Personajes sin rostro, con formas angulosas de robustas proporciones como si fueran montañas o monolitos, así, representa su obra el artista Quispejo.
Sus figuras son anónimas, fácilmente identificables con los campesinos, reflejando su fuerza y al mismo tiempo su dureza. A pesar de no mostrar sus rostros, sus figuras hablan, existe una comunicación entre el espectador y sus lienzos.
Todo ese rigor o seriedad que plasma en sus cuadros queda envuelto o enmascarado por unos colores vivos, alegres y de una gran expresividad.
Quispejo logra una perfecta combinación con las formas angulosas y los tonos vivos. Podría decirse que en sus lienzos plasma una gran paradoja, al mismo tiempo que penetramos en un mundo de sensaciones. Su obra es narrativa, en algunas ocasiones surrealista, así nos presenta construcciones inexistentes como si estuviéramos en un sueño, con una atmósfera especial que logra que podamos respirarla y trasladarnos a ese entorno.
En sus composiciones la figura humana es protagonista siendo importantes su gesto o su contexto, como en una de sus obras donde una figura ofrece flores al espectador, da igual quien sea, el tema central es la ofrenda.
Son composiciones equilibradas, de una gran armonía plástica donde los colores juegan un papel destacado.
En sus obras son ya característicos sus personajes con sombreros normalmente de un tono blanco que absorben la luz y se convierten en punto de mira del espectador. Siempre perfectamente combinado con los demás colores; cada tono tiene autonomía propia, no rivalizan entre ellos, sino que se complementan y dan una mayor fuerza a la composición. No se trata de tonos fuertes o violentos sino de una gama de verde, ocres, azules, entre otros..., que producen una relajación visual y animan a la contemplación y ensoñación.
Maria del Carmen Antón Martín
Revista "Critica de Arte". Madrid, España # 124
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Quispejo, Castillejo y amigos, en Huari - MAY 2009