción del Imperio de los Incas fue obra del
caballo que asustó a las huestes del Tahuantinsuyo.
Los muros de piedra por espanto, pasmo y estupor
cedieron ante la estampa mítica del caballo europeo, y ni siquiera
legítimamente europeo sino árabe.
Por eso, simbólicamente Junín es nuestra liberación
metafórica. El caballo soberbio y piafante hasta cuando muere, había sido para
los aborígenes la muestra de que los conquistadores eran dioses.
A partir de ahora el caballo ya no estaba más en las
manos del conquistador sino en las nuestras. Y con ello se iniciaba la forja y
construcción de un mundo nuevo.
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