U S G O R:
. 
LA CASCADA MÁGICA
.
Por Armando Alvarado 
Balarezo (Nalo)
.
No hay nada más saludable 
que pasar una tarde en Usgor, escuchando el rumor de la cascada y el canto de las 
aves, o sentados sobre el pasto con el sol dorándonos el rostro, contemplar el 
valle del Aynín donde reposan Obraje y Pampám.
Es cuando la mente
adormecida de recuerdos gratos, hurga en la memoria los momentos de radiante primavera 
y desbordante rebeldía, que desde el fondo del alma envían sus señales de 
bengala. Solamente la voz desgarrada de una bandada de loritos puede sacarte de 
este arrobador letargo.
Para llegar no se necesita más que 
atravesar el barrio de Quihuillán y caminar silbando por la carretera, un kilómetro más o 
menos, admirando un hermoso paisaje multicolor. En la ruta no hay manera de 
extraviarse, pues basta preguntar a un chaposo caminante: niño, joven o adulto 
para arribar con facilidad al paraíso, donde muchos amores indomables dejaron de 
ser beatos, no sobre sábanas blancas, sino en silvestre tálamo, saboreando el 
néctar del primer pecado.
Pocas 
cosas se comparan a un atardecer bajo un remolino de trinos, sintiendo el fluir 
sonoro del arroyuelo, la respiración del follaje y el palpitar de los cerros de 
exuberantes matices que circundan Usgor, y obtener una vista incomparable de la 
puesta de sol, donde empieza a florecer la noche con sus misterios, sus imágenes 
y sus sentimientos.
Después de contemplar la cascada que cae, con 
la castidad de un níveo velo, trepar sin apuro un turquesa sendero de empinada 
cuesta, es darse un baño de fragancia colmando el pecho de pichuichancas y 
trompitos de eucalipto. Las venas se refrescan, las rótulas se lubrican y la 
artritis se bate en retirada.
"Hoy, de 
aquellas fogatas de fuego ardiente: cenizas quedan", parece decirnos la 
imagen que sigue; pero no es así, porque Usgor es la cantera del verso donde el 
alma sueña a perpetuidad y el corazón escribe sobre esa etapa maravillosa que no 
se ha ido ni se irá, mientras los latidos corran infatigables entre las arterias 
y la memoria, porque el corazón no se marchita, solo desgrana nostalgias por una 
golondrina que se marchó dejando un lívido lirio sobre una foto en blanco y 
negro.
Idílico
ensueño de añoranza que nos lleva a caminar paso a paso por angostos 
desfiladeros, donde las raíces de los viejos eucaliptos son peldaños para seguir 
avanzando hasta llegar al viejo aliso, otrora lleno de corazones y flechas de 
Cupido, que el tiempo ha convertido en una nervuda mano, estirada al visitante 
peregrino.
Ver a 
los escurridizos shulacos dormitando bajo el sol en plácido abandono sobre una pirca, 
y observar en la copa de un árbol un nido de pajitas abrigando el sueño de los 
pichones, mientras sus padres picotean el chumpac de un raído maguey, es copar 
de dulzura el alma y dejar de sentir, aunque sea por unos instantes, el soso 
aroma de la ausencia.
Esta 
mixtura de belleza, aventura y embrujo se puede saborear a manos llenas en 
Usgor. Sin duda, una experiencia para disfrutar unas horas en armonía con el 
entorno natural, porque Usgor es un pequeño edén sin cemento ni bulla, solo 
tranquilidad y embeleso; tranquilidad que le confiere una atmósfera de 
complicidad a los latidos.
Después sólo queda esperar la llegada 
de la cómplice luna para amar en silencio a una estrella con la caricia de la brisa; sólo 
así se aligera la vida y se hace más bello el retorno a CHIQUIÁN, acompañado de los pequeños 
grillos que ya empiezan a aserrar la quietud de los sembríos que se van 
durmiendo a nuestro paso...
USGOR
.
Celestina del amor primero,
de un mancebo picaflor
que en torbellino vuelo,
liba el néctar de una flor.
.
Saltas en caída libre
acariciando el musgo tierno;
danza la espuma en el remolino,
llenando el aire de fulgor.
.
Rasga al viento la dura roca
bajo la fulgente esfera azul,
mientras tu quebrada bebe
la cantarina agua que va al mar.
.
Eres velo de novia en primavera,
lágrimas de luna en el verano,
lluvia de recuerdos en el otoño
y blanca cabellera en el invierno.
Celestina del amor primero,
de un mancebo picaflor
que en torbellino vuelo,
liba el néctar de una flor.
.
Saltas en caída libre
acariciando el musgo tierno;
danza la espuma en el remolino,
llenando el aire de fulgor.
.
Rasga al viento la dura roca
bajo la fulgente esfera azul,
mientras tu quebrada bebe
la cantarina agua que va al mar.
.
Eres velo de novia en primavera,
lágrimas de luna en el verano,
lluvia de recuerdos en el otoño
y blanca cabellera en el invierno.
.
.Paraíso de telúrica fascinación;
fresco aliento vital de mi tierra,
etéreo oasis que busca el bardo
para saciar su sed de inspiración.
.
Mágica cascada, dulce melodía,
siempre serás un refugio del alma
y alquimia perfumada de ambrosia,
donde florece el amor con el alba.
..
.Paraíso de telúrica fascinación;
fresco aliento vital de mi tierra,
etéreo oasis que busca el bardo
para saciar su sed de inspiración.
.
Mágica cascada, dulce melodía,
siempre serás un refugio del alma
y alquimia perfumada de ambrosia,
donde florece el amor con el alba.
..
Nalo 
Alvarado Balarezo - JUL 1977
Fuente:
. 
Poemario "SENTIMIENTOS" de NAB . Foto de 
carátula: Jesús Bolarte Ramírez. Ref: XVIII Encuentro de Escritores y Poetas de 
Ancash - HUARI 2009.
EL ICHICULGO DEL ARPA DE ORO
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
. 
West Palm Beach, 21 NOV 1995
Sonqollay:
.
Anoche,
 antes de acostarme, leí el poema SIEMBRA DE AMOR del poeta chiquiano Manuel 
Roque Dextre, hombre de leyes, Presidente de la Federación de 
Estudiantes del Perú (en su juventud), dirigente nacional de un partido 
político, maestro de maestros, señor de señores, ejemplo de ejemplos, 
minero y ganadero, pero sobre todo un gran amigo; con cuyos versos 
amados me quedé dormido y soñé nuevamente con Chiquián querido.
En este
 arcano sueño de madrugada, los impulsos del tiempo se hicieron vuelo 
cósmico y viajamos a Usgor, cascada de espuma, musgo y roca que pule el viento pasando y 
repasando tocando rondines pastoriles. Una vez allí, escuché el sonido del agua 
cayendo y corriendo canora por la estrecha quebrada en dúo con la melodía del arpa de 
oro de un ichiculgo entonando "Aguas de Usgor".
Miré a 
todos lados y sólo habían ramas sin color, laderas sin verdor, los 
escarpados parecían ceniza mojada, no brillaba la luna ni los ninacurus. Mi sombra era la única compañía que tenía; entonces sentí frío en la médula e intenté sobrevivir gritando:
- ¿Quién es?.
-
 Soy el centinela de Usgor que con su arpa llora -me contestó con aire 
agraz, un espíritu oculto en el silencio fúnebre de las tinieblas.
En
 eso escuché otra voz, pero humana y salvadora, que subía jadeante con 
el eco desde la casa de campo de don Raúl Espejo Torres:
- No le hagas caso pequeño pichuichanca, te quiere robar el alma, felizmente las estrellas ya no brillan, la luna se apagó y el alba empieza a lucir su lumbre contra estos diablitos del averno fiero, mientras tanto recita el poema que escribiste de chiuchi.
Siguiendo el consejo de don Raúl, declamé trémulo:
.
.
Cascada de embrujo,
mosaico multicolor,
tu cerro se eleva
y besa el cielo.
.
mosaico multicolor,
tu cerro se eleva
y besa el cielo.
.
Fuente de inspiración,
fiel confidente
de los bardos
que amaron tanto...
 
