EL BANDOLERO DE ORO
Por Olimpio Cotillo Caballero
Había al sur de Huarás, un hombre que con el correr de los años se ha hecho leyenda, Luis Pardo Novoa; para unos, luchador social, para otros bandolero, para los más, un Robin Hood andino.
Para los ricos y poderosos, un personaje odiado. Para los pobres un benefactor, un luchador que comprendía sus necesidades y pobrezas.
Inteligente, audaz, caritativo.
Muchas veces los “huayruros” (gendarmes con uniformes de color rojo y azul) lo jakeaban, Luis Pardo mostraba tanto arrojo y lograba escapar con su fiel caballo rumbo a las solitarias punas donde desaparecía protegido por los cactus, vizcachas o cuculas, por más que lo buscaban.
Ahora que se conoce, a Robin Hood el “héroe inglés de tiempos de Ricardo Corazón de León”, se le parangonea porque hacía iguales o mayores proezas a favor de los pobres. Se dice que Pardo asaltaba la caravana de los ricos para distribuir los bienes a los pobres entre quienes tenía verdaderos amigos y admiradores incondicionales.
-Tiraba al aire una “esterlina” (antigua moneda de oro del Perú), para hacerlo hueco de, un disparo. Era un tirador que ponía el ojo en la bala.
-No sólo eso, en cierta ocasión un viajero montado en un brioso corcel se acomodó para acompañarlo. Bebieron unos tragos “por la amistad’ que les unía. El desconocido pernoctó dentro de la choza junto a Pardo y entrada la noche dijo haberse olvidado unas compras en el pueblo. Pardo lo dejó irse y volvió a acomodarse en su duro lecho poniendo su cabeza de Sur a Norte. A la hora, Pardo sintió cierto barullo cerca de la choza, pero al constatar que todo era silencio, volvió a acostarse, pero esta vez con la cabeza de Norte a Sur. No pasó ni un minuto y la choza de Luis Pardo recibía balazos dirigidos todos al Sur de su lecho. Los asesinos, luego de su supuesta proeza, desaparecieron confundiéndose en la negrura de la noche, contentos de haber cegado la vida de Luis Pardo “El bandolero”. No pasó muchos segundos, cuando Luis Pardo salió de la choza en medio de una gran humareda, sano y salvo, pero sí con la alforja agujereada al igual que los aperos de su caballo, al que silbó y junto al viento mañanero, ya estaba relinchando de gozo.
-Eso es poco, dijo otro admirador del bandolero, se dice que Luis Pardo había asaltado la casa de un hacendado para repartir entre los pobres los comestibles y ropa. Luego de cumplir su obra benéfica se encaminó hacia las alturas en medio de la admiración de los beneficiados. Al poco rato llegó un numeroso contingente de “huayruros” en su persecución. Luis Pardo fue alertado por un campesino quien le dijo que la gendarmería le estaba pisando los talones. Luis Pardo sin inmutarse, bajó de su caballo, le sacó los herrajes y los puso al revés, luego se encaminó tranquilo y sereno. El jefe de los “huayruros”, que era el mejor rastreador de la región, encontró la huellas de los herrajes del caballo y ordenó a su tropa que siguiera las pisadas que estaban en sentido contrario al del caballo del bandolero, que silbando viejas y alegres canciones, se alejaba entre pantanos y puquiales de cristalinas aguas…
Fuente:
EL COFRE DE CUENTOS ANDINOS, de Olimpio Cotillo Caballero.
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