fiel confidente
de los bardos
que amaron tanto...
Al
 cabo de un breve silencio el cielo se iluminó y sentí su gloria tan 
grata como la aurora de la vida; cogí dos ramas de un eucalipto tierno, 
hice una corona con ellas y la arrojé al abismo como pago a la tierra de
 mis viejos. Luego desplegué mis alas y levanté vuelo rompiendo las 
nubes como puñal de viento y descendí en picada hasta el maná de la 
eterna primavera que baña el feraz valle del Aynín.
.
Parado a orillas del río me quité las alas de plata y las lancé al cauce. Medité unos segundos y le hablé:
.
- 
Querido río, tus aguas corren y correrán mientras las altas cumbres 
lleven puestos sus tucumanes blancos y el sol ordeñe las nubes henchidas de linfa para que 
bailen con el aire la danza de la lluvia, haciendo brotar cascadas de 
vida en los campos donde juegan los chiuchis de trigo. Hoy deja que te beba hasta calmar la sed de mis sueños...
.
Caminé la
 orilla perlada y trepé la roca que sostiene un huaro de saúco; bajé la
 mirada y me quedé observando un remolino que tarareaba el huachihualito
 con las ramas. Después seguí andando hasta un sauce donde recliné mi 
frente, y sentí su llanto, recordando los "bucólicos safaris" de los infantes del 
378... En la corteza de su nervudo tallo aún perviven los corazones con 
flechas de Cupido, que grabamos con run run de niños.
A las seis de la mañana los rayos solares cubrieron la cárcava de Picush, agitando su luz sobre las aguas cantarinas. Los huínchus, yocyocos y pichuichancas parlotearon felices en las múllacas y alisos, con vibrantes trinos que alegraron mi alma. Las flores silvestres con sus collares de shulay exhalaron frescura y, los cerros huastinos se vistieron de verde tarapaqueño, animando mis pupilas capulí, en tanto Chiquián despertaba de su sueño dominguero para la Misa de 7..
En el horizonte fulguraba impoluto el empinado Yerupajá... Muy lejos quedó el mal rato que pasé, cuando un ichiculgo intentó arrancarme el alma con la melodía de su arpa de oro, destilando el agónico lamento de su vil corazón sin arterias ni ventrículos.
Pichuichanca
 Fuente:
Apuntes chiquianos  para niños telúricos, de Nalo Alvarado Balarezo
Plaza Mayor de Chiquián - Foto: Jesús Bolarte
 Chiquián - Imagen: Danielito Alvarado Muñoz
RACRÁN 
Por Armando Alvarado Balarezo  (Nalo)
A la Memoria de mis amados padres, Armando y Jesús
. 
“Pisando suelo conocido no caerás”.
“Pisando suelo conocido no caerás”.
Armando Alvarado  Montoro
. 
“Imita a los pájaros y no  destruirás la Tierra”.
Jesús Balarezo de Alvarado  CHIQUIÁN, como imperio del aire fresco, goza de una riqueza natural incomparable. Suelo bendito, otrora epicentro de cultivo y pastoreo comunal a gran escala, sigue esparciendo a raudales el sonido de su fauna y el aroma de su flora pletórica de vida, que tonifican la mente, el alma y los músculos, en un pacto de lealtad y buena vecindad con la Madre Naturaleza, sobre todo en las quebradas, jalcas y laderas, espacios inmaculados que conservan su esencia nativa, como herencia de vida para las futuras generaciones.
 .
.
 
.
Todo
 caminante de tierra adentro  sabe que la mejor manera de descubrir los 
encantos de un lugar como Chiquián,  es andar "pasito a paso", sin apuro, 
fundiéndose segundo a segundo con la Pachamama,  topografía que aroma 
los campos natales a la vera del camino; pues "andar", como  
dicen los viejos arrieros, es escuchar el latido campesino: sus usos,  
costumbres, sus  tradiciones, sus valores y sus creencias. Es palpar su rústica ternura, bucólica
 y arrobadora de su alma agradecida.  Es sentir las caricias del sol 
bondadoso que  desparrama sus rayos al despuntar la aurora. Un verdadero
 festín natural que  tiene como marco la inmaculada cordillera Huayhuash, musa de 
los amantes del deporte  blanco.

Pero
 Chiquián no es su panorama  seductor, solamente. Su mejor carta de 
presentación es la defensa irrestricta  del ecosistema, sin pregones ni pancartas, todo al natural. Además cuenta 
con variadas opciones para disfrutar a manos  llenas de un turismo 
vivencial sin cotejo. 
.
 
.

Aquí
 están los mejores tejedores  del mundo. Los cálidos frutos de sus 
telares cubrieron la piel broncínea de los  aguerridos patriotas que se 
fajaron a puño y varazo limpio en las contiendas de  Junín y la Pampa de
 la Quinua, donde nuestra América Morena recuperó su Independencia, allí donde el poncho chiquiano fue 
el soporte sobre el que se firmó la  Capitulación de Ayacucho, como 
aparece en un lienzo del  pintor huancavelicano Daniel Hernández 
Morillo.
Cuenta
 también con recetas  milenarias para todos los gustos y sabores, 
delicias campestres que engalanan  las fiestas patronales de Santa Rosa 
de Lima y de San Francisco de Asís; mas si de  caminar se trata, y el 
hambre impacienta a las tripas, no hay nada como un  puñado de cancha
 con su trocito de queso, producto bandera elaborado por  manos 
hacendosas con la leche más saludable del planeta. Para calmar la sed 
hay  abundante chicha, fermentando ansiosa en los cuntus fraternos. Y  si el paladar se inclina por un potaje para chuparse los dedos, basta visitar el  "Rincón del Recuerdo".
.

 

Es
  decir, Chiquián es la Obra Maestra del Creador. Intente no quedar 
boquiabierto  con el magnetismo de sus tardes de arrebol, y no podrá. 
Tampoco tiene que  pellizcarse pensando que el hechizo de su policromía 
crepuscular constituye un  sueño de floripondio, pues es realidad 
palpable hasta para los ojos más incrédulos.  Parajes sin igual que engalanan la 
cuna del revolucionario social Luis Pardo y  de nuestro recordado 
“Shapra” (Manuel Ñato Allauca), el cicerone andino con el  mejor floro 
del hemisferio sur, en proyección cilíndrica.
 ,
 
Uno de estos hermosos parajes es  RACRÁN, ubicado a unos metros del  hanabarrino
 Umpay. Dos caminitos suspendidos en el alero de los años nos  llevan a
 disfrutar de un escenario natural acogedor, un mirador para deleitarse 
 con los encantos de Chiquián y disfrutar la magia del glaciar Tucu, que
 corona  de albura  la collana de Lampas y la encajonada joya de Aquia, 
dominio ancestral  de los vigorosos  Rimay  Cóndor. Sin duda alguna, un destino
 invalorable para un safari  fotográfico de novela corta.
. 
.
 
“Jeshu,
 caminando por Racrán  he sentido tu fragancia. He visto tus pupilas de 
paloma en las cantarinas aguas  de Putu, desde ahí te he escuchado 
silbar con el viento en Chaquinani…”,  dice mi padre en una carta dirigida a mi madre a dos días de pedir su  mano. 
 Mamá, de abriguito, y  papá de sombrero negro, 
con sus amigos chiquianos
Porque
 Racrán es un edén para los  enamorados apasionados, invisible a la 
mirada paterna y de los celosos hermanos  de la doncella en botón. Allí se han 
tejido muchas historias de amor bravío.
 En una oportunidad me comentó el patriarca oropuquino Pedro Loarte 
Cano, amigo  personal de Luis Pardo, a quien acompañaba con su mandolina trinadora,
 que nuestro bandolero  romántico visitaba frecuentemente Racrán con su 
amada, para contemplar la  belleza de Chiquián, y que, recostado en un 
árbol centenario, le cantaba huaynos y  yaravíes, y sólo Dios sabe, si 
fue en este punto de encuentro donde escribió su  premonitorio himno “EL CANTO DE LUIS PARDO”, convertido después de su muerte en  el vals “LUIS PARDO”, canción peruana conocida también como “LA  ANDARITA”.
.
 
El
 paraje de Racrán está  engastado en la orilla sur de lo que en la época
 de Pisanamaría fue  Sequiancocha, y recuesta su pródiga inmensidad bajo
 las égida
 fraterna de las laderas  verticales que trepan cual enredaderas al apu 
Capillapunta. Su amada Cochapata  posa su sedosa cabellera en el hombro 
derecho, y los bordes de su faldellín turquesa  acarician las pircas
 eternas de Racrán. Desde aquí se escucha con claridad  meridiana la 
dulce voz del viento que baja del enhiesto Jaracoto, y de las  canoras 
aguas de la cascada de Putu. Una combinación perfecta de la melodía  
terrena.
.
La
  última vez que visité Racrán fue en Semana Santa, de hace unos años, 
cuando  todavía no se ablandaban mis bíceps braquiales ni se acalambraban mis 
pantorrillas por falta de potasio. Llegué  con el alba, máquina fotográfica en mano. Las 
calles chiquianas estaban  desiertas de fieles devotos. Fue Jueves 
Santo, recuerdo. No arribé con la  agilidad de un impetuoso potrillo, sino con la 
precaución de un asustado caminante, pues de  niño, cuando cubriendo mi 
rostro con mi ponchito habano paseaba ufano por estos  dominios buscando una tierna chacuita,
 un cachorrito de medio mes de nacido  empezó a ladrar sin pausa ante mi
 fantasmal presencia; luego se abalanzó  inmisericorde hundiendo sus 
caninos de antacasha en mi huesuda canilla derecha.  Ahí comprendí que el dicho “Perro que ladra no muerde” alude al humano  hablador, no tanto a su fiel amigo ladrador.
.
 
En
  los primeros minutos del día se aprecia desde Racrán, cómo la torre de
 la  iglesia matriz de Chiquián se va incorporando al paisaje, junto a 
los velos de  humo, que con el viento a su favor se elevan de los 
fogones que van cociendo  lentamente el pari, el pojti y la lahuita
 de Semana Santa.  Al mediodía, cuando el sol cae en plomada, este mismo
 viento se queda dormido  bajo la comba azul de la quietud. Es cuando el
 aroma rural nos llena de una paz  desconocida para los sentidos 
urbanos. Luego viene la hora de contemplar el  atardecer, con ese sabor a
 nostalgia que en la brevedad del tiempo desgrana el  ocaso. Después cae
 lentamente la sotana de la noche hasta cubrir Jircán. Ya los  pichuichancas,
 cuculíes y torcazas retozan en las copas de los  hospitalarios alisos, 
molles y eucaliptos. Es momento de aguzar los sentidos y  tensar los 
nervios, pues un inesperado canto sonoro del agorero pacapaca 
puede erizar la piel y despertar el recuerdo de aquellas narraciones 
ancestrales  de almas penitentes, que solíamos contarnos de chiuchis en las veredas de  lajas del barrio.
 .
 
Ir
  a Racrán caminando por una calle sin asfalto todavía, es vivir una aventura 
diferente, en  un ambiente rebosante de colorido follaje, muy cerca de 
las rutas turísticas  habituales del pueblo. Es empezar la mañana con un
 sorbo de aire puro; sólo es  cuestión de levantarse antes de que el 
"gallo cante 3 veces", y cuando  los candiles empiezan a 
iluminar las casas de los jornaleros que se preparan  para emprender la 
dura faena diaria. Basta sentarse con tranquilidad sobre el mullido  kikuyo
 y disfrutar del paisaje silvestre, experimentando los prodigios de  la 
Naturaleza. Una oportunidad para desconectarse del tedio que impone la  
rutina, poniéndole chispas a la vida con los componentes del ensueño. 
Visiten  con sus warmis o sus enamoradas este mítico remanso de 
las caricias  tiernas y los besos dulces como los caramelos de leche de 
tía Dolorita, como los  adoquines de “Cholito Nava”, como las chaposas 
manzanitas de Chinchupuquio, como  las mashuitas con sabor a miel de Tulpajapana, como el ñupu de Matara, como el chumpac de los tinyacos, como las guayabas del caluroso Llaclla, como las oquitas de Ninán
 y Cucuna... Es la mejor receta para un  día de salud plena en aras del 
crecimiento espiritual; ya que, como me decía mi  abuelita Catita: “Levántate
 más temprano, hijo. No seas flojo, camina hasta  la cascada de Putu y 
bebe de sus aguas frescas. Te aseguro que volverás sabio;  y no olvides 
mirar con fe la Cruz de Capillapunta, pues de ahí despunta la Luz  del 
Nazareno que ilumina nuestras conciencias. Ya algún día tendrás tiempo  
suficiente para dormir el sueño eterno bajo una lápida de piedra que indica el lugar donde reposan tus huesos”.

,  
CHIQUIÁN:
CHIQUIÁN:
 PARAJES EN  ESPIRAL
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Tierra bendita: corazón amigo,
en las mañanas, sembrando trigo,
por las tardes, buscando abrigo
ya en las noches, sueño contigo.
Caranca: mil latidos en concierto,
todo es belleza, a cielo abierto;
el albo Huayhuash, abre su puerta,
al mágico Chiquián que está de fiesta.
Huancar: umbral de verde estampa ,
con sus ojos de roca, mira la pampa;
miles de eucaliptos, besan el cielo,
donde el cóndor cruza, en alto vuelo.
Parientana: perfumada de frescura;
maestros y alumnos, destilan cultura,
el coloso Yerupajá contempla risueño,
con su blanca mirada de ensueño.
Chicchó: arbolito de manzana,
canta un huínchus por la mañana;
un tierno shulaco sale reptando,
dos banderilleros le están apuntando.
Jaracoto: trina el pichuichanca;
cien chiuchis cantando izan la bandera;
es muy hermosa nuestra rojiblanca,
que flamea contenta en la ladera.
Capillapunta: fiel centinela.
Altar glorioso, cruz de madera;
alumbra fuerte el sol, no una vela,
desde la cumbre hasta la pradera.
Umpay Cuta: maíz maduro;
el gran bandolero saluda al turista;
con su caballo, pisando seguro
y su estampa que a todos gusta.
Lirioguencha: estadio moderno,
con su verde gramado tierno.
Unos miran desde las tribunas
otros sin boleto, desde las alturas.
Cochapata: huarastucoj y nunatoro,
con roncadora de pellejo de perro;
brotan del píncullo melodías de oro
desde las faldas, hasta aquel cerro.
Putu: misterio y hermosura;
el agua cae desde gran altura,
riendo dulce, cristalina y pura,
regando feliz, la tierra dura.
Oropuquio: cuna del Sport Cahuide
caminitos estrechos que nadie mide;
chinguirito y arpa, todos imploran,
callecitas de piedra, los tacos lloran.
San Juan Cruz: tributo a Dios;
los peregrinos suben jadeantes,
besan el Madero y dicen !adiós¡,
cerro bendito, de mil caminantes.
Mishay: culto al Divino Maestro,
que hace del alumno, un hombre diestro;
pródiga cantera de sabiduría andina,
que brinda cultura, a la estudiantina.
Puente Cantucho: cálido hospicio,
para el visitante y el arriero misio;
Cuspón y Roca, besan tu suelo
y calman su sed en el arroyuelo.
Tulpajapana: bordeando el cementerio.
Lugar sagrado donde reina el silencio;
sobre sus entrañas la Gruta florece,
a su alrededor todo reverdece.
Cruz del Olvido: triste destino;
oración y banda, funeral andino,
paso obligado al Camposanto,
camino de espinas del que quiso tanto.
El coso: penal de inocentes prisioneros.
Reses, caballos y burros dañeros,
dormitando cumplen su condena,
por saciar su hambre en chacra ajena.
Jircán: tardes de toros y de fútbol,
bailan huaynitos los caballos moros.
bajo tus palincas un choborra canta;
Huerto de Judas de Semana Santa.
Tranca: pencas y hualancas,
escoltan el gallardo paso del 351;
camino de herradura a Ninán y Cununa
entre tramo y tramo me como una tuna.
Chivis: bosque encantado;
mil zambullidas y un clavado,
entre pitadas, humo y anisados,
niños de estanque tiritan asustados.
Shapash: sacuaras y tibio baño;
no hay duchas, saunas ni caño;
se baja en picada por la pendiente,
con agua corriente se baña la gente.
Aynín: río de vida y encanto,
miles de truchas, ondinas no tanto;
niños excursionistas en sus riberas,
con sus maestros de clases primeras.
Chinchupuquio: huerto florido,
donde el Sol se queda dormido;
dulces manzanas y melocotones,
gigantes yacones para los glotones.
Quihuillán: homenaje a Bolognesi.
Tiernos amores de ensueño y encanto
tras una promesa, triste despedida;
una torcaza queda herida.
Usgor: aguas que caen rimando,
siete ichicqulgos están llorando,
diez trovadores componen versos,
para sus musas de rostros tersos.
Uyu: sembríos esmeraldas y aguacero;
chacras, alfalfares, yuntas y arados
llegan los gañanes con el lucero,
su semilla santa y sus cayados.
Conchuyaco: 'Señor del Camino',
siempre cuidando el destino,
de los choferes y pasajeros,
del jornalero y los arrieros.
Fragua: mirador ecológico,
lugar ideal para un zoológico;
flores silvestres y pájaros canoros,
despiertan el alma con trinos sonoros.
Jupash: el agua lava y tropieza
con pencas y mazos de gran rudeza
formando un concierto de alba limpieza
fregando mugre de pieza a pieza.
Yarush: barquitos de maguey,
sueños de marineros que no morirán;
sus puentes lloran cuando pasa un buey,
desde Umpay Cuta, hasta Maraurán.
Shulu: mini safari urbano,
todos acuden desde temprano,
los tarapaqueños atrapan tinyacos,
los aliancistas cazan shulacos...
Agocalle: Venecia Chiquiana,
con zancos andando no parece enana,
los calzoncillos lloran con el chapuzón
de los que naufragan como Alonso Pinzón.
.
Caranca: corva su belleza como una ceja
para llenarnos de embeleso viendo Chiquián,
y acompaña nuestro llanto en cada despedida.
Y así: Sunoc, Tanaz, Cushish, Quinchayoc, Capulipata
Purampún, Yucyushtana, Cascas, Común, Calapata,
Macpún, Huanturma, Chipiaj, Paucaracra, Chaclapata
Raquinapampa, Unsucocha, Huayalpampa y Racrán,
mientras los tengamos en mente, !FLORECERÁN!.
  Chiquián, un corazón andino latiendo saludable 
.
.

 .
. 
Racrán
 y los demás parajes  chiquianos seguirán floreciendo, mientras los 
niños y jóvenes alfareros y los poetas de tierra adentro alienten y 
ayuden a los buenos comuneros a cultivar las chacras comunales  que
 están abandonadas desde hace más de 3 décadas, y sientan el aroma del 
choclo  y la caña, la tersura de las habas tiernas que pronto
 serán  panco, shinti o shacui, y la bondad del trigo en las mesas  humildes, en las que nunca debe faltar el dulce zanguito y la  machca fraterna.
. 
. 
Seguirá
 floreciendo también,  mientras nuestro pueblo continúe escuchando el 
eco de la roncadora de Antonio  Padua Toro llamando al riego hermano en cada esqauina. 
Mientras los chiuchis sigan bailando   alegres en las faldas de 
Cochapata con sus atuendos de viejitos y su bastón de  guarango. 
Mientras los amores cautivos continúen sorteando shinuas y  hualancas
 en los alfalfares en punta. Mientras los alumnos no vayan a los campos a
  derribar árboles para la yunza ni a traer leña, solamente, sino 
también a  plantar árboles por millares y a leer lo que la Naturaleza 
pone al alcance de los ojos  humanos, porque CHIQUIÁN es una de las  páginas más hermosas del GRAN LIBRO DE LA  VIDA.
Ç 
Fuente:
Fuente:
. 
Apuntes chiquianos, de Nalo Alvarado Balarezo
 
Apuntes chiquianos, de Nalo Alvarado Balarezo
 
RECUERDOS

CONOCOCHA, MODELO DE VIDA
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Conococha
 es un enigmático rinconcito de Áncash, sin árboles ni rosas, donde a la vera del poblado crece el 
ichu ennegrecido por el frío de la Puna. La laguna, del mismo nombre, está cargada de 
truchas y cushuro, y sobre sus aguas nadan cuadrillas de patos silvestres. La 
pampa es callada y quieta, sólo el fuerte viento se mueve bizarro, 
silbando sin cesar en su danza con los pajonales.
Pasar mis vacaciones escolares en la manada de Tupucancha, colindante con la laguna de Conococha, fue un constante aprender, pues cada día tomaba lecciones de vida que los iba grabando en la memoria, como bases del desarrollo de mi personalidad, y como líneas directrices para enfrentar los retos cotidianos, sin menospreciar ni desafiar a la Pachamama. Por ejemplo:
- Del zorro aprendí a ser paciente, vigilante y aligerar el paso como una presa veloz.
- La perdiz me enseñó a ponerme a buen recaudo frente a una imposible defensa.
- En la lucha de los carneros de enormes cachos y de raleada estampa, aprendí lecciones de valor sin alharacas ni falso orgullo.
- El búho con su mirada misteriosa y su canto agorero aumentó mis fantasías y mi interés por los mitos, las tradiciones, las fábulas, los cuentos y las leyendas de la zona.
- Los perros chuscos con abundante “guetu” sobre su espalda y su instinto de conservación me enseñaron a presentir la proximidad de una tormenta o la amenaza de un ser vivo.
- Las ovejas con su balido de alerta me prevenían del acecho de algún zorro o puma, para ponerme en guardia.
- Los toros, las vacas y los becerros con sus bramidos, mugidos y berridos me enseñaron a mantenerme en permanente comunicación con las personas de mi entorno.
- El pajarito 'tupuc chiquito' con su gran capacidad de mimetismo me dio clases de cómo pasar desapercibido ante el fuego graneado del enemigo.
- El granizo, la nieve, la escarcha, la densa neblina, las nubes preñadas de agua y el intenso frío templaron mi carácter y mis defensas físicas.
- Los rayos, los truenos y los relámpagos me enseñaron lo pequeño que soy frente al Universo y ante el Poder Supremo de Dios.
- El olor a tierra mojada me enseñó, que el pasto sacia su sed como los humanos, para poder crecer y florecer.
- El cóndor, el gavilán y el corequenque me enseñaron que para vencer grandes obstáculos es necesario volar donde las moscas no llegan, y nunca arrastrarme como los seres nocivos que hacen daño al ras del suelo.
- Los pastores me enseñaron a vivir en fraternidad con la Madre Naturaleza, ser tolerante y bendecir al prójimo, el trabajo, la salud y los alimentos de sustento diario.
- De la huachua aprendí a ser observador perspicaz y desconfiado, pero respetuoso con quien se imponga por su valor, inteligencia y destreza.
- Las chinichalhuas de los riachuelos de la Pampa de Lampas con su gran movilidad antes, durante y después del peligro, me dieron clases de cómo mantenerme siempre en movimiento, alerta y sereno a la vez.
- Del puma aprendí que a veces es necesario retroceder para dar un gran salto, pues muchas veces damos saltos sin energía y nos vamos de bruces a la zanja.
- El pato silvestre y el aguash me dieron ejemplos de ubicación estratégica frente a un cazador furtivo.
- El ichu me enseñó a agazaparme hasta que pase el fuerte viento, luego pararme; y si el viento continúa, bailar y silbar con él, pero nunca retarlo, porque podría arrancarme del piso llanques y todo.
- Las cuevas pétreas me enseñaron que los hongos venenosos que viven en su interior mueren cuando les da la luz.
- De la vizcacha aprendí a salir a tomar el sol en el momento más preciso para evitar contratiempos y también a correr más rápido que la alimaña más ligera.
- Las peñascos, los cerros, el cielo aborregado, y los nevados perpetuos, me dieron la orientación necesaria para mantenerme siempre abrigado y de pie frente a la adversidad, porque en estos helados lugares hasta el cóndor usa bufanda.
- Los riachuelos me enseñaron a fecundar la tierra y no hacer trabajos estériles sin utilidad.
- Las aguas termales que discurren por varias zonas de la Pampa de Lampas me enseñaron que es posible encontrar calor aun debajo de los témpanos de hielo.
- La laguna de Conococha, con su despensa de truchas y su función irrigadora del Callejón de Huaylas, me enseñó a “guardar pan para mayo”.
- El puquial me enseñó, cómo desde lo profundo y gris puede brotar agua fresca y, que muchas veces es preferible beber de la palma de la mano que en vasos de oro, que en un momento dado pueden contener ponzoña.
Pasar mis vacaciones escolares en la manada de Tupucancha, colindante con la laguna de Conococha, fue un constante aprender, pues cada día tomaba lecciones de vida que los iba grabando en la memoria, como bases del desarrollo de mi personalidad, y como líneas directrices para enfrentar los retos cotidianos, sin menospreciar ni desafiar a la Pachamama. Por ejemplo:
- Del zorro aprendí a ser paciente, vigilante y aligerar el paso como una presa veloz.
- La perdiz me enseñó a ponerme a buen recaudo frente a una imposible defensa.
- En la lucha de los carneros de enormes cachos y de raleada estampa, aprendí lecciones de valor sin alharacas ni falso orgullo.
- El búho con su mirada misteriosa y su canto agorero aumentó mis fantasías y mi interés por los mitos, las tradiciones, las fábulas, los cuentos y las leyendas de la zona.
- Los perros chuscos con abundante “guetu” sobre su espalda y su instinto de conservación me enseñaron a presentir la proximidad de una tormenta o la amenaza de un ser vivo.
- Las ovejas con su balido de alerta me prevenían del acecho de algún zorro o puma, para ponerme en guardia.
- Los toros, las vacas y los becerros con sus bramidos, mugidos y berridos me enseñaron a mantenerme en permanente comunicación con las personas de mi entorno.
- El pajarito 'tupuc chiquito' con su gran capacidad de mimetismo me dio clases de cómo pasar desapercibido ante el fuego graneado del enemigo.
- El granizo, la nieve, la escarcha, la densa neblina, las nubes preñadas de agua y el intenso frío templaron mi carácter y mis defensas físicas.
- Los rayos, los truenos y los relámpagos me enseñaron lo pequeño que soy frente al Universo y ante el Poder Supremo de Dios.
- El olor a tierra mojada me enseñó, que el pasto sacia su sed como los humanos, para poder crecer y florecer.
- El cóndor, el gavilán y el corequenque me enseñaron que para vencer grandes obstáculos es necesario volar donde las moscas no llegan, y nunca arrastrarme como los seres nocivos que hacen daño al ras del suelo.
- Los pastores me enseñaron a vivir en fraternidad con la Madre Naturaleza, ser tolerante y bendecir al prójimo, el trabajo, la salud y los alimentos de sustento diario.
- De la huachua aprendí a ser observador perspicaz y desconfiado, pero respetuoso con quien se imponga por su valor, inteligencia y destreza.
- Las chinichalhuas de los riachuelos de la Pampa de Lampas con su gran movilidad antes, durante y después del peligro, me dieron clases de cómo mantenerme siempre en movimiento, alerta y sereno a la vez.
- Del puma aprendí que a veces es necesario retroceder para dar un gran salto, pues muchas veces damos saltos sin energía y nos vamos de bruces a la zanja.
- El pato silvestre y el aguash me dieron ejemplos de ubicación estratégica frente a un cazador furtivo.
- El ichu me enseñó a agazaparme hasta que pase el fuerte viento, luego pararme; y si el viento continúa, bailar y silbar con él, pero nunca retarlo, porque podría arrancarme del piso llanques y todo.
- Las cuevas pétreas me enseñaron que los hongos venenosos que viven en su interior mueren cuando les da la luz.
- De la vizcacha aprendí a salir a tomar el sol en el momento más preciso para evitar contratiempos y también a correr más rápido que la alimaña más ligera.
- Las peñascos, los cerros, el cielo aborregado, y los nevados perpetuos, me dieron la orientación necesaria para mantenerme siempre abrigado y de pie frente a la adversidad, porque en estos helados lugares hasta el cóndor usa bufanda.
- Los riachuelos me enseñaron a fecundar la tierra y no hacer trabajos estériles sin utilidad.
- Las aguas termales que discurren por varias zonas de la Pampa de Lampas me enseñaron que es posible encontrar calor aun debajo de los témpanos de hielo.
- La laguna de Conococha, con su despensa de truchas y su función irrigadora del Callejón de Huaylas, me enseñó a “guardar pan para mayo”.
- El puquial me enseñó, cómo desde lo profundo y gris puede brotar agua fresca y, que muchas veces es preferible beber de la palma de la mano que en vasos de oro, que en un momento dado pueden contener ponzoña.
.
- El hombre de la Puna procura mantenerse activo para darse calor durante el día, porque sabe que la helada se impone al más tupido poncho y al más caliente chinguirito sabrosón.
- El expresivo lenguaje de los glaciares y sus estribaciones morenas hacen añicos la monótona tristeza cuando uno contempla este salvaje paisaje con los ojos del alma.
- En el crepúsculo escarlata, los contornos de los picachos del Tucu Chira parecen una enorme cierra acerada besando el cielo. Basta un minuto de meditación frente a este singular espectáculo a cielo abierto, para escuchar la voz de la Madre Naturaleza pidiéndonos conservarla y amarla a ultranza.
- Los infatigables arrieros me enseñaron que un corazón valiente y firme, es capaz de inspirar respeto y afecto al mismo tiempo.
En fin, Conococha me enseñó que por más desolado y frío que amanezca el día, siempre está latente la esperanza de un mejor estilo de vida si nos dejamos llevar por las enseñanzas que nos brinda la Biblia.
- El hombre de la Puna procura mantenerse activo para darse calor durante el día, porque sabe que la helada se impone al más tupido poncho y al más caliente chinguirito sabrosón.
- El expresivo lenguaje de los glaciares y sus estribaciones morenas hacen añicos la monótona tristeza cuando uno contempla este salvaje paisaje con los ojos del alma.
- En el crepúsculo escarlata, los contornos de los picachos del Tucu Chira parecen una enorme cierra acerada besando el cielo. Basta un minuto de meditación frente a este singular espectáculo a cielo abierto, para escuchar la voz de la Madre Naturaleza pidiéndonos conservarla y amarla a ultranza.
- Los infatigables arrieros me enseñaron que un corazón valiente y firme, es capaz de inspirar respeto y afecto al mismo tiempo.
En fin, Conococha me enseñó que por más desolado y frío que amanezca el día, siempre está latente la esperanza de un mejor estilo de vida si nos dejamos llevar por las enseñanzas que nos brinda la Biblia.
CONOCOCHA EN EL TERCER MILENIO
Había pobreza
cuando era niño,
mas no existe en mi memoria
recuerdos asolando la Puna.
recuerdos asolando la Puna.
Ahora que peino canas
la pobreza sigue
medrando,
por más que surcan su suelo
miles de vehículos mineros.
Muchas tiendas escoltan la vía
por más que surcan su suelo
miles de vehículos mineros.
Muchas tiendas escoltan la vía
a cuatro mil metros
de altura,
pero el
sufrimiento abruma,
contemplando de la llanura,
contemplando de la llanura,
más pequeña a la laguna.
Recuerdo sus 7 casitas de tapias
recostadas en las frías laderas,
donde los hombres de ichu reían,
junto a sus dulces compañeras.
Al paso de los peregrinos
sus manos eran
torcazas
volando con alas de esperanza
volando con alas de esperanza
en la blanca neblina.
Desde entonces no me olvido,
de aquellos buenos pastores,
ni de las huachuas y los patitos,
que poblaban la laguna.
Nalo Alvarado Balarezo
Conococha, 4 de septiembre del 2000 
 .
"Cada
  día el ser humano avizora un nuevo rumbo, y paso a paso va 
descubriendo el mundo. También recorre los caminos de la memoria, y 
recuerdo en recuerdo se descrubre a sí 
mismo". Nalo Alvarado Balarezo - Paris, 1984'
  A mi hermano Felipe Segundo
  LLEGANDO A CONOCOCHA
.
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
. 
 
  
.
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
.
Cuando
 uno se acerca a la curva de Cajacay, después de un transido viaje por 
una carretera de difícil configuración, el corazón empieza a latir más 
de prisa.
 .
Lllegó la hora de bajar del  carro 
para estirar las piernas y despejar la mente, evitando un calambre de pantorrillas junto a un puesto de frutas con aroma a  
chirimoya de Huayllacayán. Estamos en la región Quechua, del sabio de  
Panao (Huánuco), Javier Pulgar Vidal. El clima es templado y seco (2,600 
 m.s.n.m.). 
. 
En Colquimarca la razón  nos hace 
bajar la mirada frente a la gran muralla de granito que escolta a la vía. A sus  pies, 
orlando el sendero casi en el vacío, las flores silvestres multicolores aroman  los 
campos vestidos de arcoíris. 
Conforme vamos ascendiendo la región 
Suni  (3,500 / 4,000 m.s.n.m), los latidos se aceleran por la 
disminución de  oxígeno en el organismo; el viento ruge impaciente, y el frío hiende huesos, cartílagos y tendones. 
Incahuaganga: "El Inca que llora", es zona de neblina, el 
soroche acecha (mal de altura), sobre todo a los turistas costeños que todavía no han llegado al medio siglo de vida. Unos kilómetros más arriba los cerros
  palidecen y se tornan amarillentos, señal que estamos ingresando al  
dominio del cóndor y los pajonales.
Al caminar pisando fuerte por estos helados  
parajes se siente el corazón de la Naturaleza bajo los pies, es cuando 
 los pasos telúricos se convierten en versos y melodías celestiales a 4 
mil  metros de altura.  
.
Cuando
 se ha terminado de sortear el  empinado serpentín pavimentado, las pupilas 
descansan de tanto concentrarse en las  curvas y los abismos de 200 
metros de caída en promedio; el cielo se  abre luminoso a la vista del 
viajero que empieza a soñar despierto. Ha  llegado el momento de abrir 
las ventanas del alma para que ingrese el  aire fresco de la Puna.
  .
De pronto aparece la vía afirmada llamada 'Separación'. Es el inicio de la 'RUTA DE LA CANTUTA',
  que proyecta nuestro cineasta nacional Roberto "Hualín" Aldave Palacios, con los doctores Arturo Ruiz  
Estada y Filomeno Zubieta Núñez, para regalarnos con la calidad  
expresiva del arte, un motivo más para admirar la belleza sin par de la Flor  
Nacional del Perú.
La Pampa de Lampas Alto, es el 
escenario  donde se desarrollan mis primeros relatos de ichu: 'Los zorros', 
'Tupucancha',  'Tras las huellas de una Leyenda - La flor de la 
cantuta', 'La jarrita  del bandolero', 'El pichuichanca de los 
escarpines blancos', 'La dulce  melodía del viento, 'El toro negro', 'La
 venganza del zapatero', 'El cuy  cutucho', "El puquial", 'Ñati', "El toro blanco", "La huachua", 'El último aullido',
 'Carnavales en Tupucancha',  'Sueños de escarcha', 'El venado Serafín',
 'La medallita de Luis Pardo',  'El pequeño arriero', 'Copos de nieve en
 Navidad', 'Mi amigo Vilka',  entre otros relatos de mi pequeño venero existencial.
Desde el fascinante horizonte azul la Cordillera Blanca 
nos da  la bienvenida con sus tucumanes albos. Allí se yergue indómito 
el acerado Tucu 
Chira, iluminando  con su albor la pródiga Pampa de Lampas. Glaciares  arcanos que cautivan a muchos y entristecen a 
pocos. Son los primeros 
mechones encanecidos  del Ande ancashino que contemplamos al coronar la Cordillera Negra. 
 .
Abajo,
 recostada como un mapa del 
Perú, reposa soñadora la hermosa laguna de Conococha, que desde tiempos 
ancestrales brinda  sus aguas cristalinas al Callejón de Huaylas y pone 
en funcionamiento la  central hidroeléctrica del Cañón del Pato, obra 
concebida por el sabio de Huacllán (Aija), Santiago Ángel de la Paz 
Antúnez de Mayolo Gomero.
 .
Ya en el pequeño poblado de Conococha
 (Km  122 de la vía a Huaraz), empezamos a sentir el palpitar de 
'Espejito del cielo', tierra amada de Hualín Aldave Palacios. Los  quesitos frescos, las truchitas fritas y los 
panes chiquianos que se  exhiben en las tiendas de barro, piedra y paja, hacen 
volar la imaginación y  retornan como aves temporarias los gratos 
recuerdos de la infancia. 
.....
Trepar sin apuro el cerro moreno en el que se  apoya el rectilíneo
 poblado de Conococha, y volver la mirada hacia la pampa, es 
hacer que los ojos se llenen de alborada, al ver desde arriba la 
imponente cordillera Huayhuash, dominando el panorama  con la pureza inmaculada de
 la nieve. Un mirador natural para las almas  fuertes. Unos pasos más 
allá, cerca de la gruta de Santa Rosita, un ramillete de  mejillas chaposas y ponchos habanos esperan impacientes el vehículo que  los llevará al paraíso: CHIQUIÁN, cuna de LUIS PARDO. 
Nashville, 15 de junio del 2002
.
Fuente:
Apuntes chiquianos para niños telúricos, de Nalo Alvarado Balarezo
 
MÁS  RECUERDOS
LOS CAZADORES MÁS BUENOS DEL MUNDO
.
.
 Por Armando Alvarado Balarezo 
(Nalo)
Llegaron a Tupucancha a las 10 de la mañana. Ninguno de los cinco arribó con equipaje, pero 
cada quien portaba una carabina. Fue el último viernes de marzo de 1962, un día antes que culminen las vacaciones escolares.
. 
Descansaron dos horas y salieron a 
cazar aves a la laguna de Conococha, según le comentaron a mi abuelita minutos antes de 
partir.
Mientras se marchaban, pensé: "Los malos andan armados y en grupo", presagiando la muerte de mis amigos plumíferos de la laguna, a quienes ya había bautizado con los sobrenombres de los chiuchis de Jircán, barrio donde vivía con mis padres y hermanos en Chiquián..
Del mediodía al ocaso, con el viento estrujando los mechones de ichu, le pedi al Señor de las Alturas que los cinco cazadores vuelvan con las manos vacías.
.
Cuando retornaron sentí escalofríos viendo a dos de ellos con un abultado costalillo en la mano. "Dentro de los costalillos están muertos mis amiguitos de la laguna", musité dolido, y sollozando me fui a dormir, mas no logré conciliar el sueño.
Mientras se marchaban, pensé: "Los malos andan armados y en grupo", presagiando la muerte de mis amigos plumíferos de la laguna, a quienes ya había bautizado con los sobrenombres de los chiuchis de Jircán, barrio donde vivía con mis padres y hermanos en Chiquián..
Del mediodía al ocaso, con el viento estrujando los mechones de ichu, le pedi al Señor de las Alturas que los cinco cazadores vuelvan con las manos vacías.
.
Cuando retornaron sentí escalofríos viendo a dos de ellos con un abultado costalillo en la mano. "Dentro de los costalillos están muertos mis amiguitos de la laguna", musité dolido, y sollozando me fui a dormir, mas no logré conciliar el sueño.
. 
A las seis de la mañana, al escuchar voces y risas que venían del patio, salí. Los cazadores se estaban despidiendo de mi abuelita, con sus carabinas al hombro. Se iban con las manos vacías. Por eso en cuanto se marcharon fui corriendo a la habitación donde pasaron la noche. Sobre la mesa estaba un costalillo doblado en cuatro, y las migajas de los panes que desayunaron. En una silla aguardaba el otro costalillo, totalmente repleto. Orando con alma y corazón abrí el costalillo, y mi sorpresa fue la mejor expresión de la esperanza y la fe, pues no estaban los cuerpos inertes de mis amiguitos, sino panes que los cazadores compraron en el poblado de Conococha para dejarnos como agradecimiento por el hospedaje.
.
Con las pupilas bañadas por la emoción caminé y caminé lo más rápido que pude hasta la laguna de Conocoha. ¡Gracias a Dios!, allí estaban todos mis amiguitos plumíferos: "Mañuco", "Cañita", "Uluy", "Ishilín", "Anchita", "Ticucho", "Añico" y "Nicucho", cada quien liderando su cuadrilla de tiernos aguash que nadaban a sus anchas sobre las cristalinas aguas de la laguna.
A las seis de la mañana, al escuchar voces y risas que venían del patio, salí. Los cazadores se estaban despidiendo de mi abuelita, con sus carabinas al hombro. Se iban con las manos vacías. Por eso en cuanto se marcharon fui corriendo a la habitación donde pasaron la noche. Sobre la mesa estaba un costalillo doblado en cuatro, y las migajas de los panes que desayunaron. En una silla aguardaba el otro costalillo, totalmente repleto. Orando con alma y corazón abrí el costalillo, y mi sorpresa fue la mejor expresión de la esperanza y la fe, pues no estaban los cuerpos inertes de mis amiguitos, sino panes que los cazadores compraron en el poblado de Conococha para dejarnos como agradecimiento por el hospedaje.
.
Con las pupilas bañadas por la emoción caminé y caminé lo más rápido que pude hasta la laguna de Conocoha. ¡Gracias a Dios!, allí estaban todos mis amiguitos plumíferos: "Mañuco", "Cañita", "Uluy", "Ishilín", "Anchita", "Ticucho", "Añico" y "Nicucho", cada quien liderando su cuadrilla de tiernos aguash que nadaban a sus anchas sobre las cristalinas aguas de la laguna.
También estaba parada en la orilla la huachua 
"Chichica" junto a su novio "Patuco". 
Los liclish, ácacas, huaychos y cientos de pajaritos con sus 
trinos y vuelos acrobáticos me anunciaron un día bonito. 
Mis demás 
amiguitos vendrían más tarde desde los deshielos del Tucu 
Chira. 
.
* * *
Epílogo:
 
 
No sé si los señores erraron 
los tiros por impericia. Quizá sus armas eran como la "Carabina de Ambrosio". O iluminados por el Altísimo no apuntaron a las indefensas aves al percatarse que su 
belleza silvestre llenaba de vida a la laguna de Conococha; solo sé que los cinco seres humanos 
que visitaron la Puna aquel viernes 30 de marzo, fueron LOS CAZADORES MÁS BUENOS DEL MUNDO.
.
.
Lima, 15 de junio 
de 2001
Fuente:
CHIQUIÁN: RELATOS CAMPESINOS, de Nalo Alvarado Balarezo.
CHIQUIÁN: RELATOS CAMPESINOS, de Nalo Alvarado Balarezo.
  
.
 
  
 
   
 
 Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Un
 lugar de ensueño para mí, fue la meseta chiquiana a más de cuatro 
mil metros de altitud, hasta que el destino nos separó. Allí está afincada 
Tupucancha, bendita Puna que con mantos de neblina acunó mi infancia. 
Una década atrás escribí esta breve carta que dejé atada a un cactus en 
plena mangada.
.
Amada Tupucancha:
  
No
 es fácil firmar misivas bañadas de llanto, de amores que tropiezan, 
caen y ruedan. Tampoco escribirlas cuando hincan sentimientos que 
invitan a guardar silencio. Lo poco que escribí para ti, aún duerme en 
los pliegues del recuerdo, mas nunca pude olvidarte querida Tupucancha, 
pues cada noche tu sollozo surca el éter y resuena en mi corazón.
Cómo
 explicarte la melancolía que me embarga. Madrugada tras madrugada soñando
 con momentos que no vuelven, desatando segundo a segundo cada palabra 
que se ata al viento en los pajonales. Un querer volver al pasado 
esculpiendo gritos de auxilio en los roquedales.
 .
  
Tanto
 tiempo sin ti amada Tupucancha, irredenta crece la añoranza en la 
lejanía. Un pedido de misericordia no basta en la distancia, hace falta 
verte reflejada en la albura del Tucu Chira para sentirme vivo. 
Hoy
 quise escribirte una carta preñada de luceros y no puedo, porque todo 
está marchito al rededor. Sólo queda un poco de esperanza y otro poco de
 fe, y repito como el eco: “te extraño, te extrano... lejos de ti no florece el arcoíris". 
.
Y termino martillando como la lluvia de enero en mis años de tamborillero: “Tupucancha, Tupucancha... trocito de cielo que meció mi infancia..."
. 
Huaraz, 16 de agosto de 1982
 
Pampa de Lampas Alto - Chiquián (Ancash)
Fuente:
Relatos de la Puna, de Nalo Alvarado Balarezo





















